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Comportamiento complejo en la Naturaleza

Manuel López Michelone

Proceso

Para muchos la complejidad humana sólo puede explicarse por la presencia de Dios, que nos creó (incluso se afirma, a su imagen y semejanza), pero la ciencia ha encontrado otras posibilidades.

Richard Dawkins es un biólogo evolucionista, que tiene una decena de libros de divulgación de la ciencia que son muy populares. Uno de ellos habla de nuestra propia naturaleza y busca explicar cómo es posible que exista el ser humano, la cual es una “máquina” por demás compleja. Dawkins se pregunta si es posible –vía la evolución– crear un ser vivo con la complejidad de la que goza el ser humano. Y la respuesta que encuentra es –aparentemente sorprendente– pues es afirmativa.

Para muchos la complejidad humana sólo puede explicarse por la presencia de Dios, que nos creó (incluso se afirma, a su imagen y semejanza), pero la ciencia ha encontrado otras posibilidades. Por ejemplo, se ha encontrado que se pueden hacer simulaciones de algunos conceptos de la vida, en donde se generan comportamientos complejos a partir de reglas muy sencillas y ciegas, es decir, reglas que se ejecutan ciegamente si las condiciones se cumplen y en donde “no hay mano negra”, esto es, no hay supervisión en un nivel más alto.

El ejemplo son los autómatas celulares, los cuales se han estudiado profundamente en dos dimensiones, a través del “Juego de la Vida” del matemático John Conway (fallecido el año pasado por complicaciones de Covid19) o bien en una sola dimensión, gracias al extenuante trabajo de Stephen Wolfram, creador del software “Mathematica” y además, un empresario exitoso. En este último tema, Wolfram plantea poner en una línea horizontal una serie de puntos, a los cuales les llamaremos “células”. En la línea puede haber espacios vacíos entre las células o bien estar éstas pegadas unas a otras. Entonces Wolfram define las reglas ciegas para la evolución de sus células en el tiempo. Por ejemplo, indica que si una célula tiene a su izquierda otra célula pero a su derecha no tiene nada, en la siguiente generación la célula sobrevive. Si en cambio, la célula de interés tiene una a la izquierda y una a la derecha, entonces muere por sobrepoblación. Lo mismo ocurre si la célula no tiene ningún acompañante. En este caso no sobrevive por estar aislada.

Las reglas de Wolfram se pueden numerar y sólo se tienen 8 posibilidades: 000, 001, 010, 010, 011, 100, 101, 110, 111, en donde un “1” representa a la célula y el “0” representa un espacio vacío. Wolfram entonces aplica las reglas a la primera generación de células, las cuales puede ser incluso una célula nada más. Y entonces los resultados obtenidos los pone debajo de la primera generación. Y así vuelve a hacer el cálculo de reglas ciegas en la siguiente generación y el resultado aparece debajo de la generación anterior.

Lo sorprendente es que se encuentran comportamientos complejos, que no pueden analizarse como si las reglas ciegas generaran patrones reconocibles y fáciles de cálcular. De hecho, en algunas reglas (como la regla 30, la cual es: 111 ? 0, 110 ? 0, 101 ? 0, 100 ? 1, 011 ?1, 010 ?1, 001 ?1, 000 ?0), se encuentra un comportamiento azaroso, caótico, el cual llama la atención poderosamente.

¿Pero qué significa esto? ¿Cómo es posible que se generen comportamientos que deberíamos poder predecir si las reglas son siempre las mismas y que se ejecutan sin ninguna consideración extra? Pues bien, eso es un misterio pero nos habla de que ciertos comportamientos que contienen una complejidad demasiado difícil como para explicarla, se generan a través de reglas simples y, siguiendo esta línea de razonamiento, bien algunos seres vivos podrían ser la combinación de muchas reglas simples (en diferentes contextos tal vez), con los que se podrían generar los complejos órganos que eventualmente forman la existencia de un nuevo ser humano.

Dawkins titula su libro como “El Relojero Ciego”, en donde indica que sí, los autómatas que hemos estudiado están lejos de ser la generación de un nuevo ser humano, pero en su concepción más simple, ls conceptos de complejidad parecen revelarnos que no hay unidad supervisora, no hay un dios pues, que indique cómo debe crearse el siguiente ser humano. En palabras de Dawkins, lo que tenemos es un relojero que sigue ciertas reglas, siempre las mismas, y crea un reloj. Pero incluso el relojero no sabe si lo hizo bien, pues sólo siguió las reglas que conoce para que el resultado sea un reloj.

Desde luego que toda esta información es una confrontación directa con las creencias de los seres humanos. Alguna vez Carl Sagan decía sobre el Universo… “Pensemos que el Universo lo creó Dios. Y a la pregunta de ¿quién creó a Dios? La respuesta sería ‘esa pregunta no tiene sentido’. Entonces demos un paso atrás. Con ese mismo criterio no tiene sentido preguntarse quién creó el Universo”.

El resumen de todo esto es que la ciencia nos indica que hay fenómenos que nacen de reglas sencillas, ciegas, que se ejecutan sin ningún elemento externo, y crean entonces situaciones o eventos complejos. Si esto es así (y parece serlo), entonces nos está sobrando la hipótesis del creador, del dios que da la vida (o cualquier fenómeno complejo). Y que quede claro, apenas estamos pisando este terreno en la ciencia.

Número cero

Ucrania agarró a México con los dedos en la puerta

José Buendía Hegewisch

Excelsior

El gobierno mexicano no se detuvo a anticipar las consecuencias para el país de un conflicto de proporciones mayores en la geopolítica y economía global como el de Ucrania. El tema nomás no estaba en la agenda presidencial, concentrada en el control de daños de su crisis interna y refutar las críticas de Washington por los crímenes de periodistas. Y punto. Su posicionamiento fue errático hasta advertir el riesgo de no condenar la invasión rusa para la integridad de las fronteras propias y tener que alinearse con EU.

La creencia de que la mejor política exterior es la interior ha jugado una mala pasada a la diplomacia en tres aspectos. El canciller Ebrard se vio descolocado frente a las implicaciones de una guerra que se extiende mucho más allá de sus fronteras con profundas repercusiones en el equilibrio mundial de poderes. El representante en el Consejo de Seguridad de la ONU, Juan Ramón de la Fuente, no asistió a la reunión en que se discutió la crisis y el país perdió una oportunidad clave de fijar una posición firme ante el fracaso de la diplomacia para evitar la guerra. Y tercero, preparar un plan para enfrentar el impacto económico por el disparo de precios de los energéticos, alimentos e inestabilidad financiera internacional.

Como ocurre cuando uno no se deja de mirar el ombligo con la agenda interna presidencial, la visión de lo que pasa afuera se pierde. En su primera postura, recurrir al formulismo como apelar a la solución pacífica, con una guerra en marcha, dejó un mensaje tibio en el que ni siquiera se mencionaba a Rusia ni la palabra “invasión”. Ebrard estaba más ocupado en la redacción de un extenso comunicado para combatir declaraciones “injerencistas” de EU y culpar al contrabando de armas del asesinato de periodistas, que en definir el lugar donde situar a México en el conflicto de Ucrania. El Presidente le había ordenado conjurar la amenaza “intervencionista” de Washington como si se tratara de evadir un golpe blando dentro de la sobrerreacción por el viejo reclamo del financiamiento a Mexicanos contra la Corrupción por el reportaje del escándalo.

Esa obsesión de Palacio Nacional por sus problemas internos no les dejaba ver el elefante en la habitación hasta que Donald Trump salió a ensalzar como “genial” la acción de Putin y declarar que debería replicarse en la frontera con México para pacificarla del crimen y el tráfico de migrantes. México no puede ignorar los riesgos de posturas como ésa con el avance electoral de los republicanos y la vuelta del expresidente a la contienda por la Presidencia en 2024. Pero, sobre todo, ignorar que el alineamiento en zonas de influencia reduce el espacio a posiciones de neutralidad en la geopolítica de bloques como el de Norteamérica.

El resultado es que México tuvo que corregir su postura inicial y dejar claro en el Consejo de Seguridad su condena a la invasión. Entonces sí uso el término e incluso López Obrador fue enfático en extenderlo a cualquier intervención militar como ha sufrido México en su historia. Las opciones para sortear la crisis energética, la interrupción de cadenas de suministro y desabasto de alimentos y materias primas, depende del mercado de América del Norte en un momento en que, además, las relaciones con EU están intoxicadas por críticas y reclamos.

Las implicaciones económicas del conflicto no son menores para México. El alza del petróleo y del gas obligará a subsidiar su importación de EU si el Presidente mantiene su promesa de contener el precio, aunque ahora sin recursos fiscales. El Presidente para salir al paso declara tener un plan B –que nadie conoce– para garantizar el abasto, pero sin capacidad de aumentar reservas de combustible por falta de infraestructura de almacenamiento, como se vio en la operación contra el huachicol y el gas en Texas. Esta tormenta perfecta sobre una renqueante economía nos agarra con las manos en la puerta y con un Presidente que dice “ya no poder más” presumiblemente con los problemas del país. En el gobierno se percibe desconcierto y cansancio de un mando hipercentralizado. Así es muy complejo para Ebrard o cualquier otro integrante del gobierno no estar fuera de la base frente a las nuevas emergencias que se avecinan. Ya veremos…

La pobreza de los muchos

Rolando Cordera Campos

La Jornada

Dura realidad laboral; millones de mexicanos sin empleo en un país que, parafraseando al poeta, son los olvidados. Cada vez más parecen ser los habitantes de esas waste lands engendradas por las contrahechuras de la economía y el descuido de la política.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, correspondiente al segundo trimestre de 2021, al termino de ese año la población ocupada tuvo un crecimiento de 11.3 millones de personas, llegando a 56.6 millones de trabajadores; de ellos, 13.6 millones se encontraban en condiciones críticas de ocupación. Dicho con otros datos: representa 24 por ciento del total, porcentaje desfavorable en relación con finales de 2019, que fue de 18.8 por ciento.

Esta tasa, nos ilustra Rubén Migueles desde El Universal (22/02/22, A 21) incluye a las personas que trabajan menos de 35 horas, pero que necesitan trabajar más para ganar lo mínimo necesario. Asimismo, cubre a quienes se ocupan más de 35 horas semanales con ingresos mensuales inferiores al mínimo, y a quienes trabajan más de 48 horas semanales ganando dos mínimos.

Las distancias entre los ingresos percibidos en el mercado formal y el informal son más que contrastantes: 8 mil pesos mensuales contra 4 mil. Diferencias en las percepciones y también en las regiones; por ejemplo, en Chiapas alcanzan a más de 40 por ciento de los trabajadores en condiciones críticas; en Tlaxcala, a 37.2 por ciento; en Puebla, a 29 por ciento, y en Campeche y Veracruz el porcentaje se ubica en 28.7 por ciento.

No debería requerir mayor esfuerzo imaginar qué significa, qué puede representar para cientos de miles, millones, de mexicanos, mantenerse con esos ingresos, para empezar a tener una idea aproximada de la tragedia laboral que es vulnerabilidad extrema, exclusión, desamparo. Traducir esas cifras y porcentajes a imágenes e historias que ilustren y conmuevan, es algo que nos deben los medios de información y comunicación; el Instituto Nacional de Salud Pública nos ha ofrecido panoramas varios sobre el tema y el Inegi tiene en sus cofres más de lo que sus reportes periódicos nos aportan. Pero falta mucho por andar para empezar a ver la tragedia humana que en sus despliegues y voluptuosidades marca nuestro presente y traza un porvenir que ya se apresta a dar el salto en los calendarios.

Con esos datos resulta imposible hablar de avances mayores en el frente social. No hay manera de, por así decir, maquillar una realidad visible en cada esquina. Menos, cuando el gobierno federal parece haber cerrado la posibilidad de hacer economía política y atreverse a manejar con visión y transparencia las finanzas, en particular la inversión y el gasto públicos.

Ahí, en magnas operaciones de reasignación de esos gastos, tendría que empezar lo que no puede sino calificarse de una profunda reconstrucción de estructuras y regímenes salariales y laborales, con vistas a abrir avenidas hacia un nuevo curso de desarrollo.

Bajo esta numeralia podrá estar considerado o no el acceso de estos mexicanos a servicios oportunos y eficaces de salud, prevención y cuidado; la asistencia de los niños a escuelas rehabilitadas, con agua potable y conexiones a Internet, sin considerar ahora el gran tema de la dieta y la nutrición de grandes y pequeños malnutridos y obesos.

No hay varitas mágicas a la mano, y aquella célebre en el pasado por ser la mano visible de la sociedad, parece haber entrado en receso prolongado. Rehabilitar instrumentos fundamentales de la política y de la economía es tarea prioritaria de toda democracia que quiera durar y ser una democracia social.

Por lo pronto, tendrán que ser la sociedad civil y las organizaciones y organismos que le queden, los que hagan frente a lo que ya no es, no puede ser, dilema técnico conceptual, sino una emergencia a la vista de todos. Falta que dejemos de estar hipnotizados por el litigio fatuo que se ha apoderado del poder constituido y de muchos de sus interlocutores, y que entre nosotros se restablezca el respeto como regla universal de observancia obligatoria.

Y que el Presidente ofrezca sobria disculpa a Carmen Aristegui.

Estamos en una emergencia que no necesita exagerarse. Está ante los ojos de todos. Nos falta el corazón.

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