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Lo que dicen los columnistas
Razones
Claroscuros ante el trumpismo
Donald Trump designó a Christopher Landau, quien ya fue embajador en México en su primer gobierno, como subsecretario de Estado. Es una buena noticia.
Jorge Fernández Menéndez | Excelsior
No, ni Canadá ni México serán, ni están interesados (y Estados Unidos tampoco) en ser anexos de la Unión Americana, como dijo Trump en NBC. No se necesita contestar todas las cosas que el próximo mandatario estadunidense dice en los medios para su público, porque muchas, como éstas, sencillamente no tienen sentido. No necesitamos recordar que tenemos un himno ni que somos un país soberano para contestarle a Trump: eso es lo que él quiere para seguir alimentando su narrativa.
Pareciera que la comunicación entre Donald Trump y Claudia Sheinbaum se da a través de un teléfono descompuesto y que se canaliza por declaraciones contradictorias en los medios de comunicación. Porque en la mayoría de los casos hablan, los dos, para sus audiencias internas. Pero también, en la confusión, hay otro tipo de señales que deben valorarse.
Por ejemplo, este fin de semana, la presidenta Sheinbaum sostuvo que el T-MEC es el único mecanismo que tiene la región para competir con China, es una declaración abierta de que está dispuesta a sumarse al esfuerzo de Estados Unidos y Canadá en la guerra comercial con China. Ése es un tema clave para la relación con Trump (y con Canadá). Cuando se habla de suplantación de importaciones no es para volver a los años 50, sino para comprender que ese enorme comercio que se tiene ahora con China, ampliamente deficitario para México, debe realizarse, en la medida de lo posible, con nuestros socios en América del Norte, con los que nuestras empresas tienen economías ampliamente integradas. La carta del T-MEC es la única que le sirve a México, más allá de las declaraciones de Trump.
Es verdad que se le agregó a esa declaración otra que no tiene sentido ni posibilidades: que ese T-MEC se amplíe a toda la región latinoamericana. Ni nos conviene ni tampoco a Canadá y Estados Unidos. El Mercosur juega con sus propias cartas, como lo vimos con el tratado que acaba de firmar con la Unión Europea y que nosotros no hemos concluido por el absurdo diferendo que tenemos con España. Brasil es un competidor geopolítico de siempre respecto a México y el gobierno de Milei en Argentina, ya lo veremos, establecerá sus propios e importantes acuerdos con Estados Unidos. Con las naciones de Centroamérica tendrá que haber acuerdos por separado, porque la realidad de cada una de esas naciones es diferente.
Por otra parte, Trump designó a Christopher Landau, quien ya fue embajador en México en su primer gobierno, como subsecretario de Estado, para trabajar junto a Marco Rubio. Es una buena noticia, es un diplomático que hizo un buen papel, que conoce México y que puede ser un puente de comunicación. Es una buena señal de que el encargado en el Departamento de Estado de la relación con nuestro país sea un hombre con el que se puede establecer una comunicación fluida… que no dejará de ser, cuando lo considere necesario, también duro.
Todo con Trump es contradictorio: las declaraciones vacías hay que dejarlas a un lado, comprendiendo que sí cumplirá los que son sus principales objetivos: migración, fentanilo, China, que para él son irrenunciables, y tendrían que serlo, por razones de política interior, más allá de Trump, también para nosotros.
Trump insistió en una entrevista con NBC en que pondría aranceles, que llevaría a cabo su plan de deportaciones masivas y que como no le gustaba separar familias deportaría a familias completas, aunque al mismo tiempo dijo que quizás abriría espacios para regularizar a los dreamers. Eso es lo que tratará de cumplir. México tiene que reducir los flujos migratorios (ya lo está haciendo), castigar el tráfico de fentanilo (donde hay también avances) y rediseñar la relación con China, lo que ha prometido la presidenta Sheinbaum que se hará, porque, insistimos, esa es la carta clave para la renegociación del T-MEC, que probablemente se tenga que adelantar para el año próximo.
Y también para abatir iniciativas, que incluso violan las normas financieras internacionales, además del T-MEC, como la intención, planteada en el Congreso por el futuro vicepresidente, JD Vance, de imponer una comisión a las remesas. De concretarse, una de las medidas que más afectarán a la población en nuestro país. Vance es un personaje, por su construcción ideológica, sus rencores sociales y su impericia, mucho más peligroso que el propio Trump.
Mientras tanto, se necesita un intenso trabajo de cabildeo dentro de Estados Unidos, algo que se abandonó en el sexenio pasado, un cabildeo diplomático, pero también político, con empresarios, con migrantes, con grupos de intereses y, por supuesto, en el congreso estadunidense, sobre todo con los legisladores de los estados que tienen fuertes relaciones comerciales con México.
Resulta desconcertante que con Texas, que es nuestro principal socio comercial dentro de la Unión Americana, no se puedan establecer los mecanismos y diálogos para sacar adelante una relación mejor que la desastrosa que tenemos con el gobierno de Abbott, el más duro partidario de las deportaciones masivas. Con Texas hay todo tipo de vínculos: deberían servir para cabildear políticas más sensatas.
LA FIL Y ESPAÑA
El diferendo que mantenemos con España es tan absurdo como artificial, creado por los rencores personales del expresidente. La mejor demostración la acaba de demostrar la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, con récord de visitantes y una abrumadora presencia española, que fue el país invitado especial, que exhibió todo tipo de lazos de amistad entre los dos países. Una FIL que también fue objeto de rencores del expresidente, y que el gobierno federal debería celebrar en lugar de ignorar.
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Juegos de poder
¿Cómo siguen creyendo en la intervención del Estado?
El Estado mexicano es un pésimo administrador y eso nos cuesta muy caro.
Leo Zuckermann | Excelsior
Aunque una y otra vez se tropiezan con la misma piedra, el grupo gobernante tiene una fe inquebrantable en la intervención del Estado para resolver problemas.
Se rehúsan a aceptar una realidad apabullante: el Estado mexicano es un pésimo administrador que nos acaba costando muy caro a los contribuyentes.
¿Se acuerda usted que en 2020-2021 hubo una pandemia mundial de covid-19? ¿Rememora que el presidente de ese entonces, Andrés Manuel López Obrador, prometió que el Conahcyt desarrollaría una vacuna nacional contra el virus que se llamaría Patria, que estaría lista y se aplicaría en noviembre de 2021? ¿Cuántas vacunas finalmente se produjeron y aplicaron?
Ninguna.
La vacuna nunca acabó de desarrollarse. Al parecer, se quedó en la última fase de experimentación. No se ha comprobado empíricamente su eficacia inmunológica en contra de SARS-Cov-2. Además, por el retraso, ya quedó desfasada de las nuevas variables de covid-19.
Así lo reportó ayer el periódico El Universal en un reportaje de Enrique Gómez.
La vacuna Patria se quedó en un nombre muy bonito que les dio esperanzas a los mexicanos, pero ningún resultado.
Desafortunadamente, la nota periodística no habla de cuánto nos costó a los mexicanos la ocurrencia de que el Estado se pusiera en el plan de farmacéutica. Seguramente algunos milloncitos de pesos.
Tres años después de que Pfizer-BioNTech comenzaran la producción y aplicación de la primera vacuna contra covid-19, nuestro Estado sigue desarrollando una quimera.
Sí, porque el Estado mexicano siempre tiene fantasías de grandeza cuando, en realidad, suele producir costosos dolores de cabeza.
¿Se acuerda usted del Tren Maya que serviría para detonar un desarrollo económico sostenido del sureste del país? ¿Rememora que estaría completamente listo para cuando terminara el sexenio de AMLO y estaría transportando tres millones de pasajeros anuales?
Pues ni está listo ni ha llegado a esta meta ni ha generado el desarrollo sostenido que se había prometido.
Los tramos seis y siete todavía están en construcción. El actual gobierno está presupuestando 40 mil millones de pesos para el año que entra para este proyecto que ya va costando por ahí de los 500 mil millones.
Durante los primeros diez meses desde que fue inaugurado por AMLO, del 16 de diciembre de 2023 al 14 de octubre pasado, el Tren Maya transportó 480 mil 769 pasajeros, lo cual representa apenas el 19.5% de la meta proyectada.
El ferrocarril, una de las obras emblemáticas del sexenio pasado, está siendo operado por el Ejército a través de una empresa que emplea mil 509 trabajadores.
El chistecito nos está costando caro a los contribuyentes. Sí, el Tren produjo gran crecimiento económico durante su construcción en los estados que atraviesa. Pero su operación está representando un barril sin fondo. Así que ni hablar de desarrollo sostenido.
De acuerdo con una investigación de Aldo Munguía en El Financiero, “el Tren Maya ha recibido 11 mil 862 millones de pesos en subsidios desde su inauguración, en diciembre pasado, hasta el tercer trimestre de este año, mientras que en el mismo periodo sólo ha generado ingresos por 134 millones 940 mil pesos, es decir, apenas 1.1% de los recursos que ha recibido”.
Como muchos alertaron, el Tren Maya ha sido un fracaso en cuanto a la transportación de pasajeros se refiere.
Típico del Estado mexicano.
Pero, para salvar la cara, el gobierno actual ha lanzado una nueva solución: convertirse en agente de viajes.
Ayer, el general Óscar David Lozano, director del Tren Maya, anunció diez paquetes turísticos para el próximo periodo vacacional de diciembre. Van a usar este ferrocarril, junto con el AIFA, Mexicana de Aviación y cuatro hoteles que el Ejército construyó en la ruta del Tren, todas empresas estatales a cargo de las Fuerzas Armadas, para subir el aforo del ferrocarril.
Eso sí, barato, bien barato, informó el general, “porque hicimos un comparativo utilizando otras líneas aéreas, otros hoteles de cuatro estrellas también. No podemos compararnos más que con hoteles similares y estamos garantizando un 24% en el paquete uno más barato y un 34% más barato en el paquete dos mucho más barato”.
Pues claro, si los precios están subsidiados por los contribuyentes, aunque eso no lo dice el militar, ahora dedicado al bienestar turístico de la población.
Vacunas que se prometen y no se desarrollan. Trenes carísimos que van sin pasajeros. Es la fe estatista de Morena. Creen que el Estado todo lo puede. Deberían concentrarse en proveer seguridad, salud y educación de calidad. Y en eso estamos cada día peor.
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Nudo gordiano
Poder absoluto y absoluto derrumbe
Yuriria Sierra | Excelsior
El poder absoluto tiene un precio absoluto. La historia nos muestra repetidamente que los dictadores suelen enfrentar finales violentos o humillantes y, sin embargo, esta lección parece ser absolutamente ignorada por quienes se aferran al poder mediante la represión y la fuerza.
La reciente caída de Bashar al Assad en Siria marca el capítulo final de un régimen que, durante más de dos décadas, gobernó con puño de hierro, dejando un legado de devastación, guerra y desplazamiento masivo. Su derrocamiento no es un caso aislado, sino parte de una tendencia global que ha mostrado, una y otra vez, que los dictadores, por más poderosos que parezcan, suelen enfrentarse a un destino sombrío. Desde la Primavera Árabe hasta los episodios de justicia en Europa y en América Latina, la historia parece enviar un mensaje claro: el poder absoluto, sostenido por la fuerza, es un boleto casi seguro al desastre personal y político.
El siglo XX nos dejó ejemplos paradigmáticos: Benito Mussolini fue ejecutado y su cuerpo exhibido en una plaza pública; Nicolae Ceausescu murió frente a un pelotón de fusilamiento junto a su esposa tras un juicio sumario; Saddam Hussein terminó sus días en la horca tras ser encontrado escondido en un hoyo. En el siglo XXI, Muamar Gadafi encontró un final brutal a manos de sus propios ciudadanos en las calles de Sirte. La Primavera Árabe nos mostró otra faceta de este fenómeno: Ben Ali huyendo de Túnez, Hosni Mubarak enjaulado durante su juicio en Egipto, y Alí Abdalá Salé asesinado mientras intentaba escapar en Yemen. Cada caso refuerza un patrón: el poder absoluto raramente termina con una jubilación tranquila.
Aunque los dictadores árabes suelen acaparar los titulares por las dramáticas circunstancias de su caída, la historia no es ajena a ejemplos similares en el mundo occidental. El caso más reciente es el de Vladimir Putin, quien enfrenta crecientes presiones internas y externas mientras la guerra en Ucrania se prolonga y la oposición a su régimen gana terreno. En América Latina, figuras como Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla también ilustran cómo los regímenes autoritarios tienden a caer eventualmente, dejando a sus líderes en el banquillo de los acusados o peor.
¿Por qué entonces persisten en aferrarse por todos los medios al poder? La respuesta parece radicar en una combinación letal de factores psicológicos y estructurales. Primero, el poder tiende a crear una burbuja de realidad alternativa alrededor de quien lo ejerce. Los dictadores se rodean de aduladores que refuerzan sus delirios de invulnerabilidad y excepcionalidad. El “síndrome del hubris”, descrito por el Lord David Owen, sugiere que el poder prolongado altera, literalmente, la química cerebral, afectando el juicio y la percepción de la realidad.
Segundo, estos líderes suelen quedar atrapados en lo que podríamos llamar la “paradoja del dictador”: cuanto más tiempo permanecen en el poder y más brutales son sus métodos para mantenerlo, menos opciones tienen para una salida digna. La acumulación de crímenes y la certeza del castigo crean un incentivo perverso para aferrarse al poder a toda costa.
Además, existe un factor sistémico: las estructuras y redes de poder que construyen son tan personalizadas que su caída implica no sólo su propio fin, sino el colapso de todo un sistema de privilegios y complicidades. Esto crea un círculo de personas con intereses creados en mantener el régimen a toda costa, quienes presionan al líder para que no ceda ni un ápice.
Es una tragedia que se repite con precisión matemática: la misma arrogancia que lleva a alguien a creer que puede y debe controlar todo un país mediante la fuerza es la que le impide ver las lecciones de la historia hasta que es demasiado tarde. El destino de los dictadores es, en última instancia, una lección sobre los límites del poder y la inexorabilidad de la justicia, ya sea institucional o popular. La pregunta no es si caerán, sino cuándo y cómo. Y quizá la verdadera tragedia no es sólo su destino personal, sino el costo humano que su obstinación impone a las sociedades que mantienen cautivas. La historia no se equivoca y por eso siempre que la anomalía dictatorial se repite, ésta se resuelve de la misma forma. Ojalá que Maduro y todos sus similares lo tengan absolutamente presente: el poder absoluto se disuelve con un absoluto derrumbe.
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Astillero
La Iglesia, el narco y la tregua // Un día sin crimen organizado // Virgen de Guadalupe y paz // También, frenar polarización
Julio Hernández López | La Jornada
La facción eclesiástica adversa a la llamada Cuarta Transformación y su segundo piso, en especial la que puede ser caracterizada de ultraderecha, ha batallado para colocarse como interlocutora confrontacional de las dos administraciones federales morenistas, aunque persiste e insiste.
A pesar de las graves posturas públicas de algunos prelados, incluso mediante la utilización del púlpito contra campañas y políticas de la 4T, una inmensa mayoría ciudadana ha optado por el guinda y sus aliados, ante el desprestigio de una parte de las cúpulas de la Iglesia católica y su imposibilidad de encontrar figuras y banderas amplificables. En otros tiempos y circunstancias, un padrecito predicando contra determinado partido y candidatos significaría derrota para los estigmatizados, pero ahora tal estructura de control de conciencias no ha funcionado.
EL domingo, el semanario Desde la Fe, editado por la Arquidiócesis Primada de la Ciudad de México, lanzó otra iniciativa en busca de apoyo ciudadano: una tregua entre los diversos grupos del crimen organizado el mero día de la Virgen de Guadalupe: Que el mensaje de la Guadalupana motive para que el 12 de diciembre sea la fecha en que silencien las armas porque los grupos delictivos y el crimen organizado aceptaron esta tregua nacional de paz.
El planteamiento va más allá de lo criminal y se extiende hasta lo político y, de manera implícita, lo partidista: que sea el comienzo de un periodo en el que prevalezca el respeto, el diálogo, en el que también los grupos políticos abandonen la comunicación hostil y polarizante, y recuperemos el inmenso valor que tiene la dignidad humana, que actualmente se ha degradado tanto. Si demostramos que podemos hacer esta tregua efectiva durante un día, ¿por qué no soñar en una paz sólida y duradera? (https://goo.su/Te7k6U).
La propuesta es simplista al pretender que una eventual tregua de un día podría derivar en una suspensión nacional de hostilidades entre cárteles del crimen organizado que se pelean un negocio de dimensiones económicas colosales, con amplia base social en varias regiones, virtuales ejércitos en acción y una serie de variables políticas de índole nacional e internacional.
Además, se intenta mostrar la fuerza de las sotanas como sustituta, o cuando menos compensatoria, de la capacidad del Estado para enfrentar el fenómeno del crimen organizado. Lo cierto es que la Iglesia católica, como estructura dominante del espectro religioso del país, también ha sido señalada de ser omisa frente al crecimiento y consolidación de los grupos delictivos, en ocasiones como beneficiaria de apoyos económicos, silente, acomodaticia. Claro, y hay que subrayarlo, con excepciones de presbíteros que en algunos lugares se han jugado la vida al ser denunciantes de lo que sucede y acompañantes de las víctimas.
La propuesta de una tregua nacional de paz tiene también de contexto el más reciente esfuerzo de la extrema derecha por reorganizarse e incluso crear un nuevo partido. Eduardo Verástegui, el actor y productor que ha tenido tan deficitaria participación política reciente, como aspirante a una candidatura presidencial independiente, que ni siquiera alcanzó a despegar, es el asomo de un proyecto en el que convergen Donald Trump, ultraderechistas de diversos países y, de resultar redituable para las cúpulas, la base social católica de ese extremo conservador.
El gran especialista en estos temas Bernardo Barranco escribió en La Jornada el pasado día 4: El gobierno de Sheinbaum enfrenta un galimatías. No basta acordar con las cúpulas de la CEM. La diversidad es tan grande que deberá tener especial atención geográficamente en el Bajío. Deberá estar atenta a congregaciones conservadoras, como los Legionarios de Cristo y el Opus Dei. La Iglesia alberga en su seno un histórico conservadurismo radical al acecho. Les recuerdo: la ultraderecha en México será católica o no será”.
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México, SA
Trump: sueños húmedos // Otra broma anexionista // ¿Quién subsidia a quién?
Carlos Fernández-Vega | La Jornada
Al siempre ocurrente cuan perverso Donald Trump ya le gustó la broma anexionista que días atrás le hizo al agachado primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y dado que el magnate quedó muy contento con su chascarrillo expansionista, ahora se le hizo fácil repetir la dosis a la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, a quien le envió un mensaje: Estamos subvencionando a Canadá por una suma de más de 100 mil millones de dólares al año y a México por casi 300 mil millones de dólares. No deberíamos… ¿Por qué subvencionamos a estos países? Si vamos a hacerlo, que se conviertan en un estado de la Unión Americana (por antigüedad, 51 y 52, respectivamente).
No es novedad, porque Trump es una máquina de escupir sandeces, amenazas y chantajes, pero ¿en serio se queja porque, según su versión, Estados Unidos subsidia a México? Bueno, es cuestión de echar cuentas, pues, de entrada, nuestro país, sin quererlo, acumula 176 años, y contando, subsidiando territorialmente al vecino del norte, toda vez que en 1848 los anexionistas gringos se robaron más de la mitad del territorio mexicano, con lo que, por la vía del hurto (cesión, le llamaron los gringos), de la noche a la mañana la geografía continental de las barras y las estrellas se incrementó sustancialmente, al igual que el número de sus estados (California, Nevada, Utah, Nuevo México, una muy buena porción de Arizona y Colorado, además de porciones de Oklahoma, Kansas, y Wyoming, y más tarde La Mesilla; por cierto, por esas fechas ya se había anexionado Texas).
Qué enorme subsidio recibió Estados Unidos de México, tras el Tratado Guadalupe-Hidalgo (la obligada rendición mexicana tras la guerra de intervención), lo que provocó, como bien lo narran Los Tigres del Norte, que los mexicanos no cruzaron la frontera, sino que ella los cruzara a ellos. Entonces, es simple: que Trump regrese el territorio que los gringos robaron a México y así se acaba el subsidio que cínicamente reclama, sin dejar de lado la brutal deuda histórica que mantiene con nuestro país.
Qué decir del enorme subsidio que recibe Estados Unidos de la muy calificada mano de obra mexicana que labora en Estados Unidos (documentada o no), porque los patrones de allá, aprovechando el origen territorial de ésta, y sin olvidar su represión, racismo y xenofobia, pagan salarios inferiores a los que obtienen los trabajadores estadunidenses por hacer la misma tarea y con la misma calidad, si es que en realidad estos se animan a realizarlas. Miles y miles de millones de dólares se roban esos patrones. Eso, para efectos de Trump, se llama subvención. Además, ¿qué comerían los güeros si la mayoría de sus alimentos no los aportan los campos de cultivo cosechados por los trabajadores mexicanos?
Pero, ojo: la expoliada mano de obra mexicana –y la latina en general”– ha construido una fortaleza económica, el llamado producto interno bruto latino, que supera 3.7 billones de dólares, con la enorme derrama fiscal que ello implica, de tal suerte que en un abrir y cerrar de ojos –ya que Trump amenaza con deportarlos a todos y rapidito– la economía estadunidense registraría una minusvalía (como les gusta decir a los tecnócratas) superior a 13 por ciento del valor actual de la economía gringa. Así se acabaría la subvención que, reprocha el magnate, otorga Estados Unidos a México (la información es de la Universidad de California Los Ángeles, la cual documenta que “los latinos ayudaron a apuntalar la economía de Estados Unidos durante los días más difíciles de la pandemia de covid-19 y luego encabezaron la recuperación económica de la nación).
Pero ya que Trump está emocionado con que México se convierta en el estado número 52, entonces deberá asumir la voluminosa deuda nacional, los cárteles de la droga (en Estados Unidos no hay, reza la versión oficial) y, en general, todos los males mexicanos y las consecuentes subvenciones, amén de que deberá prepararse para la futura muerte de muchos estadunidenses, porque hasta ahora los cadáveres los ha puesto México –en no pocos casos asesinados con armas estadunidenses–, pero a partir de la soñada anexión todos serán gringos.
Y como las citadas, muchísimas más subvenciones mexicanas para la tranquilidad del siempre ambicioso, voraz y expansionista imperio de las barras y las estrellas. Eso sí, el sueño húmedo de Trump no pasará de ahí.
Las rebanadas del pastel
Otro que tiene sueños húmedos es el genocida Benjamín Netanyahu, quien ya ve el Éufrates por un lado y el Nilo por el otro. Mientras, la ONU no sueña; duerme y sólo está de adorno.