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¿Por qué septiembre, mes patrio, iniciaba con el “día del Presidente”?

Francisco Javier Acuña

Excelsior

El Presidente de la República: jefe de las instituciones, “la primera magistratura del país” posee un vestuario preciado y codiciado: el ropaje constitucional de máxima autoridad confirmada por la ostentosa banda presidencial y, además, una coraza que le evita la exposición directa a sus opositores en medio de una ceremonia que confirme la finalidad de la sujeción presidencial a la exigencia de explicaciones a nombre de la sociedad.

¿Cómo y cuándo se formó la fábrica de una devoción oficial al Presidente? (Al margen de las estridencias demenciales de Antonio López de Santa Anna, quien se hizo llamar alteza serenísima) La tradición histórica arrancó en el Porfiriato que colmó de confeti, aplausos, loas, besamanos y banquetes el día del informe presidencial celebrado a partir de 1877, el 16 de septiembre; fecha clave, justo la mañana siguiente al Grito de la Independencia, solemnidad decretada en dicha fecha sólo por coincidir con el cumpleaños del general Porfirio Díaz, presidente de México, fórmula con la que se fundió en la figura presidencial la mística de la patria y, como resultado, la “infalibilidad” presidencial y su condición de “intocable”.

Pero desde una perspectiva democrática, ¿cuándo comenzó jurídicamente la era de la incuestionabilidad presidencial? Fue en aquel informe de 1988, el último de Miguel de la Madrid, cuando quedó atrás la regla de oro: “al Presidente, nadie lo interrumpe y menos le reprocha o le reclama”. Ese alguien fue el controversial Porfirio Muñoz Ledo, entonces diputado federal. A partir de entonces, las protestas antes y durante la lectura del informe presidencial fueron la constante; en el trágico 1994, las protestas provocaron las desafortunadas palabras del presidente Salinas de Gortari: “ni los veo ni los oigo”, una señal de arrogancia melancólica a los viejos tiempos y peor aún: el desprecio presidencial a la oposición cuestionadora, por atreverse a cuestionarlo, sin detenernos en las razones de los cuestionamientos.

Paradójicamente, la consolidación de esa situación acaeció en 2008. La absurda expresión presidencial de Salinas de Gortari en 1994 cobró carácter de profecía legal con plena vigencia, en los términos de una “solución” a todas luces antirrepublicana; proteger la investidura presidencial del amargo trámite de ir a leer su informe para limitarse a enviarlo con el secretario de Gobernación, algo que, después de las alternancias, debería haberse superado y que extrañamente permanece como formato inalterable.

Entonces, la defensa de la investidura presidencial pesó más que la lógica republicana. A pesar de la cada vez más áspera experiencia para los titulares del Poder Ejecutivo, el paso de cada informe la tradición se canceló en 2008 antes del segundo de Felipe Calderón, se modificó el formato y, desde entonces, el Presidente no tendrá por qué experimentar el desagradable trance de acudir a soportar la irreverencia de la oposición, anfitriones que por mandato republicano lo reciben a rendir cuentas de su gestión ante el Poder Legislativo (que en su conjunto representa al pueblo).

La Asamblea Legislativa es el espacio de la representación popular por excelencia y con independencia de la proporción de los legisladores afines al titular del Ejecutivo, acudir, incluso a ser “ofendido” por la intolerancia, a los severos cuestionamientos que con razón o sin ella se le expresen. Es un deber republicano que debería retornar, en paralelo a las nuevas fórmulas de consulta popular para llegar a limitar la permanencia de un presidente que hubiera perdido la confianza popular, como la concreción de la revocación de mandato.

El PAN y Vox: ¿recalentar la guerra fría?

Héctor Alejandro Quintanar

La Jornada

En febrero de 2006, el PAN gestó un foro protagonizado por el ex jefe del gobierno español y líder moral del Partido Popular en ese país, José María Aznar, quien ahí llamó ilegalmente a votar por Felipe Calderón mediante una premisa que sonaba más a amenaza que a invitación: “los mexicanos optarán entre la estabilidad que significa el PAN… o el populismo”.

Ese foro, quizá sin proponérselo, fue punto de quiebre en el blanquiazul hacia un recrudecimiento de conductas ilegales en campaña, que devinieron en la desaseada elección que impuso a Calderón como presidente, quien, ya en el poder, fue facilitador de la reconquista española energética al favorecer ilegítimamente a empresas ibéricas como Repsol e Iberdrola. Mientras, el PAN estrechaba vínculos con el Partido Popular, en cuyo caudillo Aznar aún palpitaba su perfil injerencista como lacayo de Bush en la invasión a Irak en 2003.

Esos lazos del PAN y el PP tras 2006 –incluso se pensó en abrir una sede panista en Madrid– pretendían ser una cruzada por los valores de Occidente y contra el populismo en América Latina, consigna que no sólo emitía un tufo propio de las caducas prácticas de la guerra fría, sino que ponía de relieve una raíz común en ambos partidos: el franquismo, el único fascismo europeo que sobrevivió tras 1945 (del cual el PP es heredero), mismo que en el PAN tuvo peso ideológico fundante en su ideario prohispanista, blandido por panistas como Jesús Guisa y Azevedo o el propio Gómez Morin, quienes bajo la consigna de la defensa del catolicismo reconocían en Franco a un referente y un dique contra el comunismo soviético y ateo en Europa; mientras el partido en que militaban permitió en su seno a personajes de extrema derecha (fanatizados contra conspiraciones judeo-masónico-comunistas), cuya principal agenda ha sido la defensa de tesis patriarcales y antiderechos en lo social y la acusación desmedida de comunismo a cualquier reformismo económico o participación estatal.

El paso del tiempo, la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS parecieron no modificar mucho el imaginario de ciertas derechas mexicanas y españolas hoy, cuyos planteamientos no difieren mucho de los que entronizaron durante la guerra fría: en el plano religioso, su otrora cristianismo sí, comunismo no se tornó en una postura antiderechos contra la ideología de género (o sea, misoginia y homofobia); mientras en el plano político-económico consolidaron otro enemigo, al pasar del anticomunismo al antipopulismo.

En días recientes, diversos senadores del PAN, encabezados por Julen Rementería, abrieron las puertas del Senado a Santiago Abascal, líder del partido español Vox, una escisión sectaria del PP de 2013, cuya agenda social es justamente la conculcación de derechos reproductivos, la exaltación de la homofobia y el pasado colonial, posturas oscurantistas indignas de una sociedad libre. Con el agravante de que hoy buscan disfrazar de rebeldía esta contracultura reaccionaria, llamándola incorrección política. Algo similar a la ultraderecha que siempre ha anidado en el PAN.

Y, en el plano político, resalta que en Vox apunten contra el comunismo, que ya no ubican en Rusia, sino en otro epicentro: el Foro de Sao Paulo. No es que refrían el espíritu de la guerra fría, caracterizado en América Latina por la tesis de que el comunismo no era un ideario sino el embozo de una amenaza geopolítica. Más bien ese imaginario nunca se fue de los sectores conservadores y encontró plataforma de continuidad post-soviética en el México de 2006, cuando las derechas sitas en el PAN (tanto ultras como moderadas)

laceraron la legalidad electoral en pos de acusar a las izquierdas de ser peligro populista y de ser amenaza geopolítica venezolana, cuestión atizada también por ideólogos liberales –como Enrique Krauze, socio de Aznar en varias bregas antipopulistas– que hoy, hipócritamente, se alarman de la relación entre el PAN y Vox.

Que Vox y el PAN sean aliados no debe sorprender: el primero representa al fascismo franquista, mientras el segundo ha permitido que su sector más duro tenga protagonismos indeseables. Lo que sí sorprende es que el enemigo imaginario de ambos vuelva a ser el comunismo, cuando precisamente ese fantasma fue la coartada antidemocrática del siglo XX que en América Latina impuso dictaduras e hizo que en la región –igual que en Corea o Vietnam– la guerra fría fuera en realidad caliente y entrañara golpes de Estado anticomunistas, represión y muerte.

En 2006, la alianza ideológica del PAN y el PP abrió paso a iniquidades neocoloniales. En 2021, que el PAN se vincule con Vox y sus senadores firmen la Carta de Madrid contra el comunismo es indicio de algo peor. Tanto dicen respetar el derecho a la vida que hoy pretenden revivir a dos monstruos de la historia: Francisco Franco y el macartismo, para así justificar su cruzada de intolerancia.

* Académico de la Universidad de Hradec Králové, República Checa. Autor del libro Las raíces del Movimiento Regeneración Nacional.

¿Por qué compramos gas al extranjero?

Antonio Gershenson

La Jornada

Como una broma de mal gusto, así es la realidad que nos han impuesto los gobiernos neoliberales, al negociar con gaseras extranjeras que fueron contratadas para venir al país a vendernos nuestro propio gas. Un ejemplo de este atraco, es la empresa española Naturgy, de la cual no tendremos cuentas claras sobre las ganancias que está obteniendo de los abusos en los precios y en los contratos leoninos, prácticamente impuestos a la clientela.

El gas como recurso vital tiene su historia particular en cada nación productora y en cada país consumidor:

Luego de la caída de la Unión Soviética, el gobierno de Boris Yeltsin, durante la década 1990-2000, vendió a particulares todo lo que pudo, incluso la mayor parte de la industria petrolera. El gas era y ha sido más estratégico incluso que el petróleo, y Gazprom, la empresa estatal gasera rusa, siguió siéndolo, aunque la debilitaron, como pasa aquí con Pemex, y se vendieron sus acciones a particulares, como en otros países en esa época. (A. Gershenson, El petróleo de México, Ed. RHM SA, México, 2010).

La importancia estratégica del gas, por ejemplo, ha sido aprovechada y defendida por la industria energética China. Las empresas estatales, Sinopec y PetroChina, estuvieron a la expectativa del aumento de la demanda del gas natural. Aun con la pandemia, el aumento en este país fue de 7.2 por ciento. Esta medida tiene que ver con la defensa de la soberanía de esa nación que cuenta con una población de mil 400 millones 50 mil habitantes, en un territorio con una superficie de 9 millones 562 mil 910 kilómetros cuadrados.

Aparentemente, el país asiático ha controlado la pandemia. La recuperación económica avanza y, según los pronósticos del gobierno de Xi Jinping, después del SARS-CoV-2, se espera un aumento más acelerado en la búsqueda de fuentes limpias. El abastecimiento y

consumo del combustible es un recurso que propiciará la transición energética buscando la baja emisión de carbono.

Podemos ver con el ejemplo de Yeltsin en la ex Unión Soviética y con el del periodo neoliberal en México (de Miguel de la Madrid a Enrique Peña) que, a lo largo de la historia, se han desperdiciado las mejores oportunidades para contar con las fuentes de energía necesarias. Y, sabemos que las empresas privadas y aun las estatales han buscado provechos particulares.

También, conocemos políticas que aseguran el abasto del hidrocarburo. Pero no sólo como negocio, sino con la meta clara de cumplir con las demandas de la población. El caso de Bolivia es un ejemplo del rescate de las fuentes de energía para beneficio de la nación. Con el ex presidente Evo Morales Ayma y el Movimiento al Socialismo, a partir de 2006 se buscó resarcir a sus pueblos con el abasto de combustibles suficientes para el bienestar social.

Sabemos que los hidrocarburos no son infinitos, pero las reservas comprobadas en el mundo son muchas todavía, sin embargo, la política mundial coincide con la búsqueda de mejores y fuentes más limpias.

La cantidad de gas natural consumida en todo el mundo es la evidencia de su carácter estratégico. Se podría decir que es un recurso natural vital para la subsistencia humana. El total de metros cúbicos vendidos en 2020 fue de 3 billones 198 mil millones. De esta cantidad, 81 mil 609 millones 998 mil 336 metros cúbicos fueron consumidos en México. El país se encuentra entre los primeros consumidores de este combustible. De hecho, ocupa el décimo sitio. Por tal motivo, no podemos depender del gas extranjero. De otra forma, perdemos soberanía.

La necesidad de este combustible y las, todavía pocas, alternativas energéticas limpias, ha propiciado el abuso de las empresas particulares. Las que han acaparado el mercado en México son las siguientes: de España, EDP, Iberdrola, Repsol, Endesa y Naturgy (Cataluña).

En cuanto a las gaseras mexicanas, con precios del combustible abusivos se cuentan: Gas Express Nieto, Gas del Atlántico, Combugas, Distribuidora Chihuahuense de Gas, Sonigas, Garza Gas, Rivera Gas y Gas San Juan. Pemex continúa siendo la empresa nacional de mayor valor en ventas.

En México, las denuncias por el alza de precios del gas, el abasto a destiempo, el peligro latente de los cilindros con defectos y otros inconvenientes, han sido el común denominador de las quejas de su clientela.

En México existe una campaña para recolectar firmas y solicitar directamente al gobierno de Andrés Manuel López Obrador la suspensión del contrato para la distribución del gas natural. La denuncia tiene que ver con los precios sumamente altos, además del servicio deficiente, de acuerdo con los testimonios de consumidores de la alcaldía Coyoacán.

Ya se inició la venta del Gas Bienestar abastecido por Pemex, con esta alternativa, se espera disminuir las importaciones que habían aumentado en 110.6 por ciento en julio pasado. No sólo el precio es más accesible para la mayoría de la población, sino que, además, se garantiza el llenado completo de los tanques.

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