Opinión
Lo que dicen los columnistas
De naturaleza política
Fracasos y mentiras, el peor sexenio…
Enrique Aranda | Excelsior
Es momento, ahora, de decir adiós…
En medio de una sociedad intencionadamente polarizada y confrontada desde Palacio, Andrés Manuel López Obrador concluirá en unas horas su gestión que no pocos consideran la peor de los últimos tiempos, merced, especialmente, a la regresión en materia democrática alentada en aras de recrear el presidencialismo autoritario impuesto por el viejo priismo, la “dictadura perfecta” como le llamó el Nobel peruano Mario Vargas Llosa, bajo cuyo manto se formó y vivió desde sus tiempos como miembro de la porra universitaria hasta la fundación del PSUM, en que sólo una voz, la de él mismo, es merecedora de ser escuchada y acríticamente obedecida.
Ello, además de dar paso a un creciente empoderamiento de las bandas del crimen organizado que, acepte o no el tabasqueño, controlan ahora vastas regiones del territorio y que junto con otras cosas convirtieron al gobierno de la estúpida política de los abrazos y no balazos en algo muy parecido a un narcoestado donde, en un sinnúmero de localidades rurales o de población indígena y grandes ciudades, y estados inclusive –Culiacán en Sinaloa, Morelos, Guanajuato, Michoacán y muchas más– la población vive aterrorizada cuando hace apenas en 2018 se le prometió que la violencia sería reducida “en al menos 50%”. Gran mentira….
Ahora que si bien el número de mexicanos en situación de pobreza extrema bajó en casi 10 millones y merced a la generalización de “los apoyos” se elevó el nivel en 80% de los hogares, así como que el salario mínimo creció casi 200% es cierto, también lo es el pobre nivel de crecimiento económico conseguido durante el periodo próximo a concluir –0.6% promedio anual, cuando la oferta de campaña era que lo haría a un promedio de 2% anual y en 2024 sería de 6%– y que mucho de ello se explica por el irresponsable dispendio que representó el subsidio a los “barriles sin fondo” en que se han convertido Pemex y la CFE. Otra falsedad…
Y todo agravado por el altísimo y oneroso costo que para el erario representaron las obras “insignia” del régimen –el Tren Maya, la refinería Dos Bocas o el Aeropuerto ¿Internacional? Felipe Ángeles y otras– que, inauguradas ya, siguen en proceso de construcción o sin operar, aunque es dable rescatar que, gracias a ellas, un buen número de los más cercanos al Ejecutivo, no pocos de sus familiares incluidos, se enriquecieron en forma grosera cuando en su oportunidad también López Obrador prometió el combate frontal y erradicación de la corrupción que, intocada, sigue ahí y fortalecida. Más mentiras…
Desarrollo de infraestructura, cuidado del medio ambiente, salud, educación, consolidación de relaciones a nivel internacional y otros sectores y ámbitos de acción propios de la administración saliente exhiben pues el fracaso de la gestión gubernamental que finaliza hoy y que más tarde que temprano, si se quiere, acabará forzándolo a irse a “La Chingada”…
Asteriscos
* Luego de 17 años, ésta será la última entrega De naturaleza política a las páginas de Excélsior. No queremos despedirnos sin dar las gracias a Olegario Vázquez Aldir, presidente ejecutivo de Grupo Empresarial Angeles, que nos dio cabida en ellas; a Ernesto Rivera, vicepresidente ejecutivo de Grupo Empresarial Angeles, y a nuestro director editorial Pascal Beltrán del Río por su apoyo, respeto a nuestra libertad de expresión y entrañable amistad, a la “jefa” Reyna Lorena Rivera y el resto de los colaboradores de la sección de Opinión y, muy especialmente, a nuestros lectores por acompañarnos en este largo andar juntos. Volveremos a encontrarnos…
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Número cero
Balance político de AMLO
José Buendía Hegewisch | Ecxcelsior
La nota más importante del sexenio es política, el liderazgo disruptivo de López Obrador que puso toda su energía a provocar una ruptura brusca con los gobiernos del pasado y plantar un proyecto distinto. El suyo ha sido un gobierno de confrontación y contrastes, en que el mayor acierto fue poner por delante prioridades sociales relegadas por sus antecesores, y el mayor error atrapar el cambio en su dominio personal.
El Presidente termina como líder indiscutido de la 4T y sin el fardo de la catástrofe que se auguraba a su gobierno. Lo cierra con una aprobación popular tan alta como la que sumó y capitalizó de la desesperanza que dejó la promesa de modernización incumplida de sus antecesores. Su mandato fue una sacudida retórica diaria desde la Mañanera sobre los peores males del país y las desviaciones de los gobiernos de la democracia.
El balance de su gobierno es de claroscuros y valoraciones tan encontradas como la polarización política con que usó el micrófono presidencial para cambiar al país y “revolucionar las conciencias”, como él dice; y para la oposición, destruir las instituciones y manipular la verdad, como reclama el expresidente Zedillo, figura emblemática del neoliberalismo al que desplazó el “obradorismo” con un proyecto nacionalista-popular de cambio de régimen. En esa vieja disputa por la nación y sustitución de elites en el poder, su peso político es tal que genera dudas sobre su prometida retirada de la política; una interrogante que advierte de la ruptura de las reglas del juego y desinstitucionalización del poder.
Desde la tribuna presidencial, López Obrador cambió la narrativa del país con un discurso de cambio social con que se identifican las mayorías. Como el profesional que ejerce el oficio público de contrastar, su encargo fue marcar oposición, contraposición y diferencias con el statu quo de la partidocracia y abjurar del proyecto neoliberal, aunque en el manejo de la economía fue conservador. Aun así, para muchos fue lo peor que pudo haber pasado, pero así y todo logró colocar su visión política en la mente y emociones de un país que desconfía de la política y los políticos. El motor de esa trasmutación fue devolver esperanza y dignidad con el combate a la pobreza en la mascarilla de proa de su gobierno. Tripuló una cruzada política contra la desigualdad, sin la cual instituciones y derechos pierden sentido, aunque en los hechos la riqueza se concentró y los ricos fueron más ricos.
Hasta sus mayores críticos reconocen lo asertivo y acertado de su consigna “primero los pobres”, aunque se trató de algo más que un eslogan político o de un programa clientelar, como le refutan para explicar sus victorias electorales o las derrotas opositoras. Su mayor éxito fue desmontar el mito de la verdad única neoliberal para salir de la pobreza y redistribuir mejor los recursos. La priorización de los sectores populares arrojó cifras inéditas de los últimos tres gobiernos con unos 10 millones de personas que abandonaron la pobreza gracias a la ampliación de programas sociales, aumento del salario mínimo y remesas, aunque en efecto prevalecen importantes carencias en salud y educación.
De qué tamaño es la necesidad de respuesta, de dejar el anonimato y ser vistos, atendidos, que su política social le valió la continuidad de la alternativa política de la 4T y consolidar el proceso organizativo de su movimiento, como demuestra haber asegurado su sucesión con el triunfo en las urnas. Del que sus críticos, con más preocupación que autocrítica, ven el fin de la democracia liberal y su sustitución por una popular con las reformas constitucionales que Morena impuso con su mayoría calificada en el aparato de justicia y a la Guardia Nacional; hizo de los militares un pilar de su gobierno.
El sexenio representó el regreso del presidencialismo más fuerte en medio siglo, el retorno del Estado y de la política abandonada por la tecnocracia; pero no se explica sin el camino errático de la democracia y su abandono de la justicia y la seguridad con sus gobiernos. Aunque tampoco López Obrador logró rescatarlas, mucho menos pacificar al país como prometió a su llegada.
Sin embargo, la pata más flaca son las respuestas que dejó sin contestar, particularmente cómo impulsar un crecimiento pujante y una economía competitiva, que deja en franca desaceleración, y que marcará las posibilidades y el alcance del obradorismo sin López Obrador en el sexenio de su sucesora.
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La inmaculada percepción
Entre la espada y la pared
Sheinbaum divide opiniones.
Vianey Esquinca | Excelsior
El próximo martes llegará una nueva era, o al menos eso se dice. Por primera vez una mujer asumirá la Presidencia de México, lo que debería ser toda una celebración… debería. Sin embargo, Andrés Manuel López Obrador ha hecho lo humana y políticamente posible para asegurarse de que esta “nueva era” no huela a cambio, ni tantito y Claudia Sheinbaum se lo ha permitido.
El inquilino de Palacio Nacional se ha encargado de que el camino de la Presidenta electa esté pavimentado, adoquinado, iluminado y con señalización específica: “siga recto los designios del señor”. Sí, el todavía Presidente hizo de todo, incluyendo violar la ley flagrantemente, para que quien contendiera por Morena –fuera quien fuera– ganara las elecciones presidenciales; sí, su popularidad y estrategia electoral funcionaron para que arrasara su partido en todo el país, pero para él y su gente eso le da derecho de seguir dictando las reglas del juego. Es a su manera o no hay manera.
Sheinbaum, mientras tanto, divide opiniones. De un lado, tiene a los fieles seguidores del lopezobradorismo esperando que continúe con la misma devoción religiosa el evangelio de la 4T.
Del otro, están los optimistas, los que han visto demasiado La Rosa de Guadalupe, que piensan que romperá las cadenas y se pondrá a cantar su versión de Libre soy, libre soy, al estilo de Frozen, o mejor aún, como Lupita D’Alessio: “Hoy voy a cambiar, sacar a la luz mi coraje, entregarme a lo que creo y ser siempre yo, sin miedo… Volar libre con todos mis defectos para poder rescatar mis derechos y no cobrarle a la vida caminos y decisiones; hoy quiero y debo cambiar”.
Esos mismos consideran que la silla presidencial tiene poderes mágicos y que una vez sentada ahí, cualquier persona se transforma, la iluminan los astros y de repente, como Mumm-Ra El Inmortal de los Thunder Cats, “ya siente el poder”. Confían en que la pesadilla de estos últimos años termine el 1 de octubre y que, con algo de suerte, la futura Presidenta aprenda de los errores para no repetirlos. Spoiler alert: esto no va a pasar.
Otros más consideran que vendrá un cambio, pero no inmediatamente, porque la exjefa de Gobierno está atada de manos. Le dejaron un gabinete Minotauro, sólo que aquí tiene el cuerpo de Sheinbaum y la cabeza de López Obrador, y un partido con olor a pejelagarto. Está en arenas movedizas donde cualquier movimiento en falso la va a hundir irremediablemente y los pejistas no le echarán ni un palito para salvarla.
Como si eso no fuera suficiente, el fango en el que está es peor que el de Acapulco porque los retos que vienen no son precisamente un paseo por Chapultepec. Sheinbaum tendrá que enfrentarse a una tormenta perfecta. El coctel explosivo incluye desde el repudio o, en el mejor de los casos, la indiferencia internacional, en que a México se le compara más con Cuba y Corea del Norte que con Dinamarca o Suiza.
Un déficit público histórico, una reforma judicial que está minando la confianza hasta de los más crédulos, el crecimiento económico más raquítico en 36 años y una violencia galopante.
Y para coronar el caos, la que será Presidenta a partir del 1 de octubre tendrá que lidiar con un expresidente muy activo, ése que había dicho que se iría a su rancho, pero que, al parecer, ha decidido que desde la capital es más emocionante ver crecer a sus plantitas.
¿Quién tendrá razón sobre Claudia Sheinbaum? Sólo el tiempo lo dirá y dependerá mucho de que López Obrador deje esa actitud del borracho que insiste en quedarse más tiempo en la fiesta, aunque ya todos estén recogiendo las sillas y le hayan prendido las luces.
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Reforma fiscal: de la ocurrencia a la emergencia
Rolando Cordera Campos | La Jornada
En una nota de Arturo Sánchez y Alonso Urrutia del 21 de septiembre pasado ( La Jornada), se informa que el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que no es necesaria una reforma fiscal en el futuro si se mantiene la fórmula de combate a la corrupción y una política de austeridad republicana (…); el mandatario sostuvo que es contrario a una reforma fiscal, pues consideró que este término en realidad es un eufemismo del incremento de impuestos.
Sin ser ninguna novedad, las declaraciones dan palmaria cuenta de la invetereda obsesión presidencial por no asumir la importancia decisiva que tiene la cuestión fiscal para el Estado y los mexicanos, en una época en la que garantizar derechos fundamentales a los ciudadanos es compartido por la mayoría, y que toca al Estado y sus gobiernos hacerse cargo del estricto cumplimiento de esas garantías.
Cuestiones básicas para la subsistencia y el bien común en general como la salud, la protección y la seguridad sociales, la educación y la seguridad pública son asuntos de interés nacional y del Estado, y toca a este último la misión primordial de sentar las bases y asegurar su duración.
Contar con ingresos públicos suficientes, duraderos y transparentes, atañe a todos los ciudadanos y desde luego a los gobernantes. No es una dádiva o una prebenda, mucho menos una prerrogativa, en el centro de la cuestión fiscal contemporánea están la reproducción misma de la sociedad y la sustentabilidad de la democracia, adoptada en las últimas décadas como principio fundamental del orden político.
De hecho, es posible decir que la superación racional de los enormes faltantes en el fisco debe formar parte del corazón de cualquier proyecto nacional que se enarbole como convocatoria ciudadana. No hacerlo, como ha ocurrido con la Cuarta Transformación y su gobierno, es una falla mayor de la política democrática y expresión de un mal gobierno cuyo cáncer puede hacer metástasis pronto si, en efecto, la fementida austeridad se apodera de las mentes y las visiones de los gobernantes.
El país ha perdido mucho tiempo, recursos humanos, institucionales, y capacidad de planeación y su traducción en proyectos integrales. Las grandes obras del sur-sureste no revelan una real toma de conciencia de la importancia que tiene el sur, como solía enfatizar nuestro querido Jaime Ros, sino una miopía que puede tornarse ceguera en materias prioritarias para nuestro desarrollo.
Más que embarcarnos en el nefasto debate sobre la austeridad que necesitamos para expiar nuestros excesos, tenemos que insistir en la urgencia, devenida emergencia, de atender nuestro acotado y dañado sistema de salud; enfrentar sus enormes carencias bajo la dirección e inspiración del sector público y del Estado como rector y articulador de lo mejor y más afinado del pensamiento estratégico con que contemos. Gastar más y mejor debería ser exigencia prioritaria de los mexicanos a la hora de abordar los términos de una nueva convocatoria por la unidad y un proyecto nacional digno de tal nombre.
La cuestión fiscal, que a todos nos acosa y al nuevo gobierno arrincona, reclama mucho más que la adopción de hábitos franciscanos o la celebración de recaudaciones históricas; se centra en una adecuada, sensata a la vez que visionaria, distribución de los frutos del crecimiento con la mirada puesta en la confección de las políticas necesarias para surcar la emergencia y encauzar las angustias dentro y fuera del Estado. Lo que tenemos entre manos y amenaza con quemárnoslas de no actuar rápido, es la reinvención de objetivos que unan y articulen voluntades para hacer de la mexicana una economía cada vez más robusta e integrada, con capacidad de crecer y crear los empleos permanentes y bien pagados. Bien dispuesta para generar excedentes destinados a crear un auténtico Estado Social.
Requerimos ejercicios genuinos de programación y no ocurrencias que tratan la cuestión fiscal como algo perenemente posponible, susceptible de ser puesto debajo de la alfombra, sin dar lugar a consideraciones estratégicas de ningún tipo. Los objetivos relegados o mistificados tienen que ser rescatados y puestos de nuevo sobre la mesa del discurso nacional.
Abordar la cuestión fiscal, agravada y soslayada, secuestrada ahora por los peores verbos pro austeridad, no es asunto misterioso y para México se ha vuelto peligrosamente transparente. Tiene que ver con acuerdos y compromisos, con sumar voluntades en ejercicios plurales de planeación, programación, proporcionalidad, equidad y progresividad. Para que el Estado sea el gran receptor y enriquecedor de un acuerdo universal por la equidad, el desarrollo y la búsqueda de la igualdad.
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Murallas y huracanes contra los 43
Abel Barrera Hernández | La Jornada
Para mantener viva la memoria de los 43 normalistas desaparecidos, las madres y padres develaron un memorial en la avenida Reforma. En la marcha del 26 recibieron el saludo fraterno de varios colectivos de familiares desaparecidos, miles de estudiantes los acompañaron hasta la plancha del Zócalo. En medio de la pertinaz lluvia, el grito ¡No están solos! fue continuo a lo largo de las avenidas. Apesadumbrados por la ausencia de sus hijos y la indolencia de las autoridades, las madres y padres reavivaron su coraje al observar que desde el Hemiciclo a Juárez el gobierno colocó planchas metálicas, como si su presencia en el centro de la ciudad representara un peligro para la seguridad de los capitalinos.
El distanciamiento del Presidente de la República con las madres y padres se acentuó en las últimas reuniones que sostuvieron en Palacio Nacional. Su postura reiterada de culpar a los abogados, al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes y a la OEA de conspirar contra el Ejército desalentó a los familiares, porque más allá de las denostaciones, nada comentaba de las líneas de investigación ni presentaba avances sobre el paradero de sus hijos. La falta de resultados orilló a los padres a dar por concluidos los encuentros con el Presidente.
Su lucha tenaz y duradera contrastó con el maltrato que recibieron en la Ciudad de México. Los funcionarios de la Subsecretaría de Derechos Humanos llevaron en cajas de cartón el segundo reporte del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre los jóvenes desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Llegaron a las oficinas del Centro Miguel Agustín Pro para entregar un ejemplar a cada familiar. Las madres y padres pidieron más respeto: no estaban ahí para recibir correspondencia. Aclararon que sus domicilios se ubican en otros estados donde pueden recibir todo tipo de notificaciones. Sin tomar en cuenta sus consideraciones, el informe del Presidente se difundió a escala nacional.
La animadversión se materializó con el amurallamiento del Centro y la colocación de barreras de concreto para restringir el acceso al Zócalo. El trato de personas no gratas reavivó el coraje y la indignación de los contingentes que marcharon. Nadie contuvo a la juventud solidaria que demostró su cariño y adhesión al movimiento que han enarbolado las madres y padres de los 43. En su mensaje final calificaron de provocación el filtro que instalaron las autoridades. Recordaron que nadie les había puesto barreras por manifestarse pacíficamente. Sentenciaron que van a brincar lo que tengan que brincar para llegar a la verdad. Nadie detendrá su marcha y gobierne quien gobierne, su lucha seguirá.
No sólo son las murallas metálicas las que tienen que remover; la tarea más difícil en esta larga batalla será agrietar los muros de la impunidad que protegen al Ejército. No será la fuerza, sino la razón, la que develará sus tropelías que guardan como un tesoro en los 800 folios. Las madres y padres ahora son catalogados como adversarios por denunciar que el Presidente traicionó su confianza y que les dio la espalda para proteger al Ejército. El motor que los mueve es encontrar a sus hijos. La fuerza de su amor está por encima de filiaciones político-partidistas.
Llegaron a la ciudad para cimbrar la conciencia nacional y recordar que hace 10 años se cometió un crimen de Estado. Su valiente testimonio nos muestra la herida que se desangra por sus 43 hijos y por miles de personas desaparecidas. Hay una gran deuda con las víctimas que están invisibilizadas y relegadas de la agenda pública. Su presencia fugaz quedó grabada en miles de jóvenes que, en medio de las llamas de las murallas metálicas en Palacio Nacional, leyeron que los 43 viven en nuestra rebeldía.
A las nueve de la noche, la caravana de autobuses tomaba la calzada de Tlalpan rumbo a la Normal de Ayotzinapa. En la madrugada, las madres y padres de Tixtla enfrentaban la amenaza de que el agua de las barrancas se desbordara y entrara a sus casas. El temor fue mayor al saber que el agua de la laguna había llegado al santuario de la Natividad. Las familias afectadas desalojaban sus viviendas en busca de refugio. La incertidumbre y el miedo fueron mayores por las incesantes lluvias.
En los municipios de la Costa Chica, la situación es muy grave porque el huracán John entró con toda su furia en Marquelia y Copala. La mayoría de viviendas están dañadas y la carretera a Oaxaca, que recién inauguró el presidente López Obrador, tiene muchos derrumbes y árboles caídos. En la región de Ayutla de los Libres y Tecoanapa, donde viven varias madres y padres, las comunidades están aisladas y sin recibir auxilio.
En La Montaña, los 19 municipios están incomunicados. La comunidad de Monte Alegre, municipio de Malinaltepec, donde reside una familia de los 43, hay muchas viviendas dañadas. La carretera de Tlapa a Marquelia requiere atención urgente por el desgajamiento de los cerros. La Costa Chica, la Montaña y la zona Centro conforman las tres regiones más afectadas por el huracán John. Más de 35 madres y padres residen en esos lugares en condiciones sumamente precarias. La mayoría de sus comunidades están incomunicadas. Los ríos, lagunas y barrancas están causando destrozos en sus casas y cultivos.
Les aflige no saber de sus familiares por la caída de Internet y por la angustia de no llegar a sus hogares. Los pocos reportes que se tienen es que hay daños en los techos de sus viviendas. La lluvia ha reblandecido las paredes de las que están construidas con adobe. En esta temporada ya no podrán comer elotes tiernos, porque el viento destruyó sus milpas. Sus huertas de café también se perdieron. Los pocos animales de corral que tienen fueron arrastrados por las barrancas, y el viento tiró una pequeña tiendita. La ausencia de sus hijos azota más fuertemente en sus vidas por las murallas del poder y la furia del huracán.