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Los monólogos de la Martina

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URBI ET ORBI.

  • HOY, LA FARSA, LA INFAMIA, AL INTERIOR DEL P.R.I.

HOY, UNA “ASAMBLEA NACIONAL” REELIGIRÁ A ALITO MORENO.

Nicolás Canto González

La farsa terminaría por consumarse hoy.

Y, de la mano de la farsa, la infamia.

Hoy, desde la farsa de una “asamblea nacional priísta”, como nunca fuera del foco de interés de medios, opinión pública y mundo político, el paisano indeseado Alito Moreno se coronará a sí mismo como líder nacional del P.R.I., tras la infamia armada por el mismo para que las cosas ocurran de esa manera.

Y así marcar un hito en el que fue antes de su llegada, un P.R.I. que negaba tajante la reelección de su dirigencia nacional.

Hoy, con Alito, la reelección va y él se convierte en el dictador partidista por excelencia.

El mismo que criticaba en tiempos electorales recientes el peligro de un régimen autoritario gobernado por un autócrata, por un sólo hombre.

Hoy, para desgracia de los pocos, poquísimos priístas decentes que sobreviven a Alito, en el P.R.I. nace con él la dictadura partidista.

Y la supremacía de un sólo hombre dentro del Revolucionario Institucional: él mismo. Ese que aseguraba repudiar a las dictaduras.

Desde los sótanos de la política, desde las cloacas del poder, Alito, Fouché sin genio, operó con el objetivo único de hacerse del poder perenne en el P.R.I., sin importarle los métodos de zahurda a emplear.

Y, hay que reconocerlo, ha logrado su objetivo con creces.

Hoy, en una pantomima lastimosa, patética, execrable, Alito habrá vencido a su ‘contrincante”, mujer por cierto por aquello de la equidad de género y diputada plurinominal electa por gracia del campechano, que perderá por el porcentaje de votos que decida el patrón Moreno Cárdenas.

Finalmente hay que decir que nadie debería de llamarse sorprendido por todo este circo político montado por Alito para permanecer en el poder, desgastar al P.R.I. y llevarlo hasta su mínima expresión, ya como una franquicia, ya como un remedo de partido de oposición, antes de la inminente pérdida de su registro.

No existe otra opción posible con Alito al mando de este desvencijado partido llamado P.R.I., que supo de muchos mejores tiempos antes de la irrupción del campechano.

Pero, se insiste, nadie debería asombrarse por todo esto.

Simplemente es un tema de naturaleza aplicada.

Y Alito simplemente ha aplicado esa naturaleza, su propia naturaleza que lo marca y lo ha definido a lo largo de su carrera política.

Alito, acostumbrado a tomar las instituciones por asalto, hace más de veinte años tomó por asalto, con lujo de violencia, la Universidad Autónoma de Campeche para expulsar bajo consigna del poder al rector José Alberto Abud Flores.

Hoy, Alito toma por asalto y con la complicidad de una asamblea eunuca al Partido Revolucionario Institucional.

Ya ni siquiera tuvo Alito que recurrir a su inveterada violencia porril de tiempos pretéritos. Su “asamblea” le evita el trámite.

Sólo quedaría su violencia verbal, de alarife media cuchara, en contra de todos aquellos que no piensan como él y no están de acuerdo en su permanencia, al menos por ocho años más al frente del tricolor, suponiendo que siga siendo tricolor y el paisano incómodo no le cambie de nombre, Sería tan solo la misma gata pero revolcada.

La única posibilidad de que Alito no logre sus objetivos es que la autoridad electoral, el I.N.E. o el Tribunal Electoral dictamine ilegal su reelección en el cargo.

Dudosamente eso ocurriría.

Pero si llegara a ocurrir, sería la mejor noticia en muchos años para los poquísimos priístas decentes que quedan en el P.R.I. y que igualmente por un tema de naturaleza no están de acuerdo con Alito y sus formas para eternizarse en el cargo.

En los próximos días Alito iniciará una cacería de brujas al interior del P.R.I.

Una batida en contra de aquellos de rígida cerviz que no le digan sí a todos sus disparates, ocurrencias o perversidades.

Serán muchos los expulsados del partido de Alito.

Pero más los priístas decentes, que los hay, que renunciarán a eso que hoy queda del P.R.I., propiedad exclusiva de Alito Moreno.

Al tiempo.

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