Columnas Escritas
Lo que dicen los columnistas
Trump y su estrategia imperialista
En un mes si Trump considera que no se ha cumplido el compromiso, ordenará el aumento de impuestos a los productos mexicanos, lo cual tendrá impactos negativos ahora y en los próximos años.
José Gil Olmos | Proceso
A los pocos días de tomar posesión Donald Trump hizo oficial la imposición de aranceles de 25% a las exportaciones de México y de Canadá a Estados Unidos a partir del sábado 1 de febrero 2025, sin que se pueda evitar. Mientras que a China un 10%, todo en el contexto de una supuesta crisis de fentanilo y migrantes.
La amenaza se emplazó un mes este lunes tras la conversación de la presidenta Claudia Sheinbaum con Donald Trump, pero bajo ciertas condiciones: que México refuerce con 10 mil elementos de la Guardia Nacional la frontera norte de manera inmediata para evitar el tráfico de drogas, sobre todo de fentanilo; y que Estados Unidos realice operaciones para evitar tráfico de armas a México.
Se acordó trabajar en equipo sobre los temas de seguridad y comercio y poner una pausa de un mes en la imposición de aranceles o impuestos a los productos mexicanos.
La amenaza, sin embargo, se mantiene viva y con ella la preocupación de empresarios e inversionistas de México que envía 83% de sus exportaciones al mercado estadunidense.
En un mes si Trump considera que no se ha cumplido el compromiso, ordenará el aumento de impuestos a los productos mexicanos, lo cual tendrá impactos negativos ahora y en los próximos años.
Pero más allá de esta decisión unilateral es claro que la estrategia de Trump tiene un perfil imperialista y como tal sus ambiciones son ampliar su territorio de control y, al mismo tiempo, imponer sus reglas comerciales pretextando amenazas de seguridad nacional con el consumo de fentanilo en su país, que ha generado más de 100 mil muertes de personas adictas y la migración de millones de personas, sobre todo de latinoamericanos.
Esa estrategia imperialista se observa con la idea de cambiar el nombre de Golfo de México a Golfo de América, con las claras intenciones de apropiarse de las reservas de petróleo que hay en el subsuelo marino ahora que ha dicho que dicho que será su fuente principal de energía.
En ese mismo tenor imperialista está el recuperar el control del Canal de Panamá, con la intención de intervenir ese paso estratégico de comercio mundial por el cual atraviesan mercancías de todo el mundo.
Este estrecho del continente americano es un punto de rivalidad comercial entre Estados Unidos y China, de ahí una de su enorme importancia estratégica.
Poco le importa a Trump el costo que tendrá para sus gobernados el aumento en los precios que importa de México, Canadá y China. Según él, con el tiempo sus gobernados serán beneficiados con el impulso que espera tener su economía con la renovación de su industria de tecnología, automotrices y comerciales.
En el caso del comercio que tiene con México, el manufacturero, particularmente lo relacionado con la industria automotriz, es el sector de mayor exportación por lo que la aplicación de aranceles a componentes de vehículos para el transporte de personas y mercancías puede incrementar sus precios finales en Estados Unidos.
Le siguen el sector de las computadoras y equipo eléctrico, componentes eléctricos, maquinaria y productos agrícolas. Según cifras de la Administración de Comercio Internacional de Estados Unidos en los primeros 11 meses del año pasado, las ventas de mercancías de México a ese país sumaron 466 mil 626 millones de dólares.
Trump está dispuesto a asumir el precio que tendrá para su país la guerra comercial que ya desató desde el primer día que se sentó en la silla presidencial. Aunque hable con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, nada cambiará sus planes. En todo caso, será desde los propios ciudadanos, empresarios e inversionistas de su país donde haya una reacción a sus planes imperialistas.
Por cierto… Piezas fundamentales de esta estrategia imperialista de Trump son los barones del mundo digital, encabezados por Elon Musk, el empresario multimillonario detrás de Tesla, SpaceX y dueño de Twitter. Los dueños de las principales plataformas digitales son quienes forman la primera línea de combate de Trump, pero eso será hasta cuando les convenga porque al fin al cabo son empresarios.
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Nadando entre tiburones
¿Andrés Manuel o México?
Víctor Beltri | Excelsior
Happy bday, Isa.
En política no hay sorpresas, sino sorprendidos. “Hasta que la crisis se resuelva, el presidente Donald J. Trump implementa un arancel extraordinario del 25 por ciento a las importaciones de Canadá y México, así como un arancel adicional del 10% a las importaciones desde China”, publicó la Casa Blanca, en su página oficial, el sábado pasado.
“El contrabando de drogas como el fentanilo, a través de redes de distribución ilícitas, ha creado una emergencia nacional que incluye una crisis de salud pública”, continuó el comunicado. “En adición, las organizaciones criminales tienen una alianza intolerable con el gobierno mexicano. El gobierno de México ha permitido enclaves seguros para los cárteles, quienes han provocado la muerte por sobredosis de cientos de miles de víctimas estadunidenses. Esta alianza vulnera la seguridad nacional de EU y debemos erradicar la influencia de estas peligrosas organizaciones”.
Buckle up. “Pobre, triste México”, declararía al día siguiente —en su cuenta de X— el vicepresidente norteamericano J. D. Vance. “Los cárteles internacionales operan libremente dentro de sus fronteras, y México no puede hacer nada al respecto. Resulta pueril, pensamiento mágico, esperar que nuestros vecinos del sur tengan una procuración de justicia apenas funcional”. Los gringos, al parecer, saben hacia dónde se dirigen.
Los aranceles anunciados no son el inicio de una guerra comercial en sí, sino una disputa política previa a lo que vendrá en los próximos meses: lo que vivimos, en estos momentos, no son más que los prolegómenos de lo que habremos de enfrentar en el futuro. Los términos que se deben establecer antes de la gran batalla: la definición de las rules of engagement preliminares al primer encontronazo real con el enemigo. Los gringos saben muy bien lo que desean: al gobierno norteamericano —en realidad— no le interesa hacerse con el territorio canadiense, sino disponer de sus recursos naturales; al presidente estadunidense no le interesa quién gobierne en México, sino que le sea afín política y electoralmente, además de permitirle cumplir con sus objetivos económicos.
El presidente Trump tuvo la oportunidad de observar el gobierno mexicano desde que fue candidato por primera ocasión, así como de tratar con sus funcionarios cuando llegó al poder, en el hoy lejano 2016. Contempló el cambio de gobierno en nuestro país, y aprendió a vivir con López Obrador mientras que fue presidente; presenció la primera visita del exmandatario mexicano a Badiraguato, y en su momento sólo atinó a endurecer el tono tras la extraña liberación del hijo de uno de los criminales más buscados de su país. Soslayó las penosas imágenes en las que su contraparte comía tacos en homenaje a la progenitora del mismo narcotraficante y, tras su salida del poder, tuvo el tiempo suficiente para entender la realidad, y revitalizar los resquemores que terminarían por llevarle de nuevo a la presidencia de la nación más poderosa del mundo.
En política no hay sorpresas, sino sorprendidos: en la política mexicana, por lo visto, además pulula una multitud de ingenuos. De nada servirá la adhesión, cuando se pretende equiparar la lealtad a la patria a la conformidad con el proyecto de un gobierno mediocre, y ya terminado: de nada sirven los llamados a unidad nacional mientras se siga apelando a las etiquetas divisorias —heredadas— en cada conferencia mañanera. La amenaza es real, y muy presente: de nada servirá un plan B, ni cualquiera que pudiera sucederlo, si no se cuenta con el apoyo irrestricto de la nación entera.
Andrés Manuel o México, parecería ser el reto de la mandataria en funciones. La primera opción permitiría superar, al menos, una posible revocación de mandato; la segunda, incluso representando un gran salto al vacío, le aseguraría un lugar en la historia muy superior al de quien la dejó a cargo de un poder diseñado, por él mismo, para ser sometido a través de su personal de confianza. La decisión, en estos momentos, no le corresponde sino a una sola persona.
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Trump, los aranceles y la reconfiguración de la globalización
Mario Luis Fuentes | Excelsior
La imposición de nuevos aranceles por parte del gobierno de Estados Unidos a México, Canadá y China responde a una estrategia económica que, lejos de ser improvisada, obedece a una lógica proteccionista con beneficiarios claramente definidos. Si bien hay sectores dependientes del comercio global, como la manufactura de automóviles y algunos productos tecnológicos, que podrán verse perjudicados por el encarecimiento de insumos y la represalia en el mismo sentido de los países afectados, otros sectores saldrán favorecidos.
La industria siderúrgica y de metales, por ejemplo, se verá fortalecida al reducirse la competencia externa en el mercado estadunidense. Asimismo, ciertos sectores de la agricultura recibirán subsidios y protección estatal, garantizando su competitividad interna, a expensas del encarecimiento de las importaciones. Otro de los beneficiarios clave serán las empresas de tecnología militar y aeroespacial, las cuales, en un contexto de creciente tensión comercial y estratégica, consolidarán su papel en la economía estadunidense. El regreso de Donald Trump a la presidencia no puede analizarse exclusivamente como la continuidad de su figura política, sino como el reposicionamiento de sectores político-militares y económicos que buscan redefinir la globalización. En esa lógica, debe comprenderse que su discurso nacionalista oculta una estrategia de concentración de poder en sectores de alto valor agregado, particularmente en tecnologías disruptivas. Todos los sectores vinculados a la ya mencionada industria aeroespacial y de exploración astronómica, el desarrollo de inteligencia artificial y la automatización industrial, forman parte de una agenda que busca reducir la dependencia de China y reforzar la supremacía tecnológica estadunidense.
Hay que advertir, además, que dicha estrategia está claramente diseñada para imponer una nueva forma de globalización que rompe con la tradición liberal clásica. Mientras que el orden liberal promovido por EU en el siglo XX estaba sustentado en la democracia, el libre comercio, la reducción de desigualdades y la defensa de derechos humanos, la nueva agenda proteccionista busca consolidar esferas de influencia económica y tecnológica bajo la lógica del poder duro. El multilateralismo queda relegado y en su lugar emerge una globalización segmentada y dominada por bloques económicos y tecnológicos en pugna. Ante este escenario, las democracias nacionales están obligados a replantear su estrategia para evitar ser arrastradas hacia una globalización excluyente. La recuperación de la idea de construir Estados de bienestar sólidos se vuelve una prioridad para mantener la estabilidad social y económica, anclando el desarrollo en principios de equidad, sostenibilidad y protección de derechos fundamentales.
Desde esta perspectiva, políticas industriales soberanas permitirían impulsar la manufactura y la innovación en sectores estratégicos sin depender excesivamente de las importaciones, dando juego con ello a diversos grupos económicos y fortaleciendo al mismo tiempo la capacidad de las estructuras del Estado para regular el mercado y equilibrarlo.
Asimismo, una decidida inversión en educación y tecnología crearía capacidades nacionales en inteligencia artificial, energías renovables y digitalización, para competir en la nueva economía global. Ello, acompañado de una inteligente defensa del multilateralismo reforzaría alianzas regionales y multilaterales que garanticen una globalización inclusiva, priorizando el desarrollo sostenible y la eventual erradicación de la pobreza.
El reto fundamental para las democracias es articular una agenda que combine libertad económica, justicia social y protección ambiental, permitiendo que el bienestar de las poblaciones no dependa exclusivamente de las fluctuaciones geopolíticas de las grandes potencias. Asimismo, la protección del medio ambiente debe ser parte fundamental de la ecuación, pues, sin un enfoque sostenible, cualquier modelo económico estará condenado al colapso. La nueva globalización no puede ser un simple reordenamiento de poderes corporativos y militares, sino una oportunidad para consolidar sociedades más justas, prósperas y sustentables. La tarea de los gobiernos progresistas es formular estrategias que permitan la reducción de desigualdades, el acceso a bienes públicos esenciales y en la protección del medio ambiente como un derecho fundamental. La disyuntiva es clara: o se acepta una globalización impuesta desde intereses hegemónicos o se construyen modelos de integración económica y política que favorezcan la equidad, la sostenibilidad y la libertad de las naciones y sus ciudadanos.
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Razones
La intolerable alianza
No se trata de traicionar a nadie, sino de dejar atrás, cuando el mismo es indefendible, al pasado. Se trata de insistir en lo que se ha hecho bien: seguridad y control fronterizo
Jorge Fernández Menéndez | Excelsior
Comenzamos a pagar las consecuencias del gobierno más irresponsable que hemos tenido en términos de narcotráfico, seguridad pública y nacional, migración y manejo económico del país. Mientras el hijo de Andrés Manuel López Obrador, Gonzalo, celebraba su boda en un gran hotel de Cancún, en Mar-a-Lago, el presidente Donald Trump no sólo cumplía con sus amenazas de colocar aranceles de 25 por ciento a las importaciones mexicanas, sino que lo hacía invocando razones no comerciales: la “intolerable alianza del gobierno mexicano con los cárteles”.
Nadie puede decir que fue tomado por sorpresa: esa “intolerable alianza” representada en la política de abrazos, no balazos, que empoderó a niveles inmanejables a los criminales, que ocasionó 200 mil asesinatos y 60 mil desaparecidos, desde hace años viene siendo invocada de una u otra forma por el gobierno estadunidense desde que comenzó la administración de Biden: lo dijo, primero, el entonces jefe del Comando Norte de la Defensa estadunidense, el general VanHerck, cuando sostuvo que los grupos criminales controlaban 35 por ciento del territorio nacional y fue ignorado; después en el mismo sentido hablaron los jefes de la DEA, del Homeland Security, en el Departamento de Estado, en el FBI, se dijo en la prensa, en el Congreso y en los centros especializados de estudios. Todo fue ignorado.
Hasta que llegó la operación de la detención de El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, que fue no sólo un golpe demoledor a los grupos criminales, sino también a quienes los protegían desde el gobierno y a la narrativa de abrazos, no balazos. El presidente López Obrador, en lugar de festejar la caída del capo, acusó a Estados Unidos de haber roto la estabilidad en México, y demandó información sobre lo sucedido, lo que exhibía su falta de control sobre lo que ocurría en su propio país.
Los casos documentados de relación con los cárteles son innumerables, pero los que tienen investigados con claridad en Estados Unidos son los relacionados con el empresario Sergio Carmona, las últimas elecciones en Tamaulipas, Michoacán y Sinaloa, y a eso hay que sumarle todo lo que estén confesando El Mayo Zambada, Joaquín y Ovidio Guzmán López, entre otros
López Obrador, ordenó abrir la fronteras cuando comenzaba su sexenio y allí comenzaron las caravanas migrantes masivas; lastimó el T-MEC con el tema energético, de transgénicos, agrícola; dejó vulnerables las finanzas nacionales con un desmesurado aumento de la deuda sobre todo en su último año.
La herencia que le dejó a la presidenta Sheinbaum es terrible, pero nada es y será más costoso para el país que esa declaración de que el gobierno mantuvo una “intolerable alianza” con los grupos criminales, grupos que además se convertirán oficialmente en terroristas en unos días y que podrían poner al gobierno como aliado de ese tipo de organizaciones, con costos todavía más altos.
La presidenta Sheinbaum tiene razón cuando recuerda que Estados Unidos no hace ni remotamente todo lo que debería hacer para combatir el narcotráfico y el consumo de drogas en su propio territorio ni tampoco para controlar la venta de armas a los criminales.
A la Presidenta, hasta ahora, en el gobierno estadunidense no la ven involucrada en esos negocios y alianzas. Es más, su propia estrategia de seguridad en la Ciudad de México siempre fue reconocida aquí, pero también al norte de la frontera, como una alternativa a los abrazos, no balazos de López Obrador. Sus principales colaboradores en temas de seguridad: el general Ricardo Trevilla, el secretario Omar García Harfuch y el almirante Raymundo Morales son respetados en los círculos de seguridad estadunidenses. Estuve esta semana en la frontera sur y pude comprobar que la reducción del número de migrantes es una realidad, tanto como la progresiva, lenta, pero constante recuperación del control fronterizo.
La presidenta Sheinbaum tiene en éste y en otros aspectos relacionados con la destructora política de Trump dos opciones: envolverse en la bandera y regresar a los años 60, pagando un costo altísimo, o seguir adelante y redoblar la estrategia de seguridad actual, que terminará dando frutos; dar golpes aún más sonoros a los criminales; terminar de recuperar el control de la frontera sur; acabar con las caravanas migrantes, pero también y sobre todo, exigir a Trump que dé nombres y ofrezca pruebas de quiénes encabezaron esas “intolerables alianzas” con el crimen organizado y comenzar a procesarlos aquí si esas pruebas lo confirman. Y con ello depurar su gobierno y allanar su futuro y el del país.
No se trata de traicionar a nadie, sino de dejar atrás, cuando el mismo es indefendible, al pasado. Se trata de insistir en lo que se ha hecho bien: seguridad y control fronterizo. De aferrarse a los instrumentos que nos ayudan, en primer lugar el T-MEC, si es necesario exigiendo una inmediata renegociación del mismo, no vulnerar la colaboración institucional en seguridad, y en todo con la Unión Americana y Canadá establecer un convenio trilateral de seguridad; no abandonar América del Norte ni, mucho menos, caer en la trampa de aquellos idiotas inútiles de la 4T que ya le están pidiendo irse al grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que son nuestros rivales comerciales y deberían serlo también políticos.
La respuesta osada y que defiende la libertad y soberanía es ésa: mayor justicia, mayor lucha contra los criminales, mayor libertad social, política y económica y acabar con cualquier complicidad con los grupos criminales.
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Astillero
¿Objetivo real de Trump? La 4T // Narcotráfico, el pretexto // Larga fabricación de acusaciones // Opositores ruegan a Donald
Julio Hernández López | La Jornada
Donald Trump soltó el golpe que la estructura de poder estadunidense (más allá de quien sea el presidente formal) había venido preparando: la acusación de que el gobierno mexicano tiene una alianza intolerable con los cárteles del crimen organizado.
Casi un año atrás, en enero de 2024, tres medios extranjeros habían publicado de manera sincronizada, aunque aduciendo que cada cual había hecho su propia investigación individual, el mismo señalamiento: Andrés Manuel López Obrador había recibido financiamiento del narcotráfico para su campaña de 2006. No se aportó ninguna prueba, sólo presuntas versiones de supuestos declarantes anónimos y la versión de que la indagación del caso se habría frenado por decisiones políticas de alto nivel.
Esas publicaciones orquestadas dieron pie a una cara y sostenida campaña en redes sociales que sostuvo las etiquetas #NarcoPresidente y #NarcoCandidata (en relación con AMLO y Claudia Sheinbaum, respectivamente) en primeros lugares de las tendencias en X. La popularidad del tabasqueño se mantuvo firme y la votación a favor de la científica chilanga fue históricamente favorable.
Ahora, con Sinaloa como contexto más candente (a partir del episodio que llevó a Estados Unidos a un hijo de El Chapo y a Ismael Zambada, El Mayo, y que incluyó el asesinato del ex rector Héctor Melesio Cuen), la administración Trump ha llevado el tema a su punto más alto, con un señalamiento grave: el gobierno de México tiene alianza con los cárteles, éstos han sido declarados organizaciones terroristas por Estados Unidos y, por tanto, el gobierno de la presidenta Sheinbaum sería también terrorista y podría estar sujeto a acciones directas de exterminio o toma de control por parte de Washington.
En realidad, tan grave señalamiento es una especie de declaración de guerra no sólo política. Y demuestra que todo el alegato del fentanilo y la migración han sido solamente los pretextos (hipócritas, como si la responsabilidad fuese sólo de una parte, la no estadunidense) para, en el caso de México, lanzar una ofensiva de desestabilización contra el segundo gobierno progresista o de orientación popular en México.
La presidenta Sheinbaum ha respondido de manera contundente, con el señalamiento claro de la corresponsabilidad de Estados Unidos e incluso de las tareas que no ha hecho y con un ofrecimiento de continuar el diálogo en mesas de trabajo, aunque también con el señalamiento de que, de no avanzarse en la propuesta, se establecerán hoy contramedidas arancelarias y no arancelarias.
El escenario fabricado por Trump es difícil para la economía y el gobierno mexicanos. Habrá de verse de qué manera intenta la Casa Blanca sustentar sus acusaciones de narcogobierno hacia México pero, aun cuando no hubiera pruebas, se incentiva a los grupos opositores a la llamada 4T y se incrementa la incertidumbre en cuanto a la paridad cambiaria, la inversión extranjera y otros indicadores económicos.
La amplia fuerza institucional de la 4T mantiene apoyo a la Presidenta de la República, en tanto los opositores regatean el apoyo o abiertamente lo niegan, pues muchos de ellos aspiran a que la Casa Blanca sustituya o cuando menos potencie sus capacidades políticas y electorales hasta ahora sumamente fallidas ante la llamada Cuarta Transformación. Derechistas, ultraderechistas y oportunistas ruegan a Trump, esperanzados.
Por lo pronto, la postura trumpista, tramposa y traicionera (la Presidenta relató la manera abrupta en que, en medio de negociaciones, se avisó a México que venían los aranceles), está cohesionando a la mayoría de los mexicanos, tanto acá como en Estados Unidos, en rechazo al proyecto del nuevo ocupante de la Casa Blanca.
Astillas
Se ha convocado en Estados Unidos y en México a dejar de consumir productos de las marcas más emblemáticas de Estados Unidos y a evitar las compras en tiendas departamentales y portales de Internet abiertamente relacionados con el trumpismo. Freeze Latino, le han llamado en EU.
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México, SA
Trump, infame y falsario // Tolera crisis de fentanilo // Alocada guerra comercial
Carlos Fernández-Vega | La Jornada
Infames las acusaciones del perverso Donald Trump para intentar justificar sus bárbaras decisiones económicas y, en especial, sus imputaciones políticas en contra de México y su gobierno, con el fin de meter la mano donde no le está permitido: las primeras, para imponer unilateralmente y sin sustento aranceles a las importaciones desde su vecino del sur, amén de ir con todo en contra de la comunidad inmigrante; las segundas, para calumniar a la presidenta Claudia Sheinbaum, por ser, dice el magnate, aliada de organizaciones criminales, al tiempo que declara terroristas a esos grupos, con la pretensión de abrir la puerta para acciones militares.
Trump es insultante, amenazante y aberrante, y en unos cuanto días el cavernícola de la Casa Blanca ha logrado poner en su contra a prácticamente toda la comunidad de naciones y a crecientes sectores su propia nación. A todos agrede y no tiene llenadera; se lava las manos y culpa a terceros de la podredumbre política, económica y social estadunidense. Vergüenza debería darle.
A los aranceles por él ordenados, sin sustento alguno, ya respondieron México, Canadá y China con la misma medida, y es previsible que otras naciones hagan lo propio –la guerra comercial más tonta de la historia, dicen legisladores del vecino del norte–, pues han sido amenazadas: si no se hincan, también a ellas les tocará. Eso sí, como buen autoritario que es, el magnate no acepta réplicas y dice que de darse activaré un mecanismo para elevar todavía más las tarifas, sin considerar que los primeros afectados (precios alcistas, menor consumo, mayor inflación) son los propios estadunidenses. Pero ello valdrá la pena, asegura Trump. Esto apenas comienza y en los próximos días se constatará la respuesta articulada de los países agredidos, aunque los tres citados ya pintaron su raya.
Lo anterior no le resultó suficiente al salvaje de la Casa Blanca y apuntó más arriba: Las organizaciones mexicanas de tráfico de drogas tienen una alianza intolerable con el gobierno de México. Esta alianza pone en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos, y debemos erradicar la influencia de estos peligrosos cárteles del entorno bilateral. El gobierno de México ha proporcionado refugios seguros a los cárteles para que se dediquen a la fabricación y el transporte de drogas ilícitas, que en conjunto han provocado la muerte por sobredosis de cientos de miles de víctimas estadunidenses. Esta falta de acción del gobierno de México constituye una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional, la política exterior y la economía de Estados Unidos, originada en gran parte fuera del país.
La respuesta de la presidenta Sheinbaum ha sido contundente: “Terriblemente irresponsable es que la Casa Blanca emita un documento donde dice que ‘hay vínculos entre el gobierno de México y la delincuencia organizada’; rechazamos categóricamente la calumnia; si en algún lugar existe tal alianza es en las armerías de Estados Unidos que venden armas de alto poder que son de uso exclusivo del ejército de allá a estos grupos criminales; esto lo demostró el propio Departamento de Justicia de Estados Unidos: 74 por ciento de las armas que usa la delincuencia organizada en México provienen de forma ilegal de la industria militar estadunidense”.
Y ante el reiterado lavado de manos de Trump, la mandataria mexicana reviró: Si el gobierno de Estados Unidos y sus agencias quisieran atender el grave consumo de fentanilo en su país, ¿por qué no empiezan combatiendo la venta de estupefacientes en las calles de sus principales ciudades? ¿Cómo es que las personas con adicciones compran esa droga? ¿Por qué nunca hemos oído de detenciones en Estados Unidos de los grupos delictivos estadunidenses? ¿Cómo es que no se investiga el lavado de dinero de los grupos delictivos de allá? ¿Por qué no ponen toda su inteligencia a trabajar para detectar a los grupos delictivos que venden fentanilo en su territorio u otras drogas? El consumo y distribución de drogas está en su país y ese es un problema de salud pública que nunca han atendido. ¿Por qué no se preguntan cuál es la razón de fondo de tanto consumo de drogas que lleva tanto tiempo en Estados Unidos? La epidemia de opioides sintéticos en Estados Unidos tiene su origen en la prescripción indiscriminada de medicamentos de este tipo, autorizada por la Administración de Drogas y Alimentos, y siguen vendiéndolos en sus farmacias con autorización oficial.
Las rebanadas del pastel
Si Trump pretende combatir el consumo masivo de drogas en su territorio, entonces tendrá que invadir Estados Unidos.