Columnas Escritas
La transparencia en tiempos de cambio
Erick Alejandro Reyes León (*)
Hace pocas décadas, se pensaba en el régimen gobernante como una mole inamovible; que no habría nada, ni nadie capaz de derribar a ese monstruo que se renovaba cada seis años para que nada cambiara —al estilo del Gatopardo de Lampedussa—. En aquel entonces, una de las agendas pendientes por las que más se exigía, era la transparencia, no había razón alguna que justificara la opacidad del gobierno. Si bien es cierto que la lucha en favor de la democracia siguió muchos derroteros diversos –mismos que han encontrado el anhelado cambio de régimen con la llegada de Morena en sustitución del PRIAN–, también es cierto que la construcción del Estado democrático sigue en ciernes, pues la clase política tradicional y los amplios sectores de los poderes fácticos se resisten a un cambio de verdad.
Así las cosas y habiendo transcurrido más de la mitad del sexenio del cambio de régimen, la resistencia y la reacción al movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador se han acentuado, aunque sin ideas (es decir, sin propuestas) y sin liderazgos; por otro lado. Las muestras de la podredumbre y descomposición del prianato surgen cada vez que se logran romper las lozas que detienen los procedimientos jurisdiccionales y administrativos, en gran medida como consecuencia de la alianza que hay entre el nuevo gobierno y el Pueblo.
Hemos atestiguado con júbilo las pruebas que atestiguan la enorme, descarada y hasta criminal corrupción que ha caracterizado al actual presidente del CEN del PRI, exgobernador de Campeche, Alejandro «Alito» Moreno, gracias a la enorme valentía de la actual gobernadora Layda Sansores San Román, mujer que nunca se ha sometido a las adversidades, ni a los desafíos que significa ponerse en contra de los autoritarios y corruptos.
La información hecha pública por la Gobernadora Sansores en su programa semanal ha sido (por decirlo suavecito) demoledora: el líder priista es indefendible y si todavía encabeza dicho partido político es porque muy probablemente no existe liderazgo (ni individual, ni colectivo) que tenga limpio su expediente, así que no tienen otra alternativa más que esperar a que «Alito» decida retirarse y (seguramente) salga huyendo.
Hoy, los medios alineados contra AMLO y sus seguidores (en su mayoría nacional, por cierto) se rasgan las vestiduras ante la exposición que ha hecho la gobernadora Layda, diciendo que difunde material sin consentimiento de los involucrados (mueve a sonora carcajada pensar que la Mtra. Layda Sansores le marcaría –o, mejor aún, le enviaría un oficio– a «Alito» solicitándole permiso para difundir sus audios,); que el material en cuestión no es fidedigno (salvo que se demuestre que están alterados, más claro ni el agua de que es material original), y que ha incurrido en diversos delitos (otra carcajada, seguramente compartida por quienes nos leen). No hay otra palabra que defina con mayor claridad a quienes ponen el acento en Layda (y en su valor y civismo) y no en Moreno y sus cochinadas: desvergüenza.
Es cierto que acceder a una plenitud en el ejercicio del derecho de acceso a la transparencia y a la información pública es un camino al cual le falta un largo trecho por recorrer, creo que esa es una realidad, pero también es muy cierto que Morena en lo general, sus dirigencias estatales y nacional, y los líderes políticos que lo encabezan están haciendo todo lo necesario para lograrlo en el periodo más breve posible.
Por ahora, la encomienda debe encaminarse hacia la siguiente ruta: en primer término, privilegiar la información pública ante todo; es derecho del pueblo estar informado, estar bien informado para que pueda tomar las mejores en el beneficio colectivo. En segundo término, fomentar la participación general de la población en la res pública en la medida en que la gente participa más activamente se generará y difundirá la cohesión social que hemos perdido en los últimos años y tercero, la responsabilidad. Esto último sentará las bases para irradiar un cambio más profundo, en la medida de que cada quien sea pleno responsable de sus acciones y omisiones y que haya consecuencia ante ello, estaremos evolucionando; muchos de los males enraizados en la sociedad mexicana derivan de la irresponsabilidad (sobre todo, de la clase política tradicional) ya que hicieran lo que hicieran (o no hicieran) no pasaba nada, ni muertos, ni robos, ni desaparecidos, ni fraudes, nada generaba consecuencias, salvo el perder el favor de alguien de más arriba o mostrarse como alguien no fiable para el sistema (y por tanto, prescindible). Así era el sistema político mexicano, pero las cosas están cambiando y esto es consecuencia de dos elementos principales: la voluntad de un líder nacional (el lector sabe a quién me refiero) y un pueblo unido y deseoso de creer en un destino nacional diferente al cual nos tenían condenados los corruptos del pasado.
(*) Presidente de Morena en Campeche. Fue Director General de Gobierno en Álvaro Obregón y coordinador de campaña en Cuajimalpa. Licenciado en Ciencias Políticas