Columnas Escritas
Lo que dicen los columnistas

La desigualdad: el elefante blanco en la sala
Alejandra Ancheita *
Proceso
Para entender qué le importa al poder político y al poder económico, tanto a nivel global como nacional, basta con hacer una rápida radiografía de los datos que nos muestran los abismales índices de desigualdad en cuanto a la distribución de la riqueza.
El pulso democrático de una sociedad se puede medir, entre otras formas, identificando qué temas son la prioridad en su agenda pública. Observar con cuidado qué asuntos se visibilizan políticamente es importante no sólo porque eso evidencia las prioridades del debate público, sino porque observar la agenda pública es también una forma de detectar lo que no está siendo importante para los actores políticos relevantes.
En estos días hemos presenciando dos temas que acaparan la atención de medios y las conversaciones políticas: por un lado, el desencuentro entre el exconsejero jurídico de la Presidencia (Julio Scherer) y el Fiscal General de la República (Gertz Manero); por otra parte, la inauguración del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, por el presidente Andrés Manuel López Obrador, y lo que esa enorme obra pública implica (en gasto y en prioridades).
Es sobre este punto es donde quisiera centrar la reflexión: qué es lo importante y qué es lo urgente por atender, depende de establecer con claridad dónde estamos paradas, pues nuestra mirada de lo urgente y lo importante depende del poder que tengamos para resolver el día a día.
Nuestras preocupaciones se definen considerando las libertades y capacidades que tenemos para vivir con dignidad. Eso sin duda es lo importante para la mayoría de la población y debería ser lo urgente para el gobierno mexicano y para el poder empresarial.
Pero para entender qué le importa al poder político y al poder económico, tanto a nivel global como nacional, basta con hacer una rápida radiografía de los datos que nos muestran los abismales índices de desigualdad en cuanto a la distribución de la riqueza. Qué deciden como importante los que tienen poder, no empata con lo que es relevante para el grueso de los ciudadanos.
En el World Inequality Report de este 2022 encontramos que el 10% de la población mundial con mayor riqueza obtiene el 52% de los ingresos mundiales, mientras que la mitad más pobre de la población obtiene sólo el 8% de esos ingresos.
El Banco Mundial reportó que, en todo el mundo, la proporción del total de la riqueza en capital natural renovable (los bosques, las tierras cultivables y los recursos marinos) se está reduciendo y se encuentra amenazada por el cambio climático, además de que hay más probabilidad de que los países de ingreso bajo sufran los impactos más graves por el COVID-19, con una pérdida proyectada del 14% del capital humano total.
Igualmente, sabemos por esa institución internacional que, con datos registrados para 2020, los activos de mercados privados alcanzaron 10.74 billones de dólares o, aproximadamente, el 10% del PIB global. Para el 2025, se estima que se eleve a 17.16 billones de dólares, con Asia en lugar de los Estados Unidos o el Reino Unido como el principal motor de crecimiento.
Esta información nos da un poco de perspectiva cuando volteamos a ver qué pasa en México. ¿Por qué causa tanta indignación entre algunos que se abra un nuevo aeropuerto y en las instalaciones una mujer venda tlayudas? ¿Existe una lectura real, basada en evidencia, de las condiciones de vida de la mayoría de las personas en México? ¿Qué significa ser un país “de primer mundo” para ese sector de unos cuantos privilegiados?
Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el porcentaje de población en situación de pobreza (hasta el año 2020) fue de 43. 9%, lo que equivale a 55.7 millones de personas. El porcentaje de población en situación de pobreza “extrema” fue de 8.5%, lo que equivale al 10.8 millones de personas.
En contraste con estos datos sobre el grueso de personas en nuestra sociedad, sabemos -gracias a la revista Forbes: 2021- sobre las personas más ricas en México: Carlos Slim, con una fortuna de alrededor 55, 930 millones de dólares; Germán Larrea, con una fortuna de 27,110 millones de dólares; Ricardo Salinas Pliego, con una fortuna de 12, 520 millones de dólares; Alberto Bailléres, 10,480 millones de dólares; Juan Francisco Beckmann Vidal, 7,180 millones de dólares; y (la única mujer que destaca) es María Asunción Aramburuzabala, quien acumula alrededor de 5,630 millones de dólares.
Los temas de nuestra agenda pública se desvían en asuntos que no son los realmente sustantivos, y con ello evitamos la discusión política de fondo y la que deberíamos visibilizar: somos una sociedad profundamente desigual y la noción de desarrollo de la mayoría de las personas en este país es clasista, sexista y racista.
Ya el economista Amrtya Sen ha tratado de explicar el concepto del desarrollo desde una perspectiva ética. Es decir, desde la lectura de los derechos y las libertades de las personas, y no desde el índice del Producto Interno Bruto de los países. En uno de sus artículos (titulado “El desarrollo como libertad)” ha planteado que “el desarrollo puede ser considerado como un proceso de expansión de las libertades reales que disfruta la gente y, además, el desarrollo requiere de la eliminación de importantes fuentes de ausencia de libertad, como son: pobreza y tiranía, oportunidades económicas escasas y privaciones sociales sistemáticas, falta de servicios públicos, intolerancia y sobre actuación de estados represivos”.
Tomando en consideración esta mirada crítica del desarrollo y los datos duros que se ofrecen, se hace difícil mantener una discusión hueca y superficial que se basa en prejuicios y en suposiciones. El mundo está enfrentado a una serie de crisis urgentes a atender, la devastación del medio ambiente, la violencia “naturalizada” y la desigualdad abismal que establece qué vidas importan y qué vidas no. En México son las mismas urgencias a resolver, los datos no mienten y nos urgen a centrar la atención en lo importante, que para la mayoria es urgente.
La desigualdad abismal que nos aqueja y nos impone la ausencia de ejercicio de derechos para construir una vida digna es el elefante blanco sentado en la sala que los que tienen poder no quieren que veamos, ni discutamos.
* Directora de ProDESC.
Arsenal
Y mi palabra es la ley…
Francisco Garfias
Excelsior
Otra vez el presidente López Obrador legisla desde Palacio Nacional. Otra vez “recomienda” que no le toquen ni una coma a su iniciativa de reforma eléctrica, que busca regresar el control de esa industria al Estado, en detrimento del desarrollo de generadores privados de energías limpias.
“Mi propuesta es que se considere la iniciativa como la presentamos, que no haya modificaciones, sobre todo en lo fundamental”, dijo en la mañanera.
En estos casi 40 meses de la 4T hemos visto que la palabra del titular del Ejecutivo es ley para los legisladores de Morena. Está por encima de la división de poderes, de parlamentos abiertos, de tratados internacionales firmados.
La bronca es que para cambiar la Constitución se requiere una mayoría calificada (dos tercios de los votos) que la 4T no tiene ni con sus rémoras en el Congreso.
Pero la mayoría oficialista tiene prisa. Quiere que la iniciativa se vote en el pleno este abril. Ayer corrió la versión de que la idea es que se apruebe el miércoles de Semana Santa, para que el jueves ya esté en el Senado. “No es oficial”, aclaró el diputado de Morena, Ramiro Robledo, presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, aunque admitió que la idea es aprobarla este mes.
* Para lograr la mayoría calificada (dos tercios de los legisladores presentes), los morenos apuestan por los votos del PRI. En el otrora partidazo ven el flanco más vulnerable del bloque opositor.
Pero Alejandro Moreno, dirigente nacional del tricolor, ha repetido hasta el cansancio que su partido no va a votar la reforma tal como está; ni antes de las elecciones para gobernador del 5 de junio.
En los planes de Morena no entra ninguna de estas dos condicionantes. Sorprende, entonces, ¿la premura con la que actúa la mayoría oficialista? Parecieran seguros de que ya tienen los votos requeridos ¿Acuerdos en lo oscurito? Es pregunta.
La estrategia del Presidente es presionar a los legisladores con una disyuntiva muy simple: si votan a favor de la reforma eléctrica, representan al pueblo; si votan en contra, respaldan a extranjeros y grupos de intereses creados.
* Otro obstáculo para la reforma son las inversiones extranjeras, en particular las de EU.
El embajador de ese país, Ken Salazar, pide “respeto” a los contratos firmados bajo las leyes que hoy se quieren cambiar. Ya le contestó el primer mandatario. Los contratos “leoninos” serán eliminados, sin indemnización.
En la misma sintonía que el diplomático, les expresó la representante comercial de EU, Katherine Tai.
En una mesa redonda con ambientalistas y empresarios de aquel país, admitió su preocupación por el “deterioro” de la política energética de México que tiende, dijo, a aumentar el control estatal y a la competencia en el sector.
El tema, por cierto, volvió a exhibir diferencias entre el Presidente de la República y el coordinador de la bancada de Morena en el Senado, Ricardo Monreal.
Más ubicado en la realidad del país, el legislador de Zacatecas dijo que si se aprueba, tal como está, la reforma provocaría una “sangría” de muchos millones de pesos.
“Está desinformado, porque no hay pérdidas. Gana el pueblo de México”, reviró AMLO.
El Presidente dijo más: “Si no se aprueba la reforma, van a ser las empresas las que van a fijar los precios y nos va a pasar lo que está sucediendo en España”, asustó con el petate del muerto.
Monreal ya no quiso polemizar. “Escuché la expresión del Presidente por la mañana. Les quiero decir a todos que no voy a confrontarme con él.
“Nunca me voy a separar de su posición política y del movimiento. Voy a actuar con mucha rectitud”, dijo en rueda de prensa celebrada en Chilpancingo, Guerrero, donde acudió a presentar su libro Las Grandes Reformas para el Cambio.
*¿Espías militares rusos en México? “No sé, no tengo información”, aseguró AMLO en la mañanera, cuando le preguntaron sobre las afirmaciones que en ese sentido hizo el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, Glen VanHerck.
De inmediato surgió una pregunta: ¿De veras no sabe nada? Estoy convencido de que sí, pero por obvias razones no puede admitirlo públicamente.
AMLO llevó el tema al terreno ideológico. Dijo que hay que mandar “telegramas” a las potencias extranjeras, para avisarles que México no es colonia de Rusia ni de China ni de Estados Unidos, sino un país, independiente, libre y soberano.
México SA
Cuidado: ¡Ahí vienen los rusos! // VanHerck es Jack D. Ripper // Ken Salazar y T.J. King Kong
Carlos Fernández-Vega
La Jornada
¡Ahí Vienen los rusos, ahí vienen los rusos! es el título de una vieja película cómica (gringa, desde luego: The Russians are Coming, The Russians are Coming!, 1966, en plena guerra fría) cuya trama sólo es una pieza adicional del inagotable cuan anodino arsenal propagandístico estadunidense en el clásico esquema blanco y negro (donde de antemano se sabe quiénes son los buenos), siempre en contra del enemigo del mundo libre. Se trata de una pieza de humorismo político estadunidense perfectamente desechable, pero es útil para entender cómo el imperio se quedó varado en la historia, siempre en la creencia de que él y solo él es el salvador de la humanidad, lo que le da todo el derecho de hacer y deshacer.
Han transcurrido 56 años desde la comercialización de ese bodrio, y en el periodo cayó el Muro de Berlín, se desmoronó la Unión Soviética, se desintegró el bloque socialista en Europa, esas naciones subyugadas por el comunismo se incorporaron al mundo libre y se borró del mapa el Pacto de Varsovia… pero la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sigue ahí para lo que se ofrezca, mientras (versión gringa) los rusos no se cansan de plantar espías por todas partes.
En 1966, año del bodrio referido, el general Glen D. VanHerck –actual cabeza visible del Comando Norte de Estados Unidos– era un niño, pero resulta obvio que, goloso, mamó de propaganda gringa como la difundida en The Russians are Coming! Y le quedó el gusto, porque ahora se le ocurre la excelente idea de hacer un remake de dicha película, con un toque oriental, porque, dice, México es la base de operaciones más grande de las agencias de espionaje ruso, sin dejar de lado que la inestabilidad generada por el narcotráfico crea condiciones que pueden ser aprovechadas por agentes de Rusia y China que afectan nuestra seguridad nacional.
¡Brillante! Un Óscar para el general que no aporta una sola prueba de sus dichos (y los integrantes del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado estadunidense, ante los que el milico compareció, tampoco se mostraron interesados en abundar en el tema), pero que de cualquier manera asegura que México está abarrotado de espías rusos y, de pasadita, chinos (también malos en el remake), ambos “en contubernio con el narco autóctono”.
Ya picado, VanHerck (quien, guardada toda proporción, bien pudo ser el general Jack D. Ripper, aderezado con el nazi Dr. Strangelove) debería hacer otra película que podría titularse Con sangre en la boca, porque si alguien tiene regados espías y agencias de inteligencia por todo el planeta es, precisamente, el gobierno de Estados Unidos, el cual, dicho sea de paso, no sólo ha utilizado al narcotráfico para financiar sus múltiples guerras (en Nicaragua, por ejemplo), sino que ha destrozado a un sinnúmero de países en nombre del mundo libre.
En esa película, el general podría incluir al embajador Ken Salazar en un papel de esposa celosa y cornuda, toda vez que el diplomático sombrerudo se siente ofendido por la reciente instalación en la Cámara de Diputados del Grupo de Amistad México-Rusia (idéntico al que 24 horas después se estableció con Estados Unidos). Pero nada le quita el sentimiento de cornudo ni lo metiche, pues ante los inquilinos de San Lázaro reclamó por la cercanía de los gobiernos mexicano y ruso, algo que, dijo, nunca puede pasar, al tiempo que exigió unidad bilateral en contra de los malos para rechazar la guerra; el futuro de nuestras naciones está aquí, no en Rusia, y por lo mismo quiso obsequiar un mapa de México fechado en 1846 y una copia del Tratado de Guadalupe-Hidalgo de 1848 para recordar por qué estamos muy orgullosos de que nuestros países se acercan cada día más y celebren nuestra relación sólida y próspera.
Por cierto, los conocedores del séptimo arte dicen tener indicios de que antes de su exitosísima carrera diplomática (sólo ha sido embajador en México), Ken Salazar trabajó en el cine, concretamente en la película Dr. Strangelove (de Stanley Kubrick, 1964), en la que obtuvo el papel del comandante T.J. King Kong (erróneamente atribuido a Slim Pickens), quien, trepado en una bomba nuclear y al estilo texano, decide explotar una bomba nuclear, en nombre, claro está, del mundo libre.
Las rebanadas del pastel
Y a todo esto, ¿qué dicen en Palacio Nacional? Parece que a veces no se entiende lo suficiente; hay que mandarles telegramas avisándoles de que México no es colonia de ningún país extranjero. Somos un país libre, independiente, soberano, y no colonia de Rusia, China o Estados Unidos.
