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Estado de derecho: ¿fin de ciclo?

Ernesto Villanueva

Proceso

En México, en sus grandes trazos, sigue existiendo un estado de derecho con fallas e insuficiencias, pero con vías para que su existencia no perezca. El reto central ahora, de cara al proceso electoral de 2024, es una cuestión que pasa por el estado de derecho.

Un prerrequisito fundamental de una democracia es la existencia de un robusto estado de derecho, de un sistema de normas jurídicas que establezca derechos y obligaciones por las instituciones con atribuciones para ello y donde haya una razonable identidad entre lo establecido como debido y los hechos efectivamente acaecidos.

En México, en sus grandes trazos, sigue existiendo un estado de derecho con fallas e insuficiencias, pero con vías para que su existencia no perezca. El reto central ahora, de cara al proceso electoral de 2024, es una cuestión que pasa por el estado de derecho.

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, ha dado suficientes señales de su postura: a) “La justicia está por encima de todo. Si hay que optar entre la ley y la justicia, no lo piensen mucho, decidan en favor de la justicia” y b) “Y que no me vengan a mí de que la ley es la ley, no me vengan con ese cuento, no”.

El tema requiere analizarse porque es complejo. Veamos.

Primero. Es verdad que la propia Constitución y la ley establecen atribuciones coercitivas para que las autoridades judiciales y administrativas puedan cumplir y hacer cumplir la ley. Existen lo que se llama sanciones, es decir, reacciones jurídicas a las conductas contrarias a la establecidas como debidas por la Constitución y las leyes. La Constitución y la ley parten del supuesto de que cada uno de los poderes se conducirá de acuerdo con la Constitución. El punto es qué pasaría si eso no sucede, aunque debiera suceder. En temas relacionados con mi área de interés, se ha visto cómo el Poder Legislativo ha hecho caso omiso de la orden de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para reformar o crear una nueva ley general de comunicación social. Simple y sencillamente no ha habido una consecuencia a ese incumplimiento que está contemplado dentro del título de delitos que van del artículo 261 al 271 de la Ley de Amparo. En este caso concreto, la SCJN ha dado por buenos los argumentos de por qué no se ha cumplido su sentencia de reforma de la vigente ley de comunicación social.

Segundo. Se advierte en estos años un ejercicio intensivo de demandas judiciales y de amparos por actos de autoridad donde puede haber, sin duda, casos injustos, pero legales. La autoridad judicial no atiende o no debe tomar en cuenta razones filosóficas, morales o ideológicas, sino que debe llevar a cabo una actuación técnico-jurídica, donde puede haber causas injustas, y si a ello se suma que, salvo honrosas excepciones, los abogados del gobierno no son precisamente litigantes y expertos en materias en las que debieran tener conocimientos vastos, las cosas se complican más.

Cada día que pasa hay la convicción presidencial de que las órdenes judiciales federales contrarias al interés que representa una institución del gobierno de la 4T es una estrategia política, no un problema de contestación de las demandas, de pericia legal y de la existencia de un amplio número de leyes cuyos artículos son invocados por los abogados de las empresas que se sienten afectadas por los actos de autoridad del gobierno.

Generalmente las demandas de las empresas son animadas por la defensa de un interés particular. Que debieron elaborarse y aprobarse de mejor manera muchas leyes y partes del texto de la Constitución, sin duda. Pero se actúa con lo que existe, no con lo que debería existir. En política se juzga por resultados no por buenas intenciones y apego a la moral pública. Y ese dato es importante porque la 4T no se detendrá para seguir en el poder ni va a dejar los instrumentos a su alcance para ese propósito. La desobediencia de las sentencias del Poder Judicial requiere necesariamente de los demás poderes de la unión, especialmente para hacer cumplir las respectivas sanciones, pero la interrogante central es qué pasaría si las otras instituciones hacen caso omiso de las órdenes judiciales. Alguien me diría que se haría del conocimiento del superior jerárquico para que ordenara a su subalterno cumplir el mandato judicial, pero si éste tampoco cumple las ordenes legítima y legalmente ordenadas por un juzgador, no habría en términos prácticos nada que hacer. ¿Si se hace del conocimiento de la Fiscalía General de la República para que proceda contra un servidor público infractor y no lo hace, qué pasaría? En última instancia, solicitar la remoción del fiscal general al presidente de la República para que proceda a ese efecto por causa grave en los términos del artículo 102 constitucional, pero sería prácticamente imposible que el titular del Ejecutivo actuara en consecuencia. En la vida real no pasaría nada, al margen de las palabras de desaprobación, visitas a la OEA y todo tipo de manifestaciones y reflexiones sobre el valor del estado de derecho por la comunidad jurídica y una parte política, pero que no son vinculantes y, peor aún, carecen de la empatía de la mayor parte de la población que no entiende ni quiere entender del tema.

Tercero. El año entrante terminará el periodo de cuatro de los 11 consejeros del INE. Lo esperable es que la 4T haga exactamente lo mismo que ha hecho con otros organismos autónomos constitucionales: no proponer ni, en consecuencia, hacer nombramiento alguno, sino que se quede con siete, con los que puede seguir funcionando. Y con el valor agregado de que con estos siete mejoraría sustancialmente la correlación de fuerzas a favor de Morena. Se requiere mayoría calificada de la Cámara de Diputados para esos nombramientos y ningún grupo partidista la tiene. Eso sucederá con toda probabilidad, salvo que haya una reforma en donde la oposición ceda a varias de las demandas de Morena, en cuyo caso tendrá que valorar qué es mejor: si la reforma posible o dejar las cosas como se observa ahora que pasarán, en un contexto en principio favorable a Morena. Por supuesto, la oposición tiene los espacios mediáticos para denunciar esta circunstancia, pero después de cuatro años el gobierno está vacunado contra las críticas mediáticas y, contra la lógica, fortalecería su posición.

Nadando entre tiburones

El principal opositor al próximo presidente

Víctor Beltri

Excelsior

Las imágenes de los últimos días no son sino un atisbo al futuro que nos espera. Los acarreados, la compra de votos, la violencia en las urnas para elegir al Comité Ejecutivo Nacional de un partido que se sigue entendiendo, a sí mismo, más como la secta que sigue a un iluminado que como una opción política viable para la sociedad entera.

Para nadie será sencillo administrar el desorden imperante en Morena; para nadie lo será menos —aún— para quien resulte ser ungido, como candidato, por el Presidente de la República. Morena no es un partido con lineamientos, ideología y estructura, sino el movimiento surgido en torno a un líder sin mayor preparación, ni bases, que el resentimiento que les ha unido durante años. A eso se dedican, y eso es lo que han seguido fomentando: quien resulte designado como candidato tendrá —por fuerza— que seguirse conduciendo así, si es que le interesa el apoyo incondicional del Presidente de la República. Aunque no le convenga.

El Presidente conserva su popularidad, aunque su gobierno no haya sido capaz de solucionar los problemas del país pese a su poder absoluto, popularidad y conocimiento del territorio. Al Presidente se le festeja cualquier cosa —y su palabra es la ley— aunque su partido no haya logrado sentar las bases para que su pensamiento e ideales —si es que existen como tales— trasciendan más allá del término de su mandato. El Presidente se agota, natural y constitucionalmente: Morena, en unos cuantos años, no será sino un membrete electoral; el “obradorismo”, así como la mal llamada “cuarta transformación”, durarán —si acaso— un poco más, defendiendo el legado de un líder incapaz de entender su papel y aceptar sus propios errores.

Los problemas vendrán, sin embargo, un poco más tarde. Las políticas públicas de este gobierno no han brindado resultado alguno, y resultarían no sólo ridículas, sino peligrosas, para cualquier otra administración que pretendiera continuar con ellas: el Presidente envejece, y su periodo se acaba —mañanera tras mañanera— sin que haya logrado resolver uno solo de los grandes problemas nacionales. El pueblo bueno lo sabe, aunque prefiera seguir creyendo en el Presidente; el Presidente lo sabe de sobra, aunque prefiera seguir engañando a la ciudadanía con sus cuentos cotidianos.

Las corcholatas también lo saben, aunque por el momento prefieran no hablar de ello: el esfuerzo —por lo pronto— se trata de conseguir el dedazo del amado líder, tan sólo por unos meses: después, ya lo veremos. Las políticas actuales no son más que ocurrencias absurdas, que habrían derruido a cualquier gobierno sin tanto control, por un lado, ni con tan poca oposición, por el otro. Quien asuma el poder en el 2024, provenga del partido que sea, tendrá a su predecesor como su principal adversario: quien asuma la Presidencia, en un par de años, sabe desde hoy de dónde vendrán los ataques en su contra. El Presidente, en su ego y soberbia, ha contaminado tanto la arena pública —y ha hecho su presencia tan ubicua— que está forzando a que su sucesor le desconozca. Y así será.

Lo que funciona para uno no funciona para todos, y lo que en su momento levantó el interés general hoy está llegando a un agotamiento infranqueable. La jefa de Gobierno, por su parte, sabe que los “abrazos en vez de balazos” no sirven para la ciudad que hoy gobierna; el canciller, por la suya, preferiría un gobierno más progresista y comprometido con las causas sociales. El titular de Gobernación sabe que no tiene el carisma para mantener el ejercicio de las mañaneras; el presidente de la Jucopo, que no cuenta con el valor para enfrentar a su propio mentor.

La prueba, en este momento, no es para el gobierno, sino para el sistema democrático que hemos construido entre todos y cuyo sustituto es el que nos mostró Morena en sus procesos internos. La democracia que permitió la llegada de los ineptos; la misma democracia, también, que propiciará su salida en el momento oportuno. Pronto, ya verán.

Juegos de poder

La importancia de los Nachos

Leo Zuckermann

Excelsior

Regreso de vacaciones y hay muchos temas que comentar. Sin embargo, en esta primera entrega, quiero referirme a la muerte de Ignacio Marván, no desde el punto de vista personal, que naturalmente me causa mucha tristeza, sino de lo que representa la pérdida de un tipo como él.

Nacho fue un hombre inteligente y culto con el que se podía debatir a gusto. Era apasionado, pero también respetuoso de sus contertulios. Tenía, sobre todo, un gran sentido del humor. Su risa era pegajosa. Tuve el enorme privilegio de sentarme muchas veces en la misma mesa a discutir con él sobre múltiples temas, tanto en privado como en público. Desde luego que teníamos diferencias. Sin embargo, siempre fueron charlas agradables donde iban y venían argumentos y datos.

Sabía, como pocos, del régimen político mexicano. Lo había estudiado desde un punto de vista histórico. Sin embargo, era de esos analistas que también conocían el animal por dentro. Había sido parte del equipo capaz y lúcido de Manuel Camacho. Luego ayudó a López Obrador. De esta forma, conocía la política mexicana como pocos.

Yo no tengo dudas: Nacho Marván era un demócrata liberal de izquierda. Nunca se creyó dueño de la verdad absoluta. Siempre demostró su talento, tolerancia y buen humor.

Cómo se ha perdido eso en estos tiempos de polarización y estupidez en la discusión política. Hoy que los intercambios entre personas con divergencias se reducen a falacias e insultos en 280 caracteres. Qué privilegio haber tenido la oportunidad de tener debates de altura, sin pedantería intelectual, con gente como Nacho Marván.

Solamente lo vi perder la compostura una sola vez en mi vida. Y el momento también es muy significativo en nuestra vida pública. Fue en 2006, después de aquella elección presidencial que le ganó Calderón a López Obrador por un pelito. Nacho, como representante de la campaña lopezobradorista, había participado en el recuento de los votos en un estado y quedó convencido del supuesto fraude que propagaba AMLO desde el domingo de la elección.

Yo siempre me mostré más escéptico de la existencia del supuesto fraude. Demandaba pruebas, pruebas que nunca se presentaron. Por esos días participé en un programa de televisión con Nacho sobre la elección conducido por Héctor Aguilar Camín. Las cosas se calentaron. Marván, muy alterado, perdió la paciencia. Al final del programa se levantó muy enojado, nos gritó y se fue como un huracán.

Menciono este momento por la herida que dejó esa elección en la vida pública del país. Ahí comenzó una división que se ha agudizado con el tiempo. Ya nunca fuimos iguales. Hasta un tipo tan respetuoso y simpático como Nacho había perdido la ecuanimidad que lo caracterizaba. Luego, por supuesto, regresamos a ser tan amigos como siempre y seguimos compartiendo mesas de debate.

El 2006 dejó muy dolida a la gente de izquierda como Nacho. Por eso, recuerdo con alegría su emoción cuando finalmente López Obrador ganó la Presidencia en 2018. “No pensé que llegaría a ver este día”, dijo, si no mal recuerdo, frente a las cámaras de televisión con un nudo en la garganta.

Sin embargo, con la inteligencia que lo caracterizaba, Nacho nunca cayó en el fanatismo lopezobradorista. Sí, defendía a este gobierno, pero no lo idolatraba. Podía ver y reconocer algunos de sus errores. Esto nos permitió seguir debatiendo, sí, con pasión, pero también con argumentos y evidencia, tal y como veníamos haciendo desde las épocas de Fox.

Qué difícil es hoy sentar en una misma mesa a debatir a gente que piensa diferente. Me preocupa mucho cómo se está perdiendo la capacidad de escuchar opiniones opuestas. En la actualidad, todo se reduce a gritos y sombrerazos de payasos incultos que tratan de llamar la atención escupiendo insultos al de enfrente.

Todavía hace unos años, incluso después de la fractura de 2006, se podían organizar mesas con adversarios que se escuchaban e incluso bromeaban entre ellos. Recuerdo, por ejemplo, debates que organicé en la radio con el propio Nacho representando a la izquierda, Enrique Jackson al PRI y Juan Ignacio Zavala del PAN. Era una delicia. Quién hubiera pensado que este tipo de ejercicios serían cada vez más difíciles de coordinar.

Es una lástima. Si antes era posible era gracias a los Nachos que había en todo el espectro político mexicano. Gente brillante, culta, tolerante y con sentido del humor que intercambiaban sus ideas sin aires de suficiencia. Por desgracia, algunos de ellos se están muriendo como mi querido Nacho Marván.

Cómo los estamos extrañando.

Astillero

Involución en Morena // Oportunismo y trampas // Movilizaciones incentivadas // Corregir, sin simulación

Julio Hernández López

La Jornada

Es una operación de rediseño político-electoral profundo. Con la vista puesta en 2024, el partido en el poder decidió entregar buena parte del control de sus estructuras regionales a grupos de poder tradicional que convirtieron las convenciones distritales de sábado y domingo en espectáculo confirmatorio de que el partido Morena, como esperanza de regeneración nacional, ha sido inoculado en sentido involutivo por fuerzas a las que decía combatir, en aras de una aparatosa movilización y afiliación (mucho, al estilo del periodo clásico del peor priísmo) que debería revisarse con genuino sentido crítico y correctivo.

Lo sucedido no es un accidente ni debe ser adjudicado a la siempre oportuna retórica de los infiltrados o los provocadores, que seguramente hubo pero no de manera determinante ni impropia, pues estas convenciones distritales fueron predeterminadas por la voluntaria apertura de puertas a quien quisiera, con sólo expresar a último minuto el deseo de asumirse como morenista (un regalo a caciques y manipuladores, para ejercer acarreo, compra de voto, pase de lista, tacos de boletas y demás tecnología aplicable); sin propósito deliberativo ni analítico, mero ejercicio descarnado del voto instantáneo (eso sí: no todo clientelar); sin padrón oficial ni medidas básicas de seguridad electoral y con la previamente muy denunciada recurrencia a los vicios clásicos del priísmo reinjertado, el perredismo subsistente (Barbosa, en Puebla, un ejemplo sin pierde) y el Verde osmótico (en San Luis Potosí, se metamorfoseó y engulló a Morena).

En realidad, Mario Delgado llevó en estos días a escala nacional y multitudinaria la tendencia que como operador ha mantenido durante su indefendible gestión (a la que llegó de manera ilegítima, por decisión judicial y no de las bases): la entrega de candidaturas y cargos directivos, en muchos casos, a nuevos aliados chapulines, definibles por poderío económico, capacidad de movilización y oportunista y contradictoria decisión de volverse progresistas u obradoristas.

El corporativismo asistencial y la bienvenida a la escandalosa movilización incentivada deberían mover a crítica seria a los genuinos seguidores de Morena y la llamada Cuarta Transformación. No son prendas de la izquierda auténtica las exhibidas en los lugares donde hubo desfile de harapos ideológicos. Las plazas llenas y las largas filas de votantes no corresponden en su totalidad a una evolución natural de la voluntad participativa, sino a un banderazo de salida a los inversionistas expertos en esas prácticas efectistas.

Tampoco es adecuado pretender la justificación gimnástica de lo acontecido, parapetándose tras la valiosa y encomiable participación de ciudadanos auténticamente comprometidos con su causa, ejercitantes de honestidad cívica, o tratar de abatir la crítica y la autocrítica con el argumento de posposición eterna de que se favorece a los adversarios.

En términos cuantitativos, Morena se cargó ayer de afiliados y su padrón y operadores constituyen una advertencia clara a los opositores de que 2024 tendrá una importante fuerza movilizada. Ello, a cambio de comprometer la estructuración de sus directivas (distritales, municipales, estatales y parte de la nacional) y pignorar la asignación futura de candidaturas a integrar el poder nacional.

Es decir, los distritos electorales son el primer escalón de la nueva conformación directiva morenista, que pesará, con todos sus compromisos e intereses grupales, a la hora de postular a aspirantes a cargos de elección, con lo cual la construcción del poder a partir de 2024 estará condicionada por factores ahora aceptados y validados.

Los opositores a la 4T, desde luego, se regocijan y reproducen al por mayor las escenas violentas y las muestras de fraudulencia electoral interna. La historia de PRI y PRD no les da autoridad higienizante, sino todo lo contrario, y en Acción Nacional también se ha vivido una degradación en las prácticas internas.

México SA

América Latina y la guerra // Pobreza extrema aumentará// Oro venezolano: entre ladrones

Carlos Fernández-Vega

La Jornada

Los nocivos efectos de la guerra en Ucrania han pegado muy fuerte, principal pero no exclusivamente, en las naciones europeas que han seguido la pauta marcada por Estados Unidos y, por lo mismo, decidieron sancionar de forma por demás alocada a Rusia. Por el efecto búmeran los habitantes del viejo continente pagan una creciente factura derivada de las decisiones tomadas por sus respectivos gobiernos, los cuales, ya con la crisis desatada y decididos a agudizar el conflicto bélico, ahora a su población recomiendan cualquier cantidad de sandeces: desde lavarse sólo cuatro partes del cuerpo y no utilizar la calefacción, hasta quitarse la corbata para ahorrar desde el punto de vista energético.

Las sanciones a Rusia, con la obvia paternidad estadunidense, han generado una crisis energética y alimentaria de peligrosísimas consecuencias, al tiempo que ha estimulado la inflación a niveles no registrados en cuatro décadas, afectado el ritmo de crecimiento económico, el cual también ha sido golpeado por la pandemia, y el nivel de bienestar de la población.

Resulta obvio que si los gobiernos europeos y el papá de la fiesta se aferran a las sanciones aplicadas a Moscú (que, en el cretinismo total, incluyen desde la no reproducción de música y literatura rusa hasta la no comercialización de Matrioshkas en el viejo continente) la crisis, en sus diferentes variantes, sólo se agudizará y podría pensarse que si ellos se quieren hundir, pues muy su derecho. Sin embargo, el problema es que esas alocadas decisiones no sólo golpean a europeos y gringos, sino que tienen efectos desastrosos en todo el mundo.

Es en este sentido que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) subraya que los países de la región deben fortalecer sus políticas públicas para enfrentar la crisis económica y social por la guerra en Ucrania, pues están ante una desaceleración de la actividad económica, una lenta y desigual recuperación de los mercados laborales y una mayor presión inflacionaria (en especial en alimentos y energía). La conjunción de estos factores agudizará los niveles de pobreza e inseguridad alimentaria.

La distribución del daño económico resulta desigual, apunta la Cepal: intenso en algunos países e industrias y prácticamente nulo en otros. El grado de dependencia de cada nación en materia de petróleo, gas y otros productos primarios determina los impactos de la ruptura del suministro. No obstante, como quedó claro a partir de la pandemia, las interrupciones, aunque sean menores en una región, pueden generar cortes de suministro importantes en lugares lejanos.

De acuerdo con el organismo especializado, en 2022 se prevé un crecimiento anual promedio del PIB regional de 1.8 por ciento, con una tendencia a regresar al lento patrón de crecimiento de 2014-2019 de sólo 0.3 por ciento como promedio anual. La inflación regional, que sigue la tendencia mundial, pasará de 6.6 por ciento en 2021 a 8.1 en 2022. La pobreza aumentaría de 29.8 por ciento en 2018 a 33.7 en 2022, y la pobreza extrema de 10.4 a 14.9 por ciento, respectivamente, lo que implica que 7.8 millones de latinoamericanos estarán en riesgo de caer en inseguridad alimentaria, cifra que se sumaría a los 86.4 millones que actualmente se enfrentan a esta situación en la región.

Salvo en República Dominicana (-0.2 puntos porcentuales), Panamá (-0.8), Ecuador (-0.7) y Bolivia (-1.4), donde se observarían mínimas reducciones porcentuales de la población en situación de pobreza extrema, en el resto de países latinoamericanos y caribeños (29 de 33) aumentará dicho indicador. En el caso mexicano, en 2022 pasaría de 8.3 a 9.4 por ciento, aunque el caso más complicado es el de Colombia, con un avance de 2.5 puntos porcentuales.

Ante tal panorama, dice la Cepal, los países buscan mayor autonomía estratégica en el abastecimiento de productos e insumos. Esta coyuntura representa una nueva oportunidad para dinamizar el proyecto de integración regional, poniendo en el centro la generación de cadenas productivas intrarregionales que reduzcan la excesiva dependencia de proveedores extra regionales.

Las rebanadas del pastel

A los británicos no se les quita lo pirata: primero robaron reservas venezolanas de oro (valuadas en mil 900 millones de dólares y depositadas en Londres por el gobierno constitucional de Nicolás Maduro) y ahora pretende regresarlas, ilegalmente, a la rata Juan Guaidó. Increíble, pero entre ladrones se entienden.

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