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Retrovisor

El PRI cavó la tumba de la alianza opositora

Ivonne Melgar

Excelsior

Alejandro Moreno Cárdenas, presidente del PRI, y Rubén Moreira Valdez, coordinador de los diputados de ese partido, rompieron la coalición Va por México.

Porque para el resto de 2022, esa alianza ya no caminará.

Así que en el Estado de México y Coahuila tampoco habrá candidatos comunes. Y, al menos en 2023, Va por México no le estorbará al partido del presidente López Obrador.

Habrá quienes, en sintonía con ambos líderes priistas, dirán que el bien superior es afrontar a Morena y pedirán levantar la suspensión temporal de la alianza que este miércoles anunciaron Acción Nacional y el PRD.

Pero en el PAN ya perdieron la confianza hacia la mancuerna priista. Si bien el líder de los perredistas, Jesús Zambrano, mantiene una postura conciliadora, en el primer círculo panista que conduce Marko Cortés aseguran que la coalición con Alito y Moreira agoniza.

No se trata sólo del incumplimiento priista de la moratoria legislativa surgida, justamente, ante las presiones de la Secretaría de la Defensa Nacional a la oposición para que respaldara el mando militar de la Guardia Nacional.

Desde la perspectiva panista, esa falla entraña una gravedad mayor: la sospecha de la deliberada simulación por parte de Alejandro Moreno y Rubén Moreira en la firma de un pacto que terminarían reventando para socavar las posibilidades de competencia electoral opositora.

Esta hipótesis que convertiría a la cúpula del PRI en el caballo de Troya de Va por México coexiste con la posibilidad de que, simplemente, Alito cedió ante el riesgo del desafuero y el encarcelamiento solicitados por Morena y la Fiscalía de Campeche para investigarlo por corrupción y presunto lavado de dinero.

¿Mintió la dirigencia priista a sus coaligados en pausa?

¿O se arrepintió de responderle que “no” al general secretario Cresencio Sandoval ese 9 de junio en que PRI, PAN y PRD firmaron la moratoria legislativa? Ese pacto era, dijeron, para impedir cualquier intento de desaparición del INE y de establecer en la Constitución nuevas rutas de empoderamiento militar, como la de adscribir la Guardia Nacional (GN) a la Sedena.

Como lo narramos aquí el 27 de agosto, la moratoria se formuló una vez que la dirigencia panista, con el visto bueno de los gobernadores, le informó al general Sandoval que no podían acompañarlo en esa reforma.

El argumento del PAN es que el poder otorgado por López Obrador a los militares trasciende el tema de la seguridad, abriéndoles camino a un modelo donde las Fuerzas Armadas persiguen a los críticos del gobierno y hacen política.

“Solamente en las dictaduras es donde hay policías militares, como Nicaragua, Venezuela y Cuba. Y en los países democráticos tenemos policías civiles”, sostiene desde entonces Marko Cortés.

Moreno y Moreira callaron durante más de 10 semanas su opinión y sentir, contrario al lìder de los panistas.

“Las Fuerzas Armadas siempre han velado por la transición democrática en México, y así lo seguirán haciendo”, aclaró este miércoles el dirigente de los priistas.

Fue el deslinde de Alito con los temores del PAN, PRD, Movimiento Ciudadano, Grupo Plural y organizaciones de la sociedad civil.

Una precisión que el PRI hizo pública al cerrar filas en torno a la iniciativa de la diputada Yolanda de la Torre para ampliar de 2024 a 2028 el plazo constitucional de la permanencia del Ejército y de la Marina en tareas de seguridad.

Para sellar el compromiso con el alto mando castrense, la diputación priista asistió el jueves a desayunar con el secretario Sandoval, a quien el coordinador Rubén Moreira trató como gobernador de Coahuila: el general estaba adscrito a la Guarnición de Piedras Negras.

Y si el jefe de la diputación priista tiene una cercanía de tiempo atrás con el titular de la Sedena, convertido en exitoso cabildero político, habrá que subrayar que también el dirigente de Morena sostiene una cultivada amistad con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Un antecedente que explica las palmadas y los secretos que intercambiaron el 1 de septiembre en el recinto de San Lázaro.

¿Fue ahí que Alito cambio de opinión?

De haber sido así, ¿por qué ocultó a sus pares del PAN y del PRD la reforma que traían entre manos para modificar el Quinto Transitorio del decreto de creación de la GN?

Ni siquiera una llamada, un whatsapp para alertarlos. Menos una convocatoria para que esa propuesta fuera de la coalición.

En abono a la hipótesis del caballo de Troya, la bancada de Morena y su coordinador, Ignacio Mier Velazco, elogiaron a los priistas y archivaron las amenazas de desafuero a Moreno y de quitarlo de la presidencia de la Comisión de Gobernación.

El próximo martes, en la Comisión de Puntos Constitucionales de San Lázaro, los votos del PRIMOR terminarán de enterrar a la coalición.

Será una victoria gubernamental mediática. Porque los priistas del Senado le darán la espalda.

Y aun cuando discursivamente Moreno y Moreira seguirán declarando que son aliancistas, la fosa está cavada.

¿Fin de una candidatura presidencial común en 2024?

Esa pregunta, nos adelantan, la responderán los panistas en agosto del próximo año, una vez que concluya la gestión de Alito… Si es que no se reelige.

La discusión realista, no ilusa

Julio Faesler

Excelsior

Los últimos días nos han deparado ocasión para reflexionar sobre el realismo de las intensas discusiones en que estamos envueltos sobre los problemas que nos aquejan como comunidad nacional.

A medida que pasa el tiempo, y ya llevamos varios meses en ello, las discusiones a todo nivel de la población y en absolutamente todos los ámbitos sociales se ocupan en desde si es correcta o incorrecta la percepción de los acontecimientos, hasta la interminable comparación de las variadas recetas para resolverlos.

Todo está a discusión, aunque nada se resuelva. Las ingentes carencias de justicia o las dramáticas carencias siguen y hasta se amplían en nuestro país mientras que, en otros, la acción pública y privada se combinan para ser efectiva. Aquí, en cambio, se enredan las perspectivas y se aleja la posibilidad constructiva. Está por verse si lo que tan obsesivamente se discute tiene que ver con la realidad nacional de lo que a diario vivimos o es simple reflejo fatuo o artificial a conveniencia armada por los políticos.

Y es que la discusión entre los políticos profesionales que a diario estamos presenciando en las redes y pantallas se centra en su capacidad polémica y la de captar los votos de un electorado que ha perdido fe en la sinceridad de los planteamientos. La esgrima fantasiosa que transmiten los indispensables medios no aterriza en efectos reales.

Falta verdadera entrega patriótica y competencia en la mayoría de los personajes en escena. El campo está yermo. Los pocos que por su talento y experiencia pudieran servir se han apartado o están marginados. A veces sus propios compañeros de batallón los bloquean.

La discusión política se difiere a niveles de choques de interés partidario o a la vulgaridad individual. Desde ahora la batalla por ganar posiciones en la futura lid por la Presidencia se está difuminando. La discusión política se ha perdido y hay seria confusión de lo que se profesa.  

Lo más grave es que el elector típico de entre los 90 millones en el padrón nacional será llamado a votar por lemas o etiquetas que carecen de mensaje claro. Los jefes de partido se verán en la necesidad de desdibujar sus propuestas iniciales para sumar los votos que suponen controlan sus competidores.

Una estrategia común es el requisito para formar un gobierno de consenso que haga funcionar cualquier alianza.

El desarrollo democrático del país supone acuerdos entre propuestas opuestas en temas esenciales como los fiscales, salud y educación para darle capacidad al futuro gobierno de resolver problemas. Se trata de asuntos como el uso de presupuestos o el  apoyo a las inversiones que se requieren para impulsar la economía o dar empleo para resolver las desigualdades sociales. Se requiere plantear con concisión lo que se permita que el elector elija entre opciones.

Pero un gobierno sólo preocupado por mantener  en el poder a su partido oficial hace a un lado lo que importa y relega los temas a la cacofonía de discursos populares. Al fácil recurso de la verborrea matinal en que se disfrazan desaciertos y se esquiva la realidad.

La lid presidencial todavía a dos años de distancia está impidiendo la elaboración de propuestas sólidas. Es el momento de consolidar la visión de un gobierno consensuado que impida el que continúe el régimen personalista y anticonstitucional.

La problemática está en la suerte de México para llegar a tener su desarrollo independiente y conjurar un muy real peligro de alguna opción desastrosa extranjera.

Sólo definiendo los perfiles de nuestros problemas podemos encontrarles respuestas. La urgencia de hallar la forma de detener el avance hacia un régimen desastroso de personalismos desastrosos es aguda. La alianza que hay que optar debe ser entre fuerzas que creen en acciones conjuntas y consensuadas en lugar de las decisiones personales. Se supone que en primer lugar hay que creer que ello.

La suma de personas libres es la fórmula hacia una sociedad que reparte tareas y logros.  Necesario es detener la actual racha impetuosa y confusa de debate para que, llegado el momento, se ejerza 2024 un voto realista en lugar de otro iluso.

México SA

Intereses de la deuda=sangría // Con neoliberales, 6.6 billones // Meade: god save the queen

Carlos Fernández-Vega

La Jornada

En 1982, último año de gobierno de José López Portillo, estalló la crisis de la deuda externa mexicana, y fue el acabose. Por ese entonces, su saldo ascendía a 86 mil millones de dólares. Una locura, pero, ¡por fin!, apareció el salvador de la patria: Carlos Salinas de Gortari, quien como inquilino de Los Pinos en 1990 anunció a los mexicanos que ese problema estaba resuelto (gracias a él, desde luego), y a partir de su mágica solución el país quedaba libre de tan espeluznante carga.

¿Resultado? De 1990 a 2018, los mexicanos liberados pagaron alrededor de 6.6 billones de pesos solo por intereses de la deuda que Salinas había resuelto, cuyo saldo, al cierre del sexenio de Enrique Peña Nieto, sumó cerca de 500 mil millones de dólares, es decir, 5.8 veces más que al concluir el gobierno de López Portillo. Y en el colmo se contrató deuda para pagar los intereses de esa misma deuda.

Lo anterior viene a colación, porque los representantes del régimen neoliberal han puesto el grito en el cielo al enterarse de que en 2023 el gobierno federal deberá erogar poco más de un billón de pesos por el pago de los intereses de la deuda, olvidando el bestial saldo del débito heredado por las seis administraciones neoliberales, en las que se incrementó de forma sostenida sin beneficio alguno para el país.

Así es: poco más de un billón de pesos (80 por ciento de ese monto corresponde a la herencia del régimen neoliberal en la materia) se destinará en 2023 al pago de intereses de la deuda, una catarata de recursos públicos que contempla la escalofriante alza de tasas en los mercados financieros internacionales para controlar la inflación –acción que nada ha controlado–, aunque en los hechos es una de las tantas maniobras sucias del gran capital –que en estas artes es muy eficiente– para incrementar sus de por sí abundantes ganancias.

Pero bueno, para tranquilizar la histeria de los olvidadizos representantes del neoliberalismo mexicano, vale la pena hacer un recuento del vertiginoso incremento de la deuda durante el régimen que tanto defienden, sobre todo a partir de que Salinas de Gortari resolvió el problema desde 1990.

Ernesto Zedillo legó a Vicente Fox una deuda cercana a 2 billones de pesos; el mariguanero la incrementó a 3.2 billones (60 por ciento de aumento); Felipe Calderón llevó el saldo a 5.9 billones (casi 85 por ciento de crecimiento) y Enrique Peña Nieto cerró el círculo neoliberal con 10.55 billones (alza de 76 por ciento).

En esos cuatro gobiernos, el aumento de la deuda pública fue de 527.5 por ciento. Solo en 2018, de las arcas nacionales salieron alrededor de 800 mil millones de pesos para el pago de intereses de ese débito, y de 1990 a 2018 se cubrieron 6.6 billones por este último concepto. Pero ninguno de los hoy gritones se quejó. Por el contrario, pregonaron que se hacía para el bienestar de la familia, que los mexicanos vivan mejor y demás sandeces propagandísticas.

Como bien lo ha detallado el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico, sólo con Calderón y Peña Nieto la deuda externa se incrementó 281 mil millones de dólares, un monto superior incluso a la suma acumulada del endeudamiento registrado de los seis sexenios previos, es decir, de Luis Echeverría a Vicente Fox. ¿Y dónde quedó el crecimiento, el desarrollo y el bienestar para los mexicanos que esa catarata de recursos debió procurar?

El costo de la deuda cada día consume más recursos públicos que deberían destinarse a al crecimiento económico del país y al bienestar social de los mexicanos, y no a los buitres financieros, nacionales y foráneos. Si al final de cuentas esto revienta, no se preocupen: se convoca a Salinas de Gortari para que lo resuelva, y el citado es el ejemplo más acabado de lo eficiente que es.

Las rebanadas del pastel

De Andrés Manuel, con cariño, para Ricardo Monreal: avala la falsedad, la hipocresía y la politiquería del conservadurismo de México. José Antonio Meade asistió ayer a la embajada del Reino Unido en nuestro país para firmar el libro de condolencias por la muerte de Isabel II. Probablemente la quiso mucho, pero la chamba es la chamba, porque no hay que olvidar que el susodicho es miembro de la junta directiva de HSBC, la trasnacional financiera británica fundada en 1865 para almacenar las toneladas de narcodinero que el imperio se embolsó por las dos guerras del opio por él mismo provocadas. Por cierto, ¡cuántos súbditos mexicas salieron del clóset tras el deceso de la reina!

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