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En política: impedir es una forma de ejercer el poder

Elisur Arteaga Nava

Proceso

La Cámara de Diputados, a pesar de que algunos legisladores fueron reelectos, tiene una composición nueva y hasta diferente: Morena y sus aliados cuentan con 278; la oposición le arrebató 222.

El día primero de septiembre, como cada año, el Congreso de la Unión, dio inicio a su primer periodo ordinario de sesiones. El Senado, salvo uno que otro cambio, será el mismo.

La Cámara de Diputados, a pesar de que algunos legisladores fueron reelectos, tiene una composición nueva y hasta diferente: Morena y sus aliados cuentan con 278; la oposición le arrebató 222.En esto estuvo el gane para México y para sus habitantes. El beneficio dependerá del uso que hagan del gran poder que el electorado les confió: el de impedir.

El valor agregado que tiene la nueva integración del Congreso de la Unión no está tanto en su posibilidad de hacer, sino en su poder de no dejar hacer, no dejar pasar. Éste, referido a reformas a la Carta Magna y a la integración del INE (Art. 41) será determinante. De inicio formulo una petición y hago una declaración: no más reformas a la Constitución Política; la segunda: no hay problema, sin importar su naturaleza, que no encuentre su solución en el texto que ella tiene actualmente. Aquí debería terminar esta colaboración.

Para que no existan dudas paso, no a explicarme, sino a abundar en mi argumentación. De estar presente todos los diputados en una sesión, para aprobar una reforma a la Carta Magna, se requiere del voto de cuando menos 333 de ellos. A Morena le harán falta 55 votos para sacarla adelante.

Hay un hecho: en los tiempos que corren, cualquier iniciativa de reformas a la Constitución que Morena presente al Congreso de la Unión estará encaminada a consolidarse en el poder o a evitar que sus adversarios políticos le arrebaten el ejercicio del presupuesto público del que, hasta ahora, ha usado y abusado.

En las actuales circunstancias, para el caso no importa el tipo de iniciativas de reformas que presente Morena, la más inocua, invariablemente, tendrá una doble intención. Esa es la regla general que no admite excepciones ni para confirmar la regla. Cualquier reforma que provenga de la actual administración pública federal, de los legisladores de Morena o de sus cómplices los Verdes o del Trabajo, será, por naturaleza, perversa y, por ello, debe ser vista y tratada con desconfianza; nunca lo harán por el bien de México, por la salud de los mexicanos o por conseguir una plena y auténtica democracia.

El bloque opositor en el Congreso de la Unión haría mucho si decidiera pintar su raya respecto de nuevas reformas a la Constitución Política. Ello implicaría dos aspectos: uno, que ese bloque adopte el compromiso de no presentar ninguna iniciativa de reformas a ella; y dos, no aportar sus votos para adoptar una nueva. Insisto: no es necesario ningún cambio.

Los morenos nunca emprenderán una acción desinteresada., patriótica y sin doble intención. En las actuales circunstancias, se debe desconfiar del color morado aun tratándose del inofensivo betabel.

Vistos los hechos, cualquier acción u omisión de la actual administración debe considerarse como una manzana envenenada o un regalo de Zeus. Es aplicable el consejo que Prometeo (El que prevé a distancia) dio a su hermano Epimeteo (El que se entera pasados los hechos): “Nunca aceptes los regalos que provenga de Zeus.”

Epimeteo no hizo caso, recibió del Dios a Pandora, la primera mujer; ella, a decir de los griegos, fue el inicio de las desgracias de los hombres.

Aludo a un tema relacionado. Desde hace algunos años, algunos actores políticos de buena fe o con afanes de protagonismo político, han propuesto y hasta insistido en que es necesario hacer y expedir una nueva Constitución Política; yo, que desde hace más de sesenta y tres años he sido aficionado al derecho constitucional y que desde hace cincuenta y tres años he dedicado mis esfuerzos a la enseñanza de esa ciencia, les he preguntado: ¿qué problema social o político que afecte a México o a sus habitantes no encuentra solución en el texto fundamental vigente? Los interrogados comienzan con generalidades y, finalmente, para cada problema que me señalan les indico que su solución se encuentra en tal o cual texto.

El problema, en el caso particular, se halla en un hecho: el afán de notoriedad que hay en algunos que se dicen políticos. Éstos, a falta de acciones o de conocimientos, buscan notoriedad a base de destruir o mal hacer lo que está bien hecho.

En el fondo la cuestión se reduce a lo siguiente: ignorancia, por desconocer el texto constitucional; o afán de destruir, con el propósito de prolongarse en el poder. No conocen el texto constitucional y a pesar de ello pretenden reformarlo.

En el ámbito legal, de alguna forma para las leyes fue una tragedia la llegada de la imprenta. En la antigüedad, como ellas se esculpían en piedra o, en el mejor de los casos, en madera o pergaminos, eran breves y casi irreformables.

En Esparta de la antigüedad existía una norma que disponía que quien presentara una reforma a una ley, lo hiciera con una soga al cuello. Si la iniciativa era aprobada, su autor salía indemne; en cambio, si era rechazada, era colgado en la plaza pública. Hasta ese grado se veneraban las leyes.

Ahora, con las facilidades que da la cibernética, se pretende llevar el afán reformador a todos los ámbitos, no se deja que las leyes reposen, se vuelvan añosas y, por ello, respetables.

La Constitución Política, con sus asegunes, es buena; las leyes, con sus altas y bajas, adecuadas. No requieren de cambios y muchos menos, precipitados e irresponsables. Las instituciones son perfectibles; pero pueden seguir funcionando tal como están sin que se tengan que cambiar al gusto o al capricho del gobernante en turno o de sus cómplices. En ese contexto, el de impedir, es un poder más importante que el de hacer.

A nadie debe preocupar los calificativos de conservadores, salinistas, neo tecnócratas, aspiracionistas y otros. “Toquen madera y digan: tú lo serás”. Los que sean creyentes, saquen su imagen del Sagrado Corazón y digan: “Aléjate de mí, Diablo panzón”. No tomen en serio a quien habla sólo por hablar.

Señores legisladores: por el bien de México usen ese gran poder que la ciudadanía les ha confiado: el de impedir.

Juegos de poder

La popularidad de López Obrador

Leo Zuckermann

Excelsior

Tengo frente a mí la gráfica de la encuesta de encuestas sobre la aprobación presidencial que elabora el sitio oraculus.mx. En ella se observa la solidez de la popularidad de López Obrador. Lleva 17 meses seguidos manteniendo la misma aprobación. De marzo de 2020

a agosto de 2021, alrededor de 60% de los mexicanos aprueba la manera de gobernar del tabasqueño.

Es un número muy respetable tomando en cuenta todo lo que ha pasado estos 17 meses que coinciden con el comienzo de la pandemia de covid-19. Más de medio millón de mexicanos han perecido por una epidemia pésimamente manejada por este gobierno, según los expertos en salud pública. Transitamos por la peor crisis económica desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado. Millones de personas pasaron a la pobreza o, peor aún, a la pobreza extrema. El gobierno no pudo controlar la terrible situación de la inseguridad pública. Los funcionarios corruptos del pasado siguen campantes gozando de una grosera impunidad. En suma, a mi juicio, muy malos resultados de un mandatario que prometió mucho, pero ha entregado poco.

Y, sin embargo, la mayoría de los ciudadanos ha mantenido su aprobación al Presidente. ¿Por qué?

Creo que estamos observando un apoyo a su persona, no a su gobierno. Me explico.

En las encuestas, cuando se le pide a la gente que evalúe la manera como el Presidente está tratando asuntos específicos, ahí sí la opinión negativa supera a la positiva en los temas más relevantes para la opinión pública.

En la encuesta de Reforma publicada ayer, al Presidente le va bien cuando se trata de evaluar asuntos sociales como los programas de transferencias en efectivo a los más pobres, la educación, incluso la salud. Sin embargo, 41% piensa que lo está haciendo mal en combate a la corrupción versus 36% que lo percibe bien. 40% opina mal en economía contra 34% que bien. En seguridad: 45% mal, 33% bien. Y combate al crimen organizado: 52% versus 24%.

Son números donde impera una evaluación negativa. ¿Por qué, entonces, a pesar de los malos números en la gestión gubernamental en los temas más importantes, se mantiene la popularidad presidencial en niveles altos?

Las encuestas publicadas estos días no ofrecen datos para dar una conclusión definitiva. Me atrevo a conjeturar, sin embargo, que tiene que ver con el genio comunicativo de AMLO.

El Presidente está en campaña todos los días. Posee una enorme capacidad para conectar con la gente. Una gran parte de los mexicanos lo siente cercano y se identifica con él. Sus conferencias diarias, donde constantemente reitera que gobierna para los más desprotegidos, junto con su estilo austero y lenguaje llano, lo hace un político diferente, con buenas intenciones y que se preocupa por los de abajo. A lo mejor no da buenos resultados, pero le cae bien a la mayoría de la ciudadanía.

Al Presidente le importa mucho su popularidad. Por eso quiere organizar el año que entra el ejercicio de revocación de mandato. Las encuestas demuestran que, de hacerse hoy esta consulta, la mayoría de los mexicanos votaría porque permaneciera el presidente López Obrador en el cargo. En este sentido, no se necesitan gastar cientos de millones de pesos para confirmar la popularidad presidencial. Sale más barato hacer encuestas y consultarlas en oraculus.mx.

El lunes decía en este espacio que está comenzando la segunda mitad del sexenio, la menguante, donde todos los presidentes inexorablemente van perdiendo el poder, al punto que llega el día que entregan la banda presidencial para ponérsela a su sucesor. López Obrador lo entiende y por eso está moviendo sus fichas en el Ejecutivo para enfrentar esta nueva realidad, entre otras cosas una relación que será más complicada con el Legislativo.

En este sentido, mientras su poder va menguando, le ayuda mucho mantener su popularidad. Lo peor sería entrar a la segunda mitad del sexenio con tasas de aprobación a la baja. Es lo que le ocurrió a Peña Nieto el sexenio pasado. Y así le fue. Como dice

López Obrador, se convirtió en el payaso de las cachetadas. Hasta tuvo que entregarle el poder de manera informal al Presidente electo después de las elecciones de julio de 2018.

No creo que esto mismo le pase a AMLO. Él seguirá en campaña permanente todos los días, apuntalando su discurso, ganándose el apoyo de la ciudadanía. Es, quizá, lo que mejor hace.

Imagínese usted dónde estaría su popularidad si no sólo fuera un gran político en campaña, sino también un eficaz gobernante.

Astillero

AMLO: el (más difícil) último trienio// Aritmética legislativa condicionante // Sin gran oposición, pero… // Exigencia de cumplir promesas

Julio Hernández López

La Jornada

Aun cuando en estricto apego al calendario no ha cumplido tres años de haber tomado posesión de la Presidencia de la República (ello sucederá el próximo primero de diciembre), Andrés Manuel López Obrador (AMLO) rendirá hoy su tercer Informe de gobierno, conforme al protocolo que acompaña la apertura de sesiones ordinarias del Congreso federal, reconstituido específicamente en su Cámara de Diputados.

Más que la revisión del pasado casi trianual, cuyas vicisitudes han quedado registradas en las conferencias mañaneras de prensa y respecto al cual hay una abundancia de posicionamientos derivados de los cristales partidistas con que se mire, la mayor expectación se refiere al futuro, a lo que sucederá en este segundo y último tramo del paso del hiperactivo tabasqueño por el timón nacional.

No llega AMLO a este segundo trecho en condiciones negativas. Mantiene un índice notable de popularidad, su base social y clientelar se mantiene viva y no tiene enfrente oposición y opositores viables, que le resulten políticamente peligrosos.

Pero este segundo tramo no será tan propicio para reformas constitucionales o maniobras políticas fáciles. La factibilidad aritmética en San Lázaro se ha reducido, pues el número de curules de sus adversarios, aumentado en relación con la legislatura inmediatamente anterior, ha colocado más a distancia la obtención de las mayorías calificadas y obligará al morenismo a negociaciones y cesiones que probablemente estrechen las miras y aspiraciones de cambios profundos. En el Senado, a su vez, el creciente diferendo entre Palacio Nacional y Ricardo Monreal, con Olga Sánchez Cordero como cuña presidencial inexperta, también angosta los senderos de transformaciones notablemente positivas.

No hay, como se asentó líneas atrás, un personaje opositor que prenda luces rojas en el confiado radar obradorista. El más reciente intento de reconfección de algo parecido a un liderazgo ha quedado en el reino de los memes, con Ricardo Anaya como declamador dramático de proclamas, denuncias y arengas muchas veces cómicas.

La extravagancia de juntar el agua con el aceite (cada cual coloque al PAN o al PRI en el casillero líquido que considere adecuado) se está quedando sin la contribución genuina del partido tricolor que, tal como sucedió durante la docena trágica del panismo en Los Pinos, apuesta a sobrevivir plegándose al poder en turno en momentos de votaciones o discusiones estratégicas.

Es decir, del supuesto frente opositor sólo va quedando el panismo de liderazgos disminuidos y los farsescos saldos de lo que fue el Partido de la Revolución Democrática. Ah, y Felipe Calderón y Margarita Zavala, fotocopias coyunturales de oposición desde ciertas élites derechistas.

Pero el segundo trienio andresino puede ir acumulando puntos negativos e ir disminuyendo su capital político, social y electoral, en la medida en que se acreciente la exigencia de que se cumplan las ambiciosas promesas de campaña de López Obrador e incluso los bocetos de realidad actual que diariamente ofrece como si ya estuviesen cumplidos.

Resultaría sumamente irónico que el político que gozó durante un trienio de la ventaja derivada de una oposición sin crecimiento resultara, a partir de sus insuficiencias y contradicciones, el incentivador vitamínico de esa oposición armada de dinero, medios de comunicación y un discurso de diario desgaste de las posiciones obradoristas.

Por lo pronto, AMLO se pertrecha con provisiones tabasqueñas, con el operador Adán Augusto López Hernández en Gobernación y el experto Rogelio Ramírez de la O en Hacienda, además de contar con una plantilla acrecentada de gobernadores y con la paciencia y benevolencia de buena parte de sus seguidores originales. Pero el segundo trienio será notablemente más difícil que el primero, probablemente con menos margen para hacer algo etiquetable como transformación y con el adelantado proceso sucesorio como embrollador incesante.

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