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La inmaculada percepción

Golpe bajo

Vianey Esquinca | Excelsior

Trump pidió un tiempo fuera para reorganizar la ofensiva y ver qué otra jugada sorpresa aplica.

El Super Bowl de la política mexicana está en su mejor momento, y las jugadas en la cancha del poder no dejan de sorprender. La presidenta Claudia Sheinbaum, quien juega como mariscala de campo, ha demostrado que no le tiembla la mano para aplicar rudeza innecesaria. Su última jugada fue no invitar a la ministra presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, durante la ceremonia del aniversario de la Constitución. Aunque la falta fue evidente, el árbitro, que casualmente es de Morena, se hizo el desentendido y no la marcó. En cualquier otro estadio, esto habría sido un castigo de 15 yardas por conducta antideportiva, pero aquí el oficial se puso a pedir unidad para combatir al imperialismo yanqui.

Mientras tanto, desde el otro lado de la frontera, el siempre polémico Donald Trump decidió darle tiempo extra al gobierno mexicano antes de anotarle unos aranceles. El mariscal de campo republicano pidió un tiempo fuera para reorganizar la ofensiva y ver qué otra jugada sorpresa aplica.

Ante esto, la mandataria mexicana ha estado mandando pases profundos en sus discursos: “Estados Unidos no sería nada sin los mexicanos”, “Empiecen por su país”, aunque es cierto que la economía estadunidense se alimenta de la fuerza laboral mexicana, la jugada no deja de ser arriesgada. A ver si no termina interceptada por algún republicano con ganas de mostrar su músculo y hacer temblar a la línea mexicana.

La defensa del gobierno mexicano también ha tenido un refuerzo de 10 mil elementos de la Guardia Nacional, desplegados como una línea frontal para combatir el tráfico de drogas y de migrantes. En teoría es una estrategia para contener la ofensiva de los cárteles, pero sin táctica ni entrenamiento, la defensa seguirá permitiendo anotaciones del crimen organizado, que se mueve como un corredor estrella, esquivando tacleadas flojas y cruzando la zona de anotación con facilidad.

En este juego político también está presente Cuauhtémoc Blanco, el exgobernador de Morelos y ahora flamante diputado, parece que el hombre ha aprendido más trampas que Tom Brady con sus balones desinflados. La diferencia es que a Brady sí lo investigaron, y a Blanco le siguen permitiendo jugar como si nada. Su historial está lleno de “errores” administrativos, irregularidades y escándalos no lo han retirado del terreno de juego sin recibir una sola sanción.

Otro jugador que sigue en el campo es Rubén Rocha, gobernador de Sinaloa. Su desempeño ha sido como el de un mariscal de campo con un brazo débil, incapaz de lanzar un pase preciso y entregando el balón al bando equivocado. Su récord está lleno de desaciertos, como si cada jugada fuera un intento fallido de cuarto down sin lograr el avance. Ha cometido faltas evidentes, como sujetar de la máscara facial a sus opositores y bloquear ilegalmente a cualquier intento de investigación, pero los árbitros miran hacia otro lado.

Estos dos jugadores, Blanco y Rocha, se están jugando el trofeo del “Jugador más Valioso” de la impunidad, aunque lo que se esperaría es que  se les investiguen en serio y los incorporen al Salón de la Fama del Reclusorio Norte.

En otros temas, el draft del Poder judicial está siendo un fracaso. Hay más confusión y opacidad que una jugada de engaño mal ejecutada. Nadie sabe bien cómo se está eligiendo a los nuevos juzgadores, pero queda claro que Morena está acaparando la elección de jugadores para garantizar dominio en la liga.

El Super Bowl de la política mexicana sigue su curso y el marcador aún está abierto. El problema es que las reglas cambian todos los días, los árbitros son guindas y las sanciones sólo se aplican al equipo contrario.

Número cero

Migración, “cabeza de turco” de México y EU

José Buendía Hegewisch | Excelsior

La migración es la “cabeza de turco” de las disfunciones de la relación México y EU, a la cual culpabilizar de los fracasos en seguridad y para exculpar de las nuevas “guerras” contra el crimen. Un imaginario enemigo colectivo al que se achacan casi todas desgracias y males que ninguno puede resolver en su territorio de la inseguridad, narco, desempleo o pobreza.

En los nuevos tiempos de miedo y xenofobia son el perfecto “chivo expiatorio” para viejos mitos y prejuicios, que resurgen con las políticas antiinmigrantes de Trump. La posición que ocupan recuerda las cabezas de madera del sultán de Constantinopla a las que los europeos daban lanzadas para exorcizar el temor al imperio otomano; ahora la vieja costumbre resurge contra los migrantes, como sucedáneos de criminales a los que impulsos imperiales y racistas en EU quieren cortar la cabeza.

Pero como con aquellos mitos y leyendas, la estigmatización no soporta la prueba de la realidad y los hechos, aunque la poderosa narrativa “trumpista” siga creyéndose. Ahí está la gran mentira de una inexistente invasión migrante, pero que justifica militarizar la frontera con 10 mil efectivos mexicanos y 3 mil 600 estadunidenses; no obstante que desde 2024 hay un descenso significativo de cruces ilegales, incluida una baja de más de 55% de los encuentros entre puertos de entrada, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EU. Así y todo, sus soldados van con la orden de limpiar la frontera de migración ilegal y organizaciones criminales, ¿esos números serían suficientes para “cazar” lo mismo a migrantes que a narcos? No son ni la mitad de los 28 mil que López Obrador destacó por exigencia de Trump para contener la migración en su gobierno.

Tampoco las deportaciones masivas el primer día de Trump en la Casa Blanca se han dado más que en la contabilidad electoral de su campaña. En sus primeras semanas en la presidencia suman alrededor de 6 mil los repatriados a México, una cifra que se ha alcanzado en otros momentos. Pero agudiza el asedio contra más de 4 millones de mexicanos sin documentos en EU, con retóricas antimexicanas y campañas para alertar del peligro de ataques en la frontera de criminales enojados por perder el negocio de la droga. ¿De narcos o migrantes? Trump dice que la guardia está ahí para detener droga y migrantes ilegales, pero Sheinbaum omite a los segundos.

En cambio, las protestas como la de “un día sin migrantes” contra las políticas “trumpistas” en California y Texas encienden el yerro de la vergüenza y la deshonra de viejos impulsos racistas y xenófobos. En las redes sociales allá prenden debates sobre la conveniencia de ondear la bandera mexicana en las manifestaciones por la imagen negativa de un país que su presidente señala como “narcogobierno” y de matar a sus ciudadanos con las drogas. El discurso de Trump es carta blanca para añejas ideas segregacionistas que respaldan confinarlos en guetos o llevarlos como criminales a la prisión de Guantánamo o de Bukele en El Salvador.

La relación en la frontera está rota entre socios que no pueden separarse, el sistema legal de migración estadunidense está destrozado y México acepta de facto convertirse en tercer país seguro con el regreso del programa Permanecer en México, que inauguró la primera presidencia de Trump, cuando obligó a López Obrador a aceptarlo con la misma extorsión que a Sheinbaum del severo golpe de aplicar aranceles.

El acuerdo para aplazar las tarifas un mes es un triunfo político de Sheinbaum, pero también al costo de ceder a las exigencias de Trump en migración. México se prepara para recibirlos con el programa México te Abraza en las principales ciudades fronterizas, donde los aguardan cuatro años crueles de incertidumbre y terror. El plan tiene el objetivo ambicioso de reintegrar a los repatriados con apoyos de empleo, acceso a seguridad y programas sociales, pero se diseñó sin conocer la dimensión de la crisis de migración que puede acompañar todo el gobierno de Trump.

¿Cómo planear sin saber el tamaño de la población? ¿A qué costo? ¿Sólo mexicanos u otras nacionalidades? Trump ha hablado de la mítica cifra de un millón de deportados, pero la amenaza es difícil de cumplir por el costo legal y práctico, y Clinton devolvió más de siete millones de migrantes. Se necesitaría bola de cristal, pero la experiencia en emergencias humanitarias recomienda trabajar con los peores escenarios.

Frente a Trump: un nuevo curso de desarrollo

Rolando Cordera Campos | La Jornada

Mucho hemos glosado, y especulado al extremo, sobre las arbitrarias convenciones impuestas por Donald Trump. La momentánea suspensión de la aplicación de aranceles por el gobierno estadunidense no nos exime de reconocer nuestras vulnerabilidades como economía política globalizada que ha vivido por más de 30 años un cuasi estancamiento de sus actividades primordiales, lo que ha repercutido sobre el empleo y su calidad. Para plantearlo sumariamente: éste debería ser el momento para, ahora sí, conducir a la República hacia un nuevo curso de desarrollo.

A pesar de que el tema del crecimiento económico ha sido prácticamente expulsado de la agenda nacional, la del gobierno y la de la oposición, así como la de los medios informativos, conviene insistir: no pueden seguir negándose las evidencias. De éstas emana una imagen de la economía en la que predominan la vulnerabilidad y unas relaciones sociales y estructurales apabulladas por una heterogeneidad que inevitablemente bloquea el curso de la economía.

Nuestro crecimiento ha sido socialmente insuficiente, propiciando un mercado laboral desestructurado y copado por elevados porcentajes de informalidad laboral (59 por ciento), inconmovibles frente a los datos de desempleo formal, de alrededor de 2.5 por ciento. Estos malos datos nos hablan de un corazón enfermo y débil que reclama reformularse en cuanto a sus objetivos maestros y los instrumentos de política a ser aplicados ya, sin perder de vista el mediano y el largo plazos.

Este menos que mediocre desempeño económico no es reciente y se explica, en buena parte, como señaló con maestría nuestro querido Jaime Ros, por la aplicación sostenida de políticas erradas que han priorizado los objetivos de estabilización y acotación de la inflación y el balance fiscal, dejando en la cuneta la dinámica económica y la consecuente transformación de la estructura productiva, el empleo y la redistribución. Este vademécum ha sido seguido y respetado por los gobiernos de la Cuarta Transformación, con excepción del aumento al salario mínimo que, sin duda aplaudible, sigue siendo del todo insuficiente para que una mayoría de mexicanos tenga mejores condiciones de vida.

Una economía renovada debería contemplar el propósito central de alcanzar y conservar un crecimiento anual del PIB de, al menos, 4 por ciento, que distribuya los frutos del esfuerzo colectivo. Como se ha dicho y reiterado desde diferentes y hasta opuestos miradores, esto implica incrementar de manera significativa la inversión pública y privada para desatar una transformación de la estructura productiva guiada por el convencimiento social de que la competitividad no debe estar basada en la precariedad y la pobreza laboral, sino apoyarse en capacitación, educación e innovación.

Pilar imprescindible para este nuevo curso es, sin equivocación ninguna, la reforma del Estado postergada una y otra vez en estas décadas de indudable transformación política y del propio Estado. Esta reforma debería arrancar con la reformulación integral de la política hacendaria, para hacer de la hacienda pública una palanca central de la redistribución justa del crecimiento.

Hemos aprendido, más mal que bien, que en la hacienda se inscriben y reproducen algunos de los convenios maestros para la estabilidad y la reproducción política y social. Por eso es que la revisión sugerida del entramado fiscal del Estado tendrá que partir de un gran acuerdo nacional que identifique y revise las prioridades nacionales para, desde ahí, presupuestar, diseñar, ejecutar.

Plantear(nos) este cambio de rumbo tiene fundamento y sentido; es posible salir del callejón al que quieren llevarnos las bravuconadas del presidente estadunidense, aprovechar la crisis como oportunidad. No se trata de inventar ni la pólvora ni el hilo negro, sino de reivindicar la economía política, la política traducida en política económica. Echar toda la carne del asador intelectual al diseño de un programa nacional de inversiones que desemboque en el Plan Nacional de Desarrollo mandatado por la Constitución. Desplegar nuestra imaginación para trazar objetivos y tiempos como punta de lanza para la (re)construcción económica, que requiere planeación cuidadosa, y no sólo esquivar golpes.

Que este malhadado incidente arancelario nos lleve a abrir las puertas a un crecimiento sostenido y sustentable, respetuoso y protector de la naturaleza, que se acompañe de procesos regionales de transformación de la estructura productiva y de las propias relaciones sociales. Desde luego, regresar al Estado sus funciones y construir un verdadero Estado de Bienestar. Pasos primeros e imprescindibles para que México pueda afirmarse, con seguridad, en los nuevos escenarios de una globalización cuarteada y rumbo a crisis recurrentes.

Estadistas reclaman al presidente abyecto

Antonio Gershenson | La Jornada

Con toda razón, la presidenta Claudia Sheinbaum pone el dedo sobre el renglón en cuanto a la responsabilidad que tiene Donald Trump de limpiar primero su casa. El problema de salud pública que tiene la sociedad estadunidense es enorme.

Son ya varias generaciones que viven bajo el dopaje. Desde militares, deportistas, artistas, intelectuales y juventud en general han hecho del uso de la mariguana, anfetaminas, del famoso LSD (dietilamida de ácido lisérgico), la cocaína y otros tóxicos más una forma de vida. Tal vez se trata de un escape de la realidad.

Esas mismas generaciones han tenido que asumir como suyas infinidad de guerras. En millones de familias estadunidenses existen veteranos de guerra y caídos en combate. Cada miembro del ejército se ha convertido en invasor criminal. Ellos han sido, a su vez, víctimas convencidas de que es correcto cometer acciones perpetradas a fuerza de engaños. Se alistan en el ejército supuestamente para cumplir con la responsabilidad de defender el mundo libre, la democracia y el estilo estadunidense de vida. O sea, luchan y arriesgan la vida por salvaguardar el punto de vista consumista que tienen de la libertad.

Nuestra pregunta es: ¿hasta cuándo el pueblo estadunidense soportará a un convicto en el poder?

El calificativo de abyecto no es una grosería de nuestra parte: es un diagnóstico de apreciación por todas las barbaridades que ha dicho desde que llegó al poder en su primer gobierno.

Ninguno de los reclamos de diversos estadistas del mundo han sido gratuitos o emitidos por animadversión hacia el pueblo estadunidense. Las amenazas que el gobierno de Trump ha programado son un insulto para la diplomacia mundial, para los principios de respeto universal y un atentado en contra de la civilización de cualquiera de nuestras culturas.

Gustavo Petro, presidente de Colombia electo democráticamente, señala que Trump es absurdo al declarar que los niños colombianos son criminales. Eso es un hostigamiento racista. Petro reclama a Trump: los menores de edad no deberían ser expuestos a malos tratos y mucho menos a procesos que los separan de sus familias. ¿Cómo va a decir que son delincuentes?

Definitivamente, Petro advierte al estadunidense que no aceptan el maltrato a los niños de Colombia por ser deportados desde Estados Unidos.

El presidente colombiano olvida que el gobierno de Estados Unidos es capaz de enjaular a personas, exponerlas como seres raros y separar a menores de edad de sus familias, exactamente como hacían los secuestradores de poblados africanos enteros para venderlos al mejor postor y explotar el negocio de la esclavitud. Aunque no olvidemos la historia de otros grupos esclavistas, como las capturas que hacían los piratas berberiscos en contra de los cristianos de las costas de Francia, España, Portugal y otros.

En la actualidad sucede algo similar: no les importa si están violando los derechos humanos, tampoco les afecta si reciben el repudio de la comunidad internacional. Ellos se sienten los amos del mundo, al estilo de los esclavistas del pasado.

Por su parte, el presidente Lula da Silva, de Brasil, afirmó con justa razón que el millonario Trump no fue elegido para gobernar al mundo. Y, si eso piensa, nuestro diagnóstico anterior debe ser considerado por el pueblo de Estados Unidos.

El presidente estadunidense debe respetar las relaciones democráticas y civilizadas que tratan de mantener otros países del mundo, aunque le cueste trabajo. El pueblo estadunidense merece otro Estados Unidos. Si Trump quiere y entiende, su país será grande otra vez, no a costa de la barbarie que está imponiendo desde el primer momento en que se sentó en la oficina oval de la Casa Blanca.

Esperemos que también entienda que las pésimas acciones políticas y comerciales propuestas por su gabinete y, especialmente, por su aliado Elon Musk, personaje sin identidad gentilicia, le traerán mucho más animadversión mundial. Dice Lula: lo que no puede pasar es que pensemos que un empresario puede ser dueño de la comunicación mundial y hablar mal del mundo a toda hora, interfiriendo en las elecciones de los países.

Desde Rusia, por supuesto, Trump ha recibido múltiples críticas, generadas por las agresiones verbales y amenazas estúpidas hacia ese país. El histórico odio de Estados Unidos hacia los países comunistas soviéticos, de hecho, no ha cesado.

Creemos que Donald Trump no se ha enterado de que ya no existe la Unión Soviética. Eso no sería nada raro, debido a la ignorancia cultural y política que muestra cada vez que habla. La incongruencia de criticar al presidente Vladimir Putin por no detener la guerra en Ucrania deja claro que no es el enfrentamiento bélico lo que le importa; de otra forma, exigiría a Benjamin Netanyahu detener el fuego contra Palestina y parar la invasión de Israel hacia ese país árabe.

El gobierno de Putin ha ofrecido diálogo para solucionar la amenaza arancelaria; sin embargo, el bravucón de la Casa Blanca no ha entendido que se debe recurrir, para un mejor entendimiento mundial, a acciones diplomáticas y llegar a un entendimiento comercial justo que a ambos países convenga.

Lo que tenemos que hacer desde nuestros países es buscar una salida diplomática, civilizada, lógica y pacifista pero lo suficientemente firme para detener al presidente abyecto.

(Colaboró Ruxi Mendieta).

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