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La industria del camarón en la Isla del Carmen, otro tema de piratas

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Reseña del libro Isla del Carmen: la historia indecisa de un puerto exportador.
de Luis Leriche

Por: Jorge A. Martínez Lugo

Los piratas marcaron el origen y destino de la Isla de Términos, desde que Alonso
Felipe de Andrade los expulsó en aquella fecha fundacional del 16 de julio de 1717.
Tal parece que los piratas fueron expulsados, pero nunca se fueron.
La historia del camarón en Carmen también está ligada al tema de la piratería, tal como lo documenta el libro: Isla del Carmen: la historia indecisa de un puerto
exportador. El caso de la industria camaronera, del investigador Luis Fernando
Leriche Guzmán, editado en 1995 por el gobierno del estado de Campeche, la
Universidad Autónoma del Carmen (Unacar) y el Instituto de Cultura de Campeche (ICC).
El texto está dividido en dos partes. En la primera el autor hace una descripción de los recursos naturales de la isla y su entorno y una panorámica de la historia
económica desde el palo de tinte en el siglo XVI, XVII y XVIII, las maderas preciosas
de finales del siglo XIX y principios del XX y concluye en 1947 con el inicio de la
industria camaronera.

En la segunda parte, Leriche nos ofrece antecedentes de la pesca en Carmen, los
primeros años de abundancia y escasez del camarón, el papel de las cooperativas camaroneras, el crecimiento y la saturación de la industria y nos explica el controvertido proceso de transferencia de la flota a las cooperativas, con lo que concluye su investigación, presentando algunas reflexiones sobre perspectivas de la industria camaronera.

Comienzo histórico

Entre 1946 y 1947 el guardacostas 025 de la Secretaría de Marina Armada de
México hizo importantes detenciones de barcos piratas principalmente
estadounidenses y algunos japoneses, como culminación de una serie de intentos del gobierno mexicano por controlar la pesca en aguas nacionales del recién descubierto camarón gigante blanco, cuya producción había venido abajo en las costas de Estados Unidos, por lo que barcos de esas nacionalidades empezaron a pescar ilegalmente en aguas mexicanas.
Al igual que en 1717 cuando la piratería era protegida por Inglaterra, los barcos
piratas del camarón de los años cuarenta del siglo XIX, contaban con el respaldo
del gobierno y la diplomacia estadounidenses.

Primeras empresas “mexicanas”

Las primeras dos empresas que se instalaron en Carmen entre 1947 y 1948 que
dieron inicio a la próspera industria del “oro con patitas” -que representa en Carmen un poderoso símbolo de identidad que aún prevalece después de cuatro décadas de petróleo-, fueron la “Compañía Empacadora y Pesquera de la Sonda de Campeche” y la “Pesquera del Golfo”. La primera representada por el empresario, Pedro Palazuelos, compadre del entonces presidente Miguel Alemán y posiblemente socio en esta empresa, mientras que la segunda fue fundada por el empresario Modesto Llarenas.

La rigurosa investigación de Leriche Guzmán, acredita que estas dos empacadoras supuestamente mexicanas fueron las pioneras de la industria del camarón que detonó en la década de los años cincuenta, como una salida a la crisis derivada del derrumbe de la industria del palo de tinte y del chicle.

Menciona también que el concesionario de Pemex en la isla, Luis Augusto García,
fue pionero en el envío de pescado y camarón por vía aérea, en naves menores y
por Mexicana de Aviación.
Estas empacadoras desalojaron a las plantas estadounidenses asentadas en
Carmen o que operaban directamente desde barcos nodrizas que se llevaban el
camarón sin ninguna limitación, facturando a través de cooperativas de Carmen y otros estados.

Fueron empacadoras o congeladoras oficialmente de propiedad mexicana, pero
seguían siendo de capital estadounidense. Esta fue la figura que prevaleció desde 1946 y hasta la década de los años cincuenta, época en la que surgieron empresas auténticamente mexicanas.

La crisis de 1959

En 1959 se registró una importante crisis al interior de la industria camaronera
derivada de la simulación que era necesaria superar para que los habitantes de la isla recibieran beneficios de la industria y los puestos importantes dejaran de ser ocupados por extranjeros.

Esta crisis estuvo personificada en la rivalidad entre dos bandos, uno representado por Álvaro Artiñano Aguilar que pugnaba porque la industria fuera de capital mexicano y Miguel Zepeda representante del capital estadounidense.

En medio de este panorama estaban las cooperativas pesqueras que jugaron un
papel fundamental en la disputa por el camarón de mediados del siglo veinte. El
tema era hacer valer la legislación mexicana que reservaba la explotación de las
pesquerías en las aguas nacionales exclusivamente a las cooperativas.
A partir de 1959 se estableció el sistema de contratación, que consistía en que las
cooperativas firmaban convenios para hacer uso de las embarcaciones y
empacadoras de los armadores, pero esto finalmente, dejaba a los pescadores en un estatus de empleados más que de socios y mucho menos propietarios del
recurso en explotación.

La época de oro del camarón

Después de esta crisis se alcanzaron acuerdos fundamentales en los que intervino el gobernador Alberto Trueba Urbina, que permitieron un largo ciclo de más de dos décadas de relativa estabilidad y buenas ganancias para todos. Fue la época de oro de la industria del camarón, que desembocó a su vez en problemas estructurales derivados de la saturación en la explotación.

La corrupción que prevaleció en el gremio, la colusión de las empresas con los
políticos y la falta de capacitación de los pescadores para hacerse cargo de sus
propias embarcaciones, empacadoras y el sistema de exportación, prevalecieron a lo largo de los años.
Luego vino la saturación de la industria por el elevado número de embarcaciones que para 1985 eran más de 450, lo cual provocó una sobre explotación y la consecuente escasez en la pesca que marcó una nueva etapa de crisis.

La decadencia

El periodo ascendente iniciado en 1959 tiene su efecto de saturación de la industria que desde 1976 ya exigía una restructuración en todas sus fases, desde la pesquería, organización, industrialización y exportación.

La negociación de 1979 para la firma de los contratos de arrendamiento de
embarcaciones entre armadores y cooperativas fue especialmente conflictiva y
representan un quiebre de crisis.

Los niveles de captura estaban por los suelos igual que los precios de exportación del camarón, mientras que los costos de producción principalmente el combustible y las artes de pesca que eran en su gran mayoría de importación, lo que generó una situación especialmente crítica.

En esa ápoca la industria del petróleo estaba comenzando y se inauguró con el
descontrol del poco Ixtoc, lo cual contribuyó a un clima adverso que “parecía
confabularse para desestabilizar completamente a la que todavía era la principal
actividad económica de la localidad” precisa Leriche.

La puntilla pareció darla la caída de los precios de exportación del camarón de 1980 que puso en grave peligro la propia viabilidad económica de la industria que parecía haber dado todo que históricamente aportó a la economía de Carmen, de Campeche y de México. Pero también el moderno pirataje, conocido como “guateo”, que también la socavó.

Transferencia de la flota

Los empresarios y las cooperativas recurrieron al gobierno para pedir todo tipo de apoyo en créditos, subsidios, exenciones de impuestos, condonaciones de deudas, entre muchos otros. Se generó un círculo vicioso que atrapaba a todos los actores de una industria en decadencia, cuya alternativa de salida se empezó a dibujar en la transferencia de la flota a las cooperativas y la venta por parte de los armadores.
La transferencia de la industria comenzó en mayo de 1981 y en julio de 1982 ya
estaba concluida.
Este hecho histórico fue altamente controversial porque tanta fuerza y razones
tenían quienes la defendieron como quienes se opusieron.
El hecho indiscutible es que la industria del camarón no se diversificó y pasó lo
mismo que con el palo de tinte, las maderas preciosas y el chicle. Cuando se gastó el producto, se acabó la industria. No se diversificó, no se reinvirtió para disminuir la dependencia de un solo producto.
Lo que es un hecho es que la decadencia del camarón no la originó la transferencia de la flota a las cooperativas; era un hecho que la querían los mismos armadores quienes vendieron bien, una flota en malas condiciones; con deficiencias ocultas que les estallaron a los cooperativistas, quienes tampoco tenían experiencia para administrar una industria tan grande como su propia crisis.
Es posible que haga falta la segunda parte de esta investigación del maestro
Leriche, que es considerada una de las más autorizadas en el tema, sobre todo,
habrá que ver si hay una segunda parte de la industria del camarón después del
petróleo o si ya desapareció para siempre. En cualquier caso habrá que neutralizar cualquier expresión de piratería que nunca falta, como las infecciones en un cuerpo vulnerable. Ciudad del Carmen, abril de 2019.

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