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El Reino

Javier Sicilia

Proceso

El Reino es simplemente la presencia del amor, pobre, gratuito, libre y absurdo como la Encarnación. Un amor de disminución, contrario a la violencia y a la fuerza que se ejerce como potencia que gobierna; un amor de debilidad…

Las fiestas son esos momentos de detención en que ponemos entre paréntesis la vida y sus múltiples conflictos, no para fugarnos de ella, sino para meditar. La Navidad, que acabamos de celebrar, es en la historia de Occidente uno de esos grandes momentos.

Más allá de la deslegitimación que el mercado ha hecho de ella, convirtiéndola en una fiesta del consumo, la Navidad sigue siendo un misterio fundamental. Es la fiesta de la Encarnación, de la renuncia de Dios a su poder para nacer, como uno de nosotros, en la pobreza de un establo. Es la fiesta de la llegada del Reino que ese niño predicará cuando crezca.

Contra lo que la Iglesia ha enseñado, ese Reino (que adquirió otros nombres con el nacimiento de esa copia laicizada de la Iglesia que es el Estado moderno: “Estado de Bienestar”, dicen el liberalismo y la socialdemocracia, la “Sociedad sin Clases”, dice el marxismo) no es algo que ya llegó, pero cuya plenitud debemos construir y nos aguarda al final del tiempo, de la historia o, para no olvidar al Tercer Reich de Macuspana, al final de la Cuarta Transformación. No es tampoco, por lo mismo, un aparato de poder institucional que custodia su advenimiento mediante reglamentaciones, amenazas y coerciones; ni un sitio lleno de abundancias y riquezas.

El Reino del que habla el Evangelio y que está ya implicado en el misterio y la fiesta de la Navidad es completamente distinto. Además de que se relaciona con cosas muy pequeñas y simples –el nacimiento de un niño en un establo, un semilla de mostaza, un tesoro escondido en un campo, una semilla que cae en tierra fértil, unos gramos de levadura que fermentan la harina, una red, una perla, un padre que acoge al hijo que se fue y malgastó todo, un samaritano que va en ayuda de su enemigo herido, una muerte injusta y terrible, y una resurrección como una pequeña vela que se enciende en medio de la noche–, ese Reino, dice también el Evangelio, viene y está entre nosotros. No de manera subjetiva, es decir, “en” cada creyente.

ampoco más allá de nosotros, es decir, al final del tiempo humano o de la historia, sino de manera paradójica: al mismo tiempo que está entre nosotros aquí y ahora (Lc. 17-21), no es de este mundo, es decir, no pertenece al poder, como el niño, cuyo nacimiento acabamos de celebrar, se lo dirá a Pilato durante su juicio (Jn. 18, 36). Es simplemente la presencia del amor, pobre, gratuito, libre y absurdo como la Encarnación. Un amor de disminución, contrario a la violencia y a la fuerza que se ejerce como potencia que gobierna; un amor de debilidad, cuya impronta, dice Compte-Sponville, es “la dulzura y la delicadeza de existir menos, de afirmarse menos, de extenderse menos”. Un amor “que no carece de nada” porque ha renunciado a todo y al no tener nada que ganar, nada que perder, nada que dar, nada que tomar, puede, como el vacío, acoger todo. No sólo a un amigo, a un desconocido, a un extranjero, sino incluso a un enemigo.

Lo dice con la luminosidad de la poesía Octavio Paz en Piedra de Sol: “El mundo nace cuando dos se besan […] y las leyes comidas de ratones […] las máscaras podridas/ que dividen al hombre de los hombres,/ al hombre de sí mismo,/ se derrumban/ por un instante inmenso y vislumbramos/ nuestra unidad perdida, el desamparo/ que es ser hombres, la gloria que es ser hombres/ y compartir el pan, el sol, la muerte,/ el olvidado asombro de estar vivos/ […]”.

Desde la perspectiva del Evangelio, el Reino y su acontecimiento fundacional, la Navidad, se vive y se transmite en esa pobre, denuda y libre gratuidad. Es el fruto de una manifestación de la que todos podemos participar y no de una convicción intelectual a la que se llega mediante una doctrina o la coerción de un poder. Su gesto ritual y simbólico es la cena que cada año, durante la noche de Navidad, nos reúne alrededor de una mesa.

Por desgracia, para el ser humano utilitario, que concibe el Reino en términos de poder, abundancia y consumo que un día llegará para todos, esa dimensión del Reino se volvió, desde el surgimiento de la Iglesia imperial, difícil de entender. Quizás esta imagen moderna pueda ilustrarlo. Es de El Reino, probablemente el mejor libro escrito hasta ahora por Emmanuel Carrère.

Después de narrarnos su alejamiento del cristianismo y, a la luz de San Pablo y San Lucas, los pleitos y conflictos que terminaron en la fundación de la Iglesia, Carrère es invitado a un retiro en una de las comunidades Jean Vanier. Asiste por compromiso. Al final, “todo el mundo entona un cántico del tipo ‘Jesús es mi amigo’ […] y empieza a dar palmadas […] y a contonearse como en una discoteca”. Carrère está harto. Lo comprendo, esas manifestaciones son de una cursilería espantosa. “Tarareo vagamente con la boca cerrada –describe su incomodidad–, me columpio de un pie a otro”. De pronto aparece Elodie, una niña Down. “Se planta delante de mí, sonríe, eleva los brazos al cielo […] y me incita con la mirada. Hay tanto júbilo en ella, un júbilo tan candoroso, tan confiado, tan abandonado, que me pongo a bailar como los demás, a cantar que Jesús es mi amigo, y las lágrimas me afluyen a los ojos mientras canto, mientras bailo mirando a Elodie […] y me veo forzado a admitir que aquel día, por un instante vislumbré el Reino”.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, la masacre de los LeBarón, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a México.

La paridad de género y las elecciones

Ricardo Peralta Saucedo

Excelsior

México correcto, no corrupto

Nuestra Constitución integró la paridad de género en el año 2014 en el artículo 41, que refiere que los partidos políticos postularán paritariamente sus candidaturas para los congresos federal y locales.

¿La paridad es igualdad? Sí, es un principio constitucional que retrotrae un derecho entre los sexos.

La Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales y la Ley General de Partidos Políticos establecieron que los institutos políticos deben establecer sus procedimientos para cumplir este concepto.

Hay una lógica que no se debe dejar de observar: en la postulación de candidaturas se debe priorizar al género que tuvo porcentajes de votación inferiores en la jornada electoral anterior.

Hay una serie de inconvenientes lógico-jurídicos para la aplicación de la norma, ya que los partidos políticos, más allá de esta definición estricta, la ha ampliado a las candidaturas para las gubernaturas. El TEPJF ha sido claro, utilizó un verbo y un pronombre: “puede y hasta”, es decir, deja la posibilidad abierta a incrementar o disminuir las postulaciones por encima de lo referido exclusivamente para legisladores.

El cuerpo colegiado: diputados y senadores, tiene una configuración distinta a la del titular del Ejecutivo encarnado en sola persona, una candidatura.

Este criterio no puede ser acatado de manera irrestricta, sobre todo porque en la figura de un ente unipersonal, que es el candidato a gobernadora o gobernador, no puede aplicarse la lógica que implica a un órgano colegiado como lo es el Legislativo.

En la jornada electoral para gubernaturas se debe buscar ganar elecciones por encima de cumplir con un mandato judicial inexistente sobre la paridad. Pues el concepto filosófico, sociológico y, sobre todo, legal, no se aplica de manera análoga a la de los órganos legislativos que es inviolable.

Bajo ninguna circunstancia hay que estar en contra de la paridad e igualdad de género, sería una regresión antropológica; sin embargo, los números, las coyunturas políticas y la pertinencia de triunfo pueden generar que la propia igualdad se dé en el ejercicio de gobierno, debe apegarse a lograr, en principio, ganar; no cumplir con el género por simulación de espectacularidad mediática y perder la elección.

Se pone en riesgo un proyecto de gobierno incluyente cuando, por buscar la supuesta aprobación política, pero no social, se elige de manera cosmética una postura supuestamente progresista que no garantiza el éxito electoral. Antes de la foto, la gente, el pueblo. La equidad y paridad deben ser una realidad más allá del discurso o el impacto mediático. Se sacrifican, como ya ha sucedido, generaciones enteras al triunfo de la reacción conservadora.

Se quedan en el camino activos electorales que son maquinarias frustradas e inconformes con las decisiones cupulares que no tienen legitimidad, sin estructuras reales.

Así como se promueve la democracia participativa para diversos derechos constitucionales, se debe priorizar la viabilidad aritmética del triunfo para abrir brecha en entidades históricamente neoliberales; cerremos el paso al desgaste de las incipientes bases, sumemos a los que hoy todavía son creyentes fervientes de la 4T.

La avaricia del INE

John M. Ackerman

La Jornada

Los consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE) que quieren condicionar el ejercicio de revocación de mandato a un aumento presupuestal se parecen al señor Ebenezer Scrooge, personaje del Cuento de Navidad, de Charles Dickens. Scrooge es un hombre avaro, tacaño y egoísta que, en lugar de celebrar la Navidad, prefiere encerrarse solo en su casa para contar y recontar sus monedas.

De la misma manera, en lugar de festejar la oportunidad histórica para ejercer la democracia directa en México, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello, prefiere aislarse en su burbuja burocrática y refunfuñar en los medios de comunicación sobre la supuesta carestía que habría maniatado al instituto electoral.

Es falso que el INE haya sufrido un “recorte” en su presupuesto. El monto de 19 mil 737 millones de pesos aprobado para 2022 es mayor a su presupuesto en 2019 o 2020, ejercicios comparables con el actual por no haber incluido elecciones legislativas federales (véase: https://bit.ly/3JgaSEJ).

Los 13 mil 915 millones de pesos que el INE tiene asignado para su gasto operativo en 2022, sin incluir las prerrogativas de los partidos, son más que suficientes para llevar a cabo en tiempo y forma el proceso de revocación de mandato.

Pero para el bloque de consejeros conservadores el dinero es más importante que la democracia. En lugar de construir vías para hacer valer nuestros derechos ciudadanos, prefieren reproducir la vieja cultura política de “un político pobre es un pobre político” articulada por el emblemático cacique priísta Carlos Hank González.

Llama la atención la incongruencia de quienes se quejan del derroche de recursos públicos por los partidos, pero hoy exigen mayor presupuesto para el INE. En 2022, la burocracia del INE gastará más que el doble que los partidos políticos. El asunto de los salarios inconstitucionales de los consejeros electorales es apenas la punta del iceberg. La pesada estructura del INE requiere de un recorte generalizado para eficientar procesos y agilizar su desempeño institucional.

Afortunadamente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha cancelado el irresponsable chantaje del INE. Las ministras Yasmín Esquivel y Margarita Ríos, integrantes de la Comisión de Receso de la SCJN, le han recordado a Córdova que, de acuerdo con el artículo 29 de la Constitución, solamente el Presidente de la República, con la aprobación del Congreso, puede suspender nuestros derechos humanos en casos de “peligros graves” a la sociedad.

El INE simplemente no tiene facultades para suspender derechos políticos, sino todo lo contrario. La obligación constitucional del instituto electoral, de acuerdo con el artículo 41 de la Carta Magna, es siempre tutelar y defender a nuestros derechos electorales.

La suspensión del proceso de revocación de mandato decretado por el INE el pasado 17 de diciembre implica un grave rompimiento al orden constitucional. Tiene sentido entonces la denuncia presentada por la Cámara de Diputados a la Fiscalía General de la República (FGR) por la probable comisión del delito de “coalición de servidores públicos” que se configura cuando un grupo de funcionarios públicos “se coaliguen para tomar medidas contrarias a una ley… con el fin de impedir o suspender la administración pública en cualquiera de sus ramas”, de acuerdo con el artículo 216 del Código Penal Federal.

Si los consejeros del bloque conservador insisten en incumplir con sus obligaciones constitucionales y legales, la FGR no tendrá otra opción que proceder en su contra.

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