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Occidente contra Rusia

Carlos Martínez Assad

Proceso

En 2014 en Minsk, se firmó el protocolo para aliviar la tensión en el este de Ucrania y cesar sus ataques en Donetsk y Luganks, una guerra que alcanzaba 10 mil víctimas. En 2015 se reactivó Minsk con las firmas de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, pero la paz nunca logró establecerse del todo.

Al comienzo del año escribí en Proceso sobre el inicio de una nueva Guerra Fría debido a la tensión entre Rusia y Ucrania. Aludía a la división política del mundo durante varias décadas. La polarización ahora es entre Europa y Rusia, pero se trata de un juego en el que Estados Unidos tiene la palabra definitiva. Lo que no imaginé es que no se convertiría en una guerra convencional entre dos países, sino en la guerra de todos los países occidentales contra Rusia. Ucrania suscitó una unanimidad que no recuerdo se hubiera alcanzado.

La lamentable invasión de Estados Unidos a Irak en 2003, lejos de provocar la protesta por lo descabellado de una guerra que pronto provocaría más de 1 millón de muertos, cientos de miles de heridos y mutilados, millones de desplazados y de refugiados en otros países, fue apoyada por Inglaterra, Alemania, España y otros países, que ahora condenan la incursión de Rusia en Ucrania cuyos daños hasta ahora no son comparables.

Ninguna acción de guerra es justificable, pero resulta extraña la unanimidad suscitada con el liderazgo de Estados Unidos, cuyo presidente, Joe Biden, recurre así a la distracción sobre su incapacidad para gobernar su país. Su injerencia en otros países ha sido demostrada por los desastres que ha dejado en Irak y en Afganistán, pero están además las sanciones con graves consecuencias sociales. Lo ha hecho en más de 115 ocasiones (1918-1998), 64 ocurrieron en la década de 1990. Y sólo en 1997 la mitad de la población mundial sufrió sus sanciones (Hélène Richard y Anne-Cécile Robert, Le Monde Diplomatique, marzo de 2022). Están también los embargos comerciales a Kuwait, Siria y Líbano sin importar la hambruna y las muertes.

¿Qué había sucedido antes del 24 de febrero cuando Rusia avanzó sobre Ucrania? En 1991 se disolvió la Unión Soviética. Desde 1997 la OTAN dio ingreso a varios países de Europa del Este y de la antigua Unión Soviética. Entonces George Kenan, el prestigiado diplomático que contribuyó a la distensión de Estados Unidos y Rusia, expresó: “La ampliación de la OTAN es el error más fatal de la política exterior estadunidense desde el final de la Guerra Fría”.

En 2014 en Minsk, la capital de Bielorrusia, se firmó el protocolo para aliviar la tensión en el este de Ucrania y cesar sus ataques en Donetsk y Luganks, una guerra que alcanzaba 10 mil víctimas. En 2015 se reactivó Minsk con las firmas de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, pero la paz nunca logró establecerse del todo y en la zona de Donbás los combates continuaron. El 22 de febrero Rusia reconoció la independencia de esas regiones, que había alentado. El presidente Volodímir Zelensky criticó a los aliados occidentales por dejar sola a Ucrania porque no quiere perder esas regiones, aunque no consiguió la paz.

Rusia ya había pedido a la OTAN frenar su expansión hacia el este, retirar las tropas occidentales de los nuevos países y repatriar las armas nucleares desplegadas. Sucedió lo contrario, porque se intensificó la cooperación técnico-militar con Ucrania. Obviamente se auspiciaba su ingreso y la posible instalación de bases nucleares de los países occidentales y de Estados Unidos. El objetivo fue cercar a Rusia y Putin utilizó la imagen de que para Rusia era lo mismo a que si Rusia colocara bases en México. Algo que permitía recordar la crisis de los misiles en 1962, cuando intentó establecer bases en Cuba.

La crisis ha favorecido a Ucrania abriéndole las puertas de la OTAN, pese al compromiso previo de Estados Unidos de evitarlo, y también podrá acceder a la Unión Europea. La situación se revierte cuando Ucrania aparece como la beneficiaria de la incursión rusa. ¿Por qué lo que parecía una estrategia de Rusia con fines no explícitos se vuelve en su contra y es vapuleada por los países occidentales que permiten dar de nuevo un lugar hegemónico a Estados Unidos como líder de occidente?

Rusia es condenada por todos. Biden afirma altanero que Putin será castigado por su agresión. El jefe de la OTAN lo acusa de destrozar la paz en Europa. Los países coinciden en criticarla de la manera más extrema. Por arte de magia surgen los recursos negados para paliar las crisis humanitarias y Ucrania recibe millones de euros para comprar armas de alto poder y hasta metralletas distribuidas entre milicias civiles.

Europa y otros países parecen no tener memoria al unirse a la narrativa unánime con una sola perspectiva, la de la voz oficial para no solamente doblegar a Rusia sino para humillarla. Y llega la sanción más severa desde la globalidad que permite, con el uso del swift, privar al país de sus reservas monetarias, impidiendo la utilización de 640 billones de dólares congelados de la Banca Central. Cerrados para los rusos los bancos de Nueva York, Londres y hasta de Suiza, contraviniendo la neutralidad política que ha mantenido incluso en la Segunda Guerra Mundial. Se han congelado 268 billones de dólares a empresas privadas en bancos rusos de moneda extranjera, lo mismo que 400 billones de dólares invertidos en Rusia. Los ciudadanos no pueden disponer de su efectivo de 12 billones de euros y deben hacer filas infinitas para lograr algo de sus propios ahorros. Se apuesta a que el rublo colapse –ya ha caído varios puntos– y la recesión provoque la desconfianza y hasta una sublevación como las diseñadas por Estados Unidos para hacer caer gobiernos en otros países.

La guerra económica la está perdiendo Rusia y es además humillada con numerosas acciones. La unanimidad se expresó en la ONU cuando al hablar el canciller ruso, Serguei Lavrov, la sala fue abandonada por 100 delegaciones, privándose de escuchar otra argumentación. Para qué, si su juicio ya ha sido dictado. Zelensky logra también el apoyo mayoritario del Parlamento Europeo para el ingreso de Ucrania a la Unión Europea porque “estamos peleando por la libertad que ustedes tienen”.

Hay que acabar con Rusia y no importa si se dejan de lado las tradiciones y las formas de actuar respecto a otros, y el Tribunal de la Haya se dispone ya a enjuiciarla por los crímenes de guerra, cuando denuncias de otras naciones se han desdeñado por años. La FIFA, rompiendo lo que la mantenía por encima de la política, ha privado a Rusia de todas sus competencias. Lo mismo han hecho otras organizaciones supuestamente deportivas. Además, Apple ha decidido no vender sus productos en Rusia. Empresas cinematográficas no exhibirán sus cintas. El Festival de Cannes ha anunciado que no aceptará la participación de producciones rusas. En el extremo se está induciendo la prohibición para comprar insumos y productos científicos. Y pese a la postura de México respecto a la no intervención, ha suspendido la vacuna Sputnik que se estaba aplicando. Pero eso no es todo, porque la humillación debe sufrirla el mismo Putin y, aunque mueve a risa, la Organización Internacional de Taekwondo le retiró su cinta negra.

Todo esto parece un programa de la añeja serie televisiva La Dimensión Desconocida, porque ya solamente se habla una lengua y nadie escucha otra. En el pasado se conocían diferentes opiniones, había argumentos, diversas posiciones y ahora con el conflicto en ciernes se escucha siempre la misma voz. Sólo falta ver si Rusia acepta la condición que se le está imponiendo porque su respuesta puede cambiar el rumbo de la historia.

Razones

Nada que festejar, mucho por denunciar y exigir

Jorge Fernández Menéndez

Excelsior

¿Existe una verdadera política de apoyo y respaldo a las mujeres que son víctimas de la violencia?, ¿existe una estrategia de prevención, un trabajo serio para cambiar la cultura del machismo exacerbado que prevalece en nuestra sociedad?, ¿existe una justicia dispuesta a castigar, como debe hacerlo, de todas las formas de violencia contra la mujer, desde los feminicidios y la violación hasta el acoso sexual en los centros laborales o la violencia intrafamiliar?

Es evidente que no, que por más que se proclame, no existe en esta administración (ni tampoco en las anteriores, pero incluso los tímidos avances que se dieron han sido suprimidos) una verdadera agenda de la mujer. Claro que debería ayudar que haya mujeres en el gabinete, en la Corte o en el Congreso, pero la verdad es que, excepto algunos casos muy concretos, la agenda de la mujer no es defendida incluso por esas mujeres, y el presidente López Obrador interpreta la agenda feminista como un movimiento conservador. Por eso cuando ese apoyo se tiene que reflejar en acciones concretas, desde aplicar la justicia para mujeres injustamente detenidas, víctimas de venganzas políticas o familiares, simplemente lo ignoran y a veces incluso lo generan.

No es nuevo. Hace 17 años, era aún el gobierno de Vicente Fox, un día como hoy le conté aquí esta historia. No necesito cambiarle una sola palabra. “Hoy en el día internacional de la mujer nos esperarán innumerables homenajes, discursos, reconocimientos y muy poca sustancia, muy pocos hechos que ayuden realmente a garantizar mayor equidad a las mujeres en nuestra sociedad. En los hechos, en esa lucha, la mayoría de las mujeres suelen estar, lisa y llanamente, casi solas, con autoridades que hablan mucho y hacen poco.

“Nada es más inequitativo, más denigrante para nuestras mujeres, que la violencia. Todos (bueno, no todos, algunos atribuyeron esos asesinatos a que las víctimas usaban minifaldas) nos hemos escandalizado con casos como el de las jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez o en Tapachula, pero no parece haber una reacción ante la violencia cotidiana y generalizada que se vive en todo el país. Cuando esa violencia se presenta, las autoridades simplemente suelen olvidarse de las palabras y mirar para otro lado.

“Una historia es notable en este sentido y demuestra, mejor que muchos de los discursos que se van a pronunciar hoy, cómo amplios sectores sociales y las más altas autoridades del país ignoran la violencia más elemental, más cotidiana, más brutal contra las mujeres.

“Una de las instancias claves para la lucha contra esas agresiones cotidianas son los centros de refugio para mujeres en situación de violencia. Cuando una mujer es golpeada, perseguida, sobre todo en su entorno familiar, debe buscar algún refugio confiable: el recurso de simplemente presentar la denuncia y regresar a su casa, suele concluir, en la mayoría de los casos, con mayor violencia e incluso hasta con la muerte de la denunciante. Existen 33 centros de refugio en nuestro país, agrupados en una asociación llamada Red Nacional de Refugios para Mujeres en Situación de Violencia (Renarac).

“No se trata sólo de que no exista un verdadera política oficial de apoyo y respaldo a estas organizaciones, sino que no existe una tarea de elemental protección de las autoridades a las mujeres que los encabezan y a las que allí buscan refugio. Dos casos lo demuestran en forma palmaria.

“Lydia Cacho Ribero es la presidenta de uno de los principales refugios del país, el Centro Integral de Atención a las Mujeres (CIAM). Lydia está siendo amenazada y acosada, incluso su vida corre peligro, entre otros casos, por haber dado refugio a dos mujeres, en dos casos distintos, cuyos esposos están relacionados con el crimen organizado en complicidad con autoridades de seguridad y justicia. Y en ningún ámbito local o federal existe, pese a las denuncias, respuesta seria a esas amenazas”.

El texto que escribimos en 2005 continúa con esas historias, pero hay que reconocer que nos equivocamos en algo. Hoy la situación no está igual que entonces: está mucho peor.

La violencia contra las mujeres ha alcanzado cimas históricas en términos de feminicidios, violaciones, abusos, violencia intrafamiliar, acoso laboral. A los centros para la atención de las mujeres se les quitó el presupuesto que les habían dado anteriores administraciones. Hoy encontrar un centro que proteja a una mujer de un marido violento, a sus hijos y a sí misma, es cada vez más difícil; la legislación de muchos estados protege más a los hombres que a las mujeres, es descaradamente patriarcal (un ejemplo: la diferencia de la legislación de Nuevo León, añeja y retrógrada en estos casos, criminaliza a la mujer, incluso en casos de divorcio, y está a años luz de la reglamentación de la Ciudad de México, ése es un tema al que tendría que abocarse Marina Rodríguez, más que a las redes); no hay una estrategia pública ni clara para detener los feminicidios y algunas autoridades consideran que son una extensión de la violencia generalizada (y no es verdad, el porcentaje de feminicidios, así como la crueldad con que éstos se ejecutan, ha crecido mucho más).

Decíamos en aquel texto de 2005 que una de las promotoras de esos centros era la periodista Lydia Cacho, entonces mucho menos conocida que ahora. Pues bien, Lydia no sólo no ha logrado que se haga justicia en su propio caso, sino que ha terminado refugiada en España ante las continuas amenazas que sufre. Nada que festejar y mucho que exigir y denunciar.

En el Día Internacional de la Mujer

Santiago Nieto Castillo

La Jornada

Miguel Insulza, ex secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), dijo alguna vez, con mucha razón, que una democracia sin la participación de las mujeres era sólo media democracia. El argumento me parece convincente y concluyente: la democracia no sólo implica la participación ciudadana en las urnas.

Sería tanto como reducir los valores democráticos y la protección de los derechos humanos de las personas, a lo estrictamente electoral. Implica perfeccionar el sistema de garantías para que la participación de todos los grupos represente de mejor forma a la sociedad y permita su evolución.

En ese sentido, uno de los grupos sociales que debe superar los rezagos históricos y alcanzar mayores porcentajes de presencia pública es precisamente el de las mujeres, quienes son una minoría, no desde la óptica cuantitativa, pues son mayoría poblacional en el país, sino desde la visión cualitativa, ya que esa superioridad numérica no se traduce plenamente en espacios de poder por la exclusión cultural e histórica a la que han estado sometidas por siglos.

Sin embargo, de manera reciente, con voluntad política, nuestro modelo constitucional ha avanzado hacia la materialización de los derechos fundamentales de la población femenina, especialmente en el ejercicio de sus derechos político-electorales.

El antecedente lo tenemos en la incorporación del principio de paridad en el registro de candidaturas con la reforma constitucional de 2014

Pero es en 2019 que la osadía de la denominada legislatura paritaria de la historia de México fue más allá, al aprobar reformas a la Constitución Política para incorporar la paridad en todo, estableciendo que la mitad de los cargos de decisión sean para las mujeres en los tres poderes del Estado, en los tres órdenes de gobierno, en los organismos autónomos, en las candidaturas de los partidos políticos a cargos de elección popular, así como en la elección de representantes en los municipios con población indígena.

El resultado inmediato fue que, de cara al proceso electoral federal de 2020-2021, de las 15 gubernaturas que se renovaron, seis mujeres ocuparon el cargo, y, actualmente, contamos con siete gobernadoras en nuestro país.

Con acciones como las anteriores que aterrizan en la realidad de millones de mujeres para la protección de sus derechos político-electorales, México está dando muestras claras para transitar de un modelo formalista y conservador que se abandera en una igualdad ficticia.

Es decir, siguiendo a Luigi Ferrajoli, para este modelo, los hombres y mujeres somos iguales ante la ley y no existe discriminación en el plano jurídico, toda vez que se considera que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres.

Es este modelo el que todavía predomina en el constitucionalismo mexicano, pues un cuarto modelo se refiere, en cambio, a la valoración jurídica de las diferencias que, en mi opinión, se basan en el principio de igualdad de derechos fundamentales y en un sistema de garantías que vele por su efectivo cumplimiento.

Bajo esta premisa, no se desconocen las diferencias, como aún predomina en la práctica del derecho en nuestro país, sino que se reconocen y valoran.

Se reconoce, la diferencia entre hombres y mujeres y, por tanto, la necesidad de proteger esas particulares formas de ser, sin pretender una falsa homologación entre las mismas.

Y más importante aún, que las diferencias se traduzcan en derechos que tiendan a transformar de hecho en una igualdad de derechos.

Por tal motivo, sólo existirá una igualdad real y no sólo ficticia o abstracta, en la medida en que se reconozcan todos los derechos para todas y que los grupos minoritarios cuenten con los medios garantistas efectivos para terminar con años de discriminación y violencia.

Todavía nos falta mucho camino por recorrer, pero es importante saber en dónde estamos parados y hacia dónde queremos avanzar como sociedad mexicana.

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