Columnas Escritas
Lo que dicen los columnistas

Contradicciones del PAN ante la Ley Censura en Puebla
Todo parece indicar que los políticos de todos los partidos tienen la piel muy sensible a la crítica, que es condición esencial del periodismo. No se puede entender el ejercicio periodístico sino hay una crítica razonada al poder, llámese como se llame quienes lo detenten.
Proceso
Hace una semana en Puebla el Congreso estatal aprobó una ley llamada “Ley de Ciberseguridad”, que pone en alto riesgo la libertad de expresión y de prensa. Lo mismo pasa con la acción penal en Campeche que la gobernadora Layda Sansores realizó contra del periodista Jorge González Valdez bajo los cargos de odio y violencia.
Todo parece indicar que los políticos de todos los partidos tienen la piel muy sensible a la crítica, que es condición esencial del periodismo. No se puede entender el ejercicio periodístico sino hay una crítica razonada al poder, llámese como se llame quienes lo detenten.
En el caso de Puebla hubo reacciones contradictorias entre los legisladores del PAN, pues mientras unos responsabilizaron al líder, Mario Riestra Piña, de haber fracturado al partido con su tibia y contradictoria posición frente la “ley censura”, otros siguieron la línea nacional de Jorge Romero, que rechazo la ley y dio un jalón de orejas a Riestra.
La Ley de Ciberseguridad en Puebla fue propuesta en noviembre de 2024 por José Luis García Parra, entonces diputado plurinominal y hoy coordinador de gabinete del gobernador Alejandro Armenta. El 11 de junio último fue aprobada por la Comisión de Procuración y Administración de Justicia del Congreso local, para luego pasar al pleno el 12 de junio y ser publicado en el Periódico Oficial del Estado el viernes 13.
La llamada “Ley de Ciberasedio” considera dos nuevos delitos: el espionaje digital, que lo comete la persona que a través del uso de las tecnologías de la información y comunicación acceda a un equipo o sistema informático sin la autorización de su legítimo titular o propietario, a efecto de conocer u obtener sus datos o cualquier tipo de información o documentos personales.
Y el ciberasedio, que lo cometerá quien, a través de la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación, redes sociales, correo electrónico o cualquier espacio digital insulte, injurie, ofenda, agravie o veje a otra persona, con la insistencia necesaria para causarle un daño o menoscabo en su integridad física o emocional.
Esta ley, que ya fue rechazada por la presidenta Claudia Sheinbaum, ocasionó divisiones serias en el PAN poblano, pues mientras que Mario Riestra abrió la puerta para discutir y aprobar esas reformas, su hermana Susana Riestra, diputada local panista, se pronunció por interponer una acción de inconstitucionalidad para revertirlas.
El nuevo episodio ha generado otra vez reacciones contra la forma en que Riestra Piña lleva las riendas del blanquiazul en el estado. Hace una semana, el también diputado local panista y exsecretario del PAN en Puebla, Marcos Castro Martínez, expresó su desacuerdo al demandar que debe dejar la utilizar la unidad sólo como un discurso, para llevarla a la práctica.
A partir de este nuevo entuerto la dirigencia panista de Mario Riestra se tambalea pues se añade a las denuncias en su contra y de su familia por presuntos actos de corrupción y enriquecimiento ilícito.
Gabriel Biestro, presidente de la Comisión de Gobernación del Ayuntamiento de Puebla, dio a conocer hace unas semanas que Riestra Piña y sus familiares estaban siendo investigados por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), pues habrían incurrido en desfalcos que les permitieron comprar al menos tres propiedades en el Caribe, cuyo costo superaría los 12 millones de pesos, recursos cuya procedencia no han podido comprobar.
Por cierto… Cabe recordar que el Artículo 7 de la Constitución señala: “Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. En ningún caso podrá secuestrarse la imprenta como instrumento del delito”.
CURP biométrica: ¿Identidad o vigilancia?
México está a punto de tomar un camino peligroso. La creación de una CURP biométrica obligatoria se plantea sin discusión pública, sin consenso constitucional y sin mecanismos de protección equivalentes a los de otros países.
Por Ernesto Villanueva
Proceso
Se ha anunciado que formará parte de la agenda de un periodo extraordinario la normativa relativa a la Clave Única de Registro Población (CURP) biométrica. Se trata de una medida que tendrá un impacto perjudicial si no se lleva acabo siguiendo las medidas de seguridad internacionales. Veamos.
Primero. El gobierno mexicano busca transformar la Clave Única de Registro de Población (CURP) en una identidad digital biométrica obligatoria para toda la ciudadanía. La propuesta, en apariencia técnica y funcional, plantea integrar en un solo documento datos como huellas dactilares, escaneo facial, iris, firma electrónica y patrones de voz. En el papel suena moderno. En la práctica, puede abrir una puerta peligrosa: la de convertir a cada persona en un cuerpo rastreado, codificado, verificable y, en última instancia, permanentemente vigilado. Una CURP biométrica representa mucho más que una simple cédula de identidad. Es una llave que da acceso a cada espacio de la vida. Significa que el Estado podrá observar tus movimientos desde el nacimiento hasta la muerte. Qué compras. Dónde te hospedas. Con quién convives. Qué lees. Qué escribes. Qué demandas. Qué callas. Cada huella es una coordenada. Cada rostro, una ficha. Cada voz, un archivo. Y cada dato, una herramienta de control. Todo esto se concentra en manos de una maquinaria estatal que —como ha quedado claro en numerosos episodios— opera con déficits crónicos de rendición de cuentas y controles externos. El discurso oficial recurre a la noción de “seguridad” como justificación última. Pero la historia enseña que donde el poder se acumula sin freno, el abuso no tarda en llegar. El riesgo no es teórico. Es histórico. Lo que hoy se ofrece como escudo contra el delito, mañana puede volverse un filtro contra la disidencia. Hoy se invoca para prevenir crímenes. Mañana, para inhibir protestas. Y pasado mañana, para condicionar la entrega de servicios, la emisión de documentos o el acceso a la justicia. El problema no es la tecnología. Es la falta de límites claros. Es la concentración opaca de datos sensibles. Es el uso unilateral, no supervisado, no consentido. La CURP biométrica podría convertir al Estado en el único custodio y árbitro de la identidad, eliminando el derecho individual a decidir cómo, cuándo y ante quién mostrarse. La privacidad dejaría de ser un derecho para convertirse en una excepción.
Segundo. En muchas democracias avanzadas, la fascinación inicial por la identidad biométrica dio paso al escepticismo constitucional. Alemania, por ejemplo, declaró inconstitucional la recolección masiva de datos biométricos sin una causa específica y justificada. La Corte Constitucional ha reiterado que la dignidad humana —artículo 1 de su Ley Fundamental— implica el derecho a la autodeterminación informativa. En el Reino Unido, el caso Bridges v South Wales Police limitó severamente el uso de reconocimiento facial en espacios públicos. El tribunal determinó que usar esta tecnología sin una base legal clara, sin supervisión judicial y sin proporcionalidad constituía una infracción a la privacidad. Canadá frenó varios proyectos de identidad digital por no pasar las evaluaciones de impacto en derechos humanos exigidas por su Oficina del Comisionado de Privacidad. No basta con buenas intenciones: se requiere justificación, necesidad y mecanismos de control independientes. En Estados Unidos, aunque el gobierno federal mantiene bases biométricas para temas criminales, no existe un registro nacional obligatorio para civiles. Y algunos estados, como Illinois, han implementado leyes de protección biométrica tan estrictas que empresas como Facebook han tenido que pagar cientos de millones de dólares en compensaciones (Patel v. Facebook, 2020). En Francia, el Consejo Constitucional puso freno a la interoperabilidad indiscriminada de datos personales. La identidad no puede ser usada para controlar la vida civil. Es un instrumento de inclusión, no de vigilancia. La tendencia es clara: los países democráticos que adoptan tecnologías biométricas lo hacen bajo estrictas condiciones. Y muchos han optado por no centralizar los datos, sino distribuirlos, encriptarlos y hacerlos revocables. Ninguno, salvo regímenes autoritarios, ha entregado la llave de toda la identidad a una sola base estatal sin contrapesos.
Tercero. México está a punto de tomar un camino peligroso. La creación de una CURP biométrica obligatoria se plantea sin discusión pública, sin consenso constitucional y sin mecanismos de protección equivalentes a los de otros países. La arquitectura legal mexicana carece hoy de una regulación específica en materia de biometría, más allá de generalidades contenidas en la Ley General de Protección de Datos Personales. El extinto INAI dejó un vacío grave: hoy no existe un órgano autónomo encargado de proteger los datos personales de la ciudadanía. La vigilancia digital crece sin frenos institucionales. El Poder ha demostrado apetito por concentrar información sin transparencia ni control externo. Casos como el espionaje con Pegasus, la militarización del padrón electoral y los hackeos a la SEDENA, a PEMEX y muchos otros muestran que el problema no es hipotético. Es estructural. La austeridad en estos temas ha sido un tiro en el pie. Una base biométrica unificada podría ser utilizada para construir perfiles de riesgo, restringir accesos a servicios, o incluso facilitar la persecución política. Si el sistema falla —por error técnico o manipulación deliberada— millones podrían quedar excluidos del sistema de salud, de trámites bancarios o del ejercicio de derechos fundamentales. El cuerpo se vuelve llave, pero también cerrojo. Y hay un riesgo adicional, poco entendido: la biometría no se puede cambiar. Si alguien roba tu contraseña, simplemente creas una nueva. Si alguien filtra tu número de cuenta, puedes cerrarla y abrir otra. Pero si se filtran tus huellas dactilares, tu escaneo facial o tu iris, no puedes generar un nuevo cuerpo. Esos datos son parte de ti. Son permanentes. Una vez comprometidos, quedan vulnerables para siempre. Por eso se dice que la biometría no se puede «resetear»: porque no es una clave, es tu ser físico convertido en dato digital. Por tal razón, las democracias más sólidas se han abstenido de crear sistemas de identidad únicos obligatorios. Porque la tecnología puede cambiar. Pero los derechos, no.
El cuerpo no debe ser la nueva frontera del control estatal. Identidad no es vigilancia. Seguridad no es sumisión. Una CURP biométrica sin garantías es una amenaza disfrazada de eficiencia. El verdadero riesgo no es lo que el gobierno promete hacer, sino lo que podrá hacer sin pedir permiso.
Nadando entre tiburones
Cuando este presidente habla, el mundo debe escucharlo
Víctor Beltri
Excelsior
“Cuando este presidente habla, el mundo debe escucharlo”, afirmaba el secretario de Defensa estadunidense, Pete Hegseth, en la conferencia de prensa llevada a cabo en el Pentágono el domingo en la mañana tras los ataques estadunidenses a Irán. “El Ejército de EU lo respalda”, aseguró al ofrecer más detalles sobre la operación Midnight Hammer, llevada a cabo la noche anterior.
“Cualquier represalia de Irán en contra de Estados Unidos se encontrará con una fuerza mucho mayor de lo que vimos esta noche”, declaró el presidente Trump tras el ataque del sábado, mismo que tomó por sorpresa al mundo entero al utilizarse por primera vez —en combate— las bombas de gran penetración con las que habrían sido destruidas las instalaciones nucleares subterráneas. Una demostración de fuerza.
“¿Qué reportes tiene sobre Irán en cuanto a la construcción de un arma nuclear?”, había cuestionado la prensa al mandatario, apenas unos días antes. “Sus servicios de inteligencia dijeron no tener evidencia”, agregaría el reportero en referencia a las declaraciones hechas por Tulsi Gabbard el 25 de marzo pasado: “Irán no está construyendo un arma nuclear, y su líder Jamenei no ha autorizado el restablecimiento del programa suspendido en 2003”, había afirmado la funcionaria en aquel momento. “Entonces mis servicios de inteligencia están equivocados”, contestó Trump, categórico. “¿Quién dijo eso?”, preguntó. “La directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard”, respondió la prensa. “Está equivocada”, señaló el mandatario de manera concluyente.
“Éste es un plan que requirió meses de posicionamiento y preparación para que pudiéramos estar listos en cuanto el presidente lo ordenase”, señaló el secretario Hegseth, dejando entrever que, por la complejidad de lo que entrañaba, la decisión debió haberse tomado antes de los ataques israelíes del 12 de junio. “Nuestros B-2 entraron y salieron del centro de Teherán —no de Teherán, disculpen, sino de de esos sitios nucleares— sin que el mundo se diera cuenta en absoluto. En ese sentido fue histórico”, aseguró, satisfecho. “Esta operación fue diseñada para degradar la infraestructura nuclear iraní”, afirmaría por su parte el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Dan Caine. “Fue planeada y ejecutada a lo largo de múltiples dominios y escenarios”, abundó, “con una coordinación que refleja la capacidad para desplegar nuestro poder de forma global, con velocidad y precisión en el tiempo y el lugar que nuestra nación elija”. El que quiera ver, que vea; el que quiera escuchar…
Cuando este presidente habla, el mundo debe escucharlo: ahora, a partir del ataque a Irán, el mandatario sabe que el mundo lo escucha a pesar de que la evidencia, o sus asesores más cercanos, demuestren que está equivocado. La ofensiva a Irán no fue una medida preventiva, sino un desplante de poder absoluto cuyos destinatarios no se encuentran por fuerza en el Oriente Medio: lo que presenciamos la noche del sábado no fue tan sólo un ataque militar a gran escala, sino la rebelión formal del presidente ante quienes en algún momento pensaron que les había quedado en deuda tras la segunda campaña. Ni a Bannon ni a cualquier otro: Donald Trump, en estos momentos, no le debe nada a nadie.
El principio de la desmesura. La hubris de las tragedias griegas. “Esto no puede continuar así: habrá paz o habrá tragedia para Irán, mucho más grande que la que hemos presenciado en los últimos ocho días”, aseguró el presidente Trump el sábado tras el ataque, acompañado de sus hombres fuertes en el momento de las amenazas veladas. “Esta noche fue la más difícil, y quizá la más letal (…) No hay un ejército en el mundo que pueda hacer lo que hemos logrado esta noche. Ni siquiera algo cercano. Jamás ha existido un ejército capaz de conseguir lo que pasó hace unos instantes”. “God bless Israel, and God bless America”: a los demás, ojalá, al menos nos agarre confesados…
Juegos de poder
Lo de Irán complica más el sexenio de Claudia
No se sabe cuál será la reacción de Irán en contra de Estados Unidos.
Leo Zuckermann
Excelsior
Siempre se sabe cómo comienza una guerra, nunca cómo terminará.
El sábado, Estados Unidos realizó una compleja operación militar en tres lugares donde el gobierno iraní estaba enriqueciendo uranio para presuntamente desarrollar una bomba nuclear.
Al momento de escribir estas líneas, más allá de seguir lanzando misiles hacia Israel, no se sabe cuál será la reacción de Irán en contra de Estados Unidos.
Se habla de la posibilidad de que ese país cierre el estrecho de Ormuz con el fin de desestabilizar el mercado petrolero, causar un incremento en los precios del crudo y provocar una ola inflacionaria en todo el mundo, incluyendo Estados Unidos.
Se habla de un posible ataque de Irán o algunas de sus milicias en contra de bases estadunidenses en Oriente Medio. No se descartan posibles ataques terroristas dirigidos a ciudadanos americanos. Ya las principales ciudades de ese país se encuentran en alerta roja.
El consenso es que alguna represalia tendrá que llevar a cabo el régimen de los ayatolas por los ataques del sábado.
Mientras tanto, el presidente Trump sigue llamando a los iraníes a no hacer nada y aceptar que nunca desarrollarán una bomba nuclear.
En el documental 9/11: así se vivió en la Casa Blanca, el expresidente George W. Bush confiesa que en algún momento del 11 de septiembre de 2001 se dio cuenta de que su Presidencia había cambiado radicalmente de lo que tenía contemplado: “Me convertí en un Presidente de guerra”, afirma. Y así fue. A partir de entonces, los dos periodos de Bush hijo se concentraron en evitar más atentados, castigar a los terroristas e invadir militarmente a dos países (Afganistán e Irak).
El sábado pasado, Trump también se convirtió en un “Presidente de guerra”. Lanzar bombas a las instalaciones nucleares iraníes de Natanz, Isfahán y Fordow marcará un antes y un después en su segunda presidencia.
Mucha de la energía de ese gobierno se concentrará en resolver el posible conflicto bélico que, todo indica, se avecina.
Lo cual me lleva a México.
Cuando ganó Trump la elección, argumenté que eso cambiaba de manera radical la Presidencia de Sheinbaum. Claudia tenía que recalibrar lo que tenía pensado dándole prioridad a diseñar y ejecutar una estrategia encaminada a minimizar el daño que podría hacernos Trump 2.0.
Han pasado casi seis meses desde que Trump tomó posesión y, a pesar de que nuestra Presidenta ha actuado con la “cabeza fría” frente al mandatario estadunidense, la realidad es que no se han resuelto varios de los problemas en la relación bilateral con el vecino del norte.
De manera particular preocupa la imposición unilateral de aranceles decretados por Trump, violatorios del Tratado México, Estados Unidos y Canadá de Libre Comercio (T-MEC) y que ha generado una gran incertidumbre económica en nuestro país.
Incertidumbre que ha producido una disminución de las inversiones, lo cual, a su vez, ha llevado a la economía mexicana a un estancamiento, en el mejor de los casos, si no es que a una recesión.
Difícilmente la economía de nuestro país despegará mientras no haya certeza de qué ocurrirá con el T-MEC. El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ha dicho que es inevitable la renegociación de este instrumento, lo que comenzaría el segundo semestre de este año.
Sin embargo, a partir del sábado, en Washington hay otras prioridades, ahora que Trump se involucró en una nueva guerra en Oriente Medio. Para México, lo ideal es que este conflicto se resuelva pronto. Pero, como dije al principio, no sabemos cómo va a desarrollarse esta conflagración.
En 2001, el entonces presidente Fox y su canciller, Jorge G. Castañeda, le estaban apostando a una reforma migratoria integral por parte de Estados Unidos (la “enchilada completa”). El presidente Bush parecía dispuesto a empujarla en su Congreso. Sin embargo, el 9-11 cambió todo el contexto. Bush se volvió un “Presidente de guerra” con otras prioridades y “la enchilada” nunca se cocinó.
No creo que Sheinbaum tenga que renunciar a arreglar con Trump varios problemas de la relación bilateral, incluyendo, desde luego, la parte comercial. Sin embargo, me declaro escéptico que pueda tener éxito ahora que Estados Unidos se ha involucrado en un nuevo conflicto bélico.
Sí, hay que seguir insistiendo con los estadunidenses.
Pero también asumir que igual y no nos van a pelar mucho que digamos.
En este sentido, la Presidenta debe lanzar un plan alternativo que incentive la inversión privada y genere crecimiento económico. Ella, a diferencia de López Obrador, no puede darse el lujo de otro sexenio de estancamiento. Las finanzas públicas no lo aguantarían, sobre todo si piensan seguir ganando elecciones con programas sociales que cada vez cuestan más.
Lo de Irán viene a complicar aún más el sexenio de Sheinbaum que, de por sí, no andaba muy bien que digamos.
Astillero
El móvil de Trump: cambio de régimen // Tumbar al ayatollah Jamenei // Del MAGA al MIGA // ¿Éxito de ataque? Sin pruebas
Julio Hernández López
La Jornada
Donald Trump no tardó en revelar la motivación esencial de su ataque a Irán: el cambio de régimen; es decir, la sustitución del poder actual y su entramado institucional, una república islámica teocrática, dirigida por el líder supremo, que actualmente es el ayatollah Ali Jamenei, quien sustituyó por muerte al fundador de esta república, Ruhollah Musavi Jomeini, luego del derrocamiento del último sah de Persia, Mohammad Reza Pahlevi (aún cuando suele usarse el término sha, para referirse al rey de la antigua Persia, la Fundación para el Español Urgente recomienda la alternativa hispanizada sah, por considerar anglicada a la primera goo.su/Unod8 ).
El presidente estadunidense declaró ayer, ante una pregunta: “No es políticamente correcto usar el término ‘cambio de régimen’, pero si el actual régimen iraní no puede reconciliar la grandeza de Irán, ¿por qué no habría un cambio de régimen?” Más clara ni la frase de guerra estampada en, entre otras partes, la cachucha roja de Trump: Make America Great Again (MAGA) y ahora Make Iran Great Again (MIGA).
Aunque, en realidad, no son migas las que pretende recoger de la mesa bélica el personaje tóxico desde ahora encaminado al paredón de la historia: quiere un cambio de régimen para imponer al heredero del derrocado último sah. Reza Ciro Pahlavi, también mencionado como Reza Korosh Pahlavi, es llamado por sus seguidores Príncipe, o Su Majestad Imperial Reza II Shah.
La muy temprana confesión de intenciones políticas de Trump, de relevo de mandos y régimen, aunque la retórica oficial se esmera en hablar de peligros nucleares, tomó desprevenido al propio vicepresidente JD Vance, quien había dicho en un programa de la cadena de televisión estadunidense NBC: Nuestra postura ha sido muy clara: no queremos un cambio de régimen, queremos poner fin a su programa nuclear y luego hablar con los iraníes sobre un acuerdo a largo plazo.
De hecho, aún no hay manera firme y con-fiable de confirmar que Estados Unidos logró elobjetivo central declarado (la eliminación de las fuentes iraníes de enriquecimiento de uranio,supuestamente en vías de producción de unabomba nuclear: remember Irak), aunque Trump, como de costumbre, desparramó valoraciones superlativas respecto a sus decisiones y hechuras, en el caso, la operación militar y su éxito en eliminar el peligro nuclear mencionado.
Más allá de la cháchara trumpista (cada vez más devaluada; recuérdese el acrónimo descriptivo Trump Always Chickens Out, TACO, es decir: Trump siempre se echa para atrás, o se raja), no hay a estas alturas ninguna confirmación de esa presunta culminación rotunda. El aparatoso y denso ataque, con utilización de aviones bombarderos B-2 (Northrop GrummanB-2 Spirit), que dispararon 12 penetradores deartillería masiva GBU-57, cada uno con peso de más de 13 toneladas y media, causaron daños, acaso profundos y certeros, pero hasta ahora no hay constancia de ello, y un cierto esclarecimiento puede llevarse semanas.
Creemos que logramos la destrucción de capacidades, dijo el secretario de Defensa, Pete Hegseth, solamente crédulo. Rafael Grossi, jefe de la agencia atómica de Naciones Unidas, declaró: Hay indicios claros de impactos, pero en cuanto a la evaluación del grado de daño subterráneo, no podemos pronunciarnos (…) Puede ser importante, significativo. Pero nadie, ni nosotros, ni nadie más, podría decirles cuánto daño ha sufrido.
Eso sí, lo único cierto, en curso, es la pretensión confesa de Trump de intentar un cambio de régimen en Irán.
Astillas
Y, mientras se multiplican los actos de censura institucional, con una activista sonorense de la derechista Sociedad Civil México sentenciada por el tribunal electoral a dar disculpas durante 30 días a una morenista, ahora diputada federal, y con los gobernantes de Puebla y Campeche aferrados a la ley censura (ciberasedio) y el castigo judicial a críticos, respectivamente.
México SA
Netanyahu, presidente gringo // Trump, su secretario de guerra // De víctimas a herederos de Hitler
Carlos Fernández-Vega
La Jornada
El genocida Benjamin Netanyahu, presidente de Estados Unidos, ordenó al sicópata Donald Trump, su Oberkommando der Wehrmacht, bombardear Irán y, paralelamente, defender a Israel (elegido de Dios, según la propaganda sionista) de las salvajes agresiones de los palestinos en la franja de Gaza, región en la que, por órdenes del primero y con la complicidad del segundo, hasta ahora han sido masacradas cerca de 60 mil personas, la mayoría niños y mujeres indefensas, amén de la destrucción de las ciudades que la componen.
Se juntó el hambre con las ganas de comer: un par de sicópatas, elegidos por Dios, hacen lo que les viene en gana, porque, muy a su conveniente entender, el Altísimo les dio carta blanca en contra de la humanidad. Y en nombre de él han cometido, cometen, todo tipo de atrocidades.
Trump lleva a Estados Unidos a la guerra contra Irán, tituló La Jornada en su edición dominical, y sí, en el corto plazo, porque en el mediano el alcance de esa agresión, abiertamente violatoria del derecho internacional, apunta a una guerra mundial, la tercera, armada e impulsada por gobiernos cada día más salvajes y alejados de sus respectivos pueblos.
Los sionistas que se instalaron en lo que hoy es Israel fueron víctimas del Holocausto, pero sus herederos, como buenos vividores que son, llevan décadas explotando (política, militar, económica, social y sentimentalmente) esa tragedia causada por las deleznables prácticas de Hitler, Himmler, Heydrich y demás banda de asesinos, es decir, las mismas que ahora puntualmente repiten y ejecutan su propia Endlösung der Judenfrage (solución final al problema judío, pero contra los palestinos, dueños históricos de esos territorios). Y hoy lo hacen, según dicen, por ser elegidos de Dios, es decir, el mismo que no evitó que el nazismo masacrara a los judíos, pero sí les da el visto bueno celestial para arrasar con pueblos enteros.
Del otro lado, pero en la misma dinámica, está el orate Trump, cancerbero de Netanyahu (criminal de guerra) y ejecutor de su propia Endlösung contra los inmigrantes. Este detestable personaje acató la orden de su patrón y bombardeó Irán, con el pretexto –sin prueba alguna– de que esa nación posee armamento nuclear; es decir, el mismo ejercicio de bandera falsa utilizada históricamente por el régimen gringo (sólo como ejemplos: la masacre de los pueblos originarios, la invasión de México en 1846-1848; el hundimiento del Maine en la guerra hispano-estadunidense, 1898; el golpe de Estado en Irán, 1953; el comunismo en Guatemala, 1954; la agresión permanente a la Cuba revolucionaria, desde 1959; el incidente del golfo de Tonkin, en Vietnam, 1964; la invasión de República Dominicana, 1965; el golpe de Estado en Chile, 1973 (y en casi toda América Latina); la invasión de Granada, 1983; la de Panamá, 1989; la de Afganistán, 2001; armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, 2003, y la más reciente, que no la última, bombas nucleares en Irán). Todo en nombre de Dios, el caballito de batalla de los regímenes gringo y sionista para justificar sus delitos de lesa humanidad. Y como éstas cientos más, porque ha sido la constante gringa desde su declaración de independencia, en 1776, y la de Israel, desde 1948).
Parece que en esta ocasión al detestable Donald Trump y a su Dios que le autoriza todo tipo de barbaridades no les saldrá gratis: se desploma su aceptación como inquilino de la Casa Blanca; crece la protesta social interna (y externa) por sus abominables políticas públicas y su intervencionismo en terceras naciones; puede progresar un juicio político en su contra por violar la Constitución estadunidense y el derecho internacional, y pasarse por el arco del triunfo al Congreso de su país, que debe autorizar o rechazar actos de guerra. De pilón, Irán no se doblega, y de entrada ya bloqueó el Estrecho de Ormuz.
Lamentablemente, abundan los imbéciles y ciegos a conveniencia (nunca han visto el genocidio en Gaza) en los gobiernos estadunidense, europeos y uno que otro gato latinoamericano, como Javier Milei (judío converso que no sólo mata de hambre a su pueblo, sino que ha puesto a Argentina a los pies de los sionistas). Y Netanyahu muerto de la risa.
Por cierto, el posicionamiento del gobierno mexicano resulta por demás tibio. Qué bueno que llame al diálogo diplomático por la paz, pero este caso no se trata de un simple desencuentro, sino de un abierto cuan ilegal acto de guerra violatorio del derecho internacional.
Las rebanadas del pastel
Como diría Diego Armando Maradona, los boludos son como las hormigas: están en todos lados, y se congregan en la Casa Blanca y en la Beit HaNassi.
