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Ana y la Estatua de la Libertad

La obra de Ana se desarrolló principalmente en la ciudad de Santa Clara del Cobre. Ahí aprendió la práctica ancestral de la calderería.

Olga Pellicer

Proceso

Hace algunos días murió Ana Pellicer, una mujer excepcional que deja una huella profunda en la cultura mexicana por su papel como escultora; promotora de artesanos a quienes transmite técnicas novedosas de trabajo y comercialización; creadora, junto con su esposo, James Metcalf, de la Escuela de Artes y Oficios Adolfo Best Maugard en Santa Clara del Cobre, Michoacán.

Ana ayudó a mujeres artesanas que aprendieron y comercializan exitosamente joyería de cobre; fue también defensora del medio ambiente al convertir un extenso terreno abandonado en un bosque cuyos árboles proporcionan la madera útil para calentar y trabajar el cobre.

La obra de Ana se desarrolló principalmente en la ciudad de Santa Clara del Cobre. Ahí aprendió la práctica ancestral de la calderería. Ella y Jimmy se sintieron atraídos por el trabajo tradicional de los artesanos del lugar. Veían en su arte colectivo una expresión artística que se alejaba del arte contemporáneo que gira, principalmente, en torno a la firma de un solo artista, dejando de lado la contribución de las comunidades de artesanos.

Ana y Jimmy admiraban a quienes varios siglos atrás elaboraron los vitrales maravillosos de las grandes catedrales góticas, o decoraron con pequeños mosaicos las espectaculares catedrales bizantinas. Quienes produjeron esas obras de arte nunca fueron reconocidos individualmente. Su creación artística era una expresión colectiva. En Santa Clara del Cobre ambos encontraron el ambiente para promover ese arte colectivo que hoy tiende a quedar en el olvido.

El propósito de alentar la cultura ancestral, transmitiendo al mismo tiempo técnicas novedosas que enriquezcan la creatividad y ofrezcan nuevos caminos de acción, inspiró la creación del mencionado instituto de artes y oficios. Ahí, las mujeres de Santa Clara se convirtieron en joyeras y, al mismo tiempo, conquistadoras su independencia económica y motivos de orgullo.

El trabajo de Ana como escultora se ha presentado en diversas exposiciones personales y colectivas. Entre las primeras se encuentra “Poemas Forjados”, una colección de 75 esculturas en cobre montadas sobe madera que tuvo lugar en el Palacio Clavijero de Morelia en 2010.

Entre las obras sobresalientes relacionadas con el tema de la libertad se encuentra “Libertad Purépecha”, que representa una mujer indígena, pero con elementos que recuerdan a la estatua de la libertad en Nueva York. Una obsesión de Ana que la llevaría, años después, a esculpir las joyas para dicha estatua.

Otra exposición también individual en 2018 en el Palacio Clavijero reunió “Cuarenta años de la obra de Ana Pellicer”; la impresionante retrospectiva de su obra la hizo merecedora del premio Gertrudis Bocanegra, otorgada por primera vez a una mujer.

Vuelvo a una de las obras más connotadas de Ana: las Joyas para la Estatua de la Libertad. Ana fabricó en cobre, con la colaboración de artesanas de Santa Clara, cuatro piezas de tamaño adecuado para la estatua: un prendedor, una arracada, un anillo y un “collar oaxaqueño” inspirado en diseños de esa región en México.

La estatua fue regalada a Estados Unidos por Francia e instalada a la entrada de la Bahía de Nueva York en 1886. Cuando se cumplieron cien años de su instalación se llevaron a cabo varios eventos, entre los que se encontró la elaboración de las joyas que fueron exhibidas en un local diseñado especialmente para ellas.

El valor simbólico de la estatua es muy evidente. Sostiene en el brazo derecho una antorcha que representa la libertad y está ubicada en un lugar estratégico para dar la bienvenida a los migrantes provenientes de países del Este.

Durante la segunda Guerra Mundial millones de migrantes que huían del fascismo veían en ella el símbolo de un país abierto para albergar a los migrantes, los cuales han contribuido de manera muy diversa a poblarlo y darle grandeza.

Desafortunadamente, las condiciones han cambiado. Una narrativa agresiva, racista, contraria a la verdad histórica, insiste ahora en ver la migración como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos.

Estudiantes deseosos de asistir a sus universidades son rechazados. Posiciones racistas alientan la llegada de ciudadanos sudafricanos, pero sólo si son blancos. Un país multicultural, multiétnico, plural y abierto pone en duda sus raíces, su historia, sus costumbres, negando el papel tan positivo que la migración ha tenido para su creatividad y crecimiento económico.

La defensa de la libertad de expresión y los derechos civiles consagrados en su Constitución están siendo ignorados por los actuales dirigentes. Los centros de investigación que tanto han contribuido al avance del conocimiento, la salud, las actividades productivas, la tecnología digital y la inteligencia artificial están cerrando proyectos. El gobierno federal está reduciendo o eliminando por completo sus contribuciones financieras.

No es sorprendente que voces progresistas en Francia estén solicitado que se devuelva una estatua, que ya no es símbolo de los valores que alentaban a darla como un regalo.

Desde el Poder Legislativo Raphael Glucksmann, miembro del partido de centro izquierda Place Publique, ha solicitado al presidente Macron que pida la devolución de una estatua símbolo de valores que están siendo sistemáticamente violentados por Trump y los seguidores que lo acompañan. Ver al respecto Newsweek 16/03/ 2025.

Termino este texto con sentimientos encontrados. De una parte deseosa de recordar a Ana, su obra incomparable, sus anhelos de exaltar la libertad, su entusiasmo por decorar la estatua que da la bienvenida a los migrantes. Por otra parte, mi desconcierto ante el cambio que está ocurriendo en Estados Unidos y el progresivo desconocimiento de los valores que otrora movieron a otros países, como Francia, a dar un regalo simbólico que hoy pierde su sentido original.

El relato de Ana y la estatua de la libertad expresa de manera muy sintética las enormes incertidumbres, malestares y temores que caracterizan la época tan turbulenta que estamos viviendo.

La inmaculada percepción

Contra la burguesía… hasta alcanzarla (en business)

Vianey Esquinca

Excelsior

Gerardo Fernández Noroña se ha convertido en el retrato más nítido del revolucionario que, después de tanto marchar contra la élite, terminó instalando su campamento en primera clase. Presidente del Senado, figura ineludible del oficialismo y orador de pulmón potente, sigue siendo fiel a su escuela política, la de gritar primero y escuchar nunca. Tiene la garganta de los integrantes de la izquierda radical, que piensan que el volumen sustituye al argumento y que un berrinche bien ejecutado siempre le ganará a la razón.

Noroña se toma demasiado en serio su personaje, es como si viviera dentro de una sátira política sin notar que hace el papel principal del payaso sin gracia. En días recientes protagonizó otro de esos episodios que nutren su leyenda pues logró que un ciudadano le ofreciera una disculpa pública por haberlo increpado en un salón VIP del aeropuerto. Sí, ese Noroña que ha convertido la ofensa en arte y el agravio en bandera, se sintió ofendido y no descansó hasta que ese abogado —al parecer con más miedo que dignidad— se disculpara por haberlo “agredido verbal y físicamente”.

El senador no aclaró que “esa agresión” fue en la comodidad de un lounge de aeropuerto, alejado de la plebe que espera su vuelo sentada en incómodas sillas de metal. Noroña no sólo ha combatido a la burguesía, también la ha abrazado con entusiasmo. Lo suyo ya no es incongruencia, es coherencia invertida, ya que predica austeridad desde la fila de business, defiende al pueblo desde el salón American Express y se indigna cuando lo señalan por disfrutar la buena vida con cargo al erario.

Esas escenas son frecuentes. Lo mismo lo han visto enfrentarse con el hijo de Felipe Calderón en un aeropuerto (porque vaya que le gusta viajar), que respondiendo insultos en supermercados gourmet. En el CIDE, los estudiantes colocaron zapatos para recordar a los desaparecidos de Teuchitlán y él (sorpresa, sorpresa) perdió los estribos. Con micrófono y luego a gritos, convirtió su conferencia en una sesión de catarsis personal.

La indignación es su recurso favorito. Le sirve para desviar críticas, para evitar rendir cuentas, para victimizarse cuando lo confrontan. Cuando los del PT lo abuchearon por traicionar el barco que lo catapultó, se marchó dolido, pues era inmerecido —según él— ese reclamo. Cuando lo increpan en redes por sus viajes al extranjero, él acusa complots y se defiende como si le quisieran quitar la patria potestad de la 4T, a él nadie lo regaña desde que murió su abuelita.

Lo incómodo es que, como presidente del Senado, todos tienen que saludarlo. Esas escenas donde los legisladores se acercan con sonrisa forzada y el desinfectante oculto en el bolsillo son cada vez más frecuentes. Hay quienes preferirían una selfie con el Fofo Márquez antes que con Noroña.

Este legislador se ha convertido en el aliado más incómodo de la Presidenta. Ella lo tolera, con ese estoicismo que da el pragmatismo, pero hay quienes aseguran que cada aparición suya le resta más que cualquier ataque de la oposición. En el Senado están buscando alguna tecnología para agregar el mute a sus intervenciones porque cuando no está hablando, está viajando y si no está viajando, está peleando. A veces todo al mismo tiempo y eso es desgastante.

Aun así, permanece como una roca. Sigue intocable, aprovechando la posición que le da la presidencia del Senado para hacer básicamente lo que le venga en gana. Ha sobrevivido a gobiernos, partidos, abucheos, memes, sanciones y jitomatazos, pues como en el cuento de Augusto Monterroso, cuando despertaron en Morena… Noroña todavía estaba allí.

Número cero

Silenciamiento a la prensa en el ecosistema de corrupción

José Buendía Hegewisch

Excelsior

Una huella ominosa de los tiempos de la democracia es el elevadísimo registro de ataques y amenazas a la libertad de expresión, lo cual indica degradación de la vida política. El silenciamiento directo o indirecto de la prensa ha formado parte del envilecimiento del ecosistema de corrupción en escándalos icónicos de defraudaciones millonarias de García Luna en los sexenios de Calderón y Peña, y ahora de las redes políticas del “Cártel del chapopote” con el huachicol.

La corrupción es la principal fuente de amenaza para informar en un país en que el control del mensajero se normaliza fácilmente por la historia de viejas prácticas del modelo de negocio; y ahora, además, por envolverse en la violencia generalizada del narco “todopoderoso” que transversalmente afecta, de una u otra manera, a casi todos. Hoy pisamos terrenos mucho más amplios de libertad que en el antiguo régimen priista, pero en la democracia se han diversificado los agentes corruptores y su imprescindible servicio a las campañas políticas.

México no es un lugar seguro para el periodismo, está entre los 10 más peligrosos del mundo. El deterioro de la libertad de expresión en la era de la democracia sigue la misma trayectoria que las espirales de violencia criminal, junto con el ascenso de grupos de poder y empresarios cuya base son negocios ilegales con que tocan la puerta de la política. Es lo que ahora quiere probar la UIF sobre el destino de los recursos defraudados por García Luna al Estado mexicano en operaciones de lavado de dinero que habrían servido para aceitar campañas; o también de denuncias sobre la entrada de dinero del huachicol a candidaturas de Morena en varios estados del país los últimos años.

La democracia no ha sido un lugar más seguro para la prensa. En la última semana, un referente periodístico sobre temas de narcotráfico, corrupción política y crimen organizado como el semanario Zeta ha recibido amenazas en el primer estado en vivir la alternancia política hace 30 años; y que nunca ha dejado de estar bajo fuego con situaciones dramáticas como el asesinato de su fundador, Jesús Blancornelas, a manos del crimen debido a sus denuncias. Su codirectora, Adela Navarro, acusa haber recibido en menos de un mes más de ocho llamadas telefónicas al medio con la advertencia de “que se cuide”. El acoso, como ha indicado, comenzó con la publicación de un reportaje sobre el ocultamiento de una narcofosa y presuntos vínculos de corrupción del gobierno estatal. A ese caso se ha atribuido, entre otras versiones, la revocación de la visa estadunidense a la gobernadora, María del Pilar Ávila, y a su esposo, Carlos Torres; también señalado en la integración de las redes de huachicol de esa nueva casta que, como él, se adhirió a Morena a partir de 2019.

No es el único caso reciente de ataques a la prensa posiblemente relacionados con el “Cártel del chapopote”. En Tamaulipas, el columnista de El Universal, Héctor de Mauleón, denunció haber sido censurado por la orden del Tribunal Electoral local de retirar un artículo suyo y prohibir futuras publicaciones sobre corrupción en la entidad. El trabajo periodístico exhibe los nexos del boyante negocio del huachicol, que ha servido al crimen para diversificar sus ingresos en una compleja red de corrupción aduanera, que presuntamente habría sido encubierta por exfuncionarios del gobierno federal anterior y silenciada por instancias judiciales locales.

Tamaulipas está en el ranking de los más mortíferos para la prensa con 22 periodistas asesinados en este siglo; y mientras tanto, en los últimos años ha prosperado el negocio del contrabando de combustible al calor de una nueva clase empresarial como la que representó el Rey del Huachicol, Sergio Carmona, asesinado en 2021, y a quien se atribuye financiar campañas de candidatos morenistas. Una historia que recuerda las complejas redes de negocio y la diversificación de ingresos vinculados al poder político en la era de Putin en Rusia.

La historia de la alternancia indica que la democracia no es igual a libertad de expresión, y que una puede prescindir de la otra, sobre todo cuando es penetrada por nuevos grupos políticos violentos, autoritarios y ligados a fortunas amasadas en el crimen, pero considerados imprescindibles políticamente para ganar elecciones.

La planeación sin piso

Rolando Cordera Campos

La Jornada

Las regiones y los estados nacionales, las economías con toda su cauda de contradicciones y desequilibrios, las empresas de todo tipo y tamaño, tienen que planificar o programar, según sea el caso y el gusto. No se puede andar por ahí sin carta de navegación, brújula o compás para tratar de orientarnos y no perder (tanto) el rumbo.

Los mexicanos hemos intentado repetidas veces desplegar ejercicios de imaginación buscando trazar grandes líneas, esbozos de futuro que iluminen nuestros pasos y, en lo posible, adviertan sobre peligros y acechanzas emanadas (o agazapadas) de los entornos. Prometedor fue cuando se decidió en Washington conformar un gran consenso y el capitalismo se descubrió solo y sin oponentes, frente a las demolidas murallas del comunismo a un costo elevado y alevoso que hundió aquella Jerusalén de sueño e ilusiones, y abrió la puerta para la búsqueda de caminos que dejaran atrás el socialismo, la bipolaridad. Con el mercado global, se dijo, habría bienestar sustentado en el consumo más extravagante, y se cumpliría con la gran promesa moderna: una democracia representativa universal y la promoción y defensa de los derechos humanos.

No ocurrió así. Ni la hiperglobalización propició el crecimiento económico demandado por la propia evolución de nuestra demografía ni los cambios políticos-electorales, indispensables para contar con una vida cívica, fueron suficientes para generar formas y composiciones de gobierno socialmente satisfactorias.

Y, a pesar de la necesidad de repensar seriamente nuestras trayectorias y buscar opciones estratégicas y de política, poca fue la atención y la difusión que se brindó al Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030 (publicado en el Diario Oficial de la Federación el 15 de abril).

Documento que, dada su relevancia, debería haber convocado a amplias y plurales jornadas de discusión y participación de todos los actores y desde todos los ámbitos a pesar de que “…el diálogo y la consulta que se llevaron a cabo para analizar los problemas y proponer soluciones (contaron) con la participación de más de 50 mil personas en 57 foros de consulta en los 32 estados”.

Para hacer realidad los compromisos y consolidar las transformaciones, “… la prosperidad no puede medirse sólo en términos numéricos, sino en la calidad de vida de cada persona, la dignidad del trabajo, la equidad de género, el acceso a una vivienda adecuada y servicios públicos de calidad”; como menciona el documento, el Plan no resulta lo suficientemente explícito ni estructurado.

Además de carecer de miradas largas, de contemplar tareas difícilmente realizables debido a la carencia de recursos públicos, o de metas que no concuerdan con propósitos, es un documento difícil de leer porque se sostiene que hoy la política se hace con amor y no con odio, lenguaje que, como lo señaló Mario Luis Fuentes en sus comentarios al Plan durante la sesión de trabajo organizada por el Seminario Universitario de la Cuestión Social, implica un desafío.

Si bien el Plan ya ha sido aprobado, es necesario seguir insistiendo, persistir en el apuntamiento de algunos temas que, en opinión de muchos, deberían ser de atención prioritaria: nuestro presente reclama una reforma del Estado que se encamine a un cambio fundamental cuyo eje maestro sea su reforma social. Una reforma centrada en la reconstrucción de tejidos y procesos sociales básicos, un reacomodo radical de las relaciones entre las esferas de la economía y la asignación de los recursos, una (re)distribución de los ingresos y la riqueza.

Entender que nunca han sido las negaciones ni las austeridades sustituto ninguno de un Estado fiscal renovado y fortalecido. Que es en la economía política de nuestras finanzas públicas donde habremos de encontrar los nudos que maniatan nuestro desarrollo al frenar la acumulación de capital, debilitar la expansión productiva y estrechar los circuitos que comunican la inversión con el empleo.

Si, como se anota en el PND, “el Proyecto de Nación del Gobierno de la Transformación tiene como eje principal el Humanismo Mexicano que, en esencia, significa ‘Por el bien de todos, primero los pobres’”, es tarea prioritaria una economía que sostenidamente crezca y se aumenten los empleos productivos y bien remunerados, también que se generen capacidades de producción y gestión de bienes públicos.

Asumir como tarea central la construcción de una economía organizada por propósitos públicos, donde puedan inscribirse dos grandes ejes: una economía mixta articulada por un programa nacional de inversiones y un Estado social, de derecho y derechos universales, sostenido en una finanza pública robusta, dinámica, flexible y transparente.

Mi apoyo y solidaridad con Héctor de Mauleón.

Huracanes y dependencia: dos ingredientes para los desastres en México

Jesús Manuel Macías M.*

La Jornada

Los desastres se han entendido convencionalmente como un evento casi repentino de destrucción y muerte colectiva de seres humanos. Antes se atribuían a Dios, pero ahora se achacan cómodamente al cambio climático. La comparación no es gratuita; los desastres no son un evento destructor concentrado en tiempo y espacio, como refieren ciertas definiciones tradicionales: son procesos sociales que tienen un desenlace en la ruptura del desarrollo de las sociedades, que incluyen condiciones propicias para sufrir destrucción por la intervención de una amenaza (natural o creada por el ser humano), como un huracán o un terremoto.

Las condiciones propicias se refieren al estado vulnerable de los grupos sociales, que no sólo tienen que ver con la amenaza en sí, sino con la omisión o aplicación de conocimiento sobre ella para evadir sus consecuencias. Es importante advertir que las consecuencias desastrosas no delimitan al desastre, sino que los grupos sociales que la sufren deben recuperarse de ello, y eso puede durar varios años.

Entonces, el desastre no es sólo la destrucción, sino que engloba desde los antecedentes que relacionan a las sociedades con las amenazas, los momentos de impacto destructivo y se prolongan hasta la recuperación de esas sociedades afectadas.

México es un país que está sujeto a la ocurrencia puntual y estacional de la amenaza de ciclones tropicales, entre los que se incluyen los huracanes. El actual conocimiento científico de esos fenómenos es muy importante; se sabe cómo se originan y se pronostica su trayectoria, así como la potencial fuerza de vientos y las capacidades de generación de lluvias que pueden formar inundaciones destructivas. Han sido las amenazas periódicas más dañinas y ocurren cada año, aunque toman trayectorias diferentes.

En México tenemos tres problemas bien identificados que no ayudan a evitar desastres en los que intervienen los ciclones tropicales: el primero es que hay insuficiente desarrollo científico y tecnológico para entender fenómenos de la atmósfera y, asociado a lo anterior, como segundo problema, es que existe en el país dependencia letal para elaborar pronósticos (y alertamiento) de ciclones tropicales de organismos técnico-científicos de Estados Unidos, en particular del Centro Nacional de Huracanes (CNH) de la Agencia Nacional de Administración de los Océanos y la Atmósfera (NOAA, por sus siglas en inglés).

Esa dependencia letal se explica, entre otras cosas, por la adscripción subordinada del gobierno mexicano a la Organización Meteorológica Mundial (OMM), a la que devotamente se pliega el Servicio Meteorológico Nacional de la Comisión Nacional del Agua. El tercer problema se refiere a la ineficiencia de los organismos públicos destinados a prevenir y atender desastres, que comentaremos en otro artículo.

Los más recientes y desastrosos huracanes en el Pacífico, Otis (2023) y John (2024), mostraron las consecuencias de esa dependencia funesta. Malos pronósticos y diferenciada atención al proceso de desarrollo del ciclón tropical por modelos insuficientemente actualizados por información de aviones cazahuracanes.

Las normas de operación dispuestas en dicho organismo internacional ubican a nuestro país en una región donde se determina que el CNH de Estados Unidos es el organismo encargado de emitir pronósticos y avisos-alertas para ser atendidos por los países miembros. Esos arreglos refuerzan una línea de dependencia que establece claramente que si hubiera alguna diferencia entre normas de actuación frente a ciclones tropicales con Estados Unidos, este último decidiría los términos de las observaciones (de aeronaves cazahuracanes, radares y otras mediciones de altura), que estarán subordinadas a los planes de la Defensa estadunidense.

Cualquier análisis de agendas e itinerarios de los recursos aplicados a los ciclones tropicales que han amenazado a Estados Unidos y a otros países evidencia tratamientos e intereses desiguales, lo que obviamente los hace poco confiables para la seguridad de la población mexicana.

Por si lo anterior no fuera poco, hay que advertir que en la actual administración de Donald Trump, se han generado despidos importantes de personal dedicado a la elaboración de pronósticos meteorológicos, lo que ha sido denunciado por la importante Sociedad Meteorológica de Estados Unidos (AMS, por sus siglas en inglés), que señala claramente que dichas condiciones ponen en alto riesgo a su propia población. Es evidente, por todo lo dicho, que esas circunstanciaa duplican la gravedad de quienes dependen de esos servicios de anticipación y seguimiento de esas amenazas, como México.

* Investigador del Ciesas-México.

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