Columnas Escritas
LO QUE DICEN LOS COLUMNISTAS
Suicidio
Marta Lamas
Proceso
Es evidente que muchas personas se seguirán suicidando y habría que ir construyendo el andamiaje cultural y legal para que lo hagan con el menor sufrimiento posible.
Ya circula en librerías Suicidio, una compilación de textos coordinada por el médico y escritor Arnoldo Kraus. Hace tiempo que los asuntos de la ética de la vida y la muerte han interesado a este entrañable personaje, fundador de El Colegio de Bioética y profesor en la UNAM, que discrepa del uso inadecuado de la biomedicina y sostiene que el ser humano tiene derecho a elegir cuándo y cómo morir. Sus escritos acerca de la eutanasia y el suicidio asistido desde la perspectiva de la dignidad, la autonomía y la calidad de vida cuestionan el encarnizamiento médico con el cual, a partir de ciertos avances de la tecnología médica, se intenta mantener “vivo” a toda costa y al precio que sea a un ser humano gravemente enfermo y que desea morir. Sus reflexiones revisan con cuidado las opciones que tienen personas abrumadas por el sufrimiento y la desesperanza, y concluye que hay que acompañar a la persona que toma una decisión tan difícil como solicitar eutanasia o suicidio asistido en ese tramo final de la vida.
Kraus ha pensado mucho y bien acerca de ese “tramo final” de nuestras vidas: la muerte. En su libro La Morada Infinita. Entender la vida, pensar la muerte reflexiona sobre cómo se entiende y se enfrenta hoy en día el proceso de morir, y argumentos no maniqueos sobre la eutanasia y el suicidio asistido llenan sus páginas. En ese libro desarrolla su postura ante el suicidio, diciendo, entre muchas otras cosas, que “siempre ha sido y será un tema complicado y apasionante: suscita controversias. Abre y cierra puertas. Hay quienes piensan que es un acto de valentía y quienes lo consideran cobardía; el acto inspira incontables comentarios, la mayoría en contra, otros no a favor pero sí en busca de las razones que orillan a una persona a quitarse la vida”.
Kraus resume con cuidado, respeto y conocimiento los tres argumentos más frecuentes respecto al suicidio: “1) el suicidio puede ser necesidad; 2) la persona tiene derecho a ejercer su autonomía; y 3) el suicidio no tiene cabida: quien lo hace es irresponsable con él y con los suyos, amén de que, como aseguran los detractores del acto, siempre existen medios para cambiar el rumbo”.
En este nuevo libro, Suicidio, la propuesta de Kraus dio un giro y consistió en invitar a mujeres y hombres de distintas disciplinas a que escriban, “sin directrices ni reglas”, desde sus disciplinas, sus intereses o sus trincheras, acerca del suicidio. Así de abierta fue la invitación, y así, con ese estímulo, respondieron las 20 personas invitadas. Once mujeres y nueve hombres que no supimos lo que los demás iban a escribir y que vertimos nuestras reflexiones, recuerdos y críticas con absoluta independencia.
Encuentro ocho grandes campos disciplinarios en los que es posible ubicar a les 20 autores: cuatro en el campo de la medicina (una veterinaria); seis en el de las ciencias sociales (antropología, sociología, ciencia política, estudios culturales y comunicación); tres en la literatura (un escritor y dos escritoras); tres en el campo de la psicología; uno en el del derecho, uno en el de la filosofía, uno en el de la ciencia y uno en el del arte.
Kraus hace un exordio y un corolario, y en el primero recuerda que las caras del suicidio son infinitas, y en el último concluye que, aunque hablar del suicidio divide, el suicidio no excluye a nadie.
Suicidio es un libro duro, pero también ameno. Les autores hacen precisiones: no todos los suicidios son iguales, muchos son vistos como inaceptables pues los impulsa la desesperación por contingencias económicas, amorosas o políticas, más que una fría decisión de dejar de vivir. Es distinto el suicidio de una persona mayor, que decide evitar un final doloroso, al de una joven que no encuentra opciones para desarrollarse. También son diferentes el suicidio de alguien con salud que el de alguien con una enfermedad letal. En el libro hay análisis con cifras espeluznantes, y también hay historias emocionantes y desgarradoras. Hay ensayos que intrigan, y otros que ilustran. Hay historias de suicidios famosos, y de personas desconocidas, de quienes lo intentaron varias veces y de otras personas que lo calcularon a la perfección.
Resulta alentador leer a Asunción Álvarez del Río, que relata que “en algunos países, un individuo que contempla suicidarse puede hablar de sus planes y recibir ayuda legal para que su muerte sea segura, tranquila y, en caso de quererlo, acompañada”. ¡Uy, qué maravilla! Es un hecho que cuando persiste la decisión de suicidarse, la persona busca hacerlo como sea: ahorcándose, lanzándose de un edificio o mediante un balazo, con lo cual morirá de una manera que implica un gran sufrimiento, y su muerte causará un hondo dolor en sus familiares, incluso tendrá un impacto fortísimo para las personas no cercanas que llegan a presenciar el suicidio. Enrique Graue señala: “Esos daños colaterales, dramáticos e innecesarios” deben evitarse en una decisión terminal, y esta valiosa compilación que ha organizado Arnoldo Kraus lleva a pensar acerca de las opciones sociales y legales respecto de esa práctica humana que es el suicidio. Es evidente que muchas personas se seguirán suicidando y habría que ir construyendo el andamiaje cultural y legal para que lo hagan con el menor sufrimiento posible.
Arsenal
Aburto, la CNDH y López Obrador
Francisco Garfias
Excelsior
Iñaki Blanco fue coordinador de asesores de Luis Raúl González Pérez, el último fiscal especial del caso Colosio. Se metió a fondo a indagar quién es Mario Aburto. Le tocó coordinar su biografía. Vertió en documentos lo que recogió en cerca de
800 entrevistas y declaraciones de personas que pertenecían a su ámbito familiar, laboral, sentimental y amistoso.
Describe al asesino de Colosio como un sujeto perspicaz, paranoide y fantasioso, que cometió el magnicidio para cobrar fama y notoriedad. Asegura que Aburto buscó, a través de un hecho que, según él, cambiaría el rumbo del país, resolver un conflicto interno y pasar a la historia. “Eso fue lo que concluyeron los criminólogos, los sicólogos, los siquiatras”, puntualiza.
A Blanco no le parece que el trabajo que se hizo deba ser minimizado o soslayado. No entiende la petición de la CNDH de reabrir el caso por torturas a Aburto. Tampoco los señalamientos de que hubo múltiples omisiones, ocultamientos, acciones que descalifican la investigación que se hizo.
“Preocupa que no se haga un análisis puntual de lo que ocurrió; que no se tenga presente que el beneficio de libertad anticipada no pasa por encima del transcurso del tiempo, que lo de su traslado (a un penal cercano a donde vive su familia) no es obligatorio, porque es un interno que requiere medidas de seguridad especiales”, subraya.
Le llama la atención que el caso resucite 27 años después. Está convencido de que detrás hay motivaciones de carácter político, más que jurídicas o legales.
¿Cuáles? El golpeteo a los neoliberales, a la “mafia en el poder”, a los conservadores, al PRI que postuló a Luis Donaldo. “No sé a qué está jugando la CNDH”, confiesa.
* Rosa Icela Rodríguez, titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, puso en su lugar a la CNDH. Desmintió que Aburto esté incomunicado y enfermo.
“Tiene la oportunidad de comunicarse con su familia. Está en buen estado de salud y estamos revisando con los jurídicos de la Secretaría cuál será la respuesta a la recomendación que ha hecho la Comisión Nacional de Derechos Humanos”, dijo en la mañanera del jueves pasado.
El presidente López Obrador abonó a la “motivación política” de la que habla Iñaki Blanco. Asumió un compromiso:
“Si la familia del señor Aburto —y él mismo— tienen algo que decir sobre su proceso, que signifique otra versión sobre los hechos, y si puede expresar, probar, que fue torturado, que está amenazado, el Estado mexicano lo protegería”, dijo.
* José Alfredo Ravelo murió en Mérida el pasado tres de agosto, luego de ser detenido y presuntamente violado y golpeado por policías municipales. Tenía apenas 23 años.
La FGR atrajo el caso. Investigó. Casi tres meses después concluyó que el joven falleció por neumonía y que no fue víctima de abuso sexual. Hizo pública la investigación, que aún está en fase preliminar no conclusiva, asegura la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV).
Este organismo ya hizo un “extrañamiento” a la FGR por las precipitadas declaraciones que exoneran a los policías municipales involucrados y asegura que el joven murió de neumonía y que no fue abusado sexualmente.
La CEAV reclamó, incluso, la falta de sensibilidad en la forma en la que, sin previo aviso a la familia, la FGR dio a conocer sus conclusiones. “La familia de José Eduardo, al igual que cualquier persona que se acerca a una Fiscalía en busca de justicia, merece un trato digno y prioritario en el acceso a la información”, subraya.
Y exhorta a los chicos de Gertz a enunciar qué acciones penales va a realizar en contra de la Fiscalía General del estado de Yucatán, por la probable alteración de evidencias por parte de los funcionarios ministeriales.
“Tanto la tortura como la alteración de evidencias constituyen delitos, impiden el esclarecimiento de los hechos y son obstáculos para el acceso a la justicia”, puntualiza.
* Va el top ten de los alcaldes, según la última encuesta de Massive Caller. La mejor evaluada es la morenista Geraldine Ponce, de Tepic. Anda en 71.3 de aprobación, a seis semanas de haber asumido el cargo.
Le siguen el panista de la ciudad de Chihuahua, Marco Antonio Bonilla; el emecista de Monterrey, Luis Donaldo Colosio; el panista de Querétaro, Luis Bernardo Nava y, otro panista de Tampico, José Antonio Nader.
Santiago Taboada, PAN, de la alcaldía Benito Juárez, CDMX; Miguel Treviño, independiente, de San Pedro Garza García, NL; Leonardo Montañez, PAN, de Aguascalientes; Renán Barrera, PAN, de Mérida, y Alejandro Gutiérrez, de León. Nótese que no aparece Claudia Sheinbaum, Morena, de la CDMX, quien aspira a la Presidencia de la República.
México SA
Andrés Manuel y su buena memoria // Reprivatización bancaria para los amigos // Salinas, padre de la desigualdad moderna
Carlos Fernández-Vega
La Jornada
Buena memoria la del presidente López Obrador: ayer recordó que con una diferencia de escasos 20 días el régimen salinista desincorporó los dos mayores bancos del país, expropiados en 1982 por López Portillo, es decir, Banamex y Bancomer, y subrayó que Carlos Salinas de Gortari es sin duda el padre de la desigualdad moderna, pues se dedicó a entregar los bienes de la nación y del pueblo a sus allegados; todos los bancos que eran de la nación los entregó. ¿Y saben cómo los entregaba? Hablaban el secretario de Hacienda de aquel entonces, Pedro Aspe, y Raúl Salinas, y ellos decidían.
Y en un ejercicio de memoria narró: entregan primero Teléfonos de México y lo quieren Roberto Hernández y Carlos Slim. Deciden por el segundo y al primero le dan Banamex como premio de consolación. Pero como tenían que hacer la faramalla de subastar los bancos, lanzan la licitación para vender Banamex y entran tres compradores, y el que queda en segundo lugar en la siguiente convocatoria le dan Bancomer. Todo en 20 días. Como en un año entregaron 15 bancos, así como se los estoy explicando (en realidad fueron 18).
Salinas de Gortari, sí, pero Miguel de la Madrid fue el que dio el banderazo de salida a esa desincorporación, porque en cuestión de meses devolvió 34 por ciento de la banca a sus antiguos propietarios, por medio de los Certificados de Aportación Patrimonial (CAPs), que comenzaron a cotizarse en el mercado de
valores y se convirtieron en los más especulativos y de mayor ganancia en el de por sí especulativo ámbito bursátil mexicano.
Además de los CAPs, De la Madrid aceleró la indemnización a los dueños de la banca: el 29 de agosto de 1983, la Secretaria de Hacienda informó que los títulos expropiados el primero de septiembre de 1982 serían canjeados por bonos del gobierno federal (bonos de indemnización bancaria o Bibs) para restituirles con un valor equivalente, determinado con justicia, el monto de lo expropiado. De cereza, ese personaje permitió y estimuló –contrario al interés del Estado– lo que en su momento se conoció como banca paralela, es decir, las casas de bolsa propiedad de los banqueros expropiados.
A partir de ese momento, con esa banca paralela –con el acelerador a fondo– la iniciativa privada en el país llegó a representar (1989) el 73.2 por ciento (contra 2 por ciento antes de Miguel de la Madrid) de las actividades operadas en el sector financiero general; el 26.8 por ciento restante lo cubría la banca estatizada.
Los barones del dinero habían recuperado casi todo lo que tenían antes de la expropiación de 1982, aunque oficialmente la reprivatización de la banca para democratizar el capital (Salinas dixit) comenzó en 6 de junio de 1991 (al entregar el entonces denominado Multibanco Mercantil de México, MMM) y concluyó el 6 de julio de 1992 (con Banco del Centro). Dieciocho instituciones fueron vendidas a los mismos de siempre (con casas de bolsa, en su mayoría) y éstos, en menos de dos años, las exprimieron y las reventaron, sólo para que Ernesto Zedillo los rescatara vía Fobaproa, deuda que los mexicanos llevan 26 años pagando y todavía les falta un buen.
López Portillo expropió alrededor de 60 bancos (muchos de ellos en quiebra), pero después de una serie de adecuaciones y compactaciones quedaron solo 18, reprivatizados por Salinas; tras el rescate del Fobaproa, salvo cuatro, todos fueron engullidos (por cortesía de Zedillo) por las trasnacionales financieras que de México hicieron su paraíso.
En el balance, la trasnacional estadunidense Citigroup se quedó con Banamex y Confía; la española BBVA con Bancomer, Probursa (antes MMM), Promex, Unión (de Cabal Peniche), Oriente y Cremi; otra gachupina, Santander Central Hispano, con Mexicano y Serfin; la británica HSBC, con Bital y Atlántico; la canadiense Scotiabank, con Inverlat (antes Comermex) y Banorte con Bancrecer, Banpaís, Bancen y Banoro.
Y colorín colorado, esta historia de terror no ha terminado, porque del erario ha salido más de un billón de pesos para pagar el rescate bancario y los mexicanos aún deben otro tanto.
Las rebanadas del pastel
Por cierto, la pandemia les hizo los mandados, porque de enero a septiembre de 2021 la banca que exprime a los mexicanos registró utilidades netas por 126 mil millones de pesos, 43 por ciento más, en términos reales, que en igual periodo de 2020. Casi la mitad se la embolsaron Bancomer y Banamex. Mientras tanto, ¿quién paga el rescate del Fobaproa?