Columnas Escritas
Lo que dicen los Columnistas

Número cero
El baile de la “bella y la bestia” o de Sheinbaum con Trump
José Buendía Hegewisch
Excelsior
La advertencia de Biden sobre la formación de una oligarquía de ultrarricos que concentra el poder en EU, más que despedida de su gobierno parece el epitafio de una época en el mundo con la asunción de Trump. Ése es el cambio que debe escuchar y descifrar Sheinbaum para bailar un minuet como el de La bella y la bestia ante su furiosa, escandalosa y angustiosa llegada a la Casa Blanca.
Escribirlo es fácil, vivirlo difícil, y más llevar el movimiento moderado que se intercala entre los tiempos del declive de una potencia o el surgimiento de un nuevo (des)orden, que se teme en el planeta con el mandato fuerte, agresivo y expansionista del primer convicto en la presidencia de EU.
Pocas cosas tan intrincadas para un gobernante que leer los “signos de los tiempos” en los grandes hechos, actitudes y relaciones que despuntan de un cambio de época; la capacidad de interpretar los nuevos lenguajes en que se mezclan experiencias con esperanzas, aspiraciones y el dramatismo de lo desconocido. ¿Sheinbaum tendrá la estatura de estadista para manejar el poder de un complejo industrial tecnológico que socava la democracia?
La Presidenta también tiene un mandato fuerte de las urnas y en sus primeras decisiones consolida un liderazgo con alto nivel de aprobación pública, que valida la formación profesional de una científica y de su trayectoria política en la alta administración pública; su capacidad no está a discusión, vaya. Pero sus reacciones a las amenazas de medidas radicales y ataques verbales de Trump reflejan dudas sobre la estrategia para contener la fuerza del empresario.
Sheinbaum se ufana de tener un plan para acotar la incertidumbre del temido momento en que ordenará como “dictador por un día” tras jurar el cargo, pero no se ve claro. En sus respuestas, a veces evita sus dardos y engancharse con él; en otras cede a mensajes nacionalistas para que nadie crea que cambiará el nombre al “golfo de México”, sin importar las asimetrías entre los países. Y siempre regresa a su oferta/propuesta de diálogo y cooperación, sin sumisión, para ofrecer coordinación con “respeto a las soberanías”, como reiteró a Marco Rubio tras su declaración sobre la crisis de violencia y los cárteles que socavan las instituciones mexicanas.
Pero el asunto no es sólo ganar la narrativa. El problema de aprender a bailar con Trump no es de ritmo, sino de contener el lenguaje de la fuerza con que impone acuerdos comerciales, amaga con hecatombes antiinmigrantes, ultimátums bélicos contra el narco o la expansión del “América Primero” de políticas proteccionistas y racistas. Trump representa un cambio de paradigma dominante en el mundo y el ascenso de la voz de la fuerza en que languidecen las instituciones de la posguerra para regular los conflictos en el mundo, donde, la cooperación internacional y el multilateralismo están bajo interrogante por el declive de EU frente a China.
El Plan México de Sheinbaum parte de reconocer la reconfiguración geopolítica mundial y reafirma la tomentosa alianza con EU para persuadirlo de sus “bonitos” aranceles porque inhabilitaría el buen negocio del T-MEC para ambos países. Como destacó Rogelio Ramírez de la O, el fondo de la cuestión es que en los últimos años se desplomó la participación del bloque de Norteamérica en el producto interno global y el comercio internacional. Si México tiene claro el problema, la propuesta de regresar a la sustitución de importaciones ahora dentro del bloque de Norteamérica parece limitada y riesgosa como solución al expansionismo de Trump. Su gobierno se acompaña no sólo de un descontrolado complejo industrial militar, sino de otro tecnológico que es dueño de la IA, acceso al espacio y hasta control de los medios globales.
El tiempo de Trump no es el de “las mujeres”, como reclama Sheinbaum, sino el de la “energía masculina”, como celebra el archimillonario Zuckerberg tras reducir la moderación de contenidos y poner fin a su política de inclusión en Meta. Otro signo de revuelta de los tiempos que ella tendrá que descifrar para bailar Trump sin que el país se lleve un pisotón.
Mensaje directo
Trump 2.0
Fabiola Guarneros Saavedra
Excelsior
Las cartas están echadas. Trump pretende poner en marcha la deportación masiva más grande en la historia de Estados Unidos y sellar la frontera con México. Quiere restablecer el programa Quédate en casa; eliminar el programa CBP One —que permite a los migrantes agendar su cita para ingresar a EU en un puerto de entrada—, y que nuestro país reciba a los migrantes de terceros países.
A los narcotraficantes les llamará terroristas y amenaza con imponer aranceles ilógicos. Su mandato inicia mañana, luego de su juramento en el Capitolio como el presidente número 47 de Estados Unidos.
¿Ésas serán las acciones con las que inicie su segundo mandato en Estados Unidos?, ¿son prioritarias para su gobierno?, ¿el miércoles pondrá en marcha la redada migratoria a gran escala en Chicago, como publicó The Wall Street Journal? Sí, si nos atenemos a sus bravatas de campaña.
Si bloquear la migración se convierte en la principal prioridad de la política exterior de Trump hacia México, la relación con Estados Unidos se distorsionará y tensará.
México y los países en la ruta migratoria podrían enfrentar mayor presión para bloquear a personas migrantes y aceptar más deportados de otros países.
El gobierno de México tendrá que hacer reajustes presupuestales para atender y solventar las necesidades de los mexicanos repatriados, las de los migrantes que llegan en caravanas y las de los solicitantes de asilo que se quedan aquí entre nuestras fronteras con Guatemala y Estados Unidos.
El republicano habló de una acción militar en México como posible respuesta al narcotráfico y sería a través del despliegue de fuerzas especiales en nuestro territorio. Esta bravata pone en riesgo la relación bilateral por la invasión a la soberanía nacional que sugiere y amenaza la protección de los derechos humanos. Y aunque no se materializara, tales declaraciones presagian una relación en la que las amenazas de medidas unilaterales podrían ser el punto de partida para el diálogo en áreas cruciales como seguridad y migración.
Y ya lo dijo la presidenta Claudia Sheinbaum: cooperación, colaboración, “pero nunca nos subordinamos”.
En la medida en que la administración Trump priorice acciones militares que aparenten ser duras contra el crimen o en la frontera, quedará poco espacio para la cooperación en las áreas que realmente son relevantes para fortalecer el Estado de derecho, proteger a la población y reducir la migración forzada.
La amenaza de Trump de imponer aranceles elevados a México y la generalización entre los republicanos de propuestas de ataques militares unilaterales por parte de Estados Unidos están marcando la pauta de un enfoque coercitivo hacia la región, que da prioridad a la fuerza militar para acabar con el narcotráfico.
Según un análisis de WOLA —organización líder en investigación e incidencia que promueve los derechos humanos en las Américas—, las propuestas militares de Trump pueden producir “grandes resultados en la teatralidad de la guerra contra las drogas: estadísticas de erradicación de cultivos, incautaciones de drogas, arrestos de capos generando muchas imágenes que podrá utilizar para crear un espejismo de éxito en el control de drogas. Pero tales operaciones son incapaces de disminuir realmente el suministro de drogas o frenar el alcance y poder de las redes de narcotráfico y el crimen organizado”.
Y, peor aún, el control militarizado de las drogas provocará consecuencias devastadoras, principalmente un aumento de la violencia y más derramamiento de sangre, comunidades destruidas, sin ofrecer ningún beneficio en lo que más importa para los estadunidenses: reducir el número de muertes por sobredosis de drogas y fentanilo.
El escenario en la relación bilateral se esboza complicado. Ya vimos a Trump en su primer mandato, ya conocemos su discurso y sus formas de presionar al gobierno de México y parafraseando a la Presidenta en su discurso de los 100 días, diríamos: “¿Cuál sorpresa?”, por eso luchó durante todos estos años. Para eso lo eligieron, “para dar continuidad” a su proyecto de devolverle la grandeza a EU, iniciado en 2017. Es Trump 2.0.
Entre la banalidad y el desasosiego
La migración y el combate al crimen organizado se han constituido en los mayores dolores de cabeza de la llamada Cuarta Transformación.
Carlos Carranza
Excelsior
La coyuntura determinada por el regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos ha generado que durante estos días se escuchen todo tipo de gritos y sombrerazos, de émulos del legendario Juan Escutia o a poco menos que merolicos que pretenden ahorrarse el complejo camino para obtener una visa y, así, dirigirse sin problemas a un mall en Texas. Si no existiera la claridad de que muchas de esas personas exclaman sus peroratas con toda la seriedad y gravedad que exige este momento, no cabe duda que sus planteamientos serían diálogos, parlamentos y ocurrencias de una obra teatral escrita con un pésimo sentido del humor. Sin embargo, la mayor paradoja es que la retórica de sus discursos, por más disparatada o tragicómica que sea, está muy en sintonía con el estilo que ha caracterizado al mundillo político durante las dos últimas décadas, cada vez más elemental, simplón, burdo y sandio –hay tanto por preguntarse con respecto a quienes formulan y reciben el discurso, sin duda–.
No deja de resultar interesante observar todo tipo de reacciones desde el primer día en el que se dio a conocer el triunfo de Trump en las elecciones estadunidenses. Y, por supuesto, una de las líneas de análisis son las respuestas que ha configurado el gobierno mexicano ante las diversas declaraciones del nuevo presidente electo con respecto a temas que son medulares para nuestro país: la migración, el combate al crimen organizado y el T-MEC. Así, en un simple ejercicio de observación, cualquiera podría darse cuenta que los dos primeros temas se han constituido como parte de los mayores dolores de cabeza de la llamada Cuarta Transformación. Por ello, se comprende el impulso mediático que ha emprendido el oficialismo para hacer frente a aquello que no se puede negar: los “abrazos y no balazos” trajeron tan malos resultados en la administración obradorista que hoy, cualquier logro mínimo, resultado del trabajo que deberían realizar con precisión y trasparencia, parece que debe ser aplaudido y valorado como un resultado sin precedentes.
Así, no es extraño que cada vez se hace más evidente la urgencia del gobierno federal por consolidar y darle más fuerza propagandística a un discurso que es como una jugada en “tres bandas”, una oportunidad que se resume en el famoso “como anillo al dedo” para que sus resultados generen un beneficio en todos los sentidos. Por un lado, ante la posibilidad de que los grupos del narcotráfico sean llamados “terroristas” por Trump –con las consecuencias en aspectos económicos y en la política de seguridad–, la respuesta es una diatriba articulada bajo un patrioterismo casi adolescente en el que ya se veían ondear las banderas norteamericanas en los verdes campos de nuestro país. Fueron curiosas las “lecciones” que los corifeos del oficialismo trataron de insertar en la discusión pública para diferenciar los conceptos y alcances entre el terrorismo frente al crimen organizado. Y justo este es el mecanismo que tienen bien estudiado y a la mano: generar discusiones absurdas, conclusiones disparatadas que alejan la mirada a lo que impone la realidad, todos los días, en el país.
Se encienden banales fogatas discursivas, cuya humareda envuelve y asfixia lo medular, aquello que, bajo una discusión acerca de la soberanía nacional, se pretende acomodar en el último pasillo del silencio. Porque bajo esta mirada, que alimenta con mucha efectividad al maniqueísmo que ha caracterizado a éste y al anterior sexenio, no cabe la posibilidad de hablar acerca de los magros resultados del gobierno de López Obrador en cuestiones de seguridad y combate al crimen organizado. Tampoco de la corrupción de autoridades que hacen caso omiso de la violencia que padecen los inmigrantes –sin importar su lugar de procedencia– cuando pretenden llegar a la frontera del país vecino en el norte de nuestra geografía. Mucho menos se podría hacer énfasis en la necesidad de miles de mexicanas y mexicanos que dejaron sus casas buscando dignas oportunidades de trabajo y seguridad en el país vecino: lo importante, en la lógica del fracaso, es que envían miles de dólares al mes a sus familias y, con ello, hay cierta economía que no deja de permanecer activa. ¿Sería necesario referirse, en esa soberana discusión, acerca de la violencia, los asesinatos, que se observan diariamente en los noticieros del país o que ocurren a tan sólo unos metros de la calle por la que se transita, a pesar de la militarización de la seguridad? Cada quien podría responder desde su personal experiencia de vida en un país que gusta más de retóricas vacías que de resultados evidentes, de la perversión de las estadísticas que de una paz que se ha alejado de nuestros rumbos.
Y, sin embargo, tenemos trabajo por delante, pues en toda tormenta del desasosiego hay quienes navegan en busca de un buen puerto.
Rumbo a las horas decisivas
Rolando Cordera Campos
La Jornada
Idos los Idus del fin del año nos queda esperar que tomen cauce las aguas, aunque, como lo tendremos que (re)aprender una y otra vez: en esta globalidad hiperkinética lo local reclama su lugar, punto de partida obligado para toda estrategia geopolítica que presuma de contar con alcances globales.
Los chinos parecen estar aprendiéndolo con vigor y rigor, lo mismo que los europeos de Occidente, lo que hace más incierto el panorama dominado por la carrera de poder implantada en el corazón de Centro Europa, nada menos que en Alemania y, desde luego, en la espina dorsal de Norteamérica una vez reconquistada la Oficina Oval de la Casa Blanca y puestos a trabajar los peones de una presidencia que sueña con ser imperial. Y ahí estamos nosotros, junto con el resto de la deshilachada región que alguna vez el historiador Alain Rouquié bautizó como Extremo Occidente.
El día 20 será todo lo simbólico que los mil y una aprendices de brujo quieran, pero los símbolos definen y redefinen coordenadas y, en no pocas ocasiones, marcan perspectivas y delinean porvenires. Para nosotros, habitantes del epicentro redefinido por el hiperglobalismo (Dani Rodrik), nos queda la revisión del T-MEC como la factura de una ambición que, al tiempo que se afirma soberana, intenta ser la más cosmopolita de las formuladas en estas tres décadas de emergencia, auge y caída de los mundos imaginados después de la guerra fría.
Ni modo, pero aquella revolución capitalista de ellos y para ellos devino en mala broma; de afirmación de la libertad a sometimiento a las razones de Estado, como ha sucedido en el viejo Este europeo; y de búsqueda de una ruta original de desarrollo capitalista, para aterrizar en uno de los más salvajes modos de producir y distribuir o de no hacerlo, como ocurre en Centroamérica y Venezuela, y en Argentina, hoy patria ensombrecida de Borges y Sarmiento.
Esto no ha sido sino un mal remedo de aquella Gran Transformación que Polanyi estudió como el matraz donde se fraguó la enorme tragedia de la primera mitad del siglo XX, con todo y su apocalíptico final en Hiroshima y Nagasaki. Nada que pueda asustarnos, a pesar de que esas imágenes y descalabros portentosos vuelvan a nosotros y algunos se obstinen en reditarlos.
De pregonar el fin del neoliberalismo, cotidiana homilía de los mandatarios de nuestra Cuarta Transformación, pasamos a su absurda repetición, pero con otros nombres. Seguir sometiendo al Estado y a una mayoría de mexicanos a una corrosiva consolidación fiscal puede pretenderse acción purificadora del humanismo mexicano, pero vaya que ha causado y seguirá causando daños a lo ya dañado; no sólo la salud y a la educación, sino a la posibilidad de concretar proyectos de infraestructura tímidamente esbozados.
Adelgazar al Estado, como ha dicho Stiglitz sobre la otra revolución trumpiana, mediante su achicamiento y anulación de sus capacidades de gasto e inversión, puede reclamar de un Houdini para realizarse, pero de aprendices de brujo está plagado este sendero.
Vendrá el Plan Nacional de Desarrollo que no será, pero sí será el bienvenido Plan México, pero los resortes básicos de la política y la acción pública, encabezada por el Estado, están contrahechos. Años de penurias fiscales y austeridades franciscanas impuestas por varios gobiernos, respetuosamente seguidas por el anterior gobierno de la 4T y que el actual presume continuar, han minado gravemente la salud del Estado. Cierto que el equilibrio fiscal puede lograrse reduciendo el gasto o aumentando los ingresos, pero también con un crecimiento mayor que sostenga la actividad empresarial y aliente esfuerzos de asociación e innovación al amparo de un libre comercio amenazado no sólo por Trump, sino por las inestabilidades inherentes de la economía y que la política reproduce de manera ampliada.
Es necesario afrontar los desequilibrios originales, pero es imprescindible que el gobierno se decida, ahora sí, a proponer una reforma tributaria recaudatoria y redistributiva, desarrollista. También entender que sin crecimiento sostenido de la economía y sin una política reformista y reformadora, que en nuestro caso tiene que empezar por el fisco, sin espantar (se) con la deuda, no habrá desarrollo, y México no será socio ni cooperativo de la integración regional, sino un espacio intermitente de disputas, caídas y rescates. Así pasen cien días o años, México no tendrá nada que festejar.
Mis privilegios
Antonio Gershenson *
La Jornada
No nos hemos equivocado cuando, a lo largo de nuestras vidas, quienes lo hicimos, hemos peleado por todos los derechos que nos corresponden. No nos equivocamos cuando apelamos a la justicia, cuando enfrentamos las adversidades para llegar a nuestra meta. Así han sido estos últimos 60 años de organización, de peligros, de búsqueda de la mejor vía para lograrlo. Y, así, los privilegios están más claros que nunca.
Hoy, la suerte me ha alcanzado. Sufrí uno de esos eventos que oscurecen el panorama. Mi familia y yo enfrentamos momentos de incertidumbre que, aunque de alguna forma los vislumbramos, los esperamos y, cotidianamente cruzamos los dedos de las dos manos, con el ánimo de que nunca sucedan, finalmente, somos víctimas de esos pequeños descuidos que nos cambian la vida.
Nos referimos a aquellos eventos como los accidentes, las enfermedades inesperadas o situaciones inexplicables que detienen, momentáneamente, la dinámica de nuestras vidas. Sin embargo, solamente hasta que suceden volvemos la mirada a la realidad real, no la que se describe en infinidad de gráficas, porcentajes, estadísticas, etcétera.
Y, lamentablemente, en todo el mundo tenemos la misma situación. Somos la población vieja la que resentirá esta verdad que, de hecho, es abrumadora. Entonces, nos preguntamos ¿por qué va en incremento un padecimiento tan peligroso como las fracturas?
No queremos especular, pero si la epidemiología, la prevención desde la salud pública, la educación temprana dirigida a la disminución de lesiones del sistema óseo y el aumento en los cuidados en esta etapa vulnerable ha seguido avanzando, ¿por qué las altas tasas de traumas como las fracturas óseas? ¿Qué programas se están diseñando para una transición de la población de jóvenes hacia la adultez y, posteriormente, a la ancianidad?
No bastan las campañas para prevenir situaciones patológicas, en su conjunto. Si, en caso de que ya se hayan puesto en práctica aquellas para la educación a adultos mayores que persigan la disminución de accidentes que inmovilicen a las personas, creemos que faltan las campañas para que las familias que cuentan con miembros de la tercera edad, como seguramente es la gran mayoría de las mexicanas, logren adiestrar, si así podemos decirlo, a los miembros más jóvenes para saber qué es lo que se tiene que hacer en el caso de que su familiar de la tercera edad se accidente.
Es muy importante y sumamente necesario contar con accesorios, aparatos y, sobre todo, técnicas de asistencia que puedan evitar algún problema colateral por causa de una caída que ponga en riesgo la integridad física de la persona accidentada.
Pero, además, conocer, más o menos, aquella tramitología insoportable y muchas veces confusas para las personas que asisten con su familiar a algún centro de salud. Este paso administrativo, en la mayoría de las ocasiones, es increíblemente complicado.
Y, desgraciadamente, en los centros hospitalarios es difícil que el personal médico y paramédico tenga la paciencia de explicar con precisión cuál es el trámite que debe realizarse, sin perder tiempo.
A decir verdad, es el personal paramédico, por lo general, el más consciente de la situación de cada paciente.
Recordemos que la población mundial está envejeciendo a gran velocidad. El aumento de la esperanza de vida, trae consigo situaciones de salud pública que deben atenderse de manera urgente. Y, en nuestro país, ese panorama todavía no es muy claro.
Requerimos mejores especialistas, gente capacitada para resistir la tentación de omitir las necesidades complejas de cada paciente. Eso lamentablemente aún no sucede en nuestro sistema de salud. Pocos son los casos en que las coordinaciones de las especialidades hacen su trabajo verdaderamente a fondo y sin dar por entendido ninguna situación. Por lo general, el culpable es el paciente y la impunidad es un derecho del personal médico. La nueva generación de especialistas, en nuestra opinión, y porque así lo hemos experimentado, carecen de un verdadero sentido ético para su profesión. ¿Por qué podría suceder esto? En principio, revisemos las condiciones en las que ejercen su profesión. Incluso en los centros de salud y en los hospitales privados o públicos las jornadas son abrumadoras.
En los últimos seis años, en el mundo se han producido más de 180 millones de fracturas. De acuerdo con la OMS, esta cifra fue aumentando, desde 1990, en un porcentaje de 33.4 puntos. A nuestro juicio, una cifra muy alta, considerando el avance de la tecnología global y el aumento de, como decíamos anteriormente, la cantidad de profesionales que buscan la especialidad de traumatología, de ortopedia y rehabilitación.
Veamos otro aspecto, las mujeres continúan siendo la población más afectada. Un alto porcentaje de este género, de 65 años en adelante, han sufrido por lo menos una caída, y lo más grave es que no acuden al médico para contrarrestar los efectos más nocivos, como la reducción de fisuras bajo el control de especialistas.
Las cifras de las fuentes de información del sistema de salud nacional nos indican que son las mujeres mayores de 79 años las principales afectadas. Esperemos que los estudios para generar programas de prevención de traumas sigan avanzando hasta reducir las cifras que tenemos hasta el momento.
Los estilos de vida, son uno de los objetivos principales para generar la cultura del cuidado masivo para la población adulta mayor. El respeto a los derechos laborales es otro punto que debe observarse, sin omitir ninguno de ellos.
Somos la ciudadanía la que exige, y tendrá que seguir haciéndolo, cuando se trata de hacer valer nuestros privilegios, es decir, nuestros derechos humanos.
* Colaboró Ruxi Mendieta.
