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Ternura internacional

Agustín Basave

Proceso

Mientras la invasión rusa a Ucrania incrementa el riesgo de una catástrofe nuclear, la 4T se enreda con el invasor. El acuerdo con Rusia para la exploración espacial firmado hace un año y filtrado hace unos días, que podría involucrar actividades de espionaje, ha provocado un lío de pronósticos reservados. Es lo que sucede cuando la política exterior se maneja con la ligereza del neófito: el presidente López Obrador, en efecto, reaccionó al tema en la mañanera del lunes pasado con insólito nerviosismo, como el niño que se da cuenta de que la granada con la que está jugando a las canicas le puede estallar en la mano. Sin cálculo estratégico, el gobierno mexicano coqueteó con Putin para picarle la cresta a Estados Unidos.

Pero el alarde de improvisación internacional más conspicuo ha sido el “plan” de paz. AMLO es un político ensimismado en México, quien toda su vida desdeñó el entorno global y apenas hace unos meses, ya en la Presidencia de la República, entendió que las relaciones exteriores son importantes. Sobrado, dio entonces un salto mortal pacifista –valga la paradoja– con una propuesta que ni siquiera pasó el tamiz de los especialistas de la Cancillería. Su preocupación por las graves repercusiones económicas de la agresión militar rusa, tan válida como simplista, parió su sugerencia: un comité que instaure una tregua de cinco años formado por el primer ministro de la India, el Papa y el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas. ¿Por qué cinco años y no tres o siete, y qué se haría en ese tiempo para desactivar el conflicto? ¿Por qué Narendra Modi, porque es un gobernante muy popular que le cae bien? ¿Por qué Francisco, si las poblaciones de Rusia y Ucrania son mayoritariamente ortodoxas?

AMLO anunció su ocurrencia sin antes desplegar una estrategia diplomática para sustentarla. Ni siquiera se habló con los mediadores sugeridos para procesar su anuencia; tampoco se hizo la tarea con las dos partes involucradas, y menos con otros países que podrían apuntalar la formación del comité. El “plan” fue desechado por Ucrania por la vía de una suerte de oficialía de partes tuitera. Y tras de la descalificación ucraniana el canciller estadunidense, Blinken, dijo algo que, probablemente sin proponérselo, sepultaba la iniciativa mexicana: “Si Rusia deja de pelear, se acaba la guerra; si Ucrania deja de pelear, se acaba Ucrania”. Y digo que no creo que se lo haya propuesto, porque seguramente no la tomó en serio, pese a que Marcelo Ebrard la depuró un poco y la matizó bastante al presentarla en la Asamblea General de la ONU. El propio AMLO se quejó de que nadie la apoyó. Sigue sin comprender que la globalidad es una urdimbre compleja y que para abordarla se requieren destrezas y saberes de los que él carece.

Es difícil, por lo demás, procurar una intermediación desde la parcialidad. Sí, la postura de México en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea ha sido crítica de las acciones más agresivas de la Federación Rusa, pero el observador menos perspicaz infiere de sus dichos mañaneros que el corazón de AMLO está con Putin y no con Zelenski, cuya nominación al Nobel de la Paz recibió una condena más categórica que la que nuestro país anunció respecto de la anexión de varios territorios ucranianos por parte de Rusia. Se trata, dicho sea de paso, de una mal disimulada rusofilia que resulta difícil de asimilar: que algunos regímenes latinoamericanos que han recibido de Moscú ayuda económica y de otras índoles defiendan a su presidente es comprensible, pero que lo haga AMLO, quien al parecer no tiene ese tipo de nexos, sólo se puede explicar por una solidaridad extralógica.

Con todo, el sesgo putinesco no es el problema de fondo. Lo es, como señalé antes, el desconocimiento del contexto mundial y de los instrumentos de la diplomacia y, peor aún, la soberbia de no pedir asesoría a los expertos. Varias veces ha dicho AMLO que lo peor que puede pasar en política es hacer el ridículo; pues bien, eso se aplica también a la política exterior, y ya le tocó a él. Un estadista debe tener al menos un entendimiento básico del (des)orden internacional y del funcionamiento de las relaciones entre los Estados que lo forman. Y si no lo tiene debe poseer la humildad de escuchar a los que sí saben, o de plano de abstenerse de buscar protagonismo global. AMLO podría verse en el espejo de Echeverría, quien al menos viajaba al extranjero.

Se vale criticar a la ONU, que sin duda tiene deficiencias y vicios que erradicar. Se vale cuestionar, en corto y con respeto, a los gobernantes de otros países que no pudieron evitar la guerra. Lo que no se vale es pontificar desde la arrogancia pública y con una ignorancia flagrante de los mecanismos y los antecedentes más elementales. AMLO decidió ignorar al resto del mundo y debe reconocer sus limitaciones. Si suele regodearse aleccionando burlonamente a sus opositores cuando cometen errores, y ha llegado a llamarlos “ternuritas” por actuar sin oficio o astucia, bien podría recibir el mismo epíteto de ellos en este caso y por las mismas razones. Así como él les aconsejó actuar con sagacidad, ellos pueden darle el consejo de quedarse en los asuntos domésticos que sí domina. O ya de perdido resignarse a no ser el factótum de la paz en un planeta del que sólo entiende una pequeña parte, al que acecha una hecatombe que él no podría atender porque en ese terreno le gana –dicho sea con todo respeto, como él dice– su incompetencia.

Juegos de poder

La soberbia del general y los diputados patéticos

Leo Zuckermann

Excelsior

Ha generado mucho revuelo, y con razón, la última actuación del general secretario Luis Cresencio Sandoval, al que cada vez más le gusta jugar a la política.

La comisión de la Defensa Nacional de la Cámara de Diputados lo invitó a una reunión para explicar el hackeo de seis terabytes de información del Ejército mexicano. El titular de la Defensa se negó a acudir a la sede del Congreso y, en su lugar, invitó a la susodicha comisión a sus oficinas para platicar del tema.

Luego nos enteramos que el general de cuatro estrellas suspendió esta reunión. Tuvo que salir el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, a sacarle las castañas del fuego. Dijo que la junta se había cancelado porque el diputado Sergio Barrera Villanueva, de Movimiento Ciudadano y secretario de la Comisión de la Defensa, se había dirigido en términos irrespetuosos al jefe del Ejército.

Acto seguido, el legislador dio a conocer la misiva que había enviado a Sandoval. De irrespetuosa no tiene nada. Es una carta amable, considerada y decente. Francamente no entiendo qué es lo que le molestó al general secretario. Parece más bien un pretexto para no ir al Congreso a hablar de un asunto tan vergonzoso como el hackeo al Ejército.

Y es, por supuesto, un desplante del general secretario. Primero, no quiere ir a las instalaciones de uno de los poderes de la Unión. Luego cancela la reunión que habría en su oficina.

No se ve nada bien. La palabra soberbia es la primera que viene a la mente.

Parece que Sandoval no quiere rendirles cuentas a los representantes de la nación. Es cierto: su superior jerárquico es el Presidente, en calidad de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Pero también es cierto que, como miembro del gabinete, está sujeto a una serie de controles y fiscalizaciones del Congreso, entre ellas informar cuando sucede algo grave. Y aquí vaya que sucedió algo muy relevante: los hackers de Guacamaya invadieron el terreno de los datos del Ejército y se robaron las comunicaciones de la institución castrense.

El Congreso no sólo tiene el derecho, sino la obligación de investigar qué es lo que pasó y quiénes son los responsables.

Sin embargo, el presidente López Obrador ya dijo que él no creía conveniente investigar y sancionar al Ejército por el hackeo. Parece que el general secretario le tomó la palabra y se niega a rendirle cuentas al otro poder que, por cierto, aprueba cada año su presupuesto.

Ha resultado patético observar la reacción de diputados de Morena y PT defendiendo más al general secretario que a la institución en la que ellos laboran. No se dan a respetar como miembros de un poder del Estado. Se ponen, como urracas, a repetir lo que dice el Ejecutivo, en lugar de hacer un frente unido con la oposición a fin de salvaguardar la soberanía que representan.

“No señor general, con todo respeto, usted no puede tratar así a esta Cámara del Congreso. Nosotros no somos soldados y tenemos las facultades constitucionales para convocarlo a platicar en nuestro recinto”. Pero no. Los diputados se comportan precisamente como soldados y le aprueban a las Fuerzas Armadas todas las legislaciones que envían para incrementar su presencia pública. Les transfieren poderes que les corresponde ejecutar a los civiles. ¿Quieren una aerolínea comercial, pero la ley lo prohíbe? No hay problema, cambiamos la ley ipso facto. ¿No quiere venir el general secretario a San Lázaro? No hay problema, nosotros vamos a su oficina. ¿Prefiere cancelar la reunión? No hay problema, nosotros salimos a los medios a justificarlo.

Se trata de una falta de respeto no sólo a ellos mismos, que no han entendido la función que tienen en una democracia, sino a los ciudadanos que nos representan. ¿Dónde están los pesos y contrapesos para evitar los abusos de poder incluidos los que llevan a cabo los militares?

Se equivoca el general secretario al aparecer como soberbio en su actuación. Pero no me sorprende. Los militares están muy empoderados. Este Presidente les ha abierto las puertas para que cogobiernen en el país. Hace poco, el Congreso les regaló una reforma constitucional para quedarse en labores de seguridad pública hasta el 2028. Algunos legisladores de oposición la apoyaron con la condición que las Fuerzas Armadas le rindan cuenta a los civiles, incluido al Congreso. Todavía no se aprueba esta reforma en los congresos locales, cuando ya estamos viendo que a los militares les vale un pepino comparecer en el Poder Legislativo. Y, del otro lado, hay muchos legisladores que prefieren hacerle la barba al Ejército antes que pedirles cuentas. Patético.

Arsenal

El vocero del general

Francisco Garfias

Excelsior

Dice el librito de la Secretaría de Gobernación, plasmado en su página de internet, que la dependencia atiende el desarrollo político del país. Pero también que coadyuva en la conducción de las relaciones del Ejecutivo con los otros poderes y los demás niveles de gobierno, para fomentar la convivencia armónica y la paz social.

Sin embargo, Adán Augusto López Hernández, titular de esa secretaría, lleva a la práctica esos principios al revés. En lugar de fomentar la armonía, se pelea con los gobernadores de oposición y los llama “hipócritas”. No le parece que se opongan a que los militares permanezcan en tareas de seguridad pública hasta el 2028 y que, al mismo tiempo, pidan el apoyo de soldados y marinos en el combate al crimen organizado en sus estados.

Adán se ha convertido en vocero del general Luis Cresencio Sandoval en su diferendo con diputados del MC que le reprochan no querer rendir cuentas del hackeo a la Sedena en el Palacio Legislativo. Los llama “irrespetuosos”. Nada dice, por el contrario, cuando gobiernos de Morena, como el de Cuitláhuac García en Veracruz, detienen a opositores (caso Del Río Virgen), o hacen valer un delito propio de dictadores: ultrajes a la autoridad.

* El río amenaza con desbordar. El senador Dante Delgado, hombre fuerte del MC, declaró ayer “rotas” las relaciones de su partido con el secretario de Gobernación. Dijo en un pronunciamiento: “Rechazo enérgicamente la frivolidad y la manera pendenciera con la que el secretario de Gobernación incumple su responsabilidad de ser el enlace del Poder Ejecutivo con los Poderes de la Unión y los gobiernos regionales”.

Dijo más: “Vergüenza le debería dar al secretario de Gobernación, al ser el responsable de la política interior, avalar que la delincuencia organizada tenga el control real de regiones en entidades gobernadas por Morena. Sobre todo, que continúe aplaudiendo o festejando la manifiesta incapacidad del gobierno federal, al estar subordinado a acciones de la Secretaría de la Defensa Nacional”.

Al ser cuestionado sobre el estado que guarda la relación de MC con la Secretaría de Gobernación, Dante respondió: “La relación está rota, porque así lo dispuso el gobierno de la República desde el principio. No vamos a caer en la ingenuidad de solicitar audiencias para que le den el trato de bateo político que le han dado al Partido Acción Nacional”.

* Una vez más quedó de manifiesto el desprecio del presidente López Obrador hacia el Legislativo. Se volvió a ausentar, sin explicación, de la entrega de la Medalla Belisario Domínguez 2020 a integrantes del Sistema Nacional de Salud. Ni representante mandó. Es la primera vez que se entrega el máximo galardón que otorga la Cámara alta a un sector de la sociedad. Médicos, enfermeras, camilleros y demás personal de Salud que se jugaron la vida –no pocos la perdieron– durante la pandemia. A causa de ésta tuvieron que esperar dos años para celebrar la ceremonia de reconocimiento y la entrega física de la medalla. Sí asistieron, en cambio, Arturo Zaldívar, presidente de la SCJN; Santiago Creel, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. En primera fila vimos a Pedro Zenteno Santaella, director del ISSSTE y los titulares de los institutos nacionales de Salud también fueron testigos de la deslucida ceremonia.

El año pasado, López Obrador tampoco quiso asistir a la entrega de la presea, en su versión 2021, a doña Ifigenia Martínez, su compañera de lucha. El pretexto fue que allí iba a estar la senadora Lilly Téllez, quien lo llamó “violador serial de la  Constitución”, y pidió enfrentarlo. El argumento de López Obrador: “No voy a asistir, porque una legisladora convocó a que me falten el respeto en el Senado”.

Esta vez la medalla no le fue entregada a un médico o una enfermera, sino al presidente municipal de Comitán, Chiapas, Antonio Guillén Domínguez. En ese municipio se encuentra la Casa Museo Doctor Belisario Domínguez. ¿Le encuentra sentido? Yo no. Le preguntamos al senador del PRI, Jorge Carlos Ramírez Marín, sobre la ausencia del primer mandatario. Respondió: “No tenemos ninguna explicación, no conocemos las circunstancias. Ya no digamos que es inusual, es histórico que el Presidente no venga a la entrega de la más alta condecoración civil que se entrega en México. “Deberíamos pedirle a la Junta de Coordinación Política que nos dé razón de por qué no tuvimos a un representante del Ejecutivo en esta ceremonia de los poderes, reforzando el reconocimiento que el Poder Legislativo hace a una persona en específico”. El personal de Salud mexicano merecía ese simbólico gesto del Presidente. Pero nomás no llegó.

Astillero

¿Resucitación aparente del PRI? // Alito, milagroso // Dos precandidatas // Tamaulipas, ¿cambio?

Julio Hernández López

La Jornada

De pronto, la cúpula del Partido Revolucionario Institucional (PRI) parece haber vuelto a la vida electoral, a la esperanza de triunfos o cuando menos premios de consolación. De un estado casi latente en que se había mantenido durante los dos primeros tercios del obradorismo ha saltado, sin mayores obstáculos, a una aparente normalización: foros para discutir el futuro del país, discursos emotivos, proclamas futuristas y precandidaturas presidenciales.

La recolocación priísta en el foro tiene como antecedente inmediato y propiciatorio la especie de rehabilitación que ha sucedido luego de que la mayoría de las bancadas de tres colores en las cámaras federales votaron a favor de la continuidad militar en la Guardia Nacional.

La rehabilitación alcanzó al político con mayor densidad judiciable hasta hace semanas, Alejandro Moreno Cárdenas, autodenominado Alito, quien ganó una impunidad ostentosa, pero también a sus compañeros legisladores y a la militancia priísta en general.

En ese tenor, en las horas recientes se han producido (o, con más precisión, se han confirmado, pues expresiones previas en ese sentido ya se habían hecho) dos autodestapes priístas a la Presidencia de la República . La primera ha sido Beatriz Paredes Rangel, poseedora de una larga historia política que comenzó con Luis Echeverría Álvarez, quien llegó a la Presidencia de la República más de medio siglo atrás. La siguiente fue Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari, hija de quien fue gobernador de Guerrero, José Francisco, asesinado en el 1994 sangriento de finales del salinismo, y sobrina del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.

Claudia, por cierto, usa el apellido compuesto del padre, Ruiz Massieu, pues este fue hijo del doctor Armando Ruiz Quintanilla y María del Refugio Massieu Helguera, escritora y periodista. Pero no usa el Salinas de Gortari, también compuesto (el padre de su madre, Adriana Salinas de Gortari, fue Raúl Salinas Lozano), sino sólo el Salinas cuando, en buena lid heráldica, parecería justo usar ambos apellidos compuestos.

Por lo pronto, el muy discutible relanzamiento priísta pareciera incapaz de proponer alternativas de futuro. Paredes evoca la más depurada práctica priísta tan repudiada en las urnas. Ruiz Massieu Salinas (de Gortari) de inmediato ha provocado esperanza en el debilitado segmento ciudadano que considera positivas las hechuras del salinismo. Otro aspirante, Enrique de la Madrid, también tiene como nomenclatura distintiva la correspondiente a su padre, Miguel de la Madrid, iniciador de la etapa neoliberal en México, consolidada por Salinas.

En otro tema: el Presidente de la República llevó a Tamaulipas a miembros de su gabinete para anunciar un Plan de Apoyo al gobierno morenista de Américo Villarreal. La reunión, realizada en Ciudad Victoria, se retrasó casi media hora debido a que López Obrador había tenido una conversación telefónica con Joe Biden.

Tamaulipas, hasta ahora, ha vivido bajo la realidad del predominio de grupos delictivos con diversas denominaciones. Los gobernadores han sido meros gerentes del negocio más relevante. Algunos de ellos están o han estado en la cárcel por sus vínculos o entendimientos con los cárteles. Otros, como Egidio Torre, consumieron su tiempo constitucional con chaleco antibalas, lo más alejado posible de cualquier punto de confrontación con la maña que había ejecutado a su hermano, Rodolfo, cuando éste era candidato priísta a gobernador.

Ya se verá si la llegada de Américo Villarreal al gobierno de esa entidad norteña significa un cambio de fondo, una recuperación del poder civil o, simplemente, se traduce en un cambio de equipos administradores, especulación esta última a la que ciertos hechos preocupantes abonan.

Y, mientras la fiscalía federal especializada en delitos electorales ha citado a Pío López Obrador a comparecer, en carácter de imputado, por los videos relacionados con entrega de dinero por parte de David León, de la oficina del entonces gobernador de Chiapas, Manuel Velasco.

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