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Los monólogos de la Martina

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Nicolás Canto González

Puede ser reprobable, falta de ética, desleal y hasta inmoral si se quiere, la decisión política del ex gobernador Carlos Miguel Aysa González, de negociar y eventualmente preparar maletas hacia República Dominicana para ocupar, el senado mexicano mediante, el cargo de embajador en ese pequeño país caribeño, vecino del desventurado Haití y sus peregrinos migrantes en búsqueda casi siempre infructuosa de una vida menos desdichada. Menos cruel. Menos tan falta de tantos faltantes existenciales.

Pero de ahí a que Aysa haya jugado el papel de Izcariote priísta traicionando a ese partido para entregarle a Morena y a Layda Sansores la gubernatura, como sugieren y acusan el líder nacional y el candidato priísta con medalla de bronce en las elecciones de junio del año pasado, es simplemente una desmesura, una exageración, un despropósito alimentado desde el tremendo fracaso ocurrido tras cerca de un siglo de hegemonía del que fue hasta hace apenas 4 meses y días el partido jamás derrotado en una elección a gobernador de Campeche. Fracaso que, a no dudar, tiene como gran responsable al actual líder nacional del tricolor.

Es simple: en Campeche ocurrió algo que bien podría llevar telenoveleramente el nombre de segundo capítulo de la elección presidencial de 2018, con los protagonistas estelares Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, quienes habrían pactado, acaso de manera tácita, que el primero no metiera en su calidad de Presidente de México, manos, dinero y poderío político para favorecer al candidato oficial del partido en el poder, un tal José Antonio Meade, de ni gratos ni ingratos recuerdos hoy día. Ni buenos ni malos. La ausencia absoluta del recuerdo, pues.

Peña Nieto cumplió con ese pacto acaso implícito. Y hoy peregrina como un zombie y un apestado político por países europeos, con el consuelo de dos elementos que pueblan sus deseos y costumbres de bon vibant: una vida de lujos y una hembra espléndida de hermoso rostro y carnes opulentas, seguramente hospitalarias a la hora que el señor ex presidente de México mande.

Y López Obrador ha cumplido hasta ahora con la parte del presunto pacto político. La de dejar que su antecesor viva la vida y la viva bien. Siempre y cuando sea fuera de México… Al menos hasta el 1 de septiembre de 2024.

A Peña Nieto seguramente lo seguirán persiguiendo históricamente los calificativos de corrupto, bandolero, ladrón, y muchos otros. Pero el de traidor no le aparece por ningún lado. Aysa no ha corrido con esa suerte.

Aysa hizo en su momento lo mismo que en el suyo hizo Peña Nieto. Ambos aplicaron la filosofía de que bien ayuda el que no estorba y se abstuvieron de meterle mano a las elecciones, la nacional y la de Campeche. La política le juega una mala pasada al paliceño y desde la sede priísta de Insurgentes en la ciudad de México se deja escuchar el grito estentóreo: ¡al traidor, al traidor!

Es una inmensa paradoja que uno de los grandes consentidos del priismo, como seguramente lo fue hasta esta semana el ex gobernador interino Aysa, termine su carrera política de ésta forma tan lamentable, tan lastimosa. Además, con la enorme preocupación de que el orgullo de su nepotismo, su junior, su pirrurris, juegue con la camiseta priísta en la cancha de la Cámara Federal de Diputados contra Alito y 69 incondicionales. ¿Valía la pena arriesgar políticamente de esta manera al suertudo chamaco, por un destierro dorado a República Dominicana?… Una persona en sus cabales quizá se lo habría pensado mejor.

Es cierto, Aysa nunca fue un político brillante, de talentos o instintos políticos, esos atributos de natura con los que algunos tocados nacen, esos animales políticos aristotélicos con la sensibilidad política en las yemas de los dedos, en el alma, en el corazón, en el cerebro. Esos que trascienden historia y países.

Aysa, un amateur de la política, un futbolista llanero jugando en la primera división europea.
Burócrata gris en sus inicios y en sus finales. La policial, su verdadera vocación. Director del siniestro D.A.P., la parentela política le ayuda y logra una diputación local en el sexenio del gobernador Jorge Salomón Azar, desde donde intenta cumplir su máximo sueño siempre negado: la modesta alcaldía de su pueblo, Palizada. Los paliceños aseguraban que Aysa hubiera preferido mil veces ser alcalde de Palizada que gobernador de Campeche, como lo fue por más de 2 años. Interino, por supuesto. Imposible por elección.

Y en esa su vocación policial, a Aysa se le siguen dando las cosas: Procurador del Estado y Secretario de Seguridad Pública. Después de éste, un breve período de calentamiento de banca. Pero lo mejor estaba por venir, con la llegada de Alejandro Moreno Cárdenas a la gubernatura de Campeche: pierde la elección de alcalde de Palizada, pero ante el asombro de la clase política campechana, es nombrado por Alito Secretario de Gobierno. Y una sorpresa más cuando se empieza a escuchar su nombre como sustituto interino de Moreno Cárdenas, lo que finalmente ocurriría.

En esos venturosos días de arrumacos y complicidades, si alguien le preguntaba a Alito Moreno por qué se había decantado por Aysa para sucederlo, la respuesta de éste era invariablemente la misma: si se presentara de nuevo la ocasión, seguro que volvería a escoger a Carlos Miguel Aysa como mi sucesor.

Sería muy interesante, pero sobre todo muy divertido, hacerle hoy esa misma pregunta a Alito.

Aunque tal vez ahora la respuesta de Moreno Cárdenas sería impublicable.

                   LA FIESTA DEL CHIVO

República Dominicana, casi un paraíso, diría Luis Spota.

Cierto. Hoy ese diminuto país tiene en el turismo, aunque a la baja por el bicho maldito, una de sus principales fuentes de divisas.

¿Ha oído hablar de punta canas? Un auténtico edén de playas, bellísimas playas, zona hotelera, tal vez el principal centro turístico de ese país. Gente amable, historia, hoy en lo económico sufre por el covid la actividad turística.

Si la Cámara de Senadores aprueba la propuesta de AMLO para que Aysa sea embajador de México en República Dominicana, el ex gobernador interino de Campeche viviría en Santo Domingo, la capital de grandes contrastes económicos y sociales.

Santo Domingo, que alguna vez, antes de mediados del siglo pasado estuvo gobernada por un loco, un tirano de lo peor, un criminal, un violador de mujeres; una de las más grandes locuras de su megalomanía fue cambiarle el nombre a la capital Dominicana y ponerle su primer apellido de nombre: Ciudad Trujillo.

El general Rafael Leonidas Trujillo, alias El Chivo, por muchos años dictador en Dominicana, hasta que fue muerto a balazos en una emboscada nocturna por cercanos a él, a quienes había jodido la vida humillándolos, vejándolos, agrediéndolos, despojándolos de su dignidad, en una palabra, degradándolos como seres humanos

Mario Vargas Llosa escribió una de sus mejores obras, La fiesta del chivo, basada en la vida miserable del sátrapa Trujillo. De verdad vale la pena leer ese libro.

La historia se desarrolla en la capital de República Dominicana, entonces Ciudad Trujillo, hoy Santo Domingo.

Santo domingo. La ciudad capital en la que viviría el nuevo embajador mexicano en República Dominicana, el excelentísimo don Carlos Miguel Aysa González, candidato perdedor a la alcaldía de Palizada y ex gobernador interino de Campeche.

Hasta La próxima.

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