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Estrategias para negar derechos

Luis Miguel Cano López

Proceso

El Pleno resolverá en la acción de inconstitucionalidad 148/2017, en la que también a propuesta del ministro Aguilar se busca declarar inconstitucionales los artículos de un Código Penal que criminalizan el aborto, y con ello, cerrarle el paso a otra de las acciones que violan derechos de mujeres.

Se puede pensar que las autoridades violan nuestros derechos por ignorancia o por negligencia, pero en mi opinión, a veces lo hacen con plena conciencia y con una estrategia detrás para desconocerlos o complicarnos su ejercicio al extremo. Esto puede suceder en torno a cualquier derecho, pero en esta ocasión dedico esta reflexión a lo que en estos días se debate y se resuelve en la Suprema Corte.

Respecto del derecho de mujeres y personas gestantes a interrumpir un embarazo no deseado, derivado de su libre desarrollo de la personalidad, libre elección de sus proyectos de vida y autonomía reproductiva, una primera estrategia para desconocer aquel derecho ha sido negar su existencia. Aunque hace décadas que el artículo cuarto de nuestra Constitución reconoce que toda persona tiene el derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y el espaciamiento de su descendencia, se pretextaba que éste no incluía tal derecho.

Una segunda vía para rechazar el derecho a abortar consiste en contraponerlo con otros derechos para desplazarlo. La idea de oponerse a aquél en defensa de la vida es bastante conocida y tantas veces como sea necesario se tiene que decir que los movimientos antiderechos deberían de ser expuestos y censurados. Ciertamente, la vida en gestación es un bien constitucionalmente relevante, pero eso no le avala tener mayor peso que la vida de las mujeres y personas gestantes.

La estrategia de incorporar cláusulas en las Constituciones locales que protejan la vida desde la concepción tratando de equiparar a embriones y fetos con personas, es sometida a revisión constitucional en la acción de inconstitucionalidad 106/2018 y su acumulada 107/2018. La respuesta de la ponencia del ministro Gutiérrez Ortiz Mena es contundente: resulta inconstitucional por cualquier lado que se le vea, al acarrear la intromisión indebida en la vida de niñas, mujeres y personas gestantes, y violentar sus derechos de autonomía reproductiva, salud, integridad personal y no discriminación, entre otros. No cabe enfrentar con esos derechos la protección de la vida en gestación, pues la garantía de ésta pasa por el respeto de aquéllos.

Pero además, las cláusulas constitucionales de ese tipo deben ser expulsadas de nuestro ordenamiento jurídico no solo para que no entorpezcan el ejercicio del derecho a contar con servicios de salud adecuados para llevar a cabo un aborto, sino porque resultan inaceptables en tanto que contribuyen a construir prejuicios sociales en contra de las mujeres y personas gestantes, que las estigmatizan con concepciones estereotípicas y discriminatorias que debemos desterrar, o bien, por acarrear un efecto inhibitorio que dificulta su atención médica segura y respetuosa.

En otra de las acciones de inconstitucionalidad que resolverá el Pleno de la Corte, la 54/2018, se coloca en su justa dimensión al derecho de objeción de conciencia, de modo que no sea un estorbo para el disfrute efectivo de otros derechos, entre ellos, el de interrumpir un embarazo no deseado. El proyecto propuesto desde la ponencia del ministro Aguilar Morales detalla que su uso es individual, que no es absoluto, que el personal de salud que lo ejerce debe remitir a la persona usuaria de los servicios con

personal no objetor, sin tratar de recriminarla o persuadirla, y que a final de cuentas, las instituciones del Estado son las garantes de proteger el derecho a la salud de las personas, por lo que incluso tienen el deber de trasladar a las personas al hospital o unidad médica que pueda darles el servicio requerido.

Es verdad que el proyecto se excusa de decidir sobre otras fórmulas en las que la objeción de conciencia podría ser procedente a título colectivo, como pudiera ser el caso de asociaciones civiles que prestan servicios de salud, hospitales privados con un definido ideario religioso o comunidades originarias, pero sí es un avance.

Finalmente, el Pleno resolverá en primer lugar la acción de inconstitucionalidad 148/2017, en la que también a propuesta del ministro Aguilar se busca declarar inconstitucionales los artículos de un Código Penal que criminalizan el aborto, y con ello, cerrarle el paso a otra de las acciones que violan derechos de mujeres y personas gestantes. Como de eso ya han escrito personas más autorizadas, no añado más.

Así que de momento solo me resta invitar a la gente a que siga los debates en la Suprema Corte, porque con suerte después de fallar estos asuntos tendremos criterios obligatorios para todas las autoridades jurisdiccionales del país y, por fin, estaremos en vías de aceptar que no es debido debatir más sobre los derechos reconocidos a otras personas, sino respetarlos y tratarlas con dignidad.

Juegos de poder

“Qué brutos los del PAN”

Leo Zuckermann

Excelsior

Esto tuiteé cuando me enteré de la reunión de senadores panistas con el líder de Vox, partido español de extrema derecha que encarna, en mi opinión, de los peores valores políticos de nuestro tiempo: nacionalismo, centralismo, nativismo, antifeminismo, racismo en contra de migrantes y conservadurismo en temas como el aborto o los homosexuales. ¿Con ese tipo de gente se quieren identificar los panistas?

Líderes, movimientos y partidos populistas y antisistémicos son lo de hoy. Han venido ganando terreno por el hartazgo de un creciente segmento del electorado con las opciones políticas tradicionales. Vox es parte de esta tendencia.

No así el PAN que es uno de los partidos más tradicionales de México. Es el primero que aparece en la boleta electoral porque es el primero de los que logró su registro de todos los actuales (1939). Ya gobernó dos sexenios y hoy es el principal partido opositor.

Sin embargo, el PAN está perdido. Desubicado. No sabe a dónde ir. Carece de un proyecto de nación encarnado en un líder político con arrastre nacional.

En las pasadas elecciones, su principal oferta fue “no ser AMLO”. Pero esto no alcanza. Tienen que avivar a su militancia y atraer a más votantes, si es que de verdad quieren regresar a ser la fuerza mayoritaria del país.

¿Podrían lograrlo radicalizándose hacia la derecha?

Es en este contexto que ocurre la reunión de los senadores del PAN (y un par de diputados del PRI) con el líder de Vox, Santiago Abascal. La mitad del grupo parlamentario firmó una carta para adherirse al Foro de Madrid, la respuesta de la derecha iberoamericana “al Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, una coalición de partidos fundada en 1990 por Fidel Castro y Lula da Silva que ha sido determinante para

el auge de la extrema izquierda en Iberoamérica”. El objetivo es “hacer frente a la amenaza que supone el crecimiento del comunismo a ambos lados del Atlántico”.

Se trata de la típica y burda estrategia de la derecha radical de asustar al electorado con la inminente llegada de los bolcheviques come niños. Cuidado: ahí viene el coco comunista.

Desgraciadamente, en pleno siglo XXI, con el capitalismo en pleno auge, esta tontería todavía asusta a muchas clases medias en varios países, incluido Estados Unidos. Recordemos que los republicanos trumpistas utilizaron esta “amenaza” en las pasadas elecciones. Muchos se creyeron el cuento que Biden y los demócratas instaurarían el comunismo en ese país.

¿Puede el PAN regresar al poder con esa propuesta bobalicona de que ahí vienen los comunistas?

No lo creo.

Quizá puedan convencer a un segmento del electorado que todavía piensa que México va que chuta para ser Venezuela o, peor aún, Cuba. Y no es que las cosas estén bien en nuestro país con el gobierno de AMLO, pero a estas alturas del sexenio ya está claro que el lopezobradorismo no va hacia ese fatídico destino.

Lo cual me lleva al tema de fondo: la necesidad de inyectarle un mayor contenido ideológico al PAN. Encontrar un proyecto alternativo al de López Obrador. ¿Podría ser una plataforma similar a la de Vox?

Revisemos lo que quieren estos españoles de extrema derecha. Primero que nada, son nacionalistas. En eso no son muy diferentes que los lopezobradoristas. También se parecen en su deseo de centralizar el poder. Y, como Vox, tampoco les gustan las organizaciones de la sociedad civil que defienden los derechos humanos. En cuanto a temas como el aborto o la igualdad de los homosexuales, Morena no ha sido un dechado de liberalismo en este sexenio. Hasta en la plataforma de no cobrar muchos impuestos se parece Morena a Vox.

En suma, he aquí dos partidos antisistémicos que responden a la creciente demanda de los electores por algo diferente a lo tradicional. Ahí ya no cabe el PAN.

Quizá me equivoque, pero creo que, para competir contra el lopezobradorismo, lo que se requiere es un proyecto, no populista tipo Vox o Morena, sino uno auténticamente liberal: a favor de la globalización, de una mayor integración de América del Norte, abierto a la causa feminista, sensible con los migrantes y tolerante en los temas sociales.

No veo al PAN en esa tesitura. Al revés, su ala más radical está buscando parecerse al populismo antisistémico de López Obrador. Todo un despropósito tomando en cuenta que el PAN no tiene a un líder carismático que encarne un movimiento de este tipo. Y sin ese AMLO, Trump, Orbán, Modi, Bolsonaro o Bukele, difícilmente los panistas llegarán a algún lado, salvo a exhibir un papelito que están comprometidos a que no llegue el coco comunista al país. Qué brutos.

El suicidio del PAN y los retos de la 4T

John M. Ackerman

La Jornada

El pacto entre dirigentes del PAN y el partido neofascista español Vox, firmado la semana pasada en las instalaciones del Senado de la República, implica el fin de cualquier fantasía con respecto a la supuesta vocación democrática de este partido opositor creado en 1939 para combatir las políticas revolucionarias del general Lázaro Cárdenas del Río.

Y el circo mediático armado por Lía Limón y otros alcaldes electos del PAN en las inmediaciones del Congreso de la Ciudad de México, evidencia la desesperación de una oposición capitalina que si bien tuvo victorias electorales importantes en las elecciones pasadas no cuenta con una visión de futuro ni proyecto político propio.

El PAN está destinado a convertirse en un partido marginal que agrupa un pequeño porcentaje de la población convencido de la necesidad de defender sus privilegios y prebendas de las supuestas políticas populistas o comunistas de los gobiernos de Morena.

La principal oposición a la Cuarta Transformación (4T) durante los próximos años no provendrá de la esfera partidista o electoral, sino de las instituciones heredadas del viejo régimen. Por ejemplo, la elección del fiel calderonista, Reyes Rodríguez Mondragón, como presidente de la sala superior del TEPJF, así como las nuevas multas del INE a Morena y el PT, señalan el recrudecimiento de las estrategias de guerra jurídica, o lawfare, contra el obradorismo.

Mientras, el PRI va encaminado a ser el nuevo partido satélite de Morena. La negociación reciente que colocó a Rubén Moreira como presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados demuestra que este viejo partido de Estado prefiere formar parte de la coalición gobernante encabezada por López Obrador a aliarse con los neofascistas del PAN. El descalabro de los dinosaurios en las últimas elecciones los ha dejado en una situación de debilidad extrema que los obliga a pactar con el poder para sobrevivir.

Se configura entonces una situación de polarización política cada vez más pronunciada entre Morena y sus aliados del PT, PVEM, PES y PRI, por un lado, y el PAN junto con sus aliados de la oligarquía empresarial, como Claudio X. González, y del golpismo institucional, como Reyes Rodríguez y Lorenzo Córdova, por el otro.

El obradorismo saldrá avante. Las altas tasas de popularidad para López Obrador, de entre 60 y 70 por ciento, aseguran que el Presidente mantendrá la sartén por el mango con respecto al manejo de los escenarios político, económico y mediático durante los próximos años. No hay mayor duda con respecto a su victoria en el ejercicio de revocación de mandato en marzo de 2022 y todo parece indicar que Morena tiene en la bolsa el triunfo en las elecciones presidenciales de 2024.

Sin embargo, no queda claro cuál sería el papel del pueblo mexicano en esta lucha histórica. Hasta hoy hemos tenido un rol importante pero pasivo. Respondemos a encuestas, nos desahogamos en las redes sociales y acudimos a las urnas para expresar nuestras opiniones.

Sin embargo, el nuevo sistema político todavía no ofrece espacios para la confluencia, el debate, y la discusión pública de los grandes temas nacionales. Tampoco existen nuevos mecanismos para la toma de decisiones de manera participativa y popular desde las bases. Brillan también por su ausencia las grandes manifestaciones populares en las calles en favor de la 4T y su agenda de reformas políticas, económicas y sociales.

En suma, todavía no se consolida el sujeto histórico que pueda garantizar la continuidad del proyecto de transformación más allá del sexenio actual. Esta ausencia preocupante es resultado del burocratismo, el elitismo y la operación de sectas y grupos de poder dentro de Morena. El tan anhelado y anunciado partido-movimiento se ha quedado en puro discurso, sin hechos que lo respalden.

La mayoría de los gobiernos de Morena también nos han quedado a deber. Las consultas populares constituyen un buen paso, pero no dejan de ser ejercicios electorales en que la población es convocada a opinar de manera coyuntural sobre un tema específico. Hace falta impulsar procesos más constantes e integrales de participación para generar un verdadero empoderamiento popular.

Este inmovilismo es también responsabilidad de la falta de mayor trabajo organizativo desde la misma sociedad civil, desde luego. En lugar de esperar las convocatorias de Morena o del gobierno, las organizaciones sociales (estudiantiles, campesinas, obreras, urbanas, magisteriales, etcétera) tendrían que abrazar el momento histórico para construir directamente el poder popular desde abajo.

Los espectaculares éxitos de la gestión de López Obrador merecen tener continuidad en los próximos sexenios. Pero ello no ocurrirá por arte de magia. Tenemos tres años para construir entre todos una fuerza social con suficiente poder para obligar a los futuros gobiernos de Morena a mantenerse fieles a la causa de la 4T.

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