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La inmaculada percepción

¡Vaya que cuesta enero!

Vianey Esquinca

Excelsior

Hablar de la cuesta de enero en México es casi un pleonasmo, es tan ineludible como el año nuevo y los Reyes Magos. Sin embargo, hay de cuestas a cuestas, ni todos los años se siente igual ni a todas las personas o instituciones les va de la misma manera.
Por ejemplo, los priistas recordarán con amargura el enero de 2017 cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto quitó el subsidio a las gasolinas, provocando un gasolinazo mayúsculo y la protesta de cientos de personas. Con esa decisión, ese año se convirtió en el que se puso el último clavo a la tumba del tricolor; esa medida fue la que derramó el vaso de una serie de desaciertos que lo llevaron a perder las elecciones en 2018.

Cinco años después, el país inicia el 2022 con una inflación no vista en 20 años y un aumento de casi el 10% en la canasta básica. Sin embargo, eso no hace sudar al gobierno federal que ve el problema como algo que viene, cual invasión extraterrestre, del exterior por lo que es inevitable.

Pero, como las malas noticias nunca vienen solas, al incremento en los precios de productos básicos se ha sumado el aumento en los contagios por covid-19 por la variante ómicron, que, afortunadamente, ha demostrado ser menos letal y grave. Con esta situación, las personas que tienen que aislarse al menos 14 días sufren una peor cuesta que de costumbre. No les pasa lo mismo a los laboratorios o farmacias que venden pruebas rápidas o PCR. Están haciendo su agosto en pleno enero, pues la gente está buscando tener certeza de si su enfermedad es una simple gripe o forman parte ya de la estadística de la pandemia.

Con Covid-19 se ha desatado una permanente batalla entre las variantes que surgen y las medidas para detenerlas: que si la Delta, la ómicron, la flurona y ahora la deltacron que tiene nombre de transformer. Justo la pandemia, que parece no tener fin, ha provocado un problema en las aerolíneas, si bien vieron una reactivación porque los precios de los boletos de avión se incrementaron considerablemente, decenas de vuelos han sido cancelados por contagios en la tripulación haciendo de enero, la peor pesadilla de miles de turistas que ven frustrados sus sueños de volar.

Para los maestros, sin embargo, enero representa una esperanza, pues por fin van a ser inoculados con una vacuna aceptada en todo el mundo y no con la que el gobierno federal pudo conseguir. Finalmente se van a sentir ciudadanos de primera y no como conejillos de Indias.

Por otro lado, la seguridad va a seguir la cuesta que empezó hace varios sexenios y que con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se ha acentuado. Aquí no es una cuesta de enero, sino una cuesta sexenal donde se siente lo duro y lo tupido. Los gobiernos morenistas como Zacatecas y Veracruz han resentido además un primer mes más duro que de costumbre. Algunos dirían que están recibiendo una sopa de sus propios abrazos.

Hay mexicanos con los que la cuesta de enero se ha ensañado como los zacatecanos que cuadriplican sus problemas. No sólo tiene que sufrir por la inflación, la pandemia, la inseguridad, sino que deben padecer por el gobernador que tienen que ha dicho que “confía en la bendición de Dios” para detener la violencia en el estado. Ante esto seguramente el supremo estará pensando, “¿y qué culpa tengo yo de la incapacidad?”. Mientras los zacatecanos dirán: “por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa (por haber votado por él)”.

El único que no sufre ni le acongoja la cuesta de enero, ni la de febrero, marzo, abril y el resto del año es el Presidente, porque siempre encontrará la forma de echarle la culpa a alguien más.

Número cero

Con la economía topa la 4T en 2022

José Buendía Hegewisch

Excelsior

El año llega como prueba de fuego para el presidente López Obrador, por la acumulación de trampas para la gobernanza. Este 2022 que comenzaría con el agravio simbólico por el derribo de una estatua recién erigida en su honor, pronto le mostró los dientes del mayor enemigo que tiene enfrente la 4T: la realidad económica. Los siguientes 12 meses tiene visos de ser decisivo para la confianza sobre su capacidad de controlar la inflación, destrabar el crecimiento y la inversión, contener la espiral de violencia y la salida de la crisis sanitaria.

En el centro de esta complicada agenda, la economía del país se parece a un cubo mágico como originalmente llamaron al de Rubik, en el que cualquier giro de una cara desajusta los otros lados sociales y políticos en el rompecabezas. El año por delante marcará el rumbo y límites del proyecto de la 4T por la mezcla de problemas que golpean a los mexicanos como la cuarta ola de covid, la violencia y la caída del PIB per cápita en el sexenio. Para armar este cubo el gobierno no cuenta con manual para resolverlo rápida y fácilmente, pero su tiempo corre entre el peligro de que el país recaiga en una recesión y la amenaza de una crisis financiera como ocurrió al cierre de los sexenios de Echeverría y López Portillo.

El Presidente le teme a la inflación mucho más que a sus adversarios políticos porque su aceleración reduce el impacto de los programas sociales y erosiona la credibilidad de su gobierno, como sucedió con el declive del viejo régimen priista. La carestía se disparó en 2021 a la mayor tasa en los últimos 21 años, con un incremento de casi 7.5% y sus efectos se sienten en los bolsillos con un impulso que podría ensombrecer el optimismo en las encuestas del triunfo de Morena en la mayoría de las cinco elecciones estatales de 2022. Si hasta ahora los programas sociales han protegido su popularidad, la escalada de precios debilita el poder adquisitivo de 26 millones de mexicanos y obliga a girar el cubo con el incremento de tasas de interés o la contratación de deuda sin verse aún el pico de inflación.

Aunque la mayoría de los votantes no recuerden la época de alta inflación de las últimas dos décadas del siglo XX, la 4T sabe que su potencial destructor del poder adquisitivo puede hacer retroceder algunos de sus logros como el incremento del salario mínimo, y convertirse en un impuesto regresivo para antiguos y nuevos pobres que dejó la pandemia. Y que los desequilibrios condicionen aún más al crecimiento, sin otra propuesta que declarar otra vez la muerte del neoliberalismo. Con la economía ha topado la 4T en este 2022 y sin contar con un plan claro para recuperar el equilibrio con un déficit fiscal récord de los últimos seis años, que recorta su margen de maniobra para los apoyos sociales sin caer en mayor endeudamiento del país.

Como reconocimiento de su preocupación, López Obrador anunció una sección de ¿quién es quién en los precios? En la conferencia mañanera como medida para evitar abusos, tratar de controlarlos y sobre todo manejar la narrativa económica. La presión, sin embargo, será difícil de contener con el discurso presidencial y más aún reducir con simplificaciones que resulten desastrosas como querer conjurarla con la herencia del pasado. La inflación y la caída de ingresos ya lo obligaron a romper la promesa de que los impuestos no subirían con el aumento de la gasolina los últimos días de 2021, pero podría no ser la única corrección a su política.

El impulso a la reforma energética como proyecto insignia de la 4T también está bajo fuego por el embate económico y sus efectos sobre la inversión, que urge para crecer. Sin inversión el sexenio está condenado a una economía anémica que no revive con anuncios de paquetes de inversión de los empresarios, pero si los desequilibrios se agudizan este año, la expectativa de conmoción financiera al cierre del sexenio será mayor.

La 4T se juega en 2022 mucho de lo que ha ganado en respaldo popular, aunque no se llegara a reflejar en la revocación de mandato. Porque lo que la economía pone a prueba este año es su capacidad política y viabilidad del proyecto.

Carta a la SEP: segunda parte del sexenio

Hugo Aboites *

La Jornada

Maestra Delfina Gómez, titular de la SEP: Con la llegada de 2022 también en el terreno de la educación comienza la segunda mitad del sexenio. En ese ámbito, las segundas partes no han sido buenas. Existen hipótesis de por qué los comienzos están llenos de grandilocuencia e iniciativas, pero luego los cierres son desesperanzadores. Hay la tendencia a que estos periodos del final sean además de anodinos, incluso represivos y hasta sangrientos. En esa historia hay persecuciones pequeñas y grandes, contra las y los estudiantes, maestras, y profesores y trabajadoras y trabajadores de nivel superior, particularmente universitarios. Es decir, la educación viva.

Los patios del enorme edificio donde usted ahora despacha, como bien sabe, durante muchas semanas en 1958 –el fin del sexenio de Adolfo Ruiz Cortines–, sirvieron de campamento y refugio a cientos de maestras y maestros foráneos y locales. Fue la primera vez que la policía de un gobierno posrevolucionario atacaba con tanta saña a los docentes por demandar en el Zócalo capitalino salarios y democracia sindical. Con eso y con el desdén clasista del luego secretario de Educación de López Mateos –Torres Bodet–, comenzó un itinerario de violencia que, en lo más notorio, incluye el 68 –al final de la administración de Gustavo Díaz Ordaz–, con el Ejército disparando a mansalva contra estudiantes y familias.

Esa ruta pasa también por el final del sexenio de Ernesto Zedillo (2000) con la ocupación de la Universidad Nacional Autónoma de México por fuerzas federales, con mil estudiantes en la cárcel y otros perseguidos por oponerse con una huelga al alza de cuotas, las restricciones a la permanencia y la ingerencia del Ceneval. Es un itinerario que alcanza su apogeo más cruel con Felipe Calderón y luego con Peña Nieto quienes deciden, el primero, evaluar a millones de niños y diagnosticar a la mayoría como inservibles (usaban una palabra menos violenta, insuficientes) en lugar de mejorar la educación.

Y el segundo, en 2016, intensificar la persecución contra maestros y comunidades hasta permitir que durante horas las fuerzas federales tiroteen casas y calles de una comunidad y sus maestros (Nochix-tlán, Oaxaca, 2016). El saldo ¿más de 110 entre heridos y muertos. Hasta la tibia CNDH calificó esto de masacre.

Después de todo eso, y en el punto de la historia en el que hoy estamos cabe preguntarle a usted como responsable de la educación del país y, si usted lo quiere, refrasear y decir más bien: cabe hacernos juntos la pregunta acerca de qué final queremos para la educación en este sexenio.

Una pregunta así, en plural, significaría que usted está de acuerdo con crear un diálogo representativo con profesores universitarios, maestros, maestras y estudiantes, para trabajar en esa construcción. Como contenido de esa discusión, podemos retomar la esperanza que ustedes candidatos y ahora gobernantes nos plantearon al comienzo del sexenio: acabar con el neoliberalismo en nuestra educación, reparar los daños causados a profesores y comunidades, impulsar la educación desde abajo y en serio con las y los actores del proceso educativo, con familias, barrios y pueblos.

Las propuestas de maestras y maestros organizados son materia indispensable de la discusión. En el caso de la educación superior, discutir qué hacer con los cuatro pilares con que el neoliberalismo se construyó un edificio antisísmico tan sólido que hasta hoy es impenetrable y que incluso se ha fortalecido:

1. La introducción de la cultura individualista y meritocrática (los mejores) en nuestras escuelas y universidades, materializada en profundas e injustas diferenciaciones salariales, 2. La evaluación no para saber qué falla, sino quiénes son esos mejores y quienes los descartables. Hablando de personas, pero también de escuelas y programas, una acreditación que no respeta la diversidad necesaria para un país plural. Una evaluación, masificada, insensible que comercializa y lucra con el acceso a la educación y que, además, se ha mostrado completamente ineficaz para elevar el nivel educativo, sobre todo de los que han tenido menos oportunidades, 3. La concentración del poder (y privilegios) en las instituciones, universidades y en el sistema, que excluye la participación de los actores de la educación y 4. La política presupuestal y fiscal que tolera niveles escandalosos de acumulación y privilegios, que se traduce, sobre todo en los niveles superiores, en el subsidio a la ciencia para las empresas y entidades privadas, a mantener el cobro de colegiaturas, limitar el derecho a la educación y la ciencia y a dejarlas en un mundo distinto al de las necesidades de niñas y niños y jóvenes, comunidades, colonias, pueblos. Para muchos, el sexenio no ha terminado.

P.S. En el Situam hemos perdido a un sabio y muy querido compañero y dirigente: Antonio Venadero. Sirvan estas letras como despedida y homenaje a su compromiso, y como un poco de consuelo a su familia y sus muchos amigos.

* UAM-Xochimilco.

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