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Matar sacerdotes para calentar la plaza
Ricardo Raphael
Proceso
Hacia la una de la tarde del pasado lunes 20, Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez, guía de turistas en la Sierra Tarahumara, ingresó a la iglesia de Cerocahui seguido por sicarios. Ahí dentro lo ultimaron y también arrebataron la vida a Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales.
¿Por qué asesinar a dos sacerdotes adultos mayores de la orden de los jesuitas dentro de su iglesia? ¿Qué tal si no hubiese azar en esa ejecución, sino un cálculo preciso del escándalo nacional que este acto de barbarie iba a provocar?
Hacia la una de la tarde del pasado lunes 20, Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez, guía de turistas en la Sierra Tarahumara, ingresó a la iglesia de Cerocahui seguido por sicarios. Ahí dentro lo ultimaron y también arrebataron la vida a Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, ambos sacerdotes de la Compañía de Jesús, el primero de 79 y el segundo de 81 años.
La reacción nacional frente a estos asesinatos fue contundente y da prueba de que en México hay muertos de primera y segunda categoría. Es duro decirlo pero es verdad: muy probablemente habría pasado inadvertido ese acto de violencia si las víctimas hubiesen sido tres adultos mayores pertenecientes a la etnia rarámuri.
El pasado mes de abril un grupo armado y con el rostro cubierto arribó a la comunidad de Jicamorachi, ubicada en la frontera entre Chihuahua y Sonora. Ahí los sicarios dispararon contra las viviendas, la iglesia y los comercios para provocar que las y los pobladores abandonaran ese asentamiento. De las 122 familias que ahí vivían actualmente sólo quedan 40. Salvo alguna excepción, el hecho pasó inadvertido para la prensa nacional.
Patricia Mayorga sí reportó para la edición digital de Proceso (02.07.21) sobre el desplazamiento forzado derivado de esa violencia que ha vuelto víctimas a decenas de habitantes de la región en los últimos años. Las organizaciones criminales han impuesto sus leyes para hacer o deshacer con un territorio que asumen como propio y que sirve para el trasiego de drogas hacia Estados Unidos, pero también para dominar el lucrativo negocio de la tala ilegal de bosques.
Han sufrido de este látigo arbitrario las poblaciones de varios municipios de Chihuahua, como Guazapares, Uruachi y también Ciudad Cuauhtémoc. Se trata de una verdadera ola cargada de extorsiones, negocios incendiados, personas “levantadas” y asesinatos.
Mientras Chihuahua arde, la autoridad legal confirma su participación como mera espectadora del desastre. Con el asesinato de Morita y El Gallo, como la población solía referirse a los sacerdotes Joaquín Mora y Javier Campos, la actitud pasiva dejará por un tiempo de ser tolerada. Se suma al cuadro macabro el que los asesinos hayan plagiado los cuerpos sin vida de los dos religiosos y también del guía de turistas, Pedro Palma. Estas muertes son un escándalo cuyas llamas se elevan a tal punto que se hace imposible no verlas, incluso desde lejos.
Ha sido señalado como responsable de esta masacre el joven de 30 años José Noriel Portillo Gill, conocido en su medio como El Chueco. Los antecedentes de este criminal tienen varios años acumulándose. Se le acusa de haber mandado ejecutar, en 2018, al profesor estadunidense Braxton Andrew, a quien se le habría confundido con un agente de la DEA. También hay imputaciones que pesan sobre El Chueco, desde 2019, por la desaparición y homicidio del activista Cruz Soto Caraveo.
Se trataría del líder de una empresa criminal que controla la región de Urique, ligada a la organización Los Salazar que, a su vez, estaría vinculada con el Cártel de Sinaloa.
Más allá de estas malas cartas de referencia, la acusación que desde la Presidencia de la República se ha hecho contra Portillo Gill merecería valorarse con precaución.
Resulta un tanto sospechoso que el líder de una organización criminal sea al mismo tiempo el autor material de los crímenes referidos. Sin embargo, afirmó Andrés Manuel López Obrador que un tercer sacerdote, que estaba presente en el momento de los hechos, habría reconocido al Chueco. Esta pieza de información tendría todavía que ser corroborada.
Pero aún más extraño es que el líder criminal de la región haya cometido el error de ejecutar un doble asesinato –el de los sacerdotes jesuitas– sabiendo que ese evento terminaría por “calentar” su plaza, como se dice coloquialmente.
Es común que el asesinato de civiles inocentes por parte de las bandas criminales tenga como propósito atraer reflectores públicos de tal manera que las fuerzas del Estado tomen control del lugar. Esto, a su vez, tiende a favorecer a las empresas criminales que, de otra manera, no habían podido arrebatar territorio a sus adversarias.
Es decir que el “calentamiento” de una plaza tendría como propósito el empoderamiento de las bandas rivales. En caso de que los asesinatos de Cerocahui fuesen la consecuencia de este patrón delictivo, El Chueco no sería el autor de los hechos, sino el chivo expiatorio designado para mitigar la ira social.
Suma a esta línea de reflexión la pugna que lleva un buen rato andando entre el Cártel de Sinaloa, de un lado, y la alianza que han formado la organización delictiva La Línea y el Cártel de Caborca comandado por Rafael Caro Quintero.
Hace apenas cuatro meses empleados de la empresa comandada por Caro colgaron de un puente en Hermosillo el cadáver de un hombre y un mensaje en el que se señalaba a funcionarios del gobierno sonorense de estar vinculados justamente con Los Salazar, grupo al que pertenecería El Chueco.
La alianza entre Caro y la Línea para arrebatarle posiciones al Cártel de Sinaloa, concretamente la lucrativa región maderera de la Sierra Tarahumara, una de las más importantes para la tala ilegal, podría ser una explicación alternativa y más coherente respecto al secuestro y asesinato de las víctimas de Cerocahui.
¿Fue realmente José Noriel Portillo Gill el responsable de lo ocurrido o alguien más decidió calentarle la plaza con el propósito deliberado de sacar a la organización sinaloense de la sierra de Chihuahua?
Más allá de las personas a las que puedan imputarse estos crímenes, no debería la autoridad cerrar el caso una vez que se detenga al presunto responsable, porque el fenómeno de la violencia que se vive en esa zona del país trasciende a esa persona.
Que la muerte de los sacerdotes Morita y el Gallo no vaya a servir para que salgan unos criminales de Cerocahui y en su lugar ingresen otros. El tema de fondo es el control de la sierra, el cual debería volver a manos del Estado en vez de continuar siendo territorio de criminales.
Juegos de poder
Asumamos lo peor
Leo Zuckermann
Excelsior
Asumamos lo peor: este Presidente no va a cambiar ni un ápice su estrategia, si es que la tiene, para resolver la violencia en el país. Ya lo sabemos, López Obrador es un terco. Él mismo se precia de serlo. Le quedan dos años en el poder y difícilmente hará un giro para dar mejores resultados en materia de seguridad. Así que, insisto, asumamos lo peor: dos años más de miles de homicidios, desaparecidos y extorsiones, además del crecimiento y diversificación de las bandas del crimen organizado.
El gobierno, de hecho, ya no sabe qué responder frente a este reto.
Un psicópata, “jefe de la plaza” de la sierra Tarahumara, en Chihuahua, se enoja porque su equipo perdió un partido de beisbol. Trae ánimo de venganza. Quiere matar. Se enfrenta a un viejo guía de turistas de la región, quien se refugia en la iglesia para que no lo asesinen. Dos sacerdotes jesuitas se interponen para evitar la tragedia. El psicópata mata a los tres. Otra historia más del México de terror en pleno siglo XXI.
¿Y qué responde el gobierno?
Como hacían Calderón y Peña en su momento, le echa la bolita al gobierno del estado por ser un crimen del fuero común. Presume, sin evidencia de éxito, que los programas sociales están ayudando a combatir las raíces sociales de la criminalidad.
Y, claro, se va hasta los tiempos de Calderón y García Luna para decir que les dejaron el país en llamas. Por supuesto que recibieron un incendio. Pero, ¿acaso no prometieron apagarlo? ¿No llegaron al gobierno para resolver los problemas que les heredaron?
La bobería de “más abrazos y menos balazos” ya no convence a nadie. Fue una buena frasecita de campaña y nada más. Como política pública ha sido un rotundo fracaso. Ahí están los resultados. Muertos y más muertos por diversas regiones del territorio nacional. El crimen organizado empoderado como nunca en nuestra historia reciente.
Asumamos lo peor: así nos vamos a ir hasta 2024. Este Presidente no va a cambiar. No tenemos razones objetivas para pensar que así lo hará.
Entonces, pongamos la mirada en la elección presidencial de 2024. En el tema de la inseguridad, seamos muy duros con todos los candidatos que pretenden gobernarnos. Demandemos políticas públicas bien diseñadas, no frasecitas pegajosas, con objetivos cuantificables para recuperar la paz entre los mexicanos. Menos homicidios, menos desaparecidos, recuperación gradual de territorios por parte del Estado, menos derecho de piso, cero secuestros.
Asumamos lo peor: alcanzaremos tres sexenios perdidos en materia de inseguridad. Malas cuentas de Calderón, de Peña y de López Obrador. No pudieron con el paquete. ¿Aguanta el país otro sexenio más de fracasos en esta materia?
No lo creo. La gente está desesperada en diversas partes del país. Se queja con toda razón. Ya no pueden trabajar con libertad. Ni hablar de salir a las calles a divertirse. Viven con miedo.
Es cierto. En la República hay algunos bolsones de seguridad. Pero el cáncer de la inseguridad se sigue expandiendo día con día. Y el gobierno lo tolera.
Su obsesión es ganar en 2024 y darle continuidad a la llamada “Cuarta Transformación”. ¿Continuidad? ¿En serio? ¿En las políticas públicas de seguridad que han fracasado?
¿Qué va a proponer Claudia Sheinbaum en caso de ser la candidata presidencial de Morena? ¿Más abrazos y menos balazos? ¿Más militarización al estilo de la que comenzó con Calderón, siguió con Peña y se profundizó con López Obrador?
Si se hace una y otra vez lo mismo, los resultados siempre serán iguales.
¿Y Marcelo Ebrard, quien fue jefe de la Policía en la capital? ¿Tendrá una visión diferente de cómo enfrentar el crimen, tal como lo hizo cuando fue el jefe de Gobierno de la Ciudad de México? ¿Será lo suficientemente sensato como para dar un giro de 180 grados en la estrategia de seguridad? ¿Se atreverá?
¿Cómo reaccionarán los militares cuando su jefe civil, el próximo Presidente, les informe que se acabó la época en que ellos controlaban la seguridad pública del país? ¿Lo aceptarán? ¿Dejarán que les quiten el control de la Guardia Nacional? ¿Regresarán tranquilamente a sus cuarteles?
México está atravesando por una epidemia de violencia que se viene expandiendo desde hace más de quince años. Tres presidentes no han podido con el paquete. No puede haber un cuarto.
¿Cuánto tiempo nos queda?
Max Cortázar
Excelsior
Estados Unidos va en una ruta directa de choque con los valores democráticos que por tanto tiempo lideraron en la comunidad internacional. Están quedando atrás los días en que este país, junto con algunas naciones europeas, inspiraban a otros regímenes políticos la importancia de priorizar la protección de la vida de las personas, de ampliar sus libertades y derechos en la construcción de sociedades con las mejores calidades de vida del planeta, así como de someter la conducta de gobernantes a la rendición de cuentas ordenado en el marco jurídico.
Sorpresivamente, no tuvimos que esperar hasta la elección presidencial de 2024 —en la cual se proyecta, desde ahora, como la principal amenaza, el potencial regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y de las políticas contrarias a los valores democráticos—; porque en tan sólo unas horas, la Suprema Corte de ese país nos demostró que la posesión de armas tiene más valor jurídico que cualquier vida estadunidense, a pesar de ser uno de los años más sangrientos de la Unión Americana, con 292 tiroteos masivos al día de ayer; además de que cualquier libertad o derecho vigente está en riesgo de desaparecer, por la evolución de la discusión pública tras la derogación de la sentencia Roe vs. Wade, en la que ya se cuestionan la pertinencia de llevar a la Corte otra serie de garantías individuales.
Por si fuera poco, los incentivos que tiene la clase política para sujetarse a un comportamiento democrático se encuentran a prueba. Ello porque, no obstante que un comité bipartidista del Congreso de Estados Unidos acusa al expresidente Trump de planificar “un intento de golpe” con el asalto al Capitolio, ocurrido el 6 de enero del año pasado, así como de presionar explícitamente a distintas autoridades nacionales y estatales con el fin revertir la certificación del triunfo electoral del Joe Biden; los electores siguen haciendo de Donald Trump uno de los dos candidatos republicanos más competitivos de cara a la elección de 2024.
Incluso, los votantes de ese partido van por castigar a los actores políticos que sí se sujetaron en su momento a lo dictado por el sistema electoral, como es el caso del exvicepresidente Mike Pence, que actualmente no rebasa siquiera el 10%, en promedio, de las intenciones de voto al interior de su instituto político. En este entorno, sólo falta que el proceso que sigue el Congreso contra el expresidente termine más fortaleciendo, que afectando la viabilidad política del movimiento trumpista en el mediano plazo.
Sin duda, el caldo de cultivo está puesto para el retorno de las posiciones extremas a la presidencia de Estados Unidos.
Paradójicamente, la defensa de los valores democráticos que el mandatario Joe Biden y sus aliados europeos hacen frente a Rusia, tras la invasión militar a Ucrania, están prolongando las subidas, tanto en los precios de los combustibles como en bienes básicos de consumo y, con ello, alimentando una espiral inflacionaria que en lo doméstico estrangula toda posibilidad de respaldo de los electores hacia este tipo de políticas moderadas y la defensa del orden democrático internacional.
Así lo dejan ver los sondeos de opinión, en los que tan sólo el 18% del electorado estadunidense piensa que el país va por buen camino; además de que la aprobación a la gestión de Joe Biden sigue sin poder levantar vuelo, y se encuentra a tan sólo unos cuantos puntos del piso de respaldo que propició la salida de Donald Trump de la Casa Blanca (36% vs. 33%, respectivamente).
Sólo que ahora los votantes norteamericanos, para “corregir el rumbo”, dan muestras de empatía con la idea de traer de regreso a quien rechazaron hace cuatro años en las urnas. En un contexto algo similar al de Grover Cleveland, único mandatario estadunidense que —entre 1885 y 1897— fuera a tres elecciones y recobrara la presidencia tras ser derrotado por el republicano Benjamin Harrison. Al igual que podría pasarle a Joe Biden en 2024, hasta ahora Harrison ha sido la única persona en recibir y entregar la Casa Blanca a la misma persona.
Esa ruta parece confirmar el clima electoral que se vive hacia las elecciones intermedias de este año, en las cuales los republicanos podrían recobrar el control de, cuando menos, una de las dos cámaras del Congreso. Ello, a partir del descontento prevaleciente en amplios segmentos del electorado blanco, con menores niveles educativos, asentado en zonas rurales o suburbanas y de bajos ingresos.
Votantes a los que sólo parece hablarle la base más radical del Partido Republicano. Legisladores que, con viento a favor, suelen evadir cualquier rendición de cuentas a la máquina electoral que representa Donald Trump. Bajo esta perspectiva, y sus implicaciones en la conflictiva arena internacional, ¿cuánto tiempo nos queda de estabilidad a un orden sustentado en verdaderos valores democráticos?
Astillero
Delgado: estigmatizar la discrepancia // Dussel critica encuestas // Gertz debe dar resultados // ¡Eureka!: el nuevo agravio
Julio Hernández López
La Jornada
El desempeño de Mario Delgado como dirigente de Morena ha estado caracterizado por el reciclamiento electoral de personajes de otros partidos, ajenos o distantes de la llamada Regeneración Nacional, y el desplazamiento u omisión de los méritos propios de los genuinos militantes del partido guinda. Tales maniobras pretenden ser justificadas mediante resultados electorales que enmascaran el daño a las propuestas originales de dicho partido-movimiento.
Ahora, Delgado se encamina a la instalación de nuevos directivos municipales, distritales y estatales, en un plan de acción que en los hechos podrá significar una toma facciosa del poder partidista. Varias voces critican este proyecto de renovación de liderazgos, a la par que el historial previo de pragmatismo.
Ante ello, y frente a un escenario de reticencia que el senador Ricardo Monreal ha hecho público y el canciller Ebrard ha dejado en boceto, Delgado ha recurrido a una oratoria propia de autoritarismos pasados: en este proceso de transformación nadie puede actuar con sectarismos de grupos. Solamente la gente va a decidir quiénes deben ser los dirigentes de cada uno de los estados a nivel nacional; no hay pretexto, nadie puede salir con cuentos de exclusión o de marginación. Cualquier intento de división es traición. Es el momento de la unidad (https://bit.ly/3ynF65d).
La izquierda tiene, entre otros rasgos distintivos, una vocación por el análisis, la crítica y la discusión. Morena es producto de ese ejercicio respecto al Partido de la Revolución Democrática, que a su vez fue un ejercicio similar frente al Partido Revolucionario Institucional. En su momento, el PRD y Morena sufrieron intentos de estigmatización.
Quien fue secretario de Educación y de Finanzas con Marcelo Ebrard cuando éste fue jefe del Gobierno capitalino pretende conjurar de origen la crítica a su gestión y la divergencia de criterios. No es suficiente que él, como ejecutor de sus propias líneas de trabajo, las califique de inatacables por casi perfectas. No bastan las declaraciones entusiastas sobre pisos parejos y ausencia de dados cargados, ni la recurrencia demagógica a los designios del pueblo cuando se utilizan enigmáticas y oscuras encuestas y maniobras para designar candidatos, como será en el caso inmediato del estado de México, a donde irá como abanderada la profesora Delfina Gómez.
Respecto a las encuestas habló en un programa de internet el filósofo Enrique Dussel, secretario de Formación Política del comité nacional de Morena. Dijo que tal método tiene un sentido mercadológico, pero no es digno para un proceso político. Con frecuencia suena a dedazo tal recurso, del cual no se tienen pruebas de su realización ni confiabilidad.
Sin embargo, concedió Dussel, puede utilizarse en situaciones de urgencia. En el caso de la sucesión presidencial de 2024 debería ser, en todo caso, sólo entre los militantes inscritos en el padrón de Morena (otro foco rojo, tal padrón) y no a público abierto, pues se cometería el error de poner a elección al candidato de Morena a partir de la opinión de un segmento de quienes no son militantes ni simpatizantes de ese proyecto (entrevista con Dussel: https://bit.ly/3OHxIqQ).
Astillas
El Presidente de la República relató ayer el contexto de su encuentro, el viernes pasado, con el fiscal federal Gertz: cuando vemos que se está relajando la disciplina, que estamos notando que hay cuestiones indebidas, irregulares, pues se trata, se tratan los temas en específico, dijo en una frase que involucró también al funcionamiento del Poder judicial. Lo central es que AMLO demandó celeridad y resultados en la FGR… El comité ¡Eureka!, fundado por doña Rosario Ibarra de Piedra, emitió una dura crítica al acto de instalación de una comisión de verdad y justicia, en el que familiares de víctimas fueron acomodados junto a militares, con pretensiones de exonerarlos de delitos cometidos durante la guerra sucia y otros episodios históricos, e incluso homenajearlos con sus nombres en un muro.
La amenaza monetaria
José Blanco
La Jornada
Los medios y miradas de siempre se ceban sin parar contra la 4T. Así lo han hecho desde el primer día, diciendo que el Presidente polariza: al ladrón, dice el ladrón. Más aún, es responsable de los graves problemas económicos del país. No logran ver una globalización estremecida hasta los huesos, una crisis de hegemonía mundial sin precedente del hegemón principal (EU), no ven una pospandemia que no acaba de ser, no ven los impactos de la guerra de Ucrania, no ven los cimientos del orden neoliberal mundial vigentes, aunque estragados. Sólo estos eslabones faltan en su comprensión de la realidad, la que padecemos en todas partes. En la actualidad se suman, además, la inflación internacional y el frenazo chirriante de las ruedas de la economía global.
La tasa de inflación de Estados Unidos casi se ha cuadruplicado en los últimos dos años, pero en muchas otras naciones ha aumentado mucho más rápido, como en Israel, Grecia, España o Italia. Llegó la hora estelar de los bancos centrales. El 21 de julio próximo el Banco Central Europeo desvelará su política para frenar la economía. Y está en problemas severos, pues un frenazo general mediante el aumento de la tasa de interés es muy problemático por el diferenciado estado de las economías europeas; la fragmentación financiera temida por los países del sur agobia a los gobiernos de Grecia, de Italia, de Portugal, de España.
Por su parte, la Fed estadunidense volverá a reunirse el 27 de julio para subir las tasas; no puede descartarse un segundo incremento de 75 puntos básicos; ya el primero fue el mayor en 28 años. El impacto sobre las economías de Occidente ha comenzado, lanzando a sus bancos centrales a seguir la misma política.
Los bancos centrales esperan que el gasto en consumo y en la inversión productiva en equipos, maquinaria, software, así como la inversión financiera en acciones y bonos, se frenen, lo que disminuiría la demanda y, por tanto, la inflación. Es decir, la amenaza de la recesión está en marcha. Más desocupación, más pobreza, más hambre para el sur global, y su deuda histórica impaga.
La fuerza impulsora de la inflación no está en la demanda agregada, sino en la relación entre la producción de la economía y los ingresos de los capitalistas, los de los asalariados y los de quienes laboran por cuenta propia.
Los primeros efectos de la política monetaria, sin embargo, ya están a la vista. Según Refinitiv, proveedor global estadunidense-británico de datos del mercado financiero, las acciones de Wall Strett ya han caído 20 por ciento. El valor de las criptomonedas está en picada, mostrando que no son dinero alternativo, sino apenas otro tipo de activo financiero especulativo. La semana antepasada las tasas hipotecarias de vivienda en EU alcanzaron 5.78 por ciento; hace un año, antes de entrar la Fed en escena combativa, la tasa fija a 30 años promedió 2.93 por ciento. El casino financiero se agita.
Están a la orden del día los cuellos de botella productivos a nivel mundial, generados durante la caída por el covid y agravados por la guerra en Ucrania, particularmente en energía y alimentos. La crisis alimentaria a escala mundial se exacerba. Las sanciones contra los suministros energéticos rusos, con su efecto bumerán sobre los precios del combustible y la calefacción, están en curso.
Una revisión de las cifras muestra que la producción mundial se estaba desacelerando desde antes de la pandemia. El petróleo es un ejemplo descollante. Salvo EU, la producción ha estado estancada durante años. Cada vez es más claro que el crecimiento de la inversión y de la producción han sido demasiado débiles para responder a la reactivación de la demanda; por tanto, la inflación se ha disparado.
La inversión y la producción capitalista se frenan cuando las ganancias esperadas no satisfacen a los capitalistas; las ganancias en el sector productivo, además, se han visto afectadas por el crecimiento sin freno de los ingresos rentistas en el sector financiero, especialmente los derivados del mercado de deuda, el accionario y el mercado hipotecario. Con la globalización neoliberal apareció la actividad desbordante de estos sectores, parte de un casino financiero sin relación con el sector productivo: el mayor absurdo de los cimientos del régimen neoliberal. La organización para el atraco, por parte de estos sectores, han determinado la política monetaria de las últimas décadas.
El desarrollo del sector financiero provino de la necesidad de canalizar el ahorro a la inversión productiva. A partir de este hecho, los grandes capitales financieros determinaron su hipertrofia especulativa. La función de canalización del ahorro se volvió secundaria: fue el triunfo del casino. La economía capitalista productiva no necesita más sector financiero que el necesario para la canalización del ahorro. Será una herejía, pero eliminar esa perversión es una necesidad fundamental.
En tanto, como dijo el Financial Times, la elección es la estanflación o la depresión deflacionaria.
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