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La impudicia de AMLO

Antes de que empezara la campaña presidencial, al 28 de febrero AMLO ya acumulaba 330 expedientes de denuncias en su contra por intervenir en el proceso electoral y vulnerar los principios de imparcialidad, neutralidad y equidad en la contienda.

José Gil Olmos | Proceso

El panorama no es tranquilizador, en el horizonte se ven nubarrones de una tormenta donde los poderes de la nación se enfrentarán: el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial de manera frontal y del lado del primero, el Legislativo representado por Morena.

Al cierre de esta administración, sentado en primera fila, Andrés Manuel López Obrador mira complacido el choque de trenes cuyas consecuencias ya no cargará y se las dejará a Claudia Sheinbaum como primer gran conflicto al tomar las riendas del país el 1 de septiembre.

AMLO se ha alimentado de los conflictos a lo largo de su carrera política y con la habilidad natural del animal político les saca provecho y hasta polariza a la población para manipularla con una lógica binaria de los buenos contra los malos que le resulta redituable.

Su impudicia la hizo costumbre. Acostumbrado a que las cosas se hagan a su manera –“al diablo con sus instituciones”, espeto hace tiempo–, a lo largo de su sexenio impuso su voluntad para crear instituciones a su modo y antojo, además de supeditar a los Poderes Legislativo y Judicial, a fin de allanar el camino para su proyecto transexenal llamado Cuarta Transformación. 

Y más que democratizar a este último con la elección popular de ministros, magistrados y jueces, lo que quiere es el control del Poder Judicial y en el camino desaparecer las instituciones de revisión de cuentas. “El pueblo los va a elegir, el pueblo es sabio”, es al fundamento de su retórica.

No obstante, la opacidad en el manejo de los recursos ha sido un vicio convertido en virtud desde la Presidencia de la República. Como lo es también entrometerse en todos los ámbitos, como fue en el pasado proceso electoral.

De ahí su enojo por la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, de haber incidido en favor de su candidata, Claudia Sheinbaum, en la elección del 2 de junio último mediante sus discursos en la famosa conferencia mañanera.

Como Vicente Fox en la elección de 2006, que desde la Presidencia actuó en favor de Felipe Calderón, ahora López Obrador es acusado de hacer lo mismo para ayudar innecesariamente a Sheinbaum. Así pasará a la historia.

El presidente Andrés Manuel López Obrador acumuló 60 quejas ante el Instituto Nacional Electoral (INE) por no respetar la ley desde que se inició el año electoral en septiembre de 2023, de acuerdo con un conteo de la Comisión de Quejas y Denuncias del Instituto Nacional Electoral.

En el descaro hizo caso omiso a las medidas cautelares que le emitió la autoridad electoral por violar las leyes electorales. Antes de que empezara la campaña presidencial, hasta el 28 de febrero, ya acumulaba 330 expedientes de denuncias en su contra por intervenir en el proceso electoral y vulnerar los principios de imparcialidad, neutralidad y equidad en la contienda.

El 18 de julio último la Sala Especializada del TEPJF determinó que el mandatario “vulneró” algunos de estos principios constitucionales:

Usó indebidamente recursos públicos y programas sociales. 

Coaccionó el voto de la ciudadanía. 

Realizó promoción personalizada. 

Difundió propaganda gubernamental en periodo prohibido” a través de sus conferencias llamadas ‘mañaneras’ del 9 y el 11 de mayo de 2023.

Aunque el Tribunal aclaró que López Obrador, al ser el presidente de la República, no puede ser sancionado por infracciones de índole electoral, también responsabilizó de la conducta por estar a cargo de la difusión del contenido infractor a Jesús Ramírez Cuevas, coordinador de Comunicación Social y vocero de la Presidencia; a Jessica Ramírez González, directora general de Comunicación Digital; a Pedro Daniel Ramírez Pérez, jefe de departamento; a Sigfrido Barjau de la Rosa, director del Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales (Cepropie), y a Carlos Emiliano Calderón Mercado, coordinador de Estrategia Digital Nacional de la Oficina de la Presidencia de la República.

Pero nada de eso le importa a AMLO, la impudicia, el descaro con que ha actuado pareciera retomar el título de aquella película “Vicios privados, virtudes públicas”, del director austro-húngaro Miklós Jancsó.

Por cierto… Al presidente López Obrador le gusta la historia, pero tiene una memoria selectiva. Por ejemplo, no recuerda que, cuando el general Lázaro Cárdenas llegó a la Presidencia, una de sus primeras decisiones fue sacar del país al general Plutarco Elías Calles, quien pretendía extender su poder como lo había hecho con los tres presidentes que precedieron a Cárdenas, dando por terminado el famoso Maximato. Claudia Sheinbaum algo tendrá que hacer si quiere pasar a la historia realmente como la primera presidenta del país. 

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De naturaleza política

Difícil tránsito de los 70 próximos días…

Enrique Aranda | Excelsior

Antes que Trump, ya confrontamos a China.

Consciente de que si bien desde sus cada vez más insulsas mañaneras, aunque de manera claramente ilegal, él mismo abonó al holgado triunfo del oficialismo, de la exregenta Claudia Sheinbaum, en concreto en los pasados comicios, Andrés Manuel López Obrador continúa evidenciando su íntima resistencia a abandonar el poder y, como ofrece un día y otro también, emprender su camino a La Chingada, su rancho en Palenque, Chiapas, apenas concluya el período sexenal para el que él fue electo.

El solo hecho de que apenas confirmarse el resultado obtenido en las urnas esté obligando a la impuesta candidata a sucederle a realizar –siempre de manera conjunta  con él se entiende– una suerte de gira del adiós o de bienvenida, constituye un factor que un día sí y otro igualmente acrecienta los temores de no pocos sectores estratégicos –empresarios, intelectuales y académicos y la Iglesia entre otros– y versiones sobre la negada intención del tabasqueño de prolongar a trasmano o de manera encubierta su influencia en la conducción del país, validando la frase de que “en Palacio vive el presidente…(aunque) el que manda vive enfrente”, acuñada durante la gestión de Manuel Ávila Camacho para sugerir que quien en verdad mandaba en México no era otro que su antecesor, Plutarco Elías Calles.

El asunto es serio. Y más cuando se constata que a medida que se agota el plazo –70 días exactos contados a partir de hoy– hacia el cierre de la actual administración, el ánimo y “necesidad” de exhibir su particular fortaleza, popularidad y manejo de masas por parte del tabasqueño tiende a acrecentarse como, lamentablemente, ha sido evidente no sólo durante las giras y eventos conjuntos, sino en la indirecta “sugerencia-imposición” de personajes que desde su personal punto de vista e interés deberían ser confirmados en los cargos que ahora ocupan. La lista es larga…

Es verdad que conforme con el sentir popular y la tradición, nada es más cierto que apenas la banda presidencial cruce el pecho, en este caso, de la virtual ganadora de los comicios del pasado 2 de junio, ésta asumirá plenamente el poder y control de la administración federal si, como es la previsión y deseo de los más, tenderá a deslindarse de su promotor e incuestionable guía actual. Sin embargo…

Asteriscos

* Mañana previsiblemente el impresentable Alejandro A(m)lito Moreno deberá formalizará su registro ante la Comisión Electoral con miras a prolongar por cuatro años más su ilegal permanencia al frente del Revolucionario Institucional. Al igual que en 2020, el campechano se presentará a la ¿contienda? llevando como compañera de fórmula a la hidalguense Carolina Viggiano, tan impresentable como él…

 * Ahora sí que, al margen la presión ejercida por el monrealato, magistrados del Tribunal Electoral federal rechazaron de manera unánime la exigencia morena de recuento total de votos emitidos en la delegación Cuauhtémoc en la que la panista Alessandra Rojo de la Vega acabó imponiéndose sobre Catalina Monreal, hija del siempre obsequioso coordinador del oficialismo en el Senado. El recuento será sólo en 73 casillas…                                          

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Justicia de lo menos y de lo más

Luis Wertman Zaslav | Excelsior

Un principio jurídico, y administrativo, establece que “quien puede lo más, puede lo menos”, para ilustrar la responsabilidad que se tiene cuando uno ostenta una posición en la que pueden determinarse cambios que influyen en la vida común de las personas.

Uno de los reclamos más sentidos de nuestra sociedad, en eso no tendría que haber demasiada discusión, es la procuración de justicia, sobre todo en aquellas faltas que podríamos considerar menores, pero que están presentes en la cotidianeidad de la mayoría de los mexicanos.

A esas faltas denominadas “administrativas” que afectan la convivencia social y el entendimiento entre vecinos, se le sumaron durante varios años las consecuencias de delitos del fuero común y de alto impacto. Juntos, crearon un clima de desconfianza y de desesperación frente a un sistema de justicia que vive sobrecargado de trabajo, pero que no parece desahogar esos asuntos menores para concentrarse en los de mayor relevancia.

No entraré en la discusión jurídica sobre el sistema de justicia mexicano, sólo quiero exponer, desde la visión de la ciudadanía, lo que ha significado que la impartición de justicia no sea pronta ni expedita. Para un ciudadano, ese sistema no inspira confianza y por ello hará lo que sea necesario para evitarlo, con todo y su burocracia.

Tristemente no conozco a nadie que no haya tenido que experimentar el laberíntico sistema de justicia y sus, en ocasiones, incomprensibles procedimientos para las personas.  Fallos justos, fundamentados en el sentido común, pueden tardar años, si es que ocurren, mientras que sentencias sin lógica son el pan de cada día.

Tengo la fortuna de contar entre mis amistades a muchos reconocidos abogados. Ellas y ellos me han acompañado en algunos asuntos legales y otros sólo me han compartido sus puntos de vista acerca de su profesión y el medio en el que la ejercen. Sus explicaciones acerca del tiempo que puede llevar un asunto en un juzgado para que se resuelva y sobre los obstáculos para lograr que los procesos sean más simples son difíciles de resumir, porque van desde el uso de contactos, hasta el fondeo mal entendido para que un expediente se mueva de un escritorio a otro. De las personas sin sentencia que han perdido su libertad, nada más es importante advertir que es una asignatura social pendiente no sólo para las autoridades, sino para toda la sociedad. En estos seis años se ha hecho un esfuerzo sin precedentes para brindar justicia en estos casos y de julio de 2022 a junio de 2024, 9 mil 867 mujeres y hombres han sido preliberados o calificado para una amnistía, una cantidad notable cuando hablamos de vidas humanas y de familias, pero que todavía no alcanza a beneficiar a la mayoría de quienes aún se encuentran en esa especie de “limbo” judicial.

El esfuerzo del gobierno de México, de organismos de derechos humanos y de organizaciones civiles ha hecho una diferencia en este sexenio; sin embargo, todavía no es suficiente, porque siguen sumándose personas a los centros de readaptación social sin una condena, mientras que cientos llevan años en reclusión bajo la misma condición de incertidumbre. Alguna vez, lo he escrito antes, escuché una frase que me dejó helado: “la cárcel es para los pobres y para los tontos”. Quien la dijo era un abogado y me rehúso a pensar que estamos condenados a repetirla.

En este cambio de época, muchos sistemas y procesos se han modificado. Unos por la presión social de una ciudadanía que ya no compartió los viejos códigos de relación con los poderes, los establecidos y los fácticos, y otros por el ideal de no regresar a las mismas situaciones que nos pusieron en una posición de tanta molestia en 2018. Felizmente no estamos en el mismo escenario y la participación social de la mayoría de los mexicanos ha abierto la posibilidad de que podamos discutir en paz un nuevo diseño institucional que sí responda a las demandas de justicia de la población, sin que eso deje a un lado el debate necesario acerca del estado de fiscalías y ministerios públicos.

Entre todos podemos continuar reformando todo lo que se necesite para que en el país prive la justicia, la paz y la prosperidad. No es una ilusión ni una utopía. Es un momento histórico en el que debemos participar, como ya lo hemos hecho en otros anteriores. Nuestra oportunidad es ahora, y con argumentos y razones obtengamos esa justicia tan anhelada en lo menos y en lo más.

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Astillero

La verdad verde olivo // AMLO defiende a militares // No da reporte, sino hipótesis // Lo esencial: no hay verdad ni justicia

Julio Hernández López | La Jornada

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha titulado primer reporte, dirigido a los padres y madres de los 43 normalistas desaparecidos, lo que en el cuerpo de su texto define como hipótesis. Tal término, establece el diccionario de la Real Academia Española, corresponde a la suposición de algo posible o imposible para sacar de ello una consecuencia.

Una hipótesis, es decir, una suposición, significa suponer, lo que tiene como dos primeras acepciones, en el mismo diccionario: considerar como cierto o real algo a partir de los indicios que se tienen: (ejemplo) La vi con paraguas y supuse que llovía, o considerar como cierto o real algo que no lo es o no tiene por qué serlo. ¿Sinónimos de suponer?: conjeturar, sospechar, creer, figurar, poner, imaginar, pensar, considerar, cachar.

El mencionado reporte presidencial no es, por tanto, sino una suposición, una forma de análisis y expresión proveniente de la subjetividad de quien se expresa, lo cual podría o no llegar a ser verdad, de la misma manera obvia en que podría o no llegar a ser mentira. Una cosa son las suposiciones o hipótesis y otra son los hechos jurídicos.

El presidente de la República recurre, en el mencionado reporte que es hipótesis, a una fórmula que en el fondo trata de eludir los dos puntos centrales del caso de los 43 normalistas: la verdad y la justicia, compromisos a los que no se ha honrado y a los cuales ahora se pretende envolver en retórica de falsas justificaciones y en reparto de culpabilidad a familiares y defensores de las víctimas.

Más allá de los alegatos, las hipótesis, las suposiciones de conspiraciones internacionales y nativas contra su gobierno y los militares, y el fraseo recurrente de acusaciones contra el mismo aparato de indagación de éstos y otros hechos criminales desde el poder, al que lleva largos meses desmontando y desacreditando, López Obrador tiene frente a sí el hecho histórico de que, al igual que Enrique Peña Nieto, el ocupante de Los Pinos en aquellas fechas aciagas, el actual ocupante de Palacio Nacional no ha avanzado en el esclarecimiento de los hechos, la verdad ni en la aplicación de la justicia.

Por el contrario: a estas alturas, las promesas verbales y compromisos institucionales en busca de verdad han sido abatidos sistemáticamente, en medio de una preocupante insidia desde el máximo poder contra quienes sirvieron desde el propio gobierno al propósito de encontrar la verdad y procurar la justicia y, aún más, en una estampa que es mucho más que lamentable, contra los abogados defensores, las organizaciones defensoras de derechos humanos y el activismo solidario con la causa de los 43, arguyendo en su contra palabrería y señalamientos propios de los peores momentos de la anterior discursiva gubernamental represiva.

El motivo real de la clamorosa incongruencia del jefe del Ejecutivo federal es la defensa tajante de las fuerzas militares, del Ejército, de la Secretaría de la Defensa Nacional, al extremo de sostener que no tienen culpabilidad en los hechos de Iguala. El Presidente extiende un inadmisible certificado discursivo de inocencia a los militares y, así, emite una nueva versión de las postulaciones históricas de Jesús Murillo Karam y Enrique Peña Nieto: ahora se está en presencia de la verdad verde olivo.

Lo que el mandatario debe informar, sin hipótesis ni suposiciones, es lo que realmente sucedió con los normalistas y dónde están sus restos, quiénes fueron los responsables superiores (no sólo los grupos explícitos del crimen organizado), el papel que jugaron el Ejército y las policías federales, además de las instancias estatales y municipales.

Tampoco puede hablarse de justicia real cuando el armado institucional de indagaciones contra los militares ha sido obstruido y depreciado y cuando los imputados van saliendo de la prisión castrense para ir a casa a llevar sus procesos, y las acusaciones van siendo encaminadas hacia la atenuación, que es una forma de grave impunidad histórica.

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México, SA

Adiós, Biden, adiós // ¿Bienvenida, Kamala? // Obama quiere a Michelle

Carlos Fernández-Vega | La Jornada

De Washington llega la noticia: lo que queda del presidente Joe Biden anunció que abandona su campaña con miras a relegirse en la Casa Blanca. La versión oficial asegura que tomó la decisión en el mejor interés de mi partido y del país; me hago a un lado y me concentro únicamente en cumplir con los deberes como presidente para lo que queda de mi periodo. En realidad, se trata de un pretexto banal, porque en el fondo está su notoria incapacidad, física y mental, no sólo para repetir en el puesto, sino para hacer algo medianamente positivo en lo que resta de su mandato.

Si en el Partido Demócrata el ambiente ya estaba más que caldeado, ahora, con dicha decisión, la temperatura ha llegado al punto de ebullición. De inmediato, la vicepresidenta Kamala Harris, una mujer de 60 años, se subió al carro de la candidatura (se supone que con el apoyo del renunciante), pero al mismo tiempo el ex presidente Barack Obama pintó su raya y se pronunció a favor de abrir un proceso para elegir al sustituto de Biden, con la mira puesta, claro está, en que la ungida sea su esposa, Michelle Obama. Todo patas para arriba.

Ni tarda ni perezosa, Harris aseguró que espero ganar la nominación presidencial del Partido Demócrata y así derrotar a Trump; haré todo lo que esté en mi mano para hacerlo. Pero el silencio de parte de la clase política estadunidense parece no favorecerla. De hecho, Obama aplaudió la decisión de Biden, pero de inmediato advirtió que navegaremos en terreno desconocido en los próximos días; tengo una confianza extraordinaria en que los líderes de nuestro partido serán capaces de crear un proceso del que surja un candidato sobresaliente (como su esposa). Y los que se animen a subirse.

Al mismo tiempo y desde la esquina de enfrente, el energúmeno Donald Trump (quien ganó la candidatura del Partido Republicano por una bala) se regodea por el enrarecido ambiente en el Partido Demócrata y asegura que Biden ha sido el peor mandatario de la historia, de tal suerte que Kamala Harris es más fácil de derrotar que el mismo renunciante, aunque en los hechos la distancia entre uno y otro (de acuerdo con las encuestas más recientes) no resulta abismal: 44 contra 47 por ciento, esta última proporción favorable al republicano.

Todo apunta a que, en medio del ambiente patas arriba que vive el Partido Demócrata, el energúmeno neoyorquino, de 78 años, afianza su ventaja –ya fortalecida con el capítulo de la bala y la oreja– y el mundo deberá estar preparado para torear sus salvajadas. El presidente López Obrador capoteó bien a Trump y ahora le toca a la virtual presidente electa, Claudia Sheinbaum, quien dice: Vamos a respetar siempre la decisión del pueblo de Estados Unidos. Quien decida quién va a ser su presidente, nos vamos a llevar bien (con cualquiera que resulte), a seguir trabajando conjuntamente. Pero siempre es importante que a los compañeros que trabajan con nosotros y a nuestro país siempre nos traten bien; no hay ningún problema con Estados Unidos, pero vamos a pedir respeto para México, siempre. A las vivas, pues.

Mientras el Partido Demócrata está al rojo vivo y el jaloneo interno en su punto más alto, y Trump promete poner fin a la guerra en Ucrania, el Archivo de Seguridad Nacional estadunidense desclasificó documentos confidenciales que confirman, por si hubiera duda, que la Casa Blanca, con sus diferentes inquilinos en las últimas tres décadas y media, nunca respetó los acuerdos negociados con el Kremlin, en especial los relativos a evitar la expansión de la OTAN hacia las ex repúblicas soviéticas.

Hasta la semana pasada inéditos (memorandos para el titular de la Casa Blanca en esos años, Bill Clinton; minutas de conversación de sus contrapartes estadunidenses con los entonces presidente Boris Yeltsin, canciller Yevgueni Primakov y viceministro de Relaciones Exteriores Georgiy Mamedov; cartas de expertos y cables de altos funcionarios del consejo nacional de seguridad de Washington) revelan que Rusia consideraba un error la ampliación de la alianza noratlántica hacia el este y, tras una mezcla de rechazo inicial categórico con notorio deseo de estrechar nexos, terminó aceptándola como un hecho inevitable ( La Jornada, Pablo Duch).

En los hechos, desde entonces 15 ex repúblicas soviéticas fueron absorbidas por la OTAN. De ese tamaño son los compromisos de la Casa Blanca.

Las rebanadas del pastel

Para los gritones, una dosis de realidad: por primera vez desde 2013 Pemex logró reducir su deuda en casi 33 mil millones de dólares, hasta llevarla por abajo de 100 mil millones (Octavio Romero Oropeza).

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Sistema de partidos colapsado

José Murat / I | La Jornada

Nunca como ahora el sistema de partidos políticos de México había estado tan colapsado. El tsunami de votos favorables a la profundización del proyecto de transformación del país redujo a niveles impensables al PRI, un proceso que todavía no toca fondo pues todo apunta hacia el precipicio, hacia un partido testimonial y simbólico arrastrado por una dirigencia errática que perdió contacto sicológico y político con la realidad interna y del país mismo; al PAN lo despojó de sus bastiones territoriales más importantes y ahora enfrenta el espectro de una división aguda; y, en el otro extremo ideológico, destruyó el referente de la izquierda tradicional e histórica, aglutinada en torno al PRD.

Iniciaremos este análisis del estado en que se encuentra el sistema de partidos políticos en México, y sus desafíos, con este partido de la izquierda emblemática, pues es el que, en este momento, ha perdido ya su registro legal al no alcanzar el requisito esencial que exige el artículo 41 constitucional para conservar el estatus jurídico de partido político nacional: alcanzar un mínimo de tres por ciento en las elecciones federales, sean presidenciales o legislativas, un destino que podrían correr otras fuerzas políticas en el futuro inmediato, o en un plazo no muy lejano.

El PRD no fue un partido accidental ni intempestivo. Su historia, su génesis y desarrollo, es parte medular del México moderno, crítico, ciudadanizado y democrático de las últimas tres décadas del siglo XX y las dos primeras del siglo XXI. Su fuente primigenia fue el Partido Comunista Mexicano (PCM), con figuras históricas como Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Gilberto Rincón Gallardo y Enrique Semo, entre otros destacados luchadores sociales.

El PCM, que fue tan importante en las negociaciones de los 70 entre la izquierda y el gobierno, proceso en el que tuvimos la oportunidad de participar para abrir paso a la democracia amplia y plural, alejada de la violencia urbana y rural que amenazaba la estabilidad política de aquel tiempo, mediante la reforma electoral de 1977 que creó la Loppe, la legislación electoral que dio registro legal a ese partido, al PST, al PMT y al PDM, y que creó la figura de los diputados de representación proporcional, para dar mayores espacios al México plural emergente, renuente a aceptar la existencia de una sola escalera de acceso al poder y la toma de decisiones públicas.

En otra vertiente, que fue desembocando en el mismo destino, el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), con figuras como Heberto Castillo, nacionalista, visionario y profesional destacado, al lado de Eduardo Valle, El Búho, y otros militantes provenientes del movimiento estudiantil de 1968, y que sufrieron el rigor de la cárcel por la defensa de sus ideas y sus ideales, de justicia genuina y democracia participativa.

También el PST, con entonces jóvenes entusiastas y comprometidos, como Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Rafael Aguilar Talamantes, que después se constituirían, los dos primeros, en la cabeza de la organización Nueva Izquierda, una de las expresiones más grandes e importantes del PRD.

En la etapa intermedia, estos partidos primero se unieron para crear el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), después para crear el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), y finalmente el PRD, fundado el 5 de mayo de 1989, ya bajo el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, emergidos de la Corriente Democrática, e integrados quienes provenían, las figuras ya descritas, de la izquierda comunista, socialista y democrática.

Hay que patentizar que el PRD ingresó formalmente al sistema de partidos políticos de México gracias a la generosidad política del Partido Mexicano Socialista, quien cedió su registro legal a la nueva fuerza política.

El PRD, con sus expresiones primarias de donde provino, y ya propiamente con su denominación legal, es un referente ineludible de la cartografía política del país de las últimas cinco décadas: todavía existe la controversia de si ganó los comicios presidenciales de 1988 con su candidato Cuauhtémoc Cárdenas; en las elecciones legislativas de 1997 fue segunda fuerza política; y en las presidenciales de 2006 y 2012 encabezó coaliciones que lo colocaron como la segunda fuerza electoral, pero como ocurrió en los 80, también con una enorme incertidumbre, nunca despejada, sobre el real ganador en el proceso de 2006.

Mal haría cualquier analista del acontecer político nacional en no aquilatar la enorme contribución del PRD, y de las fuerzas políticas comunistas, nacionalistas y de avanzada que nutrieron su creación y convergieron en él. Fenómenos como la consolidación de corrientes por encima del proyecto de ese partido, grupos formales e informales despectivamente llamados tribus, y finalmente la alianza con expresiones nada afines ideológicamente con su doctrina, fueron socavando la fuerza de ese partido histórico.

El sistema de partidos perdió a una importante organización fundante, un pilar de los contrapesos en las últimas generaciones, no sólo sexenios. Ese sistema es el que hay que restructurar ahora, análisis que continuaremos en las siguientes colaboraciones, sin dejar de reconocer la enorme legitimidad y el mandato contundente otorgado a la nueva fuerza gobernante para consolidar su proyecto de justicia horizontal e incluyente.

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Cárdenas, la izquierda y el Frente Popular

Jaime Ortega * | La Jornada

Hace 90 años inició el gobierno del general Lázaro Cárdenas y con ello se abrió en la nación la posibilidad de la construcción de una gran alianza política: el Frente Popular. Aunque el día de hoy el ex presidente es recordado como una de las figuras más prominentes de la rotonda de las izquierdas, en su momento no fue recibido con todo el beneplácito e incluso en 1934 compitió con otros dos candidatos de signo similar: Adalberto Tejeda, del Partido Socialista de las Izquierdas, y el comunista Hernán Laborde, cuya organización se encontraba semiclandestina. El gobierno del michoacano transformó radicalmente las coordenadas políticas de su tiempo: derrotó al viejo árbitro de la política nacional y sus seguidores del poder, contribuyó a la unificación de las clases trabajadoras y campesinas y colocó al Estado como el gran mediador, por encima de los conflictos sociales y como la palanca fundamental del cambio.

Pronto las izquierdas, en especial el Partido Comunista de México (PCM), tuvieron que modificar su actitud. Aunque en un primer momento lanzaron la consigna ni con Calles ni con Cárdenas, pronto, al observar la poderosa movilización popular alrededor del michoacano remarcaron que se encontraban a un lado de las masas cardenistas, pero no con su liderazgo. Finalmente, la fuerza de los hechos se impuso: el PCM se volvió un importante aliado el resto del sexenio.

La conceptualización de dicha convergencia se dio en paralelo con los cambios mundiales, especialmente en la Internacional Comunista (IC) que reelaboró su estrategia y bautizó el nuevo periodo como de los frentes populares: grandes alianzas de clase e ideológicas en búsqueda de frenar a las derechas –en ese momento identificadas con el nazi-fascismo–, avanzando en instancias electorales y de gobierno. Los casos de España y Francia fueron los espejos típicos de la construcción frente populista, en donde los comunistas ocupaban cargos en los gobiernos de coalición. En América Latina fue el caso chileno el que más se aproximó a estos, dado el arraigo de los comunistas.

En México, en cambio, la idea tuvo una suerte marcada por el auge de la Revolución Mexicana. Tras el viaje de Laborde, José Revueltas y Miguel Ángel El Ratón Velasco al séptimo Congreso de la IC en 1935, el viraje político terminó de concretarse en el acercamiento de los comunistas al gobierno de Cárdenas. Aunque convocado inicialmente por el PCM como Frente Popular Antiimperialista, pronto la coyuntura obligó a replantear el conjunto del panorama: de nada servía crear un membrete vacío si existía, en los hechos, un gobierno que apoyaba la movilización proletaria y campesina. Así, entre marzo y abril de 1938 los comunistas interpretaron que el llamado de sustitución del Partido Nacional Revolucionario como el momento de intervención para la construcción del Frente Popular.

Opacado en nuestros días por el acto expropiatorio del 18 de marzo, apenas unos días después se constituyó el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) que los comunistas y las otras izquierdas calificaron como la forma del Frente Popular en las condiciones mexicanas. La operación política que interpretó el paso del PNR al PRM y después al PRI como un cambio de nombre, hace aparecer esta decisión como un sinsentido, una especie de mala jugada de la historia en donde las fuerzas subalternas y de izquierda contribuyeron a forjar un aparato de control. Sin embargo, una revisión somera de aquella coyuntura no habilita tan concepción.

La convocatoria a la constitución del nuevo partido fue motivo de amplias discusiones, Laborde propuso el nombre de Partido Popular para remarcar su tono policlasista, en tanto que un sector radicalizado del PNR sugirió el de Partido Socialista Mexicano. El PRM nació en medio del fragor antifascista, con una promoción decidida de la lucha de clases y de la socialización de la riqueza producto de la explotación. No usaba la bandera tricolor, que sólo llegaría en la década de 1940, sino un fondo rojo con letras blancas. En sus afiches se veía la representación de las masas indígenas liberándose de sus cadenas bajo el lema Contra la opresión capitalista.

El historiador francés Romain Rominet ha cuestionado la socorrida idea de que fue en ese momento donde nació el corporativismo estatalista y autoritario, mostrando que, en su diseño, el PRM sostuvo la noción de la democracia funcional. Su estructura no replicaba al fascismo italiano, pues no eran corporaciones las que confluyeron en el nuevo partido-frente, sino sectores. Tampoco fueron exclusivamente los más famosos de ellos: obrero, campesino, militar y popular, pues concurrieron organizaciones de mujeres, de indígenas y los comunistas reclamaron su ingreso en tanto sector.

El aporte de las izquierdas no fue la construcción de una máquina de control de la sociedad, sino a la formación amplia de una alianza que permitiera a los grupos subalternos tener una presencia en el Estado bajo el manto de un programa que avanzaba hacia la socialización de la riqueza. Esta versión del Frente Popular, vigente entre 1938 y 1941, tuvo a los comunistas como protagonistas de una democracia que superara la versión liberal de ésta, al tiempo que huía de la fijación de un partido de Estado; antes bien, insistieron en que el PRM era una confluencia, una plataforma y un escaparate frente a las amenazas derechistas y no un engranaje estatal. En esos años lucharon por darle vida interna democrática, encontrando resistencias del fermento de una nueva burocracia. La aspiración fue derrotada y el partido perdió el impulso radical con el advenimiento del siguiente gobierno, quien despojó al PRM de sus instrumentos de comunicación y los comunistas fueron arrinconados y arrebatados sus triunfos electorales internos. Hacia 1943 poco o nada quedaba de aquella idea que movilizó intensamente a las masas y a las izquierdas alrededor de la acción reformista del general Cárdenas y lo que fue dispuesto como un instrumento de las clases subalternas se transformaría en 1946, en un dique contencioso de su acción. Pero en las izquierdas mexicanas, en adelante, la noción frentepopulista no desapareció, sino que se recicló en numerosas ocasiones.

* Investigador UAM.

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