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Testamento político: ¿Claudia J. Múgica?

Agustín Basave

Proceso

Pero entonces digámoslo sin ambages: nadie más que él decidirá quién será la (el) candidata(o) presidencial morenista. Los sondeos podrán ayudarle a tomar la decisión, pero no será ninguna encuesta sino su dedo encuestador el que tendrá la última palabra.

Tengo claro que la sana distancia que el presidente López Obrador dice guardar frente a Morena es elástica. Si bien en los asuntos rutinarios le gana su maderismo y su laissez faire, en circunstancias extraordinarias no duda en intervenir decisivamente y refrendar su papel de factótum. Nada de malo tiene que lo haga, pues es natural que un jefe de gobierno sea líder de su partido; al contrario, si algo podría reclamársele a AMLO es que no ejerza con mayor frecuencia su liderazgo para arbitrar en las brutales reyertas que se dan al interior de una organización que dista mucho de institucionalizarse. Pero entonces digámoslo sin ambages: nadie más que él decidirá quién será la (el) candidata(o) presidencial morenista. Los sondeos podrán ayudarle a tomar la decisión, pero no será ninguna encuesta sino su dedo encuestador el que tendrá la última palabra.

En ese orden de ideas, reitero lo que vengo diciendo desde hace un par de años. AMLO tendrá una disyuntiva similar a la que enfrentó Lázaro Cárdenas en 1939-40: seguir en la ruta radical o correrse al centro. Y de cara a 2024 los punteros en esas dos vertientes son, si se me permite el juego de nombres, Claudia J. Múgica y Marcelo Ávila Camacho. La primera encarnaría la continuidad de “la cuarta transformación”, la coincidencia en el proyecto sin enmiendas y la lealtad absoluta, mientras que el segundo representaría la moderación, la combinación de ciertos puntos clave de la 4T con una agenda propia que presupondría reducir la polarización. Ya sabemos que Cárdenas optó por no estirar más la cuerda a la izquierda; la oposición de empresarios nacionales y extranjeros a sus políticas socioeconómica y educativa, la Guerra Mundial y la crispación del país, la candidatura de Almazán, el surgimiento del PAN, todo apuntaba al riesgo de ruptura del régimen posrevolucionario. La decisión priorizó el proyecto político sobre el proyecto social.

¿Qué opción preferirá AMLO cuando llegue el momento? Van tres pistas a partir de sus propias palabras: 1) “Siempre quedará en duda si no habría sido mejor que el General Cárdenas se inclinara por Múgica”, escribió hace siete años en El poder en el trópico, “porque él sí garantizaba el cumplimiento cabal de las demandas del pueblo”. 2) “Los moderados no son más que conservadores más despiertos, más hipócritas”, repitió por enésima ocasión el 7 de septiembre de 2021 en paráfrasis a Melchor Ocampo. 3) “No pierdan su autenticidad, ánclense en la izquierda”, aconsejó a los jóvenes en su discurso del pasado primero de diciembre, sugiriendo que es un error zigzaguear en aras de quedar bien con todos. Yo reitero lo que expresé en este espacio hace ocho meses (“Claudia o Marcelo”, 16/05/21): no descarto que la historia de la sucesión cardenista se repita “si una crisis económica debilita a AMLO y lo obliga a hacer concesiones al empresariado”, pero tengo para mí que en cualquier otro escenario le enmendará la plana al General. Ignoro si dentro de dos años esto seguirá significando el ungimiento de Sheinbaum –dependerá de varios factores, entre ellos su competitividad electoral– pero no me cabe duda de que si no hay una circunstancia catastrófica la candidata morenista será ella o alguien con un perfil muy parecido al suyo.

No se requiere más que un conocimiento elemental de la personalidad de AMLO para llegar a esa conclusión. De hecho, tengo la impresión de que el propio Ebrard se ha convencido de que la estrategia de entreverar signos de lealtad obradorista y puentes con el empresariado y medios críticos de la 4T es contraproducente y se esfuerza por mostrarse afín al radicalismo. Sus acciones desde la Cancillería a favor de gobiernos izquierdistas, la designación de algunos embajadores –que no parecen ser imposiciones sino, al menos en ciertos casos, guiños a quien más influye en AMLO en temas de relaciones exteriores y cultura–, los tuits en los que proclamó que el patrimonio cultural de Banamex “debería pasar a propiedad nacional” como “una retribución al enorme e injusto apoyo que hemos dado los contribuyentes con los cuantiosos pagos anuales para cubrir los pagarés IPAB, mejor conocidos por Fobaproa” son indicios de un ajuste estratégico. El corrimiento al centro no es buen negocio cuando el gran elector es un radical de corazón y hueso colorado.

Tras de su segundo contagio de covid AMLO advirtió en un video que tiene un testamento político por si llegara a morir antes de que concluya su Presidencia. Dos cosas resultan imposibles: saber qué contiene y resistir la tentación de hacer conjeturas. Sabedor de que sin su presencia Morena, que tiene mayoría en el Congreso y estaría en posición de elegir al presidente sustituto, perdería su precaria cohesión, AMLO quiere evitar que el país caiga en la ingobernabilidad, como afirmó, pero seguramente también quiere minimizar la probabilidad de que la 4T se descarrile. ¿Quién podría descarrilarla? ¿Alguien puede concebir que le preocupe que Claudia Sheinbaum tome su lugar? Si su pesadilla, según se colige de sus repetitivas declaraciones mañaneras, sería que la 4T se desvíe o se desdibuje, ¿es ilógico pensar que su albacea sea una representante del radicalismo que no ha tenido ningún otro jefe y cuya trayectoria no se explica sin él? Y algo quizá más importante: ¿un líder que aprecia los equilibrios, capaz de aceptar de buena gana la alternancia que representaría la mesura, se preocuparía por dejar constancia de su última voluntad de poder? Yo creo que no.

De naturaleza política

Revocación sí, “con lo que ai…”

Enrique Aranda

Excelsior

Abucheos y huevazos con el de casa, Mario. De ahí…

Luego de un incuestionable y acrítico cierre de filas por parte de la totalidad de los consejeros miembros de su máxima instancia de decisión, el Instituto Nacional Electoral (INE) emitió la convocatoria de una costosa consulta de revocación de mandato –que no ratificación, como intentan imponer los afines al régimen– que, perdón, poco o nada acabará aportando a la democracia y, menos, a la gobernabilidad del país que un día sí y otro también –“muy de mañana por cierto”– es puesta en entredicho por quienes (más) debieran aportar a su sostenimiento.

Ayer, finalmente en efecto, el organismo autónomo que lidera el odiado Lorenzo Córdova hizo pública la esperada convocatoria que, amén de establecer los términos –fecha y duración del ejercicio– y prohibir toda participación de autoridad alguna en su promoción o cuestionamiento, pone en evidencia su limitación en lo que refiere al alcance de su cobertura, si bien ofrece garantía de que todo aquel que así lo desee –aun quienes viven ahora en el extranjero– podrá concurrir a emitir su particular opinión sobre el tema objeto del mismo.

Consulta limitada ésta, pues que, merced al “recorte” presupuestal votado por el Congreso, primero, y la negativa, después, de Hacienda de aportar los recursos necesarios para su debida organización, verá reducido a poco más de 57 mil el número de casillas receptoras del voto a instalar un tercio apenas de las 161 mil que la Constitución mandata, pero que, insistamos, merced a la falta de recursos (irónicamente) decidida por sus principales y más interesados promotores: el gobierno de López Obrador y él mismo, su partido Morena y comparsas del Verde Ecologista, del Trabajo y más, deberá realizarse, diría alguno, “con lo que ai…”.

El ejercicio, sabemos, deberá cumplirse el 10 de abril próximo y captar 40% al menos del voto del padrón electoral para ser válido y de asunción obligatoria su resultado, algo que parece difícil de conseguir… pero no imposible si se considera la posibilidad de que, desde el partido del gobierno y sus aliados, con el apoyo y guía discreta de la propia administración federal e interesados en la imposición de la 4T, es previsible esperar.

Al tiempo entonces que esto, se diría, apenas comienza…

Asteriscos

* No debió esperar mucho el autoritario Cuitláhuac García para ver nacer ahora sí que “en casa”, un movimiento por la justicia, que liderado por el naranja, Dante Delgado exige se libere a José Manuel del Río y ¡mil 32! personas más supuestamente encarceladas por la comisión del delito de ultraje a la autoridad, “creado por el (inepto) gobernador, aprobado por un congreso servil y ejecutado por jueces que actúan por consigna”. Upsss…

* Se equivocan quienes apuestan a un “cierre abrupto” de la demanda que, por homicidio culposo, fue ratificada el viernes en contra del impresentable Hugo López-Gatell, el ineficaz Doctor Muerte que, merced a sus erróneas políticas, carga ya sobre las espaldas con más de 5 millones de contagiados y, conforme a cifras oficiales, casi 310 mil muertes. Vienen noticias…

Número cero

Revocación en cancha de partido llanero

José Buendía Hegewisch

Excelsior

La primera consulta constitucional para revocar el mandato de un presidente en la historia del país se desarrolla entre la confusión de mensajes y contusiones del INE. El gobierno defiende su valor como un derecho de los ciudadanos aunque ellos no la promovieron, mientras la oposición la presenta como una campaña presidencial o un antojo caro sin detenerse en la ciudadanía. La mezcla deriva en desorientación y en un modo de extinguir las obligaciones de un ejercicio de participación ciudadana que dejará mucho a deber como en un partido de futbol llanero donde la nota es la gresca contra el árbitro.

¿Quiénes ganan y pierden con la consulta? ¿Quién se llevará el mérito o será sancionado por el resultado? El INE ha dicho finalmente que el proceso “va” y pita el arranque del juego, tras de que la Corte lo eximiera de castigo por no poder cumplir con la logística de una elección federal como dice la ley. La falta de presupuesto golpea a la institución y las acusaciones presidenciales de boicotearlo. López Obrador se vuelca desde el palco del Estado en llamados a participar para medir en las urnas el respaldo al proyecto de la 4T. Pero la efervescencia de la confrontación política en la cancha no alcanza a despertar interés en una ciudadanía que desconoce el ejercicio. Para mayor embrollo, se convoca el 10 abril cuando comienza la Semana Santa y eso merma el aforo.

En esta consulta casi todo es atípico. La ideó el Presidente y lanzó a Morena a la movilización, a diferencia de otras experiencias que se promueven desde la oposición o la ciudadanía para censurar al gobierno y expresar su desacuerdo con sus políticas. El centro del debate lo ocupa el árbitro, en vez de los pros y contras de que el Presidente termine anticipadamente su mandato. Y, en consecuencia, las dudas sobre la participación o su alcance real permean el proceso.

Para la Ley de Revocación de Mandato, el resultado será vinculante si supera 40% de votos de la lista nominal, pero las casillas instaladas serán apenas un tercio de las de una elección federal. Sin disposición adicional de dinero, la logística se achicará de 160 mil a unas 50 mil casillas, que no alcanzan para tener todas las secciones electorales. Si bien nadie se atrevería a decir qué impacto podría tener esto en la participación, lleva a preguntarse qué tipo de consulta tendremos y cómo incidirá esto en la legitimidad del ejercicio o en sus consecuencias políticas.     

Por ejemplo, qué significado tendría si participara sólo 7% como en el juicio a expresidentes, cuyo resultado no se tradujo en nada, aunque no era vinculante. Los costes políticos de una consulta desairada cargarían sobre el capital político del primer interesado en ella, el Presidente, así como en el crédito de la capacidad de movilización de Morena hacia la elección de 2024. Su autoría vertical desde la Presidencia la convierte en un arma de doble filo para el gobierno porque, si la pensó como instrumento de campaña y para reforzar la popularidad presidencial hacia la sucesión, también puede confirmar que la alta aprobación de López Obrador no se respalda en organización ni control territorial de su partido.

El escenario preocupa a Morena, que hace números en cada estado para lograr al menos reeditar su votación en la última elección a diputados federales. Para la solicitud de la consulta, logró juntar 11 millones de firmas, pero si se resta 25% de anuladas por anomalías, el número se acerca al de la consulta a expresidentes y se aleja más de cinco veces de los 37 millones de votos necesarios para hacerla obligatoria. La oposición que ha descalificado sistemáticamente el ejercicio como campaña presidencial para renovar su fuerza e imponerse en 2024, comienza a ver los riesgos para el Presidente. Mientras López Obrador no deja de azuzar la opinión contra el INE, que puede ser el que cargue con los mayores costos políticos como una inminente reforma electoral que deje al árbitro debilitado hacia la sucesión presidencial.

En este enredo, la democracia está en un momento de desorientación. Se abren nuevas formas de participación directa en una “refriega” como las del futbol llanero. Y sin claridad sobre las obligaciones de la partida por reunirse en una misma persona el crédito y la deuda del proceso, en la Presidencia.

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