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Foros digitales y discursos de odio

Fabiola Guarneros Saavedra

Excelsior

Las redes sociales permiten la conexión entre personas con intereses comunes; pero pueden convertirse en entornos cerrados donde se cultivan ideologías extremas, a través de los foros en Facebook, X, TikTok, Discord, Reddit, por ejemplo. En estos espacios, los usuarios interactúan únicamente con quienes comparten sus creencias —enlazados por el algoritmo—, aislándose de visiones alternativas y reforzando su resentimiento. Lo preocupante es que estas comunidades no sólo validan discursos de odio, sino que también comparten métodos para ejercer violencia, identificar víctimas y acceder a recursos peligrosos, y esto lo ha alertado Carlos Contreras Ibáñez, doctor e investigador en Psicología Social de la Unidad Iztapalapa de la UAM.

Lex Ashton —el joven que asesinó a un chico de 16 años en el CCH Sur y que el viernes fue trasladado al Reclusorio Oriente de la CDMX— publicó en Facebook que nunca había recibido amor de una mujer, despreciaba el privilegio de los chads y de las foids que nunca lo voltearon a ver. Ese discurso replica con exactitud los códigos incel. La palabra proviene del inglés involuntary celibate (abreviatura de “involuntariamente célibe”). Se refiere a hombres —en su mayoría jóvenes— que se consideran incapaces de mantener relaciones sexuales o afectivas a pesar de desearlas. Este grupo tiene sus propios foros digitales, en los que la narrativa es profundamente misógina y violenta hacia los chicos y chicas que ellos consideran guapos y populares. Además, tienden a responsabilizar a las mujeres por su situación y son vistas como objetos de consumo, trofeos que sólo se entregan a hombres exitosos, atractivos o socialmente privilegiados.

En estos foros hablan de los chads (hombres atractivos y exitosos), de las stacys (mujeres deseadas), de las foids (forma despectiva de nombrar a las mujeres) y de los brocels (término que utilizan entre los propios incels para referir camaradería). Este lenguaje digital reduce la vida a un sistema de privilegios biológicos y atiza el resentimiento, la frustración, misoginia y, en algunos casos, violencia. El abogado de Lex Ashton responsabilizó a las redes y a estos foros de influir en la conducta delictiva de su cliente. ¿En serio, la visión es tan reducida para no ver el trasfondo social y familiar? No lo creo. Es una argucia legal para zafar al victimario. Irving Arellano Regino, abogado penalista de la revista Abogacía, explica el caso con tres teorías y desde de la óptica de la criminología:

· Teoría de la tensión social. Cuando las metas culturalmente aceptadas (éxito, pareja, reconocimiento) son inalcanzables, los jóvenes pueden optar por vías desviadas.

· Teoría de la asociación diferencial. La conducta criminal se aprende en interacción con otros (en este caso, foros en línea).

· Polarización grupal. Lleva a posiciones cada vez más extremas y en las redes sociales se atiza.

Internet nos permite acceder a cualquier tipo de información e ideología de cualquier parte del mundo; hay referentes, creadores de contenido y hasta influencers sin fronteras. ¿Y por qué los adolescentes y jóvenes acceden con tanta facilidad a estos contenidos? Porque buscan modelos a seguir y explicaciones rápidas o simples a problemas complejos en un lenguaje que les es afín. Y en un entorno de incertidumbre emocional, aislamiento social y presión por el éxito, los discursos incel o polarizantes pueden parecer una salida fácil para canalizar frustraciones; sin embargo, su impacto es otro.

Este caso revela la responsabilidad de muchos y que la prevención está en manos de todos. A los legisladores les toca reconocer y tipificar adecuadamente estas manifestaciones de violencia misógina y extremismo digital, no sólo como delitos comunes, sino también como fenómenos con un trasfondo ideológico. Las autoridades de gobierno tienen la obligación de detectar focos de riesgo, intervenir en comunidades digitales, implementar educación socioemocional y programas de salud mental accesibles; además de ofrecer atención psicológica temprana.

Las universidades y escuelas necesitan abrir espacios de diálogo y prevención en los salones de clase, fomentar actividades deportivas, talleres culturales y debates abiertos. Las familias tienen la obligación de contar con espacios reales de convivencia, de diálogo y supervisión de los integrantes del hogar. Les toca cuidar.

Las plataformas digitales no pueden seguir ignorando comunidades donde el odio se reproduce y normaliza. ¿Qué estamos dejando de hacer para que un joven encuentre en un foro de digital la explicación o respuesta a una inquietud, dolor o frustración y no en su familia, escuela o comunidad?

Algunos foros digitales están incubando violencias que ya cruzaron la pantalla y tocan la vida real.

La verdad y el entendimiento

La compasión no puede ser ingenua. Ayudar a quien sufre no significa justificar a quien lo oprime. La empatía verdadera no repite consignas: reflexiona.

Luis Wertman Zaslav

Excelsior

Cada nuevo ciclo no empieza con el calendario, sino cuando decidimos mirarnos al espejo y preguntarnos quiénes somos, qué hacemos con nuestra vida y qué verdad estamos dispuestos a defender. El verdadero renacer no depende del tiempo, sino de la conciencia.

Vivimos una época donde la emoción domina a la razón y la manipulación se disfraza de causa noble. Muchos corazones buenos, movidos por empatía y deseo de justicia, terminan atrapados en discursos diseñados para confundir. Así opera el fanatismo: se presenta como solidaridad, se viste de compasión y convierte al victimario en víctima. Cuando eso ocurre, la verdad se vuelve sospechosa y la mentira aceptada.

El fanatismo no nace del odio, sino del miedo.

Y quien teme pensar, obedece sin cuestionar.

Los manipuladores no necesitan armas, sólo controlar la narrativa.

Usan el dolor de los pueblos para justificar el poder de unos pocos, y la emoción de las masas para silenciar la conciencia. En ese ruido, quien grita más fuerte parece tener razón, y quien busca entender es acusado de indiferente. La confusión se propaga más rápido que la verdad y en ese torbellino de opiniones se pierde la serenidad, el análisis y la prudencia.

La compasión no puede ser ingenua. Ayudar a quien sufre no significa justificar a quien lo oprime. La empatía verdadera no repite consignas: reflexiona. No se deja arrastrar por el enojo ni por la culpa, sino que busca justicia con dignidad. Ser sensible no implica ser manipulable. La emoción sin pensamiento abre la puerta al engaño, y el pensamiento sin emoción cierra la puerta al entendimiento.

Cada persona tiene el deber de distinguir entre el dolor legítimo y la manipulación disfrazada de bondad. Entre quien busca paz y quien usa la palabra “paz” para dominar. No todo el que se dice víctima lo es ni todo el que actúa con firmeza es agresor. La verdad, por incómoda que sea, libera; la mentira, aunque suene bien, esclaviza. Y cuando una sociedad confunde la emoción con la verdad, deja de pensar, de cuestionar y de crecer.

El mayor enemigo de la humanidad no tiene religión ni bandera: se llama fanatismo. Y su forma más peligrosa no es la violencia, sino la manipulación emocional que convierte la indignación en odio y la empatía en arma. Pensar se ha vuelto un acto de valentía moral. Pensar antes de creer, antes de juzgar y antes de compartir. Ésa es la nueva forma de resistencia ética.

La libertad no consiste en hacer lo que uno quiera, sino en tener la lucidez para elegir lo correcto. La justicia no nace del castigo, sino del equilibrio. Y la paz no se construye con consignas, sino con coherencia. Requiere serenidad, diálogo, autocrítica y voluntad de escuchar. Sólo así la verdad puede florecer sin gritar.

Necesitamos recuperar la serenidad interior, el silencio que permite escuchar la voz de la conciencia. Ese espacio donde se puede sentir sin perder el juicio, y pensar sin perder la sensibilidad. Donde el amor no se confunde con sometimiento ni la solidaridad con complicidad. Allí habita la verdad: en la unión entre la razón que ilumina y la empatía que humaniza.

No se trata de creer o no creer, sino de vivir con integridad. De elegir el bien, aunque duela; de mantener la palabra, aunque cueste y de no justificar lo injustificable. Porque los valores no se declaran: se practican. Y la paz no se impone: se construye con respeto, verdad y voluntad.

La verdad no grita, ilumina. Y quien camina en esa luz no necesita enemigos: necesita propósito. Ésa es la fuerza que transforma sociedades, une comunidades y cambia destinos. Ésa es la fuerza de vivir con conciencia, con empatía y con coherencia.

Hacer el bien, haciéndolo bien.

Otra vez la Universidad

Rolando Cordera Campos

La Jornada

“De 1968 a la fecha, la UNAM, escribía en 2004 Carlos Monsiváis, ha pasado por demasiadas contingencias (la más lamentable: los 10 meses del Consejo General de Huelga) y se ha enfrentado a los acosos gubernamentales, los brotes sectarios, la explosión demográfica, la burocratización, las andanadas neoliberales y la economía académica de autoconsumo.”

“En todo este tiempo, y a pesar de los intentos de santificarla para mejor manipularla, la Autonomía, en tanto que garantía de libertades del pensamiento y la disidencia, es un elemento indispensable, si no el de antes –en la medida en que la crítica es ya una decisión nacional–, sí el que requiere una institución amenazada por las fragilidades del presupuesto y defendida por su condición absolutamente necesaria en el país”. (Carlos Monsiváis, “Cuatro versiones de autonomía universitaria”, Letras Libres, noviembre 2004).

Traigo a cuento la cita de Carlos porque a raíz de la criminal agresión registrada el pasado 22 de septiembre en el plantel sur del CCH, nuestra Universidad Nacional vive inmersa en un clima de incertidumbre y miedo, terreno propicio para brotes de irracionalidad y anomia no siempre previstos. El trato a las autoridades en no pocas escuelas y facultades por parte de airados grupúsculos juveniles así lo indica.

A unos mensajes intimidatorios difundidos por redes sociales, han seguido notas anónimas en baños y escaleras avisando de bombas o agresiones violentas a los estudiantes, lo que ha llevado a la toma o cierre de varias facultades y escuelas. Se presentan pliegos petitorios que van desde el reclamo de medidas de seguridad al de material de limpieza, hasta el rompimiento de relaciones con Israel. En fin, exabruptos sin cauce que suelen aterrizar en la búsqueda de cauces paternales sintomáticos de mayores patologías que ahora resumimos en diagnósticos apresurados sobre nuestra salud mental.

No es, ciertamente, la primera vez que nuestra casa de estudios se encuentra bajo acoso e irracionalidades desbordadas. Por ello, es del todo legítima la convocatoria del rector Lomelí a cerrar filas y a reflexionar en torno a nuestros compromisos ciudadanos y universitarios.

Como en pocas ocasiones, se vuelve urgente y hasta vital hacer que nuestras universidades sean voces duras y fuertes, no disonantes ni estridentes, pero sí articuladas por una legitimidad que solemos desdeñar desde el privilegio del campus. Unas expresiones legítimas y legitimadas por la sociedad que reclamen deliberación racional y justicia.

Dada la circunstancia global, el pedir rigor y lealtad, cultivo genuino del saber y respeto al otro y a los otros, no es más expediente de ocasión, sino referencia crucial dirigida al fortalecimiento comunitario y de sus instituciones. Encauzar el desplante autoritario juvenil hacia unas deliberaciones serenas y con el afán de construir espacios productivos y de aliento civilizatorio no es misión ilusa, sino tarea cotidiana.

Hoy más que nunca, si cabe, es preciso valorar los compromisos del Estado y la sociedad con la universidad y, más allá, con una educación básica que vuelve a vivir tragedias diarias, como con rigor ha señalado –y señala– el estudioso Gilberto Guevara. No se trata, pues, de erigir ilusas murallas, sino de inscribir en el centro del quehacer universitario la defensa serena y firme de las libertades en contextos abrumados por polarizaciones destructivas.

La defensa de nuestra máxima casa de estudios compromete a los universitarios a ser mejores: “(…) la universidad debe contribuir a dar propuestas a temas como la desigualdad, las políticas redistributivas, salud, migración (…)”, como señaló nuestro rector Lomelí en entrevista con Rosa Elvira Vargas y Lilian Hernández (“La tragedia en el CCH Sur marca ‘un antes y un después’”, La Jornada, 7/10/25). Será en estos campos donde pueda desplegarse el afán juvenil por una creatividad solidaria y nunca aislada en ilusas torres de marfil.

De aquí la urgencia de cerrar filas frente a confrontaciones sometidas por una irracionalidad que corroe porque aherroja el diálogo entre iguales y arrincona el cultivo del conocimiento y el saber que conforma el tuétano del quehacer universitario.

El desplante dizque antiautoritario ha devenido en encuentro costoso hasta nublar los auténticos deberes de las comunidades universitarias de México. Es vital recuperar el respeto a nuestros quehaceres para poner en el centro de nuestras angustias y ambiciones la reconstrucción de un compromiso histórico con el cultivo del saber para transformar nuestras realidades. De esto debería tratarse.

La ciencia, la luz en el camino

Antonio Gershenson

La Jornada

Nuevamente, en este espacio recordamos el oscurantismo de ciertos mandatarios actuales. Verdaderos emisarios de los prejuicios del siglo XIII, pasando por el fatídico y tristemente famoso siglo XV. Fatídico porque la invasión de europeos al continente americano marcó profundamente el destino de cientos de naciones que sobrevivían, se desarrollaban y crecían de acuerdo con sus tiempos y necesidades. La llegada de los europeos no sólo a éste, sino también a otros continentes, no fue para aprender: vinieron para imponer un estilo de vida, una forma de generar ideas y técnicas para saquear y dominar a las naciones sometidas.

El miedo al conocimiento, el espanto que provocó en aquellos enemigos de la verdad que los convirtió en los más feroces perseguidores de los valientes que, pese a la persecución constante, incursionaban en la limitada ciencia de esos tiempos como único camino para responder a las preguntas básicas sobre la existencia de la Humanidad. Por supuesto, también en estos siglos, la sociedad dio pasos hacia la liberación del pensamiento. Además de la fundación de escuelas y universidades, aunque de admisión selectiva, el desarrollo de las artes, la literatura, la arquitectura y el avance en el conocimiento de los recursos naturales fue primordial.

Y aquí la semejanza de aquella época oscura y la actual en diversos países, desde los más acaudalados, hasta los más modestos o pobres: falta de libertad de pensamiento, imposición de dogmas sobre las leyes científicas que han permitido el desarrollo de la sociedad humana, dominio de religiones que buscan una respuesta a modo, censura en casi todo lo que significa crítica a la forma de gobernar, fomento y exigencia de creer en ideas conservadoras, el secuestro de la información por parte de las élites de la comunicación poderosas y otras acciones que evidencian la intención de asegurar el arma poderosa de la ignorancia en contra de la población.

Cientos de años han pasado y todavía encontramos a personas con las características de aquellos siglos del atraso social y científico. Hoy podríamos decir que están en su derecho a rechazar ideas sobre ciertos hallazgos ecológicos, tecnológicos y de otra índole, y que gozan de libertad de creencia y pensamiento, pero que un primer mandatario, en este caso, de un país catalogado como primera potencia mundial descalifique el criterio de autoridades científicas sobre los problemas climáticos por la contaminación ambiental, es inadmisible.

En la época de destrucción ambiental que vivimos, es indispensable recurrir a todo conocimiento científico para iniciar la era de la reconstrucción social, de la misma forma que la población lo logró durante el Renacimiento. Contamos con grandes avances que nos permiten diagnosticar y pronosticar aquellos fenómenos que nos deterioran. Por medio de la aplicación de metodología especializada, podemos lograr medidas exitosas para revertir el daño profundo que el desarrollo tecnológico desmedido ha ocasionado en el equilibrio ambiental, incluso en eventos diferentes, como la aparición de pandemias. Esto no sería posible si no contáramos con la ciencia desarrollada actual. No importa en qué lugar del planeta se genere el conocimiento, el beneficio es global.

La ciencia es esa luz en el camino que permitió la subsistencia de la raza humana. No negamos la existencia de un lado oscuro que ensombrece la generación de conocimiento. Pero la ética no ha muerto, y los principios tampoco. Debemos exigir, permanentemente, la respuesta positiva de los gobiernos y de la comunidad científica ante el cuestionamiento y reclamo de la sociedad para que el beneficio siempre esté a favor de la Humanidad.

Son problemas vitales los que estamos tratando de resolver: recuperación de la capa de ozono, protección del suelo fértil y una efectiva reducción mundial del dióxido de carbono, promover la agricultura regenerativa, disminuir al máximo la industrialización indiscriminada de alimentos y la producción masiva de materiales biodegradables que no dañen el equilibrio ambiental. No importa lo que cueste, estamos hablando de la preservación de la vida en el planeta. Es por ello la exigencia de invertir generosamente en las técnicas que aceleren la transición energética. Más fuentes limpias disminuyen los riesgos climáticos y la salud de la población.

¿Cómo podríamos lograr lo anterior sin recurrir a la ciencia? El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hace un llamado para no confiar en las medidas a favor del ambiente ni dejarse engañar por la comunidad científica. Tendrá que demostrar que no existen las inundaciones provocadas por las lluvias imparables alrededor del mundo, que los incendios en su país no han sido por causa de las altas temperaturas generadas, a su vez, por el cambio climático.

Recordemos, por ejemplo, que el premio Nobel de medicina, o fisiología, se ha otorgado en 116 ocasiones y han sido favorecidas 232 personas científicas. Este año, la distinción fue para Mary E. Brunkow y Fred Ramsdell, estadunidenses, y para el japonés Shimon Sakaguchi. Francamente, no creemos que estas personas sean charlatanas. Pero, además, Rusia ha presentado la vacuna EnteroMix, probablemente la más efectiva contra todo tipo de cáncer, por sus componentes. Aunque ya existen algunas sustancias preventivas contra esta enfermedad, la presentada por el mismo presidente Vladimir Putin promete acciones de mayor alcance.

Es decir, a lo largo de 124 años, millones de personas han salvado la vida o han prevenido enfermedades de todo tipo. Por lo tanto, la ciencia existe y seguirá iluminando nuestro camino.

(Colaboró Ruxi Mendieta).

“Para Ximena Guzmán Cuevas y José Muñoz Vega, la justicia llegará”.

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