Columnas Escritas
Lo que dicen los columnistas

¿En verdad ahora es posible la paz en Gaza?
Según el plan, Gaza tendrá una administración civil pacífica, por supuesto, sin Hamas y sin la Autoridad Palestina, compuesta por expertos de todo el mundo “ampliamente calificados”. Aunque sean de “todo el mundo” no incluye a los palestinos.
Proceso
En respuesta al reconocimiento del Estado de Palestina por una propuesta encabezada por Manuel Macron, presidente de Francia, y el príncipe de Arabia Saudita el 26 de septiembre, se sumaron países como Inglaterra, Australia, y Canadá a los 143 que a lo largo de los años lo han hecho, donde también se sumaba ya España. Lo importante ahora fue la participación de países con fuerza estratégica en la economía y en la política global, varios pertenecen al GT y algunos forman parte del Consejo de Seguridad. En la pasarela en la 80ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, el discurso inicial de Macron resultó, como se esperaba, una pieza de oratoria a la altura del objetivo que se buscaba, con todo y los exabruptos ocurridos en la gran sala de dicha organización. No era para menos con la posición conocida de la gran mayoría a favor y la fuerza de los que se oponen, como el mismo Israel y el veto de siempre de Estados Unidos.
Por eso, desde las primeras reacciones del primer ministro, Benjamin Netanyahu, se escucharon los tambores de guerra; “prometió seguir combatiendo a los enemigos de Israel hasta que desaparezcan… [porque, según él mismo] “Muchos de los que hoy libran una guerra contra Israel desaparecerán mañana”. Desde luego, la alusión directa era para Hamas, aunque ya no es posible ignorar que miles y miles de palestinos civiles han muerto por ese propósito, aun cuando no solamente no pertenecen a la organización sino que incluso son críticos y opositores. Y de paso Netanyahu se refirió a la hambruna que se denuncia en Gaza, de “mentiras difamatorias provocadas por el antisemitismo”.
Insistió: “Cuando se reconoce el Estado palestino se recompensa a los asesinos de judíos”, para agregar: “No vamos a cometer un suicidio nacional, no permitiremos que nos impongan un Estado terrorista”. Añadió: “Más de un millón de gazatíes abandonaron su tierra cuando se los pedimos. ¿Quién pide que se vaya la gente cuando se quiere cometer genocidio? Los nazis no nos pidieron que nos fuéramos.
El rechazo de Benjamin Netanyahu al Estado de Palestina no es reciente; en su primer gobierno entre 1996 y 1999, acusó a los dos gobiernos previos de Israel, el encabezado por Isaac Rabin y el de Shimon Peres, de hacer más factible lo que llamó el “peligro” de reconocer a ese Estado, expresando que el principal motivo de sus políticas sería asegurarse de que la Autoridad Nacional Palestina no evolucionara más allá de una mera autonomía.
Contradecía incluso al mismo Ariel Sharon, que en 2001 afirmó que proclamar un Estado palestino era la solución al conflicto. Y el gobierno de Ehud Olmert, en el contexto de los Tratados de Oslo, mantuvo el mismo objetivo. En 2009, con un nuevo gobierno encabezado por Netanyahu, la postura israelí dio un giro completo, cuando declaró lo mismo, que un Estado palestino suponía un peligro real para Israel. Sin embargo, con la llegada de Barak Obama a la presidencia de Estados Unidos estuvo forzado a hablar de un Estado palestino desmilitarizado y reducido territorialmente, por eso mantenía su rechazo de las fronteras previas a la Guerra de los seís días en 1967.
En su alocución, Trump, tomándose mucho más del tiempo acordado en la ONU, avanzó las ideas contenidas en lo que considera su plan de paz para Gaza. Pero los puntos contenidos los dio a conocer en el encuentro con Netanyahu en la Casa Blanca, el lunes 29 de septiembre; se afirma que el texto es obra del equipo de Jared Kushner, el yerno de Trump, y del Instituto Tony Blair para el Cambio Global, con contactos con la Autoridad Palestina y con varios líderes árabes. No deja de ser importante señalar a Blair, el aliado más fuerte de Estados Unidos en la guerra en Irak que produjo más de un millón y medio de muertos y provocó el desplazamiento de más de 7 millones de ciudadanos a otros países.
Resulta también simbólico que recuerde la participación del Imperio Británico en el tratado de Balfour, que generó la idea de un hogar judío y que con el Tratado de Sykes-Picot en 1916, en el ámbito de la Primera Guerra Mundial, se dividió el Imperio Otomano en los territorios que ahora son los estados nacionales del Medio Oriente. Para muchos, el origen de los problemas que repercuten en la situación actual, ya que de allí surgió la Palestina británica, que luego se dividió en 1948 para crear el Estado judío y nunca se cumplió lo de crear también un Estado árabe.
Por medio del plan de ahora, que de 21 puntos pasó a 20, se eliminó el referido a que Israel no volvería a atacar a Catar y una llamada telefónica de Netanyahu con el príncipe Al-Thani desde el despacho de Trump fue suficiente para sellar el trato. Y no hay que olvidar que es allí donde se realizan los encuentros donde se han alcanzado algunos acuerdos, para aminorar los efectos de la guerra como la liberación de algunos de los rehenes tomados por Hamas.
Según el plan, Gaza tendrá una administración civil pacífica, por supuesto, sin Hamas y sin la Autoridad Palestina, compuesta por expertos de todo el mundo “ampliamente calificados”. Aunque sean de “todo el mundo” no incluye a los palestinos, entre los que es de suponerse también hay expertos con estudios en las mismas universidades de prestigio en las que ha estudiado otros expertos.
Será encabezado por un “Consejo de paz” que, por supuesto, tendrá a la cabeza a Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y quizás como ese cargo es importante y de tiempo completo, el exprimer ministro Blair dirigirá los destinos de Gaza en el mismo territorio. Se trata de volver a la idea del Mandato Británico amparado en tratados que establecieron que en los territorios conformados después de la guerra no había gente capaz para dirigir sus destinos. Y al mismo tiempo es una figura como la del virrey, a más de 75 años de que cayó el encargo del Imperio Británico en la India.
En el plan no se fija ningún compromiso para el repliegue del ejército de Israel, una vez que hayan sido liberados todos los rehenes, y aun en el caso de de la desmilitarización de Hamas, el ejército israelí continuará controlando un amplio perímetro de seguridad en la frontera en un futuro próximo.
Tampoco se alude a la suerte de Cisjordania, en la mira de los sectores más conservadores del gobierno, que han continuado creando asentamientos judíos y ampliando sus carreteras en estos dos años a partir del ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre. De allí la propuesta de unir el asentamiento más grande de Maále Asumin con las tierras que rodean a Jerusalén, rompiendo el posible territorio de un Estado palestino. Porque además esos conservadores religiosos insisten en que son parte de las antiguas Judea y Samaria.
Netanyahu respondió sobre el plan de Trump: “Si Hamas rechaza el plan, o si lo aceptan supuestamente para oponerse, entonces Israel terminará el trabajo. Lo cual sólo puede hacerse de manera fácil o dura, pero se hará”. Trump reviró: “Israel tendrá todo mi apoyo para terminar ese trabajo, que es la destrucción de la amenaza de Hamas”. Aunque apelaba al gesto que después caracterizaría su respuesta a Hamas, luego que ésta le dio a conocer el viernes 3 de octubre lo que pensaba respecto al plan presentado, Trump pareció adivinar lo que vendría cuando dijo que “ninguna persona será obligada a dejar Gaza y quienes quieran hacerlo lo harán libremente y podrán regresar”.
Se esperaba un rechazo de Hamas respecto al plan, pero la fatiga de la guerra, la destrucción de sus cuadros y la merma del parque contaron para la respuesta en la que parece buscar la forma para llegar a un acuerdo, luego del radicalismo de los últimos meses. Desde luego, Hamas reclamó la ausencia de palestinos en los planes y la organización expresó haber hecho consultas para proponer la participación de lo que vendrá, excluyéndose, pero mostrando su disposición a participar. De tal forma, Trump exigió a Israel detener el fuego hasta “completar las negociaciones” y hasta llegó a mostrar la disposición de Hamas a lograr una paz duradera. Para él, la organización está dispuesta a la negociación y a crear las condiciones para que los equipos de mediación den los pasos necesarios para la liberación de los rehenes y el cese de las hostilidades en Gaza.
El cuadro es demasiado optimista para creerlo todo, aunque muy probablemente Hamas, con el “agua hasta el cuello”, acepte lo que puede ser una salida digna. Las primeras impresiones de Netanyahu anunciando que disminuirá los ataques sobre Gaza, en lugar de aumentarlos, como había venido diciendo, concilian con las posiciones de Trump que seguramente ocultan información que no se ha dado a conocer. Aunque no se puede dejar de lado la sospecha de un montaje que lo convierta en el próximo Premio Nobel de la paz, a riesgo de que de lo contrario todo empeore por todas partes.
Mensaje directo
2 de octubre y la maldición mexa
Fabiola Guarneros Saavedra
Excelsior
Otra vez la historia se repite con un eco doloroso de impunidad. Otra vez, el 2 de octubre, la memoria de Tlatelolco se manchó de violencia y omisión. El pasado jueves, la marcha conmemorativa por los caídos del 68 se convirtió en un campo de batalla, dejando un saldo de 123 personas lesionadas y pérdidas económicas de 900 millones de pesos. Los protagonistas de la agresión, el autodenominado “bloque negro” —un grupo de choque que, según la autoridad, sumaba más de 350 personas— huyeron impunes, a pesar de que fueron a provocar, saquear y prender fuego a elementos de seguridad y mobiliario urbano.
El hecho y la respuesta absurda de las autoridades responsables de garantizar el orden, la seguridad y que la ley se cumpla me hicieron pensar en que nuestro país tiene una maldición, que hace que “nunca nadie supo nada…”. Es la maldición “mexa” (abreviatura que usan los millennials y centennials para referirse al estilo de vida, cultura e identidad mexicana).
Ante un hecho de alto impacto, la respuesta oficial siempre es un encogimiento de hombros, un silencio cómplice, una verdad histórica o la cínica frase de “evitar caer en la provocación”.
La pregunta que revienta es, ¿en serio, nadie vio venir a ese grupo de más de 350 personas? ¿Los servicios de inteligencia de la capital y federal (si existen) no alertaron de su presencia, de su plan violento? ¿O peor, decidieron mirar hacia otro lado, o de plano las vallas metálicas con las que “blindan” Palacio Nacional no les permite ver nada?
Las autoridades argumentaron que no quisieron caer en la provocación. Lo entiendo. La violencia se combate con inteligencia y no con más violencia. Pero, ¿es la no provocación sinónimo de omisión? Permitir que el saldo de heridos fuera de esa magnitud, que se saqueara con total impunidad, que se atacara a mujeres policías, no es prudencia: es un descuido criminal de la seguridad. ¿Por qué, si se conocía la existencia, el número y la intención del bloque negro, no se logró una contención estratégica y, sobre todo, cero detenciones en flagrancia? Dejar que los violentos actúen para luego decir que “se investigará y se castigará” es un guion que los ciudadanos ya nos sabemos de memoria y que sólo alimenta el monstruo de la impunidad.
El vandalismo y el terror sembrado en el Zócalo capitalino nos obliga a retomar el tema de la impunidad que carcome al país. Es esa maldición mexa del “nunca nadie supo nada” que se aplica a los casos más sensibles de la historia reciente y que, en lugar de cerrarse con justicia, se encapsulan con pretextos y olvido. Nos preguntamos, ¿quién financia a este grupo de choque? ¿Quién está detrás de los rostros encapuchados que actúan con una coordinación estratégica para desestabilizar? La respuesta oficial, por ahora, es el silencio. Un silencio que recuerda a otros expedientes sin cerrar: en el magnicidio de Colosio, el autor material fue capturado, pero ¿quién dio la orden? La versión oficial se desmorona con el tiempo, dejando la sospecha de que los hilos del poder estuvieron involucrados. No se sabe dónde están los cuerpos de los 43 estudiantes desaparecidos, a pesar de los años. Y del 68, los archivos desclasificados apenas revelan las atrocidades, como los “vuelos de la muerte”, pero ¿dónde están los responsables políticos y militares de la matanza?
Si no es por el trabajo incansable y desgarrador de las madres buscadoras, ninguna autoridad se habría dado cuenta de la dimensión de los cementerios clandestinos esparcidos por la geografía nacional. Las familias buscan, el Estado simula.
La impunidad del “nunca nadie supo nada” no sólo aplica a los muertos y desaparecidos, sino también a la corrupción y al crimen organizado que se pasea a plena luz. ¿En serio el exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López no supo de los presuntos nexos criminales de su jefe de seguridad en Tabasco, Hernán Bermúdez? Es insultante.
Lo ocurrido en la marcha del 2 de octubre es un síntoma más de un Estado que se acostumbró a la ficción. Dicen que tienen el control, pero la realidad demuestra que la violencia de unos cuantos, financiados por quién sabe quién, puede desbordar al cuerpo de seguridad y dejar un rastro de heridos y destrozo sin que haya consecuencias. La única forma de romper la maldición mexa es exigiendo que la omisión de las autoridades tenga un costo, que la impunidad se castigue y que, por una vez, la inteligencia del Estado se use para proteger al ciudadano y no para encubrir los errores o la corrupción de los que están en el poder.
La sociedad mexicana, cansada de ser la víctima silenciada, merece respuestas. No queremos otro caso que se sume al expediente de los misterios nacionales.
Número cero
Hacia adelante del primer año de Sheinbaum
José Buendía Hegewisch
Excelsior
La presidenta Sheinbaum decide hacer de su primer aniversario una exaltación de su estilo de gobierno y demostración de fuerza propia con una gran concentración de apoyo popular. Se verá como forma de contrarrestar la idea de un liderazgo mediatizado, aunque lo desmienta su alta popularidad. Lo que revela es una exhibición de cálculo estratégico sobre la dura defensa del proyecto político que se avecina por el choque comercial con Trump y el nuevo combate por la economía.
El logro más sobresaliente de sus primeros 365 días es político. Consolidó su liderazgo sobre rivales internos que le dejó sembrados López Obrador por el pacto de la sucesión presidencial, sin pagar costos políticos ni fisurar la unidad de su movimiento. Dejó a Adán Augusto desbarrancarse solo en el Senado por escándalos de corrupción y acusaciones de nexos con el narco, sin que el golpe al Grupo Tabasco provocara una ruptura con su mentor; y neutralizó a Monreal y Andy López Obrador en la vida de ostentación y lujos de líderes de Morena.
En este terreno ha campeado con un mando ecuánime y firme en que cuenta más lo que hace que lo que dice, al contrario de la común demagogia de la clase política; o del discurso rupturista con que López Obrador abrió brecha y le dejó allanado el camino a su proyecto. Sheinbaum ha afianzado su liderazgo y contrarrestado en los hechos la idea de que sería aplastada por el peso político de las figuras que flanquean su gobierno, López Obrador y Trump.
La dedicatoria del primer aniversario es para ambos. Al primero para refrendar su legado en un proyecto que los une y cohesiona su movimiento. Y a la vez marcar diferencias en el estilo personal de gobernar, de que ha dado muestras con el cambio en su plan de seguridad y contra la corrupción. Su presidencia es distinta y corresponde a otro momento histórico, que voces dolidas con López Obrador sólo reconocerían con el desagravio de un parricidio a la usanza de la tradición política, que antes criticaran.
Prueba de que brilla con luz propia es una popularidad que supera a los últimos cuatro presidentes en su primer año, incluido López Obrador. Y, sin embargo, no ceja de cultivar fuentes de poder y exhibir músculo político con movilizaciones por todo el país como quien se prepara para batallas aún más difíciles y sin fácil solución de las afrontadas hasta ahora.
El principal destinatario del mensaje de ellas es Trump y el mayor desafío de su sexenio con la renegociación del T-MEC, por los costos políticos que podría implicar para ella y la 4T. Su poder está articulado sobre la continuidad del proyecto “obradorista” y la cohesión de su movimiento; pero a su vez depende de un buen acuerdo con EU que no debilite más el crecimiento y devolver confianza a la inversión nacional en la economía. La exaltación de la hegemonía política de Sheinbaum y su necesidad de demostrar peso político propio son un mensaje de empoderamiento frente a la asimetría de fuerza con EU. El Rubicón de las políticas sociales y el rescate de millones de la pobreza que han dado éxitos a su gobierno está en cruzar los pantanosos terrenos de la economía con un socio dispuesto a encerrarse en aranceles y abrir la puerta de los vecinos a balazos.
Pero el doble reto de soberanía y economía está también en la debilidad de motores internos. El gobierno ya no puede apretarse más el cinturón para asegurar el futuro de su proyecto, pero tampoco ha revertido la desconfianza de los capitales nacionales, a pesar del mayor acercamiento con los privados; en el sexenio ha llegado más inversión extrajera que local, que acumula 11 meses de caída de 7.7% anualizada.
La gran paradoja de la concentración de poder político de Sheinbaum es asentarse en un Estado débil y endeudado, en el que los privados aportan ocho de cada 10 puntos del PIB. Y aunque su apoyo a la mandataria es patente, la incertidumbre externa y las reformas al Poder Judicial o al amparo los disuaden de asumir riesgos de largo plazo, a diferencia de los foráneos.
Sheinbaum se ha granjeado reconocimiento internacional por los acuerdos arancelarios con Trump, pero al cabo de su primer año le esperan pasos decisivos en mismo sentido para mantener el equilibrio con los de casa arrostrando igualmente riesgos para su proyecto político.
La transición social que vivimos
Antonio Gershenson
La Jornada
Como decíamos en nuestro artículo anterior en La Jornada, son diversos los eventos importantes que nos motivan a dar nuestro punto de vista. Es abrumadora la situación que hoy vivimos. Y las perspectivas las observamos desde el optimismo, o del desaliento, de acuerdo con la situación económica y política en la que nos encontremos.
Creemos que es justamente ahora cuando estamos en una transición poco considerada por la minoría oligárquica del país. Pero, sin duda, el rumbo al cambio continúa.
Nuestra forma de vida depende totalmente de la conciencia que sigamos desarrollando. No será posible que la totalidad de la población adulta se percate de la importancia de este cambio. Es por eso que en las escuelas tienen la responsabilidad de informar y formar bajo principios sólidos a la población estudiantil, incluso desde prescolar.
Somos testigos de las calamidades que está provocando entre la población el gobierno pro fascista, pero, además, sumamente ignorante, como el del republicano Donald Trump.
Ya podemos decir, con seguridad, que el de Estados Unidos de América es un régimen totalitario; ya ha sentado las bases el actual presidente. Continúa diseñando el teatro de operaciones, administrando las mentiras, dosificando el fascismo en ciernes y tomando por asalto el Estado de derecho de su país.
No respeta su Carta Magna ni lo hará en lo que falta de su administración. Ya midió fuerzas con la comunidad internacional y el capricho por “hacer a Estados Unidos grande de nuevo” es la consigna que está en la mira. Por supuesto, sobre la base de su ideología empresarial y economía del dominio absoluto, sometiendo a quien se le dé la gana.
Si creímos que las medidas económicas reduccionistas de Milei, con su sierra eléctrica, eran una locura, nos equivocamos. El ejercicio que el presidente de Estados Unidos logró con la complicidad del otro presidente, el de Argentina, fue un éxito.
Trump quiere reducir al gobierno lo más que se pueda y lo más pronto posible para seguir tomando por sorpresa a una sociedad estadunidense fuera de combate, por lo menos hasta ahora. Aparentemente, no está reaccionando ante las medidas totalitarias que está tomando el presidente de derecha, quien ondea una bandera pacifista.
La crisis económica que se avecina para nadie será una sorpresa. Miles de personas ya han perdido su empleo. Mañana, otras más no tendrán trabajo y tampoco un sustento seguro para sus familias. ¿Podrán rebelarse en corto tiempo?
Las marchas, mítines y otras expresiones de protesta tienen sin cuidado al presidente porque las fuerzas armadas están a su favor. Tiene en sus manos a los medios de comunicación y cuenta con artimañas bélicas para no permitir que ningún movimiento social lo expulse del poder.
Qué lejos está el macartismo de ser un modelo de dominación a seguir por la élite republicana. Este periodo de represión de los años de la posguerra resulta un juego de niños. Joseph McCarthy, senador de filiación republicana, sembró el terror entre la población. Cualquiera podía ser víctima de la maquinaria aniquiladora de la libre creencia política y de la libertad de expresión.
La sospecha macartiana de los años 40, como en la actualidad, es la principal fórmula para la acusación directa. ¿Quién se atreverá a señalar a Trump de macartista? El mandatario hace negocios con los comunistas chinos, habla con ellos, llega a acuerdos, los odia porque les debe dinero. También se pelea, les reclama y, eventualmente, se reconcilia, pero sigue siendo su enemigo potencial.
Hoy la acusación más clara es que Estados Unidos ha cambiado, pero hacia lo más retrógrado, oscuro y fascista. La democracia, la libertad, el libre comercio abierto y civilizado, la industria moderna pujante, ya no son parte de las características de aquella nación a la que el mundo quería imitar.
No obstante, esperamos con anhelo revolucionario, y apelando a la inteligencia y sensatez de la oposición ciudadana, que la sociedad estadunidense se libere de tal amenaza totalitaria. Ya demostró Donald Trump que es capaz de cualquier crimen con tal de continuar en el poder hasta que una dictadura se lo permita, aun pisoteando su Constitución.
Colaboró Ruxi Mendieta
Para Ximena Guzmán Cuevas y José Muñoz Vega, la justicia llegará.
Del efecto llamada al efecto cerrojo
Jorge Durand
La Jornada
Durante el gobierno vde Joe Biden, la Patrulla Fronteriza capturó o procesó a cerca de 8 millones de migrantes; una tercera parte, aproximadamente 2.5 millones, eran de origen mexicano, y los demás de otros países. Lo que significa que, aproximadamente 5.5 millones de migrantes pasaron por México y cruzaron la frontera, y otro millón más llegó a México a tramitar una vía de ingreso legal por medio del programa CBP1.
El efecto llamado, que provocó la llegada masiva de migrantes durante ese periodo, se explica por varios factores. En primer lugar, la llegada de Biden a la presidencia, en 2021, pero, sobre todo, la derrota del proyecto antinmigrante de Trump; en segundo lugar, coincide la apertura de fronteras después de la pandemia; en tercer término, la percepción, a nivel global, de que el gobierno de Biden sería más tolerante; cuarto, la difusión y el conocimiento por los migrantes y los traficantes, de que bastaba cruzar la frontera para entregarse a la migra y solicitar asilo y, finalmente, la amenaza y posibilidad de que Trump volviera al poder y cerrara la puerta; este último factor explica por qué, en diciembre de 2024, cruzaron la frontera 301 mil migrantes en tan sólo un mes, algo así como ahora o nunca.
En efecto, la llegada de Trump a la Casa Blanca y su orden ejecutiva de cerrar la frontera se cumplió cabalmente por la presencia militar en la frontera y por el apoyo de la Guardia Nacional en México, pero, sobre todo, por el miedo a la represalia y la amenaza de ser encarcelado, deportado o expulsado, sin ninguna consideración, o posibilidad de reclamar ciertos derechos fundamentales.
Podemos comprobar estadísticamente, con cifras mexicanas, cómo pasamos del efecto llamada al efecto cerrojo. En 2004, hace una década, la Unidad de Política Migratoria (UPM) reportó haber procesado a 125 mil migrantes del continente americano; 10 años después, en 2024, a 1.106 millones, y en 6 meses de 2005, a tan sólo 111 mil.
Si vemos los datos de migrantes provenientes de África, registrados por la UPM, se percibe un panorama similar. En 2014, prácticamente la migración africana podría considerarse como inicial, con un saldo total de 785 casos, pero en 2024 dio un salto muy importante y llegó a 58 mil 764 migrantes, para luego bajar abruptamente a 6 mil 789 casos en 2025. Los datos de Asia son similares, de mil migrantes registrados en 2014 a 67 mil en 2024 y a 6 mil en 2025. Muy posiblemente estos remanentes, de la mitad de este año, se queden en México.
En realidad, el efecto cerrojo empezó desde el primer día de la campaña presidencial de Donald Trump. La lista de epítetos, insultos y calificativos a los migrantes no sólo es larga, es denigratoria, fomenta el odio y el miedo. En cadena nacional, repitió el bulo de que los haitianos de Springfield, Ohio, se comían a las mascotas, a los gatos y a los perros. Se refiere a los migrantes como animales y no hace distinciones; todos aquellos que no tienen documentos en regla son criminales.
Podemos decir que, en 2024, México se había convertido en país de tránsito para toda América Latina, Asia y África. El efecto llamada, en toda su complejidad, atrajo decenas de miles de migrantes de todo el mundo. En muy pocos años se conformaron vías de información y redes de contratación y tráfico para enviar migrantes de algunos países africanos. Es el caso de Mauritania, que en 2014 no tenía registros en la UPM, en 2024 fueron aprehendidos 9 mil 126 migrantes y en lo que va de 2025 fueron aprehendidos 664. En los casos de Senegal, Angola y Guinea, los datos reflejan un proceso semejante.
Si bien fueron los migrantes latinoamericanos los protagonistas principales de este proceso, se pusieron en marcha otros que provienen de continentes lejanos, lo que resulta novedoso y preocupante en términos de gobernanza. En estos años, la migración centroamericana pasó a un segundo plano y a un tercero la mexicana.
Fue el Tapón del Darién, en Panamá, el protagonista principal del tránsito migratorio, por el número de vidas que se tragó la selva, por la presencia de numerosas mafias de traficantes y por la rápida respuesta y crecimiento inusitado de la industria de la migración, que llegó a movilizar cientos de miles de migrantes y hoy está paralizada. Paradójicamente, en la actualidad, da servicio a los pocos migrantes que van de reversa.
El ejemplo de Trump tiene antecedentes en países dictatoriales del siglo pasado, donde la frontera estaba cerrada, era un muro infranqueable y nadie entraba ni nadie salía sin permiso. Pero hoy en día, los países llamados socialistas no pueden encarcelar a su población, que sale de manera masiva, como los venezolanos e incluso en el caso insular de Cuba.
La política migratoria de Trump debe ser calificada como dictatorial, de hecho, es una política que se impone por decreto y no pasa por el Congreso; es una política que no respeta reglas establecidas, procedimientos ni debido proceso. Tampoco respeta los derechos humanos
Lo peor de todo es que se ha sentado un precedente a nivel mundial: la política migratoria del cerrojo es factible y exitosa.
