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Retrovisor

El plan C y el elefante mexicano en el mundo

Morena dice que la propuesta de elegir a jueces, ministros y magistrados es “irreductible”

Ivonne Melgar | Excelsior

El triunfo político electoral del presidente López Obrador y Claudia Sheinbaum eliminó de manera casi mágica en la conversación pública, el tema uno de la campaña: crisis de seguridad y crimen organizado.

Esa amnesia colectiva, la normalización del mal o acaso la indolencia cultural de quien se ha sometido y se rinde a su inevitabilidad, es parte del éxito de la historia mejor contada de lo que es y debe ser México.

Una historia narrada cotidianamente desde hace casi seis años por el líder social que aún es Presidente, autor del guion de una película cuyo capítulo más aclamado, el plan C, está a punto de ser producido.

Porque son López Obrador y la ahora virtual Presidenta electa quienes nos contaron que el problema del país no era más la violencia criminal, sino un Poder Judicial corrupto que no ha sabido impartir justicia.

Con ese diagnóstico, el mandatario presentó el 5 de febrero el paquete de reformas constitucionales denominado plan C, con iniciativas de varios temas, sí, pero enfocado en descabezar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

En la campaña presidencial, Claudia Sheinbaum hizo suyo ese plan, centrando siempre las pilas del discurso en la propuesta de elegir a jueces, ministros y magistrados en las urnas, el punto que Morena ahora denomina “irreductible”, “innegociable”.

El alegato del partido en el poder es que casi 36 millones de votos avalaron el 2 de junio la continuidad del proyecto de López Obrador, el segundo piso de éste que prometió la virtual mandataria electa y la aprobación de la reforma que traería justicia y paz.

Sin embargo, un seguimiento de los foros que la Cámara de Diputados realiza para analizar esa iniciativa nos permite advertir con seriedad que el diagnóstico y la medicina oficialistas nada tienen que ver con la tragedia de las víctimas.

Y es que los problemas de las personas que reclaman justicia frente a los tribunales del país responden a la escasez de personal para atenderlos, a las complicaciones de los procesos, a la falta de presupuesto y en 80 por ciento de los casos, para los que son dirimidos en las entidades, a los escasos márgenes de autonomía de los magistrados estatales frente a las autoridades estatales en turno.

Aunque se ha prometido revisarlo pronto, el tema de la procuración de justicia es, además, el gran ausente en estos llamados Diálogos Nacionales, donde se acusa a los juzgadores de estar coludidos con la oligarquía y hasta con pederastas.

Pero extrañamente nadie, absolutamente nadie, hasta ahora, habló de jueces cómplices de la delincuencia y menos con el crimen organizado, ese elefante en la sala, como le llamó el magistrado electoral Felipe de la Mata Pizaña.

Y es que, desde el sonoro triunfo de los autores del cuento del plan C como la panacea para enderezar las injusticias en México, nadie que tenga expectativa de futuro en el poder quiere hablar de narcos ni de ajusticiamientos y menos de intromisión del crimen en las elecciones.

Hasta la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ha entrado en la ceguera de taller. Así lo revela el proyecto de dictamen de las impugnaciones de la elección.

Presentado este miércoles por el magistrado De la Mata y su colega Felipe Fuentes, el documento desecha todas las inconformidades señaladas por PRI, PAN y PRD, incluyendo la de la intromisión del crimen organizado en la contienda, con la evidencia de las decenas de candidatos asesinados, ahí donde mandan los que cobran el derecho de piso. No obstante, la realidad se empecina en recordarnos que el elefante en la sala mexicana sigue ahí.

Así sucedió el domingo anterior con el asesinato del comisario Milton Morales Figueroa, un policía ejemplar, según sus colaboradores y jefes: el cerebro de la investigación criminal en la CDMX, mano derecha del futuro secretario federal de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, el estratega de la política que en la materia desarrollará la Presidenta de México.

Su eliminación fue calificada por el periodista más conocedor del tema en el país, Jorge Fernández Menéndez, como “un desafío de los grupos criminales al Estado mexicano y particularmente a la próxima administración de Claudia Sheinbaum”.

Pero, ocupados en el plan C, ni el actual gobierno ni el que viene se tomaron en serio la afrenta. Al menos no lo han hecho pública y frontalmente.

Lo cierto es que, más que relevar jueces y magistrados incómodos para el gobierno, el Estado requiere hacerse cargo de sus insuficiencias estructurales, mismas que están documentadas en un avance del informe del Encuentro Nacional para una Agenda de Seguridad y Justicia, convocado por los ministros de la SCJN.

Una de las conclusiones que ya adelantó la ministra presidenta Norma Piña es que la capacidad de investigación criminal está rebasada. “En todo el país existen altos índices de incidencia delictiva que hacen imposible dar respuestas”, se plantea. El de la Suprema Corte es un reporte digno de ser atendido por el futuro gobierno, aun cuando el embelesamiento de Morena y sus aliados continúe en el autoengaño de que la solución es el plan C.

Pero la realidad del elefante mexicano, ese poder fáctico del crimen organizado comprando autoridades o asesinándolas, sigue ahí, convirtiéndose en noticia mundial. Sea por el amago de Donald Trump de intervenir en México para frenar a los cárteles que, a su juicio, podrían tirar en minutos al gobierno mexicano. O por el operativo de la DEA con la detención del Mayo Zambada y el hijo de El Chapo.

Las sucesivas renovaciones

Es larga la historia secular de preferencias políticas en la comunidad latinoamericana y de cómo a la postre, no se consolidan los regímenes que utilizan estadísticas de una prosperidad falsa.

Julio Faesler | Excelsior

Vistos los más de 650 años transcurridos desde que los aztecas abandonaron su mítico Aztlán y se aventuraron a los valles del centro mexica, la comunidad mexicana ha ensayado varios modos de vida.

Los reyes toltecas, tlaxcaltecas y demás ejercieron su autoridad, como lo hacían al mismo tiempo los monarcas españoles a los que a partir de 1521 habrían de rendirse sumisos.

El gobierno de la Colonia que habría de durar trescientos años siguió el modelo de las compañías de indias europeas realizando los intercambios comerciales según la política mercantilista hasta de las revoluciones liberales que trocaron las relaciones del poder con el pueblo hasta transformarlas en la moda republicana, donde durante todo el siglo XIX, rivalizaron conservadores y liberales para acabar en México por prevalecer estos últimos.

Los albores del siglo XX fueron de ensayos socialistas regionales como los de Tabasco y Yucatán, junto a las visionarias inversiones en infraestructuras agrícolas e industriales. A mediados del siglo fue instalándose un ambicioso capitalismo cerrado, mientras la corrupción del compadrazgo se esparció en los negocios drenando los presupuestos públicos. Los intentos de disciplina hacendaria no bastaron para detener la desigualdad económico y social, mientras que la estructura política que todo lo cobijaba parecía estable. Los intentos de las siguientes generaciones por enderezar los rumbos hacia una mayor atención a causas populares fueron tardíos e insuficientes.

La administración de López Obrador que luego ganaría las elecciones en el 2018 recibió el agradecimiento popular por la generosidad de las dádivas de los diversos programas de ayuda social que los institucionalizó incorporándolos en la Constitución.

Por encima de lo positivo del sistema de renta universal, las graves fallas o ausencias en los programas de salud, educación y particularmente en el ámbito de la seguridad pública, menudearon críticas creciente hacia el gobierno de AMLO que a lo largo de la administración se constató que en sus mañaneras engañaba al público con sus autoelogios y versiones de una realidad alterada para tapar la corrupción de los suyos y las carencias de los servicios prometidos.

Tal situación no aseguró estabilidad económica y política porque se sostenía sólo en una faceta, la de dádivas, de las varias que se requiere para integrar la producción de artículos para el mercado interno y la exportación.

Distribuir poder de consumo con dádivas a la población básica, aunque fuese 90% de la comunidad total de México, no daba solidez política. La reacción negativa a la política de comprar adhesión electoral subsidiando el consumo se revela endeble, erosiona, quebranta la confianza y el confiado gobierno se desploma.

Es ése el fenómeno que se advierte en los países latinoamericanos de izquierda como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Venezuela, República Dominicana, Bolivia, Colombia Chile y Brasil que advierten cómo las inclinaciones hacia una derecha correctora van avanzando como se ha visto en los casos de El Salvador, Panamá, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Argentina y Costa Rica.

Es larga la historia secular de preferencias políticas en la comunidad latinoamericana y de cómo a la postre, no se consolidan los regímenes que utilizan estadísticas de una prosperidad falsa.

Para nosotros la orientación política del gobierno de Claudia Sheinbaum hacia la izquierda o hacia al centro será de fundamental interés para todo el continente americano e inclusive para el mundo.

La responsabilidad del electorado mexicano es ahora más aguda que nunca a medida que se concientice su capacidad de influir en el comportamiento de las Cámaras Legislativas de clara composición de izquierda, sino su capacidad de determinar la orientación de las dos Cámaras Legislativas en las elecciones de 2027.

Nudo gordiano

La farsa

Maduro ha “ganado” todas las elecciones en las que ha competido.

Yuriria Sierra | Excelsior

Mañana domingo, Venezuela se prepara para lo que, en cualquier otra circunstancia, sería un evento crucial en la vida democrática de una nación: unas elecciones presidenciales. Sin embargo, lo que veremos no será más que una elaborada puesta en escena, un simulacro de democracia que sólo sirve para perpetuar el régimen de Nicolás Maduro. La ausencia de observadores internacionales de renombre, incluyendo a expresidentes y políticos que habían anunciado su intención de supervisar el proceso, es un claro indicador de la falta de transparencia y legitimidad de estas elecciones.

Muchos de estos observadores fueron impedidos de ingresar al país, mientras que otros decidieron desistir ante la evidente manipulación del proceso electoral. Este escenario no es nuevo para Venezuela. Maduro ha “ganado” todas las elecciones en las que ha competido, pero estas victorias están lejos de ser el reflejo de la voluntad popular.

El régimen ha perfeccionado el arte de la supresión electoral, utilizando tácticas que van desde la inhabilitación de candidatos opositores hasta la intimidación de votantes y el control absoluto de los medios de comunicación. La oposición venezolana, fragmentada y debilitada por años de persecución, se encuentra en una posición imposible. Aquellos líderes con el carisma y la capacidad para desafiar a Maduro han sido sistemáticamente excluidos del proceso político. Figuras como María Corina Machado, quien ganó las primarias de la oposición, han sido inhabilitadas para participar, dejando un vacío que el régimen llena con candidatos de una “oposición” controlada, subyugada o permanentemente amenazada.

 El resultado de estas elecciones es predecible: Maduro proclamará una victoria aplastante, citando cifras de participación infladas y un apoyo popular que contrasta fuertemente con la realidad económica y social del país. Mientras tanto, millones de venezolanos continúan sufriendo bajo una crisis humanitaria sin precedentes, con escasez de alimentos, medicinas y servicios básicos.

La comunidad internacional se encuentra en una encrucijada. Reconocer estas elecciones sería legitimar un proceso profundamente antidemocrático. No reconocerlas podría llevar a un mayor aislamiento de Venezuela, potencialmente empeorando la situación de su pueblo. Es un dilema que no tiene una solución fácil o clara. Lo que está claro es que estas elecciones no son más que una farsa, un ejercicio de propaganda diseñado para dar una apariencia de legitimidad a un régimen que ha erosionado sistemáticamente las instituciones democráticas de Venezuela.

Es un recordatorio sombrío de cómo la democracia puede ser vaciada de significado, reducida a una serie de fársicos rituales sin sustancia. Para el pueblo venezolano, mañana no será un día de expresión democrática, sino otro capítulo en una larga historia de represión y desilusión. Millones de ciudadanos, tanto dentro como fuera del país, observarán con impotencia cómo su nación se hunde más profundamente en el autoritarismo, disfrazado de proceso democrático.

 El verdadero desafío para Venezuela, y para la comunidad internacional, es cómo romper este ciclo de farsas electorales y restaurar una democracia genuina. Esto requerirá no sólo presión internacional sostenida, sino también un replanteamiento fundamental de cómo apoyar a las fuerzas democráticas dentro del país sin exacerbar el sufrimiento de su población.

 Mientras tanto, el mundo debe llamar a estas elecciones por lo que son: una farsa, un simulacro de democracia que sólo sirve para perpetuar el poder de un régimen de un autócrata corrupto y ejemplar de la brutalidad. La verdadera voz del pueblo venezolano sigue silenciada, esperando el día en que pueda expresarse libremente en unas elecciones verdaderamente democráticas y justas. Pero desde hace un cuarto de siglo, 26 años, solo han asistido a la gran farsa de esas urnas…

Para ser hay que reconocer

Rolando Cordera Campos | La Jornada

La manera de dar por concluida una deliberación, que supone intercambio de ideas y reflexiones, es ignorar cualquier argumento. Tal ha sido el caso de la situación económica y financiera, tema que se ha convertido en una suerte de fetiche sobre cuyas aristas pocos o nadie se atreven a cuestionar. El Presidente de la República ha optado por cerrar el caso, no sin antes subrayar el éxito de sus políticas y exhibir grandes números.

Qué mensaje de aliento o compensación hay para miles de mexicanos en las grandes cifras cuando la salud pública no funciona adecuadamente, la seguridad laboral prácticamente no existe y, llegado el momento, tendrán un retiro que, en todo caso, estará en los mínimos y sin probabilidades serias de alguna mejoría en el corto plazo.

Desde luego, es mejor que la economía crezca por encima de cero o que la inflación esté amainando, pero de ahí a proponer que la economía va viento en popa, hay diferencias. Basta reparar en el hecho, por ejemplo, de que en 2023 la economía se encontraba únicamente 3.6 por ciento por encima de lo que estaba en 2018. Y que la inflación alimentaria, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), es la segunda más alta en el organismo, después de Turquía.

Es cierto que, dado el notable aumento al salario mínimo y el mantenimiento de las transferencias monetarias de muchos tipos pero de destino más o menos certero en poblaciones vulnerables o de plano pobres, ha habido un mejor y mayor consumo y que se ha podido sostener un crecimiento de la producción. No obstante, también es innegable que la trayectoria de México está poblada de damnificados; miles de jóvenes y de adultos jóvenes que no han tenido la oportunidad de acceder a buenos empleos y se han visto obligados a estar en ocupaciones de las que obtienen ingresos bajos y precarios, sin acceso garantizado y universal a la salud pública y la seguridad social.

Hace unos días, el distinguido economista Gerardo Esquivel escribió en su artículo de Milenio (Cien mil pobres menos por mes, 15/7/24): De acuerdo con las cifras oficiales publicadas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el número de personas en situación de pobreza multidimensional en México disminuyó de 51.9 millones en 2018 a 46.8 millones en 2022, una reducción de 5.1millones. Considerando que esta reducción ocurrió en un lapso de 48 meses, el número de pobres en México disminuyó a un ritmo de poco más de 100 mil personas por mes (106 mil 250 para ser precisos).

Numeralia que sería productiva si, en verdad, diera paso a reflexiones serias, rigurosas y plurales sobre el estado actual de la pobreza en México y sus perspectivas, reales y factibles, de superación duradera.

Advirtamos, por lo pronto, que las cifras pueden ayudar a explicar el resultado electoral, pero no borran las múltiples carencias en educación, salud y empleo formal, de las que sabemos cada vez más luego de que el cambio estructural, realizado al final de siglo pasado, auspició varias mutaciones tanto en la conformación productiva como en nuestra geografía humana; sin embargo, fue incapaz de generar mayores empleos y de elevar los ingresos. Tampoco mejoró la distribución del ingreso o el consumo social, en nuestro caso articulado por los ámbitos de la salud y la educación.

Renglones que acumulan rezagos y deficiencias, como lo ha documentado con empeño y calidad Gilberto Guevara en materia educativa, y lo han expuesto con excelencia Jaime Sepúlveda y Julio Frenk junto con varios colegas más en el tema del sistema de salud. Asignaturas en las que, como ha ocurrido con gobiernos anteriores, estamos un punto menos que reprobados.

Asumir que se trata de asignaturas pendientes, mal cursadas o de plano reprobadas es un primer paso imprescindible para despojarnos de telarañas y supercherías y afrontar así el gran desafío de construir un Estado social, de bienestar y protección de la cuna a la tumba, como prometieron los laboristas del espíritu del 45 que diría el gran Ken Loach.

Gran acuerdo social que en gran medida se cumplió y ahora reclama a los laboristas del presente retomarlo como la gran promesa del presente siglo. Debería tocarnos a nosotros, sin pensar en Dinamarca, donde todavía manda aquel príncipe del ser y el no ser. Ahora México tiene que ser, pero no podrá serlo en medio de la enfermedad, el desamparo y el analfabetismo.

Cumplir o no cumplir, ese es el riesgo

Antonio Gershenson | La Jornada

Para el segundo millonario del mundo, Elon Musk, el riesgo al invertir su dinero no debería ser ningún problema. Tal vez las pérdidas, por muy grande que éstas sean, con facilidad las puede rescatar. De alguna manera corre riesgo el empresario, por eso es millonario, por su estrategia de inversión.

Sin embargo, Musk, además de sus millones y los innumerables negocios que el acaudalado posee, también es dueño de algo intangible, inconmensurable y definitivo: la decisión. Nos referimos al estilo de generar y gestionar una gran inversión que se traducirá en mayor riqueza para el ciudadano de tres países: Sudáfrica, Estados Unidos y Canadá.

Y si el aumento de su fortuna dependiera de la nación objetivo de la inversión, no dudaría en adquirir la nacionalidad de ese país. En algún momento pudo haber solicitado la naturalización china, ya que sus inversiones eran enormes en ese lugar.

Tesla planificó la construcción de una planta de Megapacks en Shanghái, República Popular China, con una inversión cercana a 207 millones de dólares. Dicha superfábrica ocupará alrededor de 20 hectáreas y se espera que comience a operar en el primer trimestre de 2025.

Su posición como millonario del mundo le permite (él tiene la seguridad) arriesgar en cualquier inversión y en cualquier lugar y, por supuesto, también desistir de ella; tal vez sin importar los movimientos que se generaron con el proyecto; quizá sin tomar en cuenta las necesidades y la expectativa de miles de personas que se ilusionaron con una gran oportunidad de trabajo, de una posibilidad de mejorar económicamente y de un mejor futuro.

Para el millonario, esto –repito– tal vez no lo tenga en cuenta. Pero sí considera el tamaño de su ganancia. Incluso, casi podemos asegurar que el prestigio es algo secundario para el sudafricano. Ya no es vital para su carrera de empresario.

Las pérdidas por supuesto que no las asumirán sus empresas; al contrario, seguramente logre exprimir un poco más al país donde su inversión se convirtió en una promesa alentadora para la economía local.

Los grandes perdedores serán los gobiernos a quienes deje plantado con la suspensión de su inversión. Es el caso del estado de Nuevo León. Dependemos nuevamente de lo que suceda en Estados Unidos después de sus elecciones presidenciales. Es aquí donde, de plano, volvemos a depender de la política extranjera. Definitivamente, nos falta un mundo para lograr la independencia y autonomía económica.

En el capitalismo claro que no existe esa independencia. Y claro que tampoco en ningún otro sistema de producción económica; dependemos los unos de los otros. Pero, sin duda, por lo menos la utilidad y el beneficio para la población es lo más importante.

Como ultramillonario, la tentación de intervenir políticamente en los asuntos de los países no ha estado lejos de las decisiones de Musk. Ahora, como si no supiera lo que le espera a la oposición reaccionaria venezolana, el empresario la está apoyando, haciendo alarde de benefactor para el pueblo del país de Hugo Chávez.

Elon Musk cuenta con un instrumento enorme: su plataforma X. Ya inundó los espacios apostando por el candidato opositor con la seguridad de que Maduro será derrotado.

Con los millones que tiene en sus bancos y en sus empresas, qué le dañaría a Elon la continuidad del actual presidente Nicolás Maduro. No es característica de este millonario preocuparse por el bienestar de la población venezolana ni de ninguna otra.

A través de la red social X, Musk viralizó su mensaje de apoyo al candidato opositor de Maduro. El empresario recibió miles de respuestas Me gusta, así como reposteos y sólo en 30 minutos sumó más de 50 mil reacciones entre sus seguidores.

Ahora tenemos a los millonarios golpeando los intentos de depurar el ejercicio democrático en nuestras naciones latinoamericanas. A cielo abierto, muestran, como en el caso de Musk, la intromisión en las decisiones de los pueblos.

Tenemos la seguridad que lo hace por decirle al mundo soy todo poderoso porque mi juguete X y mis millones me lo permiten. Interviene simulando benevolencia con el pueblo venezolano, no porque le conmuevan las grandes limitaciones económicas que han generado los bloqueos de sus iguales de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y tantos otros, no porque ni siquiera conoce la historia ni los antecedentes políticos del país. Igual como no los conoce en el caso de México y del estado de Nuevo León. Para eso cuenta con su equipo de estrategas de la inversión financiera y de los espacios cibernéticos. La decisión gira en torno a qué tanto arriesga su dinero, no importa qué beneficios va a generar.

En el caso del país bolivariano, deseamos la mejor solución y que triunfe la democracia, así como lo ha hecho en nuestro país, lugar donde la inversión de Musk ha sido un verdadero engaño.

En un punto aparte, agradezco al maestro Antonio Arista Romero, gran impulsor de la Prepa Popular, por su empeño a favor de la educación universitaria, de la democratización de nuestro país y por su legítimo interés en nuestra carrera política como sindicalista.

Colaboró Ruxi Mendieta.

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