Columnas Escritas
Lo que dicen los columnistas

PRIMERA ELECCIÓN JUDICIAL
AMLO y el Poder Judicial
Con el control del Poder Judicial López Obrador logra lo que no pudo hacer el PAN en 12 años de gobierno y el PRI al repetir el triunfo electoral con Enrique Peña Nieto.
Proceso
La elección de jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial de este domingo es la última pieza del proyecto político que Andrés Manuel López Obrador diseñó para permanecer como forma de gobierno a su imagen y semejanza en las próximas décadas. Es algo parecido a lo que hicieron en su momento y en su contexto los generales Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río con la formación de la estructura del gobierno postrevolucionario a través de Partido Revolucionario Institucional.
Pero a diferencia de estos personajes que formaron parte del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y luego el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) -antecedentes del PRI-, López Obrador creó y formó su propio partido con el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que como tal, es decir, como movimiento, soporta su proyecto encaminado a formar sus propias instituciones y controlar los tres poderes del gobierno: Ejecutivo, Legislativo y el Judicial.
La gobernabilidad de México es una mesa de tres patas y a Morena le hacía falta la tercera, que a partir del próximo domingo la tendrá y con ella el fortalecimiento de su proyecto de gobierno para las siguientes décadas.
Así que más allá del resultado de la votación que se registre este domingo, es más que claro que habrá una nueva integración de la estructura del Poder Judicial en el país la cual estará inclinada al proyecto de gobierno de la Cuarta Transformación.
Con esto se cumple o se entiende aquella frase de “¡Al diablo con sus instituciones!” que lanzó AMLO y que se interpretó como un desdén al orden institucional, cuando en realidad era el preámbulo, el anuncio de integración de instituciones ad hoc a su proyecto.
De esta manera, a pesar de que este ensayo de elección por voto de integrantes del Poder Judicial no sea un éxito, para los fines del proyecto de la Cuarta Transformación será un triunfo y una conquista, pues conseguirá la pieza que necesitaba para el plan de gobierno de largo plazo que López Obrador trabajó y diseñó aún antes de ser presidente de la República.
El resultado de este ensayo electoral, producto de una reforma aprobada sin cortapisas e implementada con fuertes cuestionamientos de parte de la oposición y un sector de la opinión pública, es un complemento importante para el proyecto de López Obrador. Es tan importante como lo fue la victoria de 2018, las elecciones ganadas en 23 estados y la mayoría legislativa alcanzada en la pasada elección federal del 2024.
Con el control del Poder Judicial López Obrador logra lo que no pudo hacer el PAN en 12 años de gobierno y el PRI al repetir el triunfo electoral con Enrique Peña Nieto. Ahora el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum tendrá un poder político total como lo tuvo el PRI en algún momento y que desperdició por actos de soberbia y abusos de poder gubernamental que dieron paso a la corrupción y a la derrota.
Sheinbaum tendrá el camino allanado para mantener su proyecto de la Cuarta Transformación, un proyecto que solamente estará en riesgo si los líderes de Morena cometen los mismos errores que cometieron los del PRI y el PAN en el gobierno, actos de soberbia y de corrupción propios de cuando se emborrachan de poder y que la sociedad se cobra en el porvenir.
Por cierto… Los líderes de la CNTE se acostumbraron a conseguir sus prebendas a través del chantaje con bloqueos a instalaciones de seguridad nacional como aeropuertos, dependencias, instituciones, negocios y vías de comunicación. Sólo que en esta ocasión esas acciones no han dado resultado y van en sentido contrario, generando un amplio rechazo social, pues han dejado a un lado su misión: atender a los niños y jóvenes en las escuelas públicas.
Nadando entre tiburones
Un país que inspira miedo
Víctor Beltri
Excelsior
México se ha convertido en un país que inspira miedo. “Vamos bien”, insiste la Presidenta de la República cada vez que tiene oportunidad; “somos la nación más democrática del mundo”, repite en cada ocasión, como si de hacerlo dependiera que se hiciera realidad lo que afirma. La verdad es que, en el México del día de hoy, a los ingenuos se les podría reconocer por el sello distintivo de portar el dedo pulgar manchado.
Y no son pocos, a pesar de todo. Morena es un partido político, bajo cuyas siglas ha logrado agruparse la parte más execrable de la clase política nacional de las últimas décadas; Morena es un movimiento social también, cuyos principios y valores no sólo han fomentado los resentimientos más atávicos y provocado la lucha de clases, sino que ha sabido explotar en su propio beneficio el conformismo causado por los programas sociales. Morena es una secta, por encima de todo, en donde la doctrina del Mesías Tropical, simple y sencillamente, no está sujeta a discusión alguna. En tales condiciones, llegamos a la burda pantomima del día de ayer.
“Nunca, en la historia de nuestro país, el pueblo —de manera directa— había decidido y tenido el derecho a elegir a jueces, magistrados, ministros del Poder Judicial”, afirmó el expresidente López al acudir a depositar su voto en las urnas. “Es la primera vez en la historia”, aseguró con el rostro macilento y una sonrisa a todas luces forzada. México, lo sabe de sobra, se ha convertido en un país que ha dejado de generar esperanza: el México de la Cuarta Transformación es un país que no inspira sino miedo.
Un miedo real, y muy latente. “¿A cuánto amaneció el dólar?”, suele preguntar la mandataria cuando pretende demostrar la confianza internacional y la fortaleza de su gestión. El tipo de cambio es un factor que han aprendido a manejar, sobre todo en un entorno carente de la transparencia a la que estuvieron sometidas las administraciones anteriores; existen otros parámetros, sin embargo, que reflejan —de forma más fehaciente— el grado de confianza internacional sobre las decisiones adoptadas por cualquier gobierno.
El precio del oro, por ejemplo. El oro es un activo seguro que, si bien no genera intereses o dividendos para sus tenedores, tampoco depende de la solvencia de cualquier gobierno, banco central o sistema financiero alguno: a diferencia de otros activos estratégicos, la variación en su precio no es un indicador per se de que su valor se haya vuelto más atractivo para los inversionistas, sino que refleja el hecho de una situación nacional cada vez más riesgosa y comprometida. El precio del oro, en realidad, es un indicador veraz del miedo provocado por las decisiones del gobierno en turno frente a las circunstancias que le han tocado afrontar.
Un indicador veraz, cuyo análisis somero arroja información incontestable. En el caso de nuestro país, el precio del oro alcanzaba un valor aproximado de 63 mil 918 pesos, por onza troy, al cierre del viernes pasado; el valor del mismo hace exactamente un año, el día en que Sheinbaum ganó la elección presidencial, no rebasaba los 39 mil 485 pesos. Las cifras no mienten, y los números son implacables: las decisiones de gobierno no han sido las más adecuadas, y la confianza en nuestro país se ha erosionado, al menos, en un 62 por ciento. Ése, y no otro, ha sido el costo —y el fracaso real— de la Cuarta Transformación.
México se ha convertido en un país que inspira miedo. Miedo a sus ciudadanos, miedo a sus visitantes, miedo a sus inversores. “La elección del Poder Judicial fue un éxito”, afirmará la secta celebrando su pírrica victoria. “¿A cuánto está el tipo de cambio?”, preguntará la Presidenta, como si fuera el único parámetro para medir el éxito de su gestión y del golpe de Estado que, en los hechos, acaba de consumarse. El factor oro, mientras tanto, seguirá teniendo la última palabra: sólo bastará, al fin y al cabo, con revisar la cotización al finalizar el día. Una cotización que nos permite, a final de cuentas, medir el tamaño del miedo.
Juegos de poder
País a la deriva
Este dizque proceso electoral costó más de 13 mil millones de pesos, sin tomar en cuenta todos los costos de la movilización del voto partidista y corporativo… Esta elección no mejorará, sino empeorará el Estado de derecho
Leo Zuckermann
Excelsior
Al momento de escribir estas líneas, se están llevando a cabo las elecciones judiciales en todo el país. Yo, como había anunciado, no acudí a las urnas en una decisión muy personal para no validar lo que, considero, es una farsa.
Desde su anuncio, estoy convencido de que todo este dizque ejercicio democrático lo ideó el entonces presidente López Obrador para, por un lado, defenestrar a un Poder Judicial que se atrevió a desafiarlo y, por el otro, que su partido/movimiento se apropiara de dicho Poder.
Se trata de una simulación más de las tantas que ocurren en nuestro México.
Cómo perdemos tiempo en ellas. Este dizque proceso electoral costó más de 13 mil millones de pesos, sin tomar en cuenta todos los costos de la movilización del voto partidista y corporativo. Al final, después de miles de millones de pesos, Morena tendrá el Poder Judicial que quiere.
El país, no.
Porque esta elección no mejorará, sino empeorará el Estado de derecho en México.
Muy pronto lo veremos.
Pero regreso al tema de las simulaciones, es decir, de cómo perdemos tiempo y recursos en tonterías. En lugar de estar resolviendo los múltiples problemas que tiene este país, nos concentramos en cosas que no agregan valor e incluso, a veces, lo reducen.
En este sentido, tengo la impresión de que el país está a la deriva.
No queda claro hacia dónde va México. A qué destino quiere llegar. Cuáles son sus prioridades como nación.
Doy un ejemplo de un tema que considero fundamental: la educación, de la cual se habla poco o nada.
Los gobiernos de la Cuarta Transformación decidieron que su prioridad era llevar la fiesta en paz con el magisterio, tanto con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Esto significó regresarles el control de la gestión educativa a los líderes sindicales y, por tanto, la renuncia de las autoridades a promover una educación de calidad.
Este país no va a salir del subdesarrollo económico mientras no resuelva el tema educativo. Llevamos ya muchas décadas en las que la política ha dominado este asunto. Las relaciones de los gobiernos con los sindicatos han eclipsado el debate educativo. Lo importante ha sido mantener la paz con los maestros y utilizarlos en las movilizaciones electorales.
Desde hace décadas, México se encuentra atrapado en lo que se conoce como la “trampa de los países de ingreso medio”, es decir, la imposibilidad que tienen las naciones de continuar avanzando hacia un nivel de ingreso alto. Dos países que sí han logrado superar esta trampa han sido Corea del Sur e Israel. En gran parte lo hicieron por una fuerte apuesta educativa. Invirtieron en mejorar de fondo la educación y la capacitación, lo cual generó, por un lado, la innovación en las empresas y, por el otro, un incremento importante en la productividad del trabajo.
México está lejísimos de resolver el tema educativo. De hecho, vamos en sentido contrario, es decir, en reversa.
Así lo demuestran los resultados de las pruebas estandarizadas que realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) conocidas como PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos).
En la última que se realizó, en 2022, México se ubicó en el lugar 51, de un total de 81 países medidos.
En matemáticas, los estudiantes mexicanos obtuvieron un puntaje promedio de 395 puntos, lo que reflejó una caída de 14 puntos respecto del registro previo de 2018.
En ciencias, México obtuvo una calificación de 410 puntos, un retroceso de nueve puntos. Y, en comprensión lectora, el puntaje fue de 415, una caída de cinco puntos.
Menos del 1% de los estudiantes obtuvo alto rendimiento en las áreas de estudio, mientras que el promedio en este indicador para los países de la OCDE fue de entre 7 y 9%.
En educación, nuestro país está peor que otras naciones con el mismo nivel socioeconómico.
Pero aquí el gobierno está concentrado en llevar a cabo elecciones amañadas para seguir concentrando el poder y en negociaciones interminables con los maestros disidentes de la CNTE que siempre quieren más a cambio de nada.
Las prioridades están chuecas en nuestra República. Dedicamos muchos recursos en simulaciones y tonterías que no mejorarán nuestro desarrollo económico. Por el contrario, lo empeorarán.
A eso me refiero cuando hablo de que existe una percepción de que este país va a la deriva.
Razones
Poder Judicial: el caos que viene
No olvidemos un tema adicional: este Poder Judicial, así electo, viola las normas del T-MEC que, según Marcelo Ebrard, se comenzará a renegociar entre septiembre y octubre
Jorge Fernández Menéndez
Excelsior
Al momento de escribir estas líneas, y hasta dentro de varios días, no tendremos resultados de la malograda elección judicial de este domingo, unos comicios con un marcado, inédito, abstencionismo derivado del desinterés y la poca legitimidad de la elección popular de jueces, magistrados y ministros, uno de los mayores sinsentidos de la llamada 4T.
Pero pasada la elección, pese al desinterés popular, habrá un cambio profundo que nos dejará una nueva Suprema Corte, un Tribunal de Disciplina con poderes absolutos para hacer y deshacer en el Poder Judicial, y una renovación de poco más de la mitad de los jueces y magistrados del país.
La otra mitad, se supone, si después de este desastre no cambian las cosas, se renovará en 2027, al mismo tiempo en que se elijan 16 gubernaturas, la Cámara de Diputados y miles de cargos locales. Sumar a esa elección otra judicial tan caótica como ésta, complejizará a niveles increíbles todo el proceso. Pero para eso faltan dos años.
Días atrás leía un muy buen texto en Nexos de Diana Rouzaud Anaya y Mauricio González Alcántara, que reflexionaban sobre el otro caos, el que habrá en juzgados y tribunales con la llegada de los nuevos jueces y magistrados electos, la mayoría de los cuales no tienen carrera judicial y tampoco idea de cómo llevar un juzgado o un tribunal, con la obligación de comenzar a resolver cientos o miles de casos que se han ido acumulando, con un personal que no conocen y que, en muchos casos, tendrá más conocimiento y experiencia que ellos.
Rouzaud y González Alcántara cifran su esperanza en que, con base en esa otra mitad del Poder Judicial que sigue en funciones, se pueda resistir y tratar de reconstruir un Poder Judicial autónomo en el futuro, ante el evidente fracaso del modelo que, agreguemos nosotros, tendría, si existe alguna racionalidad, que ser modificado en el futuro.
No lo sé, creo que lo único seguro será el caos y la ineficiencia judicial. No imagino cuántos meses deberán pasar antes de que, más allá de quienes resulten elegidos en los comicios de ayer en todos los niveles, el sistema vuelva funcionar. Hay cosas ridículas, en agosto convivirán en la Corte los actuales ministros con los nuevos porque en la ley no tomaron previsiones al respecto.
En los hechos, la Suprema Corte apenas si funciona a cuentagotas desde hace varias semanas para abordar sólo los casos más urgentes, y muchos muy importantes los dejarán para los futuros ministros y ministras. En La Corte, con todo, hay una estructura de funcionarios de carrera sólida, el Tribunal Disciplinario heredará muchos del Consejo de la Judicatura.
Pero es mucho más grave en los tribunales y juzgados. Será un retroceso notable y tardarán meses los nuevos titulares en encontrar siquiera los asuntos que tendrán que atender, y en muchos casos terminarán siendo operados por el personal de planta. Es diferente que un juez o magistrado llegue a ese cargo luego de una carrera de años, ascendiendo por el escalafón judicial, conociendo los vericuetos del mismo, a sentarse de un día para el otro al frente de una oficina que no conoce y con estructuras, personal y procedimientos que ignoran.
No dudo que puede haber un puñado de los que resulten electos que podrán tener esos conocimientos, pero la enorme mayoría lo ignora casi todo. La carrera judicial servía también para eso, para darle continuidad a un proceso de impartición de justicia que tendría muchos defectos, pero que por lo menos funcionaba. Lo que vamos a ver en las próximas semanas será, no es catastrofismo, una suma de despropósitos.
Eso resaltará aún más la diferencia entre la mitad de los jueces y magistrados que vienen de la carrera judicial y que no fueron elegidos en estos comicios y los que resulten de ellos. Habrá en los hechos, a esos niveles, dos poderes judiciales distintos, con dos perfiles y dos formas diferentes de operar, con conocimientos dispares e incluso encontrados. ¿Quién preferirá usted que le lleve un caso? Un juez o un tribunal de reciente elección que se debe al voto, aunque sea escaso, ¿o un juez o magistrado que proviene de la carrera judicial y lleva años en la misma? No es un tema menor: es sólo un capítulo de la ola de interrogantes, dudas, hoyos negros que tendremos a partir de esta elección y, sobre todo, después del 1 de septiembre.
Y no olvidemos un tema adicional: este Poder Judicial, así electo, viola las normas del T-MEC que, según Marcelo Ebrard, se comenzará a renegociar entre septiembre y octubre, precisamente en los días del caos que se generará cuando se eche a andar el nuevo modelo.
EL FORO ALICIA
No sé qué pasó en el Foro Alicia, un espacio de cultura alternativa en la Ciudad de México, donde un numeroso grupo de policías y militares irrumpió en un concierto de un artista vasco. Lo que resulta inadmisible es que nadie se quiera hacer cargo, haya habido justificación o no para esa irrupción, de lo sucedido. La Presidenta lo condenó, mientras la jefa de Gobierno, Clara Brugada, dice que ella no sabía nada. Le quieren echar la culpa a la alcaldesa de la Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, pero ella no tiene atribuciones para movilizar policías y soldados o guardias nacionales, eso sólo lo puede hacer el gobierno de la ciudad o el federal. Y ninguno de ellos quiere reconocer que ordenaron el operativo.
La pregunta es sencilla: ¿en qué lugar se puede movilizar a 200 policías y militares para poner fin a un espectáculo sin órdenes superiores? Todo ello no deja de ser profundamente irónico cuando desde hace más de dos semanas la CNTE desquicia la ciudad, hace bloqueos, daña comercios y propiedades y no se moviliza ninguna fuerza de seguridad para ponerle siquiera un límite.
Astillero
AMLO: fugitivo que vota // Sheinbaum: ¡viva la democracia! // Baja votación // Acordeones // Que el conteo sea confiable
Julio Hernández López
La Jornada
La elección judicial transcurrió entre constantes reportes de una baja concurrencia de votantes, la confirmación del complicado proceso de emisión del sufragio a causa de múltiples boletas, colores y números, un insuficiente conocimiento de las características de los muchos aspirantes y la persistencia del recurso de las ayudas de memoria, tanto las elaboradas por propio afán de los acordeonistas individuales, como las sugeridas o inducidas e impresas industrialmente por instancias poderosas.
Los emplazamientos político-partidistas se mantuvieron invariables: la corriente mayoritaria (4T) defendió la legitimidad del cumplimiento, aunque fuera con votación baja, del mandato derivado de la elección de 2024: elegir por voto popular a las personas juzgadoras. Por su parte, los opositores a la 4T criticaron la reducida afluencia de votantes y dieron por muerta la justicia, la democracia y todo el paraíso cívico e institucional en el que aseguran México vivía antes de que ellos perdieran el poder.
La ortodoxia prevista fue rota por un hecho que debería ser absolutamente ortodoxo: que un ciudadano vaya a votar. Lo diferente fue que ese ciudadano se llama Andrés Manuel López Obrador y salió de su finca en Palenque, Chiapas (la tercera vez, dijo), para ejercer su derecho de sufragar. Y que ese ciudadano, ahora concentrado en escribir un libro que considera pudiera ver la luz a finales del año en curso, fue el creador e impulsor del llamado Plan C que sirvió de bandera electoral, luego votado a favor de manera apabullante, y confirmado ayer en urnas ex profeso, con enredos procesales, pero claridad en el objetivo.
El asomo de López Obrador confirmó la vigencia de su figura política, molestó a sus opositores y, en particular, refutó las etéreas versiones que pretendían etiquetar al tabasqueño como un fugitivo que estaría escondido en Cuba u otro país amigo. Versiones descocadas que fueron difundidas y defendidas por comentaristas, conductores de programas electrónicos y dirigentes de una oposición que una vez más no supo qué hacer ante el irónico mayoriteo mínimo que ayer le aplicó la citada 4T sin movilizar a plenitud su maquinaria.
La presidenta Sheinbaum lanzó un viva a la democracia a la hora de votar afuera de Palacio Nacional y luego, en el contexto del Día de la Marina, aseguró que ya cambió la vida pública: antes decidían unos cuantos, hoy decide el pueblo. Lo cierto es que la nueva composición de una parte de los poderes judiciales, federal y locales, y en especial la integración completa de los asientos de la Suprema Corte, facilitarán a la Presidencia de la República avanzar en sus proyectos aunque también, y eso es necesario subrayarlo, la responsabilidad política de la eventual supervivencia de factores de corrupción en los órganos renovados correrá ahora por cuenta de la 4T y su máximo mando actual.
Las complicaciones habidas el mero día electoral podrían potenciarse si no se desarrollan las fases posteriores con claridad absoluta y altos parámetros de confiabilidad.La insuficiencia presupuestal en el Instituto Nacional Electoral significó un abatimiento de los estándares de calidad en comicios pasados: menos capacitación, reticencia de ciudadanos a integrar directivas de casillas, supresión del conteo en las mesas receptoras del voto y del fijamiento de cartulinas o información con los resultados, el traslado de los paquetes a oficinas de autoridades electorales y el plazo (hasta 10 días) para dar a conocer los desenlaces.
En Durango y Veracruz hubo, además, elecciones locales. En la primera entidad, gobernada por un priísta, pasó largos meses el secretario de organización de Morena, Andrés Manuel López Beltrán, con la intención de hacer crecer el color guinda y, en particular, ganar la presidencia del municipio de la capital; y, en la segunda, la gobernadora Rocío Nahle ha cargado con la responsabilidad. Ya se analizarán más adelante los resultados.
Para justicia alcanzar…
Bernardo Bátiz V.
La Jornada
Estamos en una época en que la justicia está en el centro del debate nacional; el presidente Andrés Manuel López Obrador un poco antes de concluir su mandato (encargo, como él dice) dejó para dar continuidad a la Cuarta Transformación, un proyecto de reformas a la Constitución y a leyes secundarias, que modifica a fondo todo lo relativo a este asunto; el cambio no es menor, consiste nada menos en que a partir de la aprobación de la propuesta, lo que ya sucedió, los integrantes del Poder Judicial serán electos por el voto popular y la primera vez que esto sucedió fue el 1º de junio de este año.
El domingo recién pasado, en todo el país, los ciudadanos salimos a ejercer nuestro derecho a votar para elegir por vez primera ministros de la Suprema Corte, a quienes integrarán los tribunales colegiados y a quienes ocuparán de ahora en adelante todos los juzgados federales en el país. El tema no es menor, fue un gran paso, el cual, después de muchas dificultades, críticas, obstáculos y debates, se logró dar. El Poder Judicial federal de ahora en adelante será electo como ha sucedido desde hace años con los otros dos poderes, el Legislativo y el Ejecutivo.
El acontecimiento merece algunas reflexiones; sabemos que el Poder Ejecutivo está en manos de una sola persona que es el presidente de la República, su misión es hacer cumplir las leyes, manejar el presupuesto, tiene a su cargo las relaciones internacionales y ejerce el mando sobre las fuerzas armadas; el Legislativo está a cargo del Congreso de la Unión, integrado por las cámaras de senadores y diputados, su misión principal es discutir y aprobar las leyes, el presupuesto público y los tratados internacionales; estos dos poderes son bien conocidos, se habla mucho de ellos y los medios frecuentemente, casi diariamente, se ocupan y nos mantienen informados de lo que hacen y dicen.
En cambio, del Poder Judicial no se sabía mucho, pero ahora las cosas son distintas; López Obrador no sólo fue un crítico severo de este poder si no que en un acto político trascendental, de tarea nos dejó a todos modificarlo a fondo. En cuanto a su origen, propuso que, en lugar de los complicados procedimientos para designar a sus titulares, sean electos por el voto popular.
Desde su presentación la propuesta fue criticada y luego, durante el proceso de aprobación y de modificación legislativa, se presentaron obstáculos de diversa índole, desde una lluvia de amparos hasta manifestaciones públicas y un paro de labores que duró un par de días.
La crítica más constante que se esgrimió desde dentro del Poder Judicial a esta propuesta fue que la intención oculta era obtener el control político de los juzgadores y como consecuencia la pérdida de su independencia requisito indispensable para una buena administración de la justicia.
No es así, es importante insistir en que, en primer lugar, es un paso adelante en la democratización del país, puesto que, en efecto, el Poder Judicial era una especie de isla aristocrática en medio de un mar democrático; desde ahora la legitimación de los juzgadores se funda en el voto, lo cual iguala al Poder Judicial con el Legislativo y Ejecutivo; el proyecto fue aprobado y ya tuvo lugar la revolucionaria primera elección de todo el Poder Judicial federal y en unos 15 días sabremos quiénes lo integran.
En cuanto a la independencia del Poder Judicial, ésta se fortalece con la reforma, puesto que de ahora en adelante ya no serán designados mediante procesos poco claros y en el fondo gremiales y aristocráticos, a partir de la reforma en su designación intervendrá el pueblo soberano, con lo cual queda claro que no tienen compromisos con nadie.
En cuanto a su independencia, que consiste en que, para dictar sus resoluciones o sentencias, los juzgadores lo puedan hacer sin influencias externas, sin presiones y de acuerdo con la ley y con su conciencia.
La independencia judicial, bien vistas las cosas, no depende de nadie si no del propio juzgador, es él quien al resolver un caso debe tomar en cuenta únicamente los hechos que se acrediten ante él y lo que dicta la ley aplicable a estos hechos. No hay independencia cuando no ser atiende a la conciencia y al criterio propios, sino que se resuelve por alguna causa externa, generalmente se pierde la independencia o por temor a una amenaza o por corrupción, cuando se recibe un soborno para resolver en el sentido que el que paga quiere.
El juez puede ser constreñido por temor o por codicia y sólo de él depende actuar con libertad y sin temor, sobreponiéndose a las dos formas de presión para resolver en un sentido contrario a la justicia que no es otra cosa que dar a cada quien lo suyo o lo que le pertenece, sanción a los culpables y reconocimiento a sus derechos a los que son titulares de ellos.
El refrán que da título a este artículo para justicia alcanzar se requiere tener la razón, saberla pedir y que te la quieran dar.
