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Una simple analogía

Uno de los primeros síntomas que se colocarán en la mesa de esta analogía: el cinismo con el que se habla acerca del sector salud

Carlos Carranza

Excelsior

Cuando a primera vista los síntomas se pueden identificar con cierta facilidad, las primeras conclusiones suelen ser obvias, pues resulta claro que la enfermedad no sólo existe y está presente, sino que quizá, con la debida atención, podamos intuir la gravedad del caso.

Ya sería cuestión de cada quien atender dichos signos o, simplemente, ignorarlos mientras las afecciones seguirían profundizándose. En efecto, esta analogía parece ser el Perogrullo más evidente con el que se puede iniciar una conversación; sin embargo, algo tan sencillo nos permite ubicarnos a nosotras y nosotros mismos ante lo que implica dicha situación: habrá quien decida vivir con toda normalidad y sin la menor preocupación soportando un dolor de muela, caminar tratando de ignorar ese agudo malestar que implican los cálculos en la vesícula, experimentar las delicias de un incesante diálogo con ese esguince que nos recuerda que somos mortales. Vamos, que quizá haya quien disfrute un simple dolor de cabeza. Insisto, cada quien se coloca en donde mejor le venga en esta analogía. Y, llegando a este punto, es precisamente cuando el ejemplo se aleja de ser una graciosa provocación discursiva para convertirse en el indicio de otro tipo de problemáticas.

Lo innegable es que quizá se trata de un cuerpo que, en suma, no sólo presenta achaques o síntomas pasajeros. Allí están los indicios de que algo no está funcionando de manera óptima en el día a día. No podemos acostumbrarnos a vivir con el dolor, por mayor o menor que sea, con esa molestia que requiere de nuestra atención y, quizá, de cierto tratamiento que nos permita experimentar la tranquilidad y el sosiego cotidianos, con la certeza de que no hay peligro alguno que amenace nuestro despertar día con día. Claro, quizá alguna o alguno de ustedes podría objetar el desarrollo de este ejemplo aduciendo que no siempre es factible acceder a un servicio de salud de calidad, con la atención médica oportuna y con la existencia de los medicamentos indicados en los anaqueles de toda farmacia. Y, por supuesto, hemos llegado a uno de los primeros síntomas que se colocarán en la mesa de esta analogía: el cinismo con el que se habla acerca del sector salud.

En efecto, estamos hablando de nuestro país, de nuestra sociedad y los gobiernos que presumen de su arduo y conspicuo trabajo con esa voz melodramática que les ha caracterizado en los últimos años. Y allí están los síntomas de algo que, tomado a la ligera, puede pasar por alto algo tan grave como peligroso. Algo sucede con este gobierno –y sus preclaros miembros– pues no hay semana en la que nos regalen nuevos y claros ejemplos de esos síntomas que se agravan paulatinamente, los cuales nos han conducido a vivir situaciones que no se deben olvidar.

El menú de opciones y posibilidades es tan grande como nuestra mirada lo pueda considerar. Quizá se podría optar por hablar acerca de ese impulso autoritario y fascistoide que atenta contra la libertad de expresión y que se ha concentrado en la tan famosa frase de “Dato protegido” –sin dejar de lado las sentencias y amenazas provenientes de otras autoridades en el caso de Héctor de Mauleón o de Jorge Luis González Valdés en Campeche–. Tal vez el oficialismo deba agradecer a la alcaldesa Alessandra Rojo de la Vega, que tomó la decisión de remover las estatuas de Ernesto Che Guevara y Fidel Castro, pues no sólo ha permitido abrir una discusión que mantiene a raya la situación en la que se encuentran el senador Adán Augusto López y su exjefe de policías, señalado por sus vínculos con el crimen organizado. Y, bueno, también se podría hablar del ahínco con el que el oficialismo defiende a dichas figuras que, fuera de la ideología trasnochada, están más vinculados con esa fuerza dictatorial que mantiene a la sociedad cubana en una situación inhumana.

Bueno, también estos dos casos han sido como un respiro y una pausa acerca de las implicaciones que se han derivado del juicio a Ovidio Guzmán en el país vecino del norte. O tal vez no es el momento de hablar acerca de la deuda sin precedente que heredó el sexenio anterior. O los casos de corrupción y opacidad que se pueden leer entre las letras de términos como Insabi y Segalmex. Pero tal vez sea oportuno seguir subrayando la pantomima electorera que ha derivado en la famosa elección y conformación del nuevo Poder Judicial. Bueno, mejor ni hablar de la violencia, los homicidios, los feminicidios y las desapariciones, cuya estadística no deja de ser un síntoma más de lo que ha ocurrido en los últimos años. ¿Existen más síntomas, quizá a nivel económico o diplomático? Sin duda, la cuestión es que nos estamos acostumbrando a vivir con esas dolencias, con esas simples afecciones, a ser cada vez más indolentes ante situaciones que, en un futuro, ni un programa social podrá aliviar.

La inmaculada percepción

El Donald y El Ratón

Vianey Esquinca

Excelsior

El gobierno de México lleva unos días en modo espectador. Las decisiones importantes, los temas que marcan la agenda y los sustos diplomáticos llegaron, otra vez, por paquetería exprés desde el exterior. Estados Unidos anunció aranceles al jitomate y Donald Trump volvió a decir que los cárteles mandan en México. Sin embargo, lo que puso a sudar a algunos políticos no fue el gusano barrenador, sino que Ovidio Guzmán empezó a declarar. Por si esto no bastara, su abogado, que claramente no le teme al protagonismo, acusó al gobierno mexicano de pactar con el narco, y la Presidenta, en lugar de no engancharse, optó por buscar quién se la paga y no quién se la hizo, anunciando que lo demandará por difamación.

El jitomate, protagonista de salsas, chilaquiles y clásico proyectil de protestas, se convirtió en el fruto de la discordia bilateral. El departamento de Comercio de EU decidió imponerles a las exportaciones mexicanas una cuota antidumping de 17%. Del lado mexicano, la respuesta fue la de siempre: preocupación, promesas de negociación y de llegar a un buen acuerdo. Mientras tanto, los productores hacen cuentas y los consumidores se preparan para pagar más.

Los jitomates no fueron los únicos que terminaron en salsa. Desde un juzgado en Estados Unidos, el hijo de Joaquín Guzmán Loera, conocido como El Ratón, comenzó a soltar información y todo indica que su narrativa no sólo va a incomodar, sino que va a desordenar el discurso de la honestidad valiente. La molestia quedó de manifiesto cuando frente a las acusaciones del abogado defensor, la repuesta no fue la que en otros momentos hubiera funcionado: “no vamos a polemizar con declaraciones hechas por la defensa de un criminal” y fin del comunicado, sino que Claudia Sheinbaum decidió convertir el pleito en escándalo y abrir la caja de Pandora, regalándole minutos de fama al abogado y espacio a la duda.

Trump no se quedó atrás y en plena firma de su flamante ley antifentanilo aprovechó los micrófonos para volver a su declaración de que el crimen organizado tiene un fuerte control sobre México y su gobierno. Así, entre declaraciones sobre narcos y amenazas de aranceles de 30%, el mandatario le puso más picante a una relación bilateral que ya venía bastante enchilada.

Es que ni cómo ayudar al gobierno, basta con voltear hacia Tabasco para recordar que la 4T y Morena no necesitan amigos externos, se bastan solitos para tropezar con su pasado y presente. Las acusaciones contra Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco y presunto líder de un cártel salpican al actual coordinador de senadores de Morena, Adán Augusto López, por su cercanía con el ahora prófugo. Cuando cuestionaron a la mandataria, visiblemente incómoda, recurrió al clásico “aquí no se encubre a nadie”, ese comodín discursivo que se aplica en caso de emergencia, pero que tiene tanta sustancia como una promesa de campaña: suena bien, pero nadie espera que realmente lo cumpla, ni siquiera quien lo dice.

Lo que ha sucedido en los últimos días demuestra que una cosa es tener popularidad y otra muy distinta tener control. La Presidenta puede seguir apareciendo bien posicionada en las encuestas, pero eso no sirve de mucho cuando los embates vienen de todas partes y su propio partido es la raíz de muchos problemas. Entre los jitomatazos diplomáticos, los testigos protegidos con espíritu de cantante, los abogados incendiarios y los senadores incómodos, el panorama presenta nubarrones.

Lo preocupante es que no haya fuego cruzado, lo cual ya se hizo rutina y parte de la vida cotidiana, sino que Sheinbaum parece salir con una cubeta cuando lo que se necesita es un extinguidor.

Fidel y el Che, la historia que no se embodega

Julián Andrade*

La Jornada

Nunca es una buena idea el tratar de borrar la historia. No se puede y se termina por potenciar lo que se pretendía ocultar.

La alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo, tomó la decisión de rescatar el espacio público, dice ella, y liberó una banca en el parque Jardín Tabacalera, desalojando dos piezas escultóricas de las figuras de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara.

Al margen de los argumentos administrativos con los que dice contar, me detengo en lo que es en realidad una toma de postura ideológica, atada al otro extremo de las oscilaciones que provoca el péndulo de lo identitario.

En efecto, ni Fidel ni el Che son monedas de oro, y más bien se encuentran entre los personajes de dimensión histórica que polarizan, pero a los que nadie les puede negar el papel protagónico que tuvieron.

En el caso de las esculturas, ahora embodegadas, había que ponderar el porqué de su colocación y ello tiene que ver con el refugio que obtuvo Fidel en nuestro país en 1955, después de pasar dos años de prisión en Cuba por el asalto al cuartel Moncada.

Fue en la colonia Tabacalera donde conoció al Che Guevara, con quien forjaría una amistad y un compromiso que años después, en 1958, los llevaría a la toma del poder en La Habana.

Los lazos con México se hicieron evidentes, no sólo por la solidaridad que aquí obtuvo, sino por un incidente que pudo cambiar el curso de la historia de Cuba, ya que Fidel fue detenido por agentes de la Dirección Federal de Seguridad.

Comandados por Fernando Gutiérrez Barrios, quien con el tiempo sería gobernador de Veracruz y secretario de Gobernación, los policías políticos tuvieron en sus manos a quien a todas luces se le podía calificar como un subversivo, supieron que partiría a Cuba en el yate Granma y que tenía el propósito de seguir enfrentando al dictador Fulgencio Batista.

Lo dejaron ir, por esa predisposición que a veces moderaba los apetitos de una corporación acostumbrada al espionaje y que tenía en la izquierda y los comunistas a sus principales enemigos, pero para quienes estas pasiones no tenían que trasladarse al ámbito de otras naciones.

Es más, Fidel y Gutiérrez Barrios llegaron a ser amigos, ya que el líder de la Revolución siempre le reconoció el gesto, la decisión que, literalmente, cambió su vida.

Otra cosa fue, a partir de los años setenta, los compromisos que se generaron con grupos que gravitaban en torno a la revista Política, dirigida por Manuel Marcué Pardiñas y Jorge Carrión, donde, desde el principio, hicieron una apuesta sin dobleces por los barbudos.

Tenían razones, y una de ellas era la semejanza de las situaciones de México y de Cuba por los amagos hostiles del gobierno de los Estados Unidos.

De modo más soterrado, y con el sigilo que requiere la diplomacia, el embajador mexicano en La Habana, Gilberto Bosques, ya enviaba sus análisis ponderando lo que percibía como un cambio positivo si se le comparaba con los rigores dictatoriales impuestos por Batista.

En Política, el trabajo con los cubanos los llevó a contratar los servicios de Prensa Latina, la agencia fundada por el propio Che Guevara y por el periodista Jorge Masetti.

En Cuadernos Americanos, Enrique Camacho y Juan Rafael Reynaga escribieron “Fidel Castro a través de la hemerografía mexicana: el caso de la revista Política” (núm. 103, 2004), un análisis revelador sobre el papel de una publicación en esa historia: el de la construcción de un imaginario y la proyección de un liderazgo que equiparaban, por cercanía y proyecto, con el de Lázaro Cárdenas.

Por supuesto que el esbozo del breve exilio de Fidel, de sus caminatas, reuniones y pláticas en la colonia Tabacalera, son apenas el inicio de extensiones mucho más amplias, sujetas a la discusión del pasado, pero sin el absurdo de tratar de negarlo o de sujetarlo a parámetros del presente, una trampa socorrida por la memoria, pero alejada de la historia.

Supongo que una de las consecuencias del retiro de las esculturas será la de verlas pronto en otro lugar, para que sigan conversando.

* Periodista.

Democracia sin votos

Antonio Gershenson

La Jornada

Continuamos indagando acerca de los vaivenes de la democracia en el mundo. Decíamos en mi artículo del domingo pasado que la sociedad mundial, tarde o temprano, llegará a un nivel de civilización tal que sólo con el hecho de ejercer el derecho a elegir se estará respetando y garantizando la ciudadanía absoluta, sin que nadie la condicione.

Con los instrumentos técnicos actuales, tenemos la oportunidad de revisar los sistemas de votación que se han utilizado a lo largo de la historia, prácticamente de cualquier cultura.

Una tarea de investigación pendiente sería llevar a cabo un estudio a fondo de los sistemas que sean factibles para la situación actual y diseñar aquel o aquellos que le den certeza al ejercicio de la democracia.

Como botón de muestra, entre los mayas antiguos y, aun en la actualidad, cuentan con diversos sistemas de votación basados en sus costumbres y tradiciones, sobre todo por la importancia que le dan a las autoridades tradicionales, ya sea por el desempeño del candidato o candidatos entre la comunidad por la experiencia en el cargo cívico, incluso religioso. Nada en lo oscurito, como, en general, se llevan a cabo entre las cúpulas de los partidos políticos anquilosados actuales.

Las autoridades seleccionadas siempre han sido motivo de especulaciones, ya sea porque pertenecen al grupo en el poder o porque los respaldan organizaciones o sectores determinados, acostumbrados a manipular la información. Cada quien defiende y seguirá defendiendo sus intereses personales o colectivos. De hecho, para eso se inventó la democracia, para defenderse de los intrusos, o de los cambios no deseados.

En cuanto a transparencia en el asunto de las votaciones, tenemos relatos que describen la calidad de organización de las culturas ancestrales. En América, por ejemplo, existen testimonios de la legitimidad y limpieza en eso de escoger al mejor representante. Contamos con documentos históricos que lo demuestran, pese a la destrucción que hicieron los conquistadores a su llegada a estas tierras continentales.

De acuerdo con el testimonio sobre los derechos electorales de los pueblos originarios, para los europeos invasores la forma de vida de las naciones no merecía consideración alguna. Sin embargo, se han encontrado narraciones que muestran cierto reconocimiento, incluso admiración por la forma de organización de los pueblos.

Francisco Ximénez, lingüista y estudioso de la cultura maya, quien realizó la primera traducción del Popol Vuh (1703), describió la tradición, podríamos decir democrática, que se reproducía en varios pueblos mayenses. El fraile dominico fue promotor de las denuncias directas a la corona española, al igual que el fraile Francisco de Vitoria de las violaciones a los derechos de las naciones sometidas por los ejércitos colonialistas de Hernán Cortés y sus correligionarios en la región de la actual Guatemala.

Ximénez describió, entre otras costumbres de dichos pueblos del sureste, la práctica democrática con la que seleccionaban a sus autoridades y hace hincapié en que el nombramiento de sus líderes se realizaban con tal orden y unanimidad que el hecho de presenciarlo era asombroso y aleccionador.

La imposición de las costumbres europeas entorpecieron el desarrollo de ese tipo de democracia, esa que no conocían de donde provenían. De hecho, en el sistema monárquico de aquella época y en lo que queda de ella, la democracia no existe. Los reyes y reinas son decisiones del supremo creador, en el caso de las monarquías católicas.

Tampoco en los países actuales, supuestamente democráticos por excelencia, como presume Estados Unidos, la democracia está mutilada por las restricciones de su práctica.

En un estado de derecho, como el del pueblo estadunidense, en el que sólo participan dos partidos políticos, no obstante la existencia de algunas decenas más, ¿cómo se puede hablar de libertad de votación? Este es un ejemplo de la democracia capitalista obsoleta.

Recordemos algunos conceptos marxistas acerca de lo que significa el voto en la democracia, a la que todavía recurrimos. Podemos seguir esperando hasta una nueva sociedad donde la representación social esté basada en la organización efectiva de la clase trabajadora internacional.

El voto efectivo, en una sociedad verdaderamente libre, será respetado, no importa el estrato de la población de donde provenga y sin condicionarlo por las ataduras comerciales de los gobiernos. Una democracia sin votos amañados será una verdadera democracia.

Para Ximena Guzmán Cuevas y José Muñoz Vega, la justicia llegará

Colaboró Ruxi Mendieta.

Crecer y redistribuir

Rolando Cordera Campos

La Jornada

Parece volverse epidemia, pero de la negación al autoengaño no hay más que un paso. Y me temo que nuestros gobernantes están por darlo o de plano ya lo dieron.

Contra las minicelebraciones a que se dan los responsables de la conducción económica nacional, incluida la Presidenta de la República, el punto es que no crecemos lo mínimo suficiente y así la sociedad carente aumenta, reciba o no alguna de las prebendas o prerrogativas en que se ha focalizado la política social del gobierno.

A esta especie de carencia multitudinaria se unen obstáculos de todo tipo. Éstos van desde la volatilidad e incertidumbre del entorno, y sobre los cuales no tenemos el menor control, a la baja inversión física y productiva, pública y privada (potenciada por el nerviosismo de los capitales y las violencias cotidianas, así como por el espectro del déficit y la deuda) con el consecuente mercado laboral desigual y acentuadamente heterogéneo, poblado de informalidad y precario. Como la población no se da por enterada, sigue creciendo y dando lugar a una acumulación perniciosa de demandas y presiones sobre el Estado y su gasto público. Para no volver a mencionar la escasa capacidad estatal de responder a las necesidades y demandas de una sociedad que crece y envejece y cuyas faltantes van más allá de las ayudas monetarias directas.

Si bien se mantienen conversaciones y reuniones con los señores del capital, el punto es que no se concretan proyectos. Tuvo lugar la enésima reunión entre empresarios y representantes del sector privado con la presidenta Claudia Sheinbaum y miembros de su gabinete económico, escribe Gerardo Esquivel, “da gusto ver que la relación entre el Poder Ejecutivo y el sector privado ha mejorado y que existe un diálogo constante y fluido. Hasta ahí, todo bien. El problema, sin embargo, es que la inversión nada más no fluye.

“Curiosamente el mismo día de la reunión mencionada, el Inegi dio a conocer las cifras más recientes sobre la Formación Bruta de Capital Fijo (…) la inversión acumulada de enero a abril de 2025 fue 6.9 por ciento inferior a la acumulada en el mismo periodo de 2024”. (Gerardo Esquivel, Inversión: menos conversación, más acción, Milenio, 7/7/25).

No deberíamos resignarnos a aceptar, como si de un destino manifiesto se tratara, la inacción del gobierno en términos de impulso a la actividad económica; no abordar en serio y con rigor cuestiones primordiales en torno a reformas necesarias que nos lleven a crecer, a mejorar el aprovechamiento de nuestros recursos productivos, naturales y geográficos, a romper la inercia de los bajos e irregulares flujos de inversión y aumentar nuestra infraestructura, así como los servicios públicos. Se debe asumir la necesidad de replantear nuestra política económica para dotarla de una mirada ambiciosa y así dar los primeros pasos, indispensables para ampliar nuestro espacio fiscal.

Si se quiere consolidar la transformación del país bajo un modelo de desarrollo con bienestar, justicia social y sustentabilidad, como se asienta en el Plan Nacional de Desarrollo, conviene atender las indicaciones del Informe del Centro Espinosa Yglesias: la desigualdad de ingresos y de recursos económicos es en su mayoría una desigualdad heredada a la que se agrega “el grado de educación alcanzado por los padres, lo que sugiere (…) (que) no sólo hay una transmisión intergeneracional directa de la desigualdad de recursos económicos, sino también de uno de los factores generadores del ingreso: la educación”.

A México le urge emparejar el piso de las oportunidades, evitar que la pobreza siga enquistada en nuestro organismo social y pueda haber movilidad social. Ésta es inconcebible sin crecer, como es fundamental hacerlo para distribuir, poner en movimiento la maquinaria de la producción y el empleo y recuperar ánimos y espíritus animales, como decía Keynes, dirigidos a una redición de nuestra perdida idea del desarrollo.

Se trata de oír las otras voces, recuperar voluntad política, la mirada de largo plazo, y retomar la planeación como herramienta fundamental en la definición del tipo y alcances de las políticas necesarias. Atrevernos a emprender una nueva estrategia de desarrollo en dirección a construir un México social.

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