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La inmaculada percepción

Perro que ladra

Vianey Esquinca

Excelsior

¿El expresidente Enrique Peña Nieto y el presidente del PRI, Alejandro Moreno, terminarán en la cárcel? Muy probablemente, no, y no necesariamente porque sean inocentes, sino porque el presidente Andrés Manuel López Obrador, la UIF y la gobernadora Layda Sansores han demostrado que no les interesa la justicia, sino el escarnio, la venganza y la represalia.

Por ello, no les importa violar la presunción de inocencia o el debido proceso, al acusar a los priistas, tampoco les interesa que eso sea suficiente para que se les caiga un juicio en caso de judicializarse. No, de lo que se trata es de decirles: “El que se lleva, se aguanta y hoy nosotros estamos en el poder”.

Si de verdad hubieran querido ir contra el expresidente mexiquense, lo hubieran hecho sin necesidad de que acudiera el jueves pasado Pablo Gómez Álvarez, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, a la mañanera a “informar sobre movimientos de cuentas vinculadas con el expresidente Peña”. No, perro que ladra no muerde.

Las investigaciones delicadas se hacen con sigilo para evitar filtraciones y poner en riesgo el caso mismo, pero aquí lo único que les faltó es llevar juegos pirotécnicos.

Gómez Álvarez, como lo hizo en su momento Santiago Nieto, cumplió al pie de la letra la orden de tocar los platillos, mientras el Presidente sonreía complacido.

Las interpretaciones que le dieron a esta “explosiva develación” fueron varias: un nuevo distractor del tabasqueño; un espectáculo montado de cara a las elecciones del Estado de México, entidad que se ha convertido en la joya de la corona; venganza porque el PRI se ha opuesto a todas las reformas presidenciales o al rompimiento al acuerdo de impunidad que tenían López Obrador y Peña Nieto.

La situación no ha sido distinta con Alito. Layda Sansores se ha dedicado a compartir audios obtenidos de manera ilegal sabiendo que esto es un delito. El fiscal especializado en Control Regional de la FGR, Germán Castillo, incluso amenazó con investigar al periodista Mario Maldonado por difundir un link de redes sociales en donde se escuchaba una grabación del fiscal general, Alejandro Gertz Manero.

Para acabarla, el viernes en la cuenta de Twitter del gobierno de México, se informó que la FGR abrió una carpeta de investigación contra el líder nacional del PRI, por los delitos de tráfico de influencias, desvío de fondos federales, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y fraude fiscal.

Ese tuit fue borrado. Parafraseando al expresidente Bill Clinton, habría que decirles: “Es el debido proceso, estúpido”.

Por supuesto, Moreno ha aprovechado esta situación para victimizarse y utilizar esta persecución a su favor. Ahora resulta que tantos errores de la 4T van a poner al exgobernador de Campeche como una blanca palomita.

El Ejecutivo ha señalado reiteradamente: “Hay que seguir limpiando al país de corrupción y acabar con la impunidad, porque antes robaban, hacían lo que querían y ni siquiera perdían su respetabilidad. Si tenían influencias, no pasaba nada, la cárcel era para los que no tenían influencias o no tenían con qué comprar su inocencia”.

Todo indica que López Obrador está decidido a acabar con la respetabilidad y reputación de sus adversarios enemigos, sin resolver de fondo la impunidad o porque hay un acuerdo y sólo se trata de hacerles recordar quién manda, o porque sabe que los priistas no son mancos y pueden tener materiales explosivos que le pegan a su imagen.

En las próximas semanas se verá si el Presidente, como ha sido hasta el momento, quiere en realidad hacer justicia o solamente montar un show, con todo y matraqueros, botargas y corcholatas.

Número cero

Acusación a EPN empuja la caída del PRI

José Buendía Hegewisch

Excelsior

La consulta sobre el juicio a expresidentes en 2021 pasó sin pena ni gloria. Pero un año después, el gobierno ha lanzado la primera acusación directa contra Peña Nieto por posibles actos delictivos, como si tratara de disipar el sabor de pacto de impunidad que dejó el fracaso de aquel ejercicio y disuadir a los priistas del antiguo círculo presidencial de sentirse protegidos bajo ese manto, mientras sostengan el bloque opositor en el terreno electoral y legislativo.

Los tiempos son atribulados para los priistas por escándalos de corrupción, persecución de sus liderazgos y el rejuego interno hacia la sucesión de 2024. La batería de acciones oficiales en su contra puede acelerar su colapso y abrir una remodelación de un sistema de partidos cada vez más polarizado en dos bloques. Esta semana, el titular de la UIF, Pablo Gómez, anunció desde la tribuna de la mañanera que, por primera vez, la FGR investiga a Peña Nieto por transferencias bancarias millonarias de origen desconocido y posible tráfico de influencias con dos empresas, en un mensaje a los priistas de que nadie escapa a la ley.

La acusación tiene a Peña Nieto y su grupo político en Edomex bajo el reflector político, pero ya estaba en la mira de la UIF desde los albores del sexenio. ¿Por qué la denuncia en este momento y cuáles son los motivos para relanzar la promesa de ir contra expresidentes como medida ejemplar contra la corrupción? No es la única denuncia, el presidente del PRI, Alejandro Moreno, es investigado por varios presuntos delitos, lo que puede ser la puntilla para su caída y del respaldo priista al bloque opositor. También la Fiscalía ha desenterrado la investigación de uno de los momentos más oscuros del PRI con el magnicidio de Colosio, en una iniciativa que parece diseñada para contrarrestar la candidatura de su hijo Luis Donaldo desde la oposición.

La información de la UIF sobre Peña Nieto no es nueva, ya estaba en sus expedientes desde 2021, cuando Gómez llegó al cargo. Su trabajo ha sido actualizarla y presentarla a la FGR, pero quizá más que eso, aprovechar la coyuntura política para colocar la carga explosiva en las entrañas del PRI en un momento en que López Obrador parece decidido a propiciar un realineamiento en el sistema de partidos y del bloque opositor hacia 2024. El Presidente agradeció el anuncio de Gómez con

palmada en la espalda como muestra de aprobación, aunque fue muy cuidadoso de pronunciarse sobre las acusaciones y subrayó que no habrá juicios sumarios ni se fabricarán delitos.

López Obrador ha tenido una política de duplicidad hacia el PRI. De un lado, la persecución de delitos de funcionarios del círculo de Peña Nieto como Rosario Robles y el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, pero sin meterse con su antecesor.

Del otro, cercanía con sus legisladores y apoyo a sus gobernadores que, como Alejandro Murat, ahora aspiran a la candidatura presidencial. Pero esa ecuación, que se llegó a conocer como el Primor, cambió con el revés de la reforma eléctrica y el respaldo al bloque opositor, con el que el PRI mantiene alianza para retener uno de sus últimos bastiones, en el Edomex.

La jugada puede ser de varias bandas. Gómez llegó a la UIF con un diagnóstico demoledor sobre la corrupción en el país como “forma de gobierno” y quizá de ahí su “pro”-actividad para denunciar a Peña Nieto. La decisión sirve para reanimar a la alicaída lucha anticorrupción, afectada por escándalos que salpican al gobierno y los nubarrones económicos que se ciernen sobre el país y la violencia recrudecida. La investigación de Peña permite otra vez ponerlo en la vitrina pública como símbolo de abuso y la corrupción de los gobiernos “neoliberales”.

La hipótesis es plausible porque la lucha anticorrupción también ha servido para politizar la justicia y enderezarla contra adversarios políticos que cargan con abultados expedientes de actos delictivos o fortunas inexplicables, como Peña Nieto y otros priistas de su círculo. Por ello no es fácil reanimarla con estos ejemplos, sin que sea vista como mensaje al PRI por haber votado la reforma eléctrica o ahora para persuadirlos de abandonar la plaza en uno de sus principales bastiones en el Edomex. Aunque lo más probable es que sirva para los dos objetivos, mejorar la percepción anticorrupción y la remodelación del sistema de partidos.

Símbolo del viejo régimen

Echeverría

Fabrizio Mejía Madrid

La Jornada

De la forma en que un ex presidente se convierte en un chiste:

–¿En qué se parecen Perú y México? Allá tienen las ruinas de Machu Picchu y acá el Pinche Güicho nos dejó en la ruina.

De la forma en que un ex presidente se convierte en resumen de su sexenio. Es después de 1976 cuando, instigados por la derecha empresarial y católica, comienzan a circular decenas de burlas y chascarrillos contra Luis Echeverría –tachándolo de tonto, nunca de asesino–, que su sexenio irá tomando su forma final en la memoria colectiva: como fracaso económico (la primera devaluación del peso desde 1954, el inicio de una escalada de inflación de 27% al año y el crecimiento desmedido de la deuda externa para financiar el gasto del gobierno), como fractura del acuerdo con los empresarios de Monterrey (las más de 600 invasiones de tierras por parte de campesinos con expedientes rezagados de la reforma agraria y por el asesinato del empresario Eugenio Garza Sada en 1973) y como uso de la fuerza injustificado contra la prensa y las guerrillas (el golpe a Excélsior y las desapariciones de cientos de jóvenes por sus ideas políticas, desde el Halconazo del 10 de junio de 1971 en adelante).

A la campaña de chistes, la acompañaría otra con un rumor de golpe de Estado promovida desde la Coparmex de Andrés Marcelo Sada, y otra sobre la esterilización de los niños con las campañas escolares de vacunación, impulsada por la Unión Nacional de Padres de Familia y la Iglesia católica.

Para una parte de la élite mexicana, Luis Echeverría sería un comunista por abrir al país al exilio chileno tras el golpe militar contra Salvador Allende, mientras que para la izquierda, que padeció la represión, tortura y desapariciones de estudiantes, guerrilleros, y líderes sociales, se convertiría en el artífice de una despiadada contrainsurgencia. Incluso, tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el candidato del PRI en 1994, Carlos Salinas de Gortari decidió responsabilizarlo en un comunicado desde Irlanda en 1995. Lo hizo desde la desesperación, sin prueba alguna.

A dos días de la elección presidencial, el 30 de junio de 2006, un juez le dictó un arresto domiciliario por asesino y genocida, derivado de los hechos de 1968, pero los comités de desaparecidos consideraron que esto era una pifia y que se trataba de una más de las maniobras electoreras de Vicente Fox; con toda claridad, doña Rosario Ibarra de Piedra, que buscaba a su hijo Jesús desde 1975, dijo: “Es una más de sus estrategias para confrontar ambos casos y generar desconfianza. Es como si quisieran decirle a la gente: ‘si votas por López Obrador, esto es lo que va a pasar’, cuando en realidad son las autoridades del gobierno foxista las que se parecen a Echeverría y a sus métodos violentos. Ahí está Atenco”. La forma que adquirió Luis Echeverría en la memoria colectiva está parada sobre esas dos piernas: el PRI que tenía todavía cierta autonomía relativa con respecto a las élites empresariales y el PRI que torturó, violó, asesinó y desapareció a sus opositores de izquierda.

Pero hay todavía otra cosa que simboliza Luis Echeverría, ahora que murió tras un siglo de vida y cuya última imagen fue la de un anciano sentado en espera de su segunda vacuna contra el covid (15 de abril de 2021). Me refiero a la retórica de la mentira. En una de sus últimas entrevistas se puede ver cómo el ex presidente se ha creado una justificación para sus decisiones erróneas, anulando una parte de la verdad. Por ejemplo, desmintió su papel en la matanza del 2 de octubre de 1968 con el hecho de que, durante su campaña electoral, pude viajar por todo el país y no tuve problema. De la masacre del Jueves de Corpus, el 10 de junio de 1971, dijo que fue una catorriza entre unos policías disfrazados y unos estudiantes que los descubrieron. No hubo muertos.

De su maniobra con los cooperativistas del diario Excélsior y la televisión monopólica para sacar de su dirección a Julio Scherer García, sostuvo: La cooperativa votó en contra de él. Hizo una gran redacción con gente valiosa, pero con una gran incomprensión de la psicología y las necesidades de los trabajadores. Igual que usa su gira presidencial a finales de 1969 para cancelar su participación como secretario de Gobernación en la matanza del 2 de octubre, se vale de que Ricardo Garibay le habló la noche del golpe a Excélsior para pedirle ayuda policiaca, como diciendo: si yo había sacado a Scherer, ¿por qué me hablaron?. Es la retórica del priísmo que niega lo moral con lo legal (como Peña Nieto y su casa recibida a cambio de contratos de obra pública), que cree que la realidad surgirá del ejercicio extenuante de negarla (como el actual líder del PRI), que puede habitar un país que sólo existe en su memoria personal y no en la colectiva, la de todos los que fueron víctimas de sus decisiones (como en el caso de Carlos Salinas de Gortari).

Al final, sin que fuera responsabilizado de manera legal por sus masacres, Echeverría murió en el centro de una condena histórica. Quizás no ocurrió, como avizoró doña Rosario Ibarra de Piedra, que se sentara en la oscuridad, ruminado sus culpas y vergüenzas. Ese es un terreno del optimismo de pensar que los malhechores tienen un momento en que se dan cuenta de que han hecho mal y se turban con el peso de las consecuencias. Más bien, me imagino al ex presidente pensando que la demostración de que su paso a la Historia no estaba contaminado de sangre, frivolidad y soberbia era que nadie lo molestó el día que salió a recibir su vacuna.

Jesuitas: en todo amar y servir

Carlos G. Rodríguez Rivera *

La Jornada

Conocí a los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en 1978, siendo novicio de la Compañía de Jesús. A partir de entonces, y durante casi 20 años, coincidimos en reuniones de análisis y reflexión, celebración religiosa y convivencia. Me duele su muerte. Me indigna su asesinato vil y me rebela la imposición progresiva de la criminalidad en la Tarahumara. Dándole el golpe, entiendo mejor su entrega, finalmente martirial, vinculándola al proceso que transformó, radicalmente, la identidad del jesuita y la espiritualidad ignaciana (referencia a Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús). Repaso detalles del último cuarto del siglo XX.

El impacto de la Carta a los jesuitas de América Latina, de los provin­ciales de la Compañía de Jesús en América Latina (mayo, 1968, Río de Janeiro). La misiva comunica orientaciones y compromisos discernidos junto al padre general Pedro Arrupe: Estamos persuadidos de que la Compañía de Jesús en América Latina necesita tomar una clara posición de defensa de la justicia social a favor de los que carecen de los instrumentos fundamentales de la educación, sin los cuales el desarrollo es imposible. Enseguida, vino la inspiradora Congregación General XXXII (1974), que definió la opción fundamental: elegir participar en la lucha crucial de nuestro tiempo: la lucha por la fe y por la justicia que esa misma fe exige.

Enrique Gutiérrez Martín del Campo, provincial mexicano, lo tomó en serio. Impulsó durante la década de los 70, no sin resistencia, el cambio en la formación de los jóvenes jesuitas, la vida comunitaria, las obras apostólicas o su enfoque. Similarmente ocurría en otras familias religiosas, sobre todo femeninas, y en grandes sectores de laicos y laicas de las iglesias latinoamericanas. El corazón de los cambios fue la opción por los pobres, saludada con alegría y esperanza, como suscitada por la acción liberadora de Dios, más amplia que la acción de los cristianos: No podemos acercarnos al Crucificado, sino estando del lado de los crucificados y no podemos anunciar el Reino de Dios, sino desde los pobres.

Acción Popular, desde 1975, fue el espacio humano-jesuítico donde se debatía, ahondaba y celebraba. Una mutualidad libremente reunida para compartir fraternamente la marcha de estas opciones. Los jesuitas concurrentes, teólogos, filósofos, estudiantes, periodistas, párrocos, misioneros, profesores en seminarios diocesanos y universitarios o en la propia formación curricular, y promotores de proyectos de educación y organización popular o centros de espiritualidad, procedíamos de una veintena de obras populares: misiones, regiones campesinas, colonias y parroquias, centros de reflexión social o teológica o publicaciones. Hacíamos pastoral popular, educación popular y religiosa, actividades cívicas y culturales o participábamos en luchas reivindicativas, etc.

Entonces, el neoliberalismo arremetió: fraude electoral, tortura, asesinatos y violaciones de los militares, privatización del ejido y demás privatizaciones, mercantilización de todo y humillación de los trabajadores. La hora de la violencia institucionalizada y del ensanchamiento de la distribución de la riqueza: ricos cada vez más ricos y pobres cada día más pobres. Deliberamos y reaccionamos: fundación del Centro Prodh (1988), y de otros centros regionales o sectoriales. Desde entonces, el Pro ha sido una presencia fundamental para reparar sufrimiento y alumbrar la lucha por la dignificación. José Llaguno, padre-obispo desde 1975, fue un jesuita clave para la Tarahumara. Rodeado de jesuitas y religiosas enamorados del pueblo que celebra la vida en la fiesta y el baile, creó una mística de trabajo de una iglesia de y desde los pobres al percatarse del valor étnico del cristianismo tarahumara. Promovió la inculturación, y la incidencia social con la acción por los derechos humanos al fundar, en 1988, la Cosydhac.

La predicación del Evangelio desde la inserción popular fue un manantial de sentido y desencadenante de implicaciones. Primera, una lucidez creciente del significado de optar por los pobres, que van apareciendo ante nosotros, no solo como pobres, sino como empobrecidos por una opresión estructural injusta, evangélicamente insostenible, abocándonos hacia las ciencias sociales (con una resultante medular, la repulsa del capitalismo), y al discernimiento espiritual. Segunda, la redefinición del sacerdocio, vida religiosa y carisma jesuítico. El don de mitigar o extirpar una espiritualidad individualista, de imperativos éticos, centrada en la observancia y no en el servicio; y una visión jerárquica de la Iglesia y de la historia de la salvación meramente sobrenatural, disociada de la vida real, en la que los guardianes del cambio eran los detentadores del poder. Alumbró otra, centrada en el seguimiento histórico de Jesús, en búsqueda de mediaciones para construir el reinado de Dios; lo que cambió nuestras vidas y fue vivido como liberación (y réquiem por el jesuita infalible, triunfalista y acomodado entre las clases altas).

El estremecimiento interior ante el triple asesinato también es una interpelación a la acción comprometida. En particular, a los pueblos originarios a renovar bríos y recuperar sus territorios; para otros, a no atemperar la convicción cristiana de que la auténtica paz es obra de la justicia. Bajo esta bandera, de 1974 hasta hoy, son 52 los jesuitas asesinados y decenas más, encarcelados o perseguidos, alrededor del mundo.

* Exjesuita (1978-2013), fundador junto con otros jesuitas del Centro de Reflexión y Acción Laboral.

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