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Monarquía versus República

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Erick Reyes León

Recién falleció la Reina Isabel II, monarca del Reino Unido y de varios otros Estados que le son súbditos (destacando Canadá y Australia). Más allá de la significancia que este suceso trae, debe tenerse presente que el Reino Unido sigue siendo una potencia internacional —al grado de que su divisa, la libra esterlina, es la mejor cotizada a nivel global—. En pleno siglo XXI, cuando ya se han materializado muchas cosas que no hace mucho aún parecían de ciencia ficción, todavía persiste un sistema de gobierno que es propio de otras épocas: la monarquía.

Ante lo anterior (la persistencia de los sistemas monárquicos) surgen varias cuestiones sobre las cuales es más que oportuno debatir:

¿Es justo, es correcto, es humano, el que existan formas de gobierno que incluyen la existencia de 2 grupos diferenciados de humanos: la realeza y los súbditos?

¿Hay una forma ideal de forma de gobierno (y en su caso de Estado)?

¿Qué explica el éxito de las monarquías, versus el (generalizado) fracaso de las repúblicas?

¿Qué es lo natural entre los humanos: la igualdad o la desigualdad?

Cada una de las preguntas antes planteadas da para elaborar un ensayo —o más— ;en sí la respuesta a estas interrogantes ha sentado la base para la generación de ideologías con pretensiones de universales: el contractualismo, el liberalismo, el socialismo, etcétera. Se han escrito enciclopedias completas para dar respuesta a ello y seguimos sin encontrar la respuesta definitiva, pero no por ello se justifica un voto de abstención, los tiempos actuales merecen posicionamientos firmes, claros y contundentes.

Entre los argumentos que se proponen (con mucha validez) para justificar la persistencia de las monarquías están los siguientes:

Que los Estados que han elegido este modelo en términos generales ocupan los primeros lugares entre las economías globales.
Que las mejores condiciones sociales (bienestar y calidad de vida) también son ocupadas en lugares preferentes por las monarquías.
Que si bien, existe una distinción de clase entre las familias reales y el resto de la población, al estar acotado el poder de la realeza por normas constitucionales, en los hechos son tan democráticos como las repúblicas.
Que la existencia de los monarcas es un elemento de unidad nacional.
Pues siendo honestos, cada uno de estos argumentos tienen mucho de validez, pero todos también pueden ser refutados:

como lo es el lugar en el que uno nace.

A la cuarta: México no tiene monarca, pero los ha tenido: Agustín de Iturbide y Maximiliano de Habsburgo, y ninguno de los dos ofreció unidad nacional, todo lo contrario. Sin embargo, bajo los diferentes gobiernos republicanos hemos construido un ideario nacional que bajo diversos símbolos nos dan una sólida unidad nacional: nuestra bandera tricolor, nuestro escudo nacional que en la unión entre el águila y la serpiente, posadas sobre un nopal, representan una iconografía mística (asunto sobre el cual debería abundarse mayormente), el himno nacional (que cuando escuchamos y entonamos provoca que nuestros bellos se ericen y nuestros ojos se nublen de sentimiento, fuerza, pasión y anhelo de un porvenir), nuestra diversidad que a su vez nos da unidad, que los mexicanos del sur, del norte, del centro, de la costa, de las ciudades, de los bosques, del desierto, de la selva, todos nos sentimos muy mexicanos y no, no necesitamos de un monarca para encontrar la unidad nacional.

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