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La inmaculada percepción

El jarabe de la 4T

Vianey Esquinca | Excelsior

Claudia Sheinbaum tiene muy claro que las reformas polémicas son como los jarabes de sabor indescriptible, se toman de un solo trago, sin saborear ni reflexionar mucho al respecto. Además, aprendió de la experiencia de su antecesor que los grandes cambios se deben hacer al principio del sexenio, cuando todavía está de luna de miel con los ciudadanos que la llevaron al poder. Por eso, la Presidenta y su partido han decidido que el momento de modificar la Constitución es ahora, aunque ese ahora se convierta en un caos.

Esta semana, la Cámara de Diputados en modo de máquina de obediencia legislativa, aprobó la desaparición de siete organismos autónomos: la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece); el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT); el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai); el  Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval); la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH); la Comisión Reguladora de Energía (CRE) y el Sistema Nacional de Mejora Continua de la Educación (Mejoredu), los que se encargaban de cosas tan molestas como asegurar la competencia económica, la transparencia o medir la pobreza. ¿Para qué quiere eso el pueblo si tiene programas sociales? Ahora falta que el Senado les termine de dar los santos óleos, pero es un hecho que a senadores morenistas y aliados les dará tortícolis de tanto asentir.

La idea de transferir las funciones de estos organismos a las secretarías de Estado suena, en papel, como un ejercicio de simplificación administrativa, casi como un acto de magia que promete eliminar duplicidades y gastos innecesarios. Sin embargo, el proceso de transición se perfila como un parto muy complicado.

Si, por ejemplo, ahora al Inegi le toca medir los índices de la pobreza, ¿será capaz de decir que ésta aumentó después de ver lo que le podría pasar si no se alinea? No hay mejor estrategia para eliminar a los pobres que dejar de contarlos; la Secretaría de la Función Pública ¿le dirá a la Secretaría de la Defensa que comparta toda la información sobre un operativo donde civiles hayan muerto a manos de militares? Ahora el acceso a la información será como una búsqueda del tesoro, pero sin mapa, pistas ¡ni tesoro! Sólo fe y paciencia.

¿La Secretaría de Economía, tendrá la capacidad de señalar que algún gobierno morenista está evitando la competencia económica al darle todos los contratos a sus amigos o que un grupo de personas afines a Morena se pusieron de acuerdo para amañar una licitación?

La 4T, como ha sucedido con todos los partidos que están en el poder, aplican la de: “para los amigos, justicia y gracia; para los enemigos, la ley a secas” y a veces ni eso, garantizando que la opacidad sea la reina de la fiesta.

Ese entusiasmo reformador y demoledor empezó con la reforma judicial, que también fue aprobada con una velocidad insólita al estilo de “primero disparo… luego averiguo”. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, queda demostrado que las prisas nunca llevan a nada bueno. El INE ya alzó la mano para advertir que no hay ni dinero ni tiempo suficiente para organizar la elección judicial. El Congreso, por supuesto, no se detuvo a considerar minucias logísticas y le respondieron al instituto que ni lo piense, que se debe ajustar a lo que fue aprobado.

Desmantelar al Poder Judicial sin una ruta clara de implementación, desaparecer organismos autónomos sin prever las consecuencias operativas y concentrar el poder sin contrapesos no es precisamente una receta para un Estado de derecho que cualquier país requiere.

Número cero

Líneas rojas y deportaciones masivas

José Buendía Hegewisch | Excelsior

El miedo es el mensaje. El plan de Donald Trump de declarar una emergencia nacional y usar al ejército para deportaciones masivas es difícil de dimensionar y aterra sólo pensar en el tamaño de crisis migratoria que implicaría expulsar a un millón de personas al año. Pese a que la amenaza no da lugar a sorpresa, es improbable que México, como el país más expuesto, pueda estar preparado para un riesgo humanitario de tal magnitud. El regreso de un Trump victorioso, con mucho más poder que su primer mandato, corrobora que los migrantes son blanco fácil como chivos expiatorios de líderes populistas que los convierten en criminales para ganar en las urnas; sirven de vehículo de difusión ideológica para el porvenir electoral de partidos racistas en más de un país con el “contagio” de mensajes xenófobos. ¿Realmente Trump está decidido a propiciar una catástrofe o toma ventaja para negociar?

El muro fronterizo antiinmigrante está en el centro de sus promesas electorales desde su primer mandato. Entonces también endureció la línea antiinmigrante hacia Latinoamérica, pero contrario a su objetivo, generó mayor trasiego de personas. El papel de aliados como México ayudó a la contención con la GN bajo amenaza de represalias comerciales y pactos políticos para que los migrantes permanecieran en el país. Ahora, la presidenta Sheinbaum asegura tener “un plan y estarlo desarrollando” con su gabinete, para tratar de moderar las acciones del republicano y persuadirlo de los peores escenarios; mientras refuta la prédica del temor e intenta calmar el nerviosismo que genera su discurso. Evitar una crisis migratoria es prioridad de su gobierno, pero ¿cuáles son sus líneas rojas en una negociación?

Primero, su gobierno confía en la diplomacia, dado que la deportación depende de acuerdos, aunque ya se ha comprometido a recibir a los mexicanos, no así a otras nacionalidades. Y segundo, cree poder convencerlo con propuestas y datos de sus declaraciones sobre los migrantes como “héroes y heroínas” que contribuyen a la economía norteamericana con su trabajo y el bono demográfico, aportaciones fiscales, así como integración a sus comunidades. Sobre todo, de la necesidad de Trump de contar con aliados para su plan hacia la región, donde hay países hostiles a sus ideas como Cuba y Venezuela. Su equipo tiene una estrategia para frenar la migración, que algunos cifran en un millón de personas sólo desde 2023. Desde su primer día en el poder podría generar órdenes ejecutivas para cumplir su promesa de blindar la frontera, con graves perjuicios económicos y comerciales; reactivar normas como el título 42 para expulsiones exprés o redadas masivas para llenar campos que le ofrece Texas; o cancelar el programa de la aplicación electrónica de solicitud de asilo CBP1 que, sólo en México, dejaría varados a 300 mil latinoamericanos.

Tiene el arsenal de herramientas listo y parece haber aprendido de fallos anteriores, como no haber convertido a México en tercer país seguro para retener a los migrantes a cambio de ayuda económica. Ése podría ser otra vez su objetivo, aunque para México es una línea roja por cuestiones de soberanía nacional. Ése es el rol que podría pretender otra vez con la retórica del miedo y el endurecimiento de sus políticas, aunque para México es un punto de quiebre en una negociación por considerarlo asunto de soberanía nacional.

México tiene a su favor que su apoyo es crucial para el éxito de la estrategia de Trump de articular muros de contención con países aliados que detengan a la migración en su territorio, pero necesita encontrar la forma de rebajar la agresividad y alcance de sus exigencias. Frente a los riesgos del mensaje del miedo, también reforzar la red consular para preparar a la comunidad mexicana con herramientas con que defenderse de abusos o redadas. Aunque la coordinación está acéfala por la declinación del excónsul en NY, Jorge Islas, tras denuncias de acoso laboral de 16 mujeres en la misión diplomática; y la poca visibilidad de la responsable del INM, Tatiana Clouthier, en los trabajos. La Cancillería asegura estar preparada para enfrentar los peores escenarios, aunque es difícil determinar la dimensión que puede alcanzar el primer cuerpo a cuerpo con Trump. El escollo de una crisis migratoria es visible a flor de agua, aun si no se descubre del todo, pero Sheinbaum no tiene alternativa ni mucho tiempo para resolverlo.

El pernicioso beneficio de la duda

Antonio Gershenson | La Jornada

El beneficio de la duda es un método para darle paso a la credibilidad. Tal vez, en una sociedad civilizada sí genere certidumbre, pero otorgar tal concesión a un millonario con alardes de todo poderoso, genio de los trucos financieros y amo de los negocios, buenos para pocos y malos para millones, es una pifia.

Peor aún. Una dupla de millonarios manejando la economía de un país tan endeudado, suena algo peor que un autogol. En cuanto los caprichos de uno se contrapongan a los del otro, la situación se complicará, no sólo para los grupos de inmigrantes ni para las mascotas republicanas y demócratas y, mucho menos para los fabricantes de artefactos bélicos que disminuirán sus ventas por el afán dizque pacifista del presidente electo Donald Trump. La verdad es que la mayoría de la población será la más afectada. Y la repercusión será para todo el mundo, especialmente para los socios comerciales, voluntarios u obligados.

El perjuicio que vendrá con los retos económicos que pretende resolver Trump, apoyado por Elon Musk, será para toda la población, como ya decíamos en otros artículos de este espacio de La Jornada. Pero, también, los propios votantes estadunidenses quienes vieron en Donald Trump un camino a la pronta recuperación económica de su país, están de acuerdo con las alevosas promesas del presidente de liberar al país de aquellos migrantes invasores, incivilizados, delincuentes y culpables de la drogadicción de la población y responsables de las altas tasas de violencia: robo, secuestros, asesinatos, etcétera.

En resumen, quienes votaron por Trump están esperando que el año que entra ya estén de regreso a los años maravillosos capitalistas que llevaron a esa sociedad a la forma de vida consumista y de dominio a los países vecinos que devolverlos a su patio trasero. A eso le llaman hacer a Estados Unidos grande otra vez. Sin importarles que, para ello, tengan que imponer su política de excesos.

En efecto, como lo señala el maestro John Saxe-Fernández, en su artículo Trump: ¿Crisis hegemónica? del 14 del presente mes de este mismo diario, la llegada del empresario a la Casa Blanca desde su primera gestión fue una sorpresa que, al parecer, no ha sido asimilada por los votantes demócratas, pero tampoco, por la dirigencia de ese partido. ¿Será cierto?

Por esta razón, creemos que la campaña del presidente Biden y, posteriormente, la de Kamala Harris, vicepresidenta que sustituye al mandatario, a contracorriente, no fueron diseñadas sobre la base de un profundo análisis político, económico o social. Entonces, ¿cómo encausan sus propuestas? Lo hacen, como lo vemos, con base en amenazas y declaraciones desgastadas, con principios violados por ellos mismos y con mentiras piadosas, dicen: estamos luchando por un nuevo camino hacia adelante. Tal vez debieron agregar sin la cultura de las armas y las drogas y sin invasiones a otras naciones, sin apoyos bélicos a ningún país y menos a aquellos gobiernos genocidas (ej. Israel) y sin extorsiones comerciales a los socios y no socios. Y, también dijeron: protegeremos nuestras libertades fundamentales, fortaleceremos nuestra democracia y garantizaremos las oportunidades para que cada persona tenga la oportunidad no sólo de sobrevivir, sino de salir adelante. Discurso muy parecido al de los viejos mensajes de campaña del PRI. No cabe duda que las ideas se reciclan y rompen fronteras.

El Partido Demócrata intentó convencer de que Harris siempre defendió a la población, enfrentó a depredadores, estafadores y se opuso a los múltiples intereses especiales. Una de sus promesas menos creíbles fue que, como presidente y desde la Casa Blanca convertida en una gran trinchera, iba a unir a todos los estadunidenses para lograr las más altas aspiraciones. Aunque la candidata no especificó claramente a cuáles se refería. Es aquí donde Bernie Sander, ex candidato progresista, lanza fuerte crítica a la política demócrata: no debería sorprendernos que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él. En México tenemos múltiples ejemplos.

Los partidos políticos van y vienen, y se olvidan que son una herramienta prescindible. En efecto, es el medio más organizado para que el pueblo tome el poder. De otra forma, el partido será un grupo de oportunistas que se apodere del destino de una nación, por la vía pacífica, o por el golpe de Estado, tan socorrido por las mafias apoyadas por Estados Unidos.

En unos días, Trump iniciará su gobierno con la obligación de cumplir sus violentas promesas. Intentará acabar con el enemigo interno (?), acabará con los marxistas (?), con los migrantes sin permiso, los periodistas que denuncien las pestilencias republicanas, los estudiantes progresistas y someterá a todos aquellos grupos que le estorben.

Así que el refrán más vale malo por conocido que bueno por conocer, pierde su sentido esperanzador. En Estados Unidos ni republicanos ni demócratas merecen el beneficio de la duda.

(Colaboró Ruxi Mendieta).

El golpe frustrado: Bolsonaro en estado puro

Eric Nepomuceno | La Jornada

Fueron días intensos gracias a la realización de la Cumbre del G-20, que reunió en Río de Janeiro a las mayores economías del mundo. Hubo imágenes que iban desde el premier francés, Emmanuel Macron, paseando en traje y corbata por la vereda de la playa de Ipanema, al presidente Joe Biden, que llegó retrasado y quedó fuera de la foto oficial del encuentro.

Y eso para no mencionar al primer ministro de Noruega, Jonas Gahr Store, que ostentando un delantal de camarero sirvió albóndigas de bacalao preparadas por él en la cocina de un boliche popular en el barrio bohemio de Santa Teresa.

Lula da Silva apareció exuberante, sonriente en todas las fotos con mandatarios presentes, excepto en la que está saludando al radicalísimo derechista argentino Javier Milei. Ahí aparece un Lula de semblante cerrado.

Hubo buenos acuerdos comerciales con Brasil y otros países; algunos quedaron en suspenso, pero no fueron definitivamente rechazados. O sea: todo estaría plagado de buenas noticias, pero ahí surgió, el jueves 21 de noviembre, la noticia que hizo temblar los cimientos del país.

Ese día se supo que la Policía Federal, especie de FBI local, había enviado al Supremo Tribunal Federal (STF), la instancia máxima de justicia, una denuncia contra 37 personas, en un informe de más de 800 páginas. Además se informó de la prisión de cinco personas, entre ellas dos coroneles retirados y un general también retirado, Mario Fernandes, que integró el grupo de confianza del radical y desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, quien fue presidente de Brasil entre 2019 y 2022.

A Fernandes le tocaría explícitamente asesinar a Alexandre de Moraes, integrante del STF y quien en la época presidía el Tribunal Superior Electoral, que validó la victoria de Lula.

Se conocieron también los nombres de los indiciados por la Policía Federal y que ahora están bajo examen del Supremo Tribunal Federal, que decidirá cuándo enviará el caso a la Fiscalía General de la República, a quien toca formalmente presentar la denuncia al mismo STF o mandar la acusación a los archivos.

Además de Bolsonaro, entre los indiciados están sus asesores más poderosos y allegados, como el general Walter Braga Netto, quien luego de ocupar puestos de primera línea en su gobierno incorporó como vice su candidatura a presidente, así como otro poderosísimo general, Augusto Heleno; el teniente coronel retirado Mauro Cid, edecán del entonces mandatario y su hombre de confianza, hasta Paulo Figueiredo, que vive en Estados Unidos y es nieto del ex dictador João Batista Figueiredo. Aprovechándose de su ascendencia, él trató arduamente de incentivar militares a sumarse al golpe que se tramaba, en noviembre y diciembre de 2022, para impedir que Lula da Silva asumiese la presidencia siguiendo los resultados de las urnas de octubre de aquel año, cuando por estrecho margen derrotó al desequilibrado ultraderechista.

Vale reiterar que entre los indiciados hay de todo, de altos integrantes de la Policía Federal al entonces comandante de la Marina, de asesores civiles a abogados, de un cura católico a un publicitario argentino.

Bolsonaro reaccionó a la noticia siguiendo su estilo único: dijo que el verdadero héroe, el defensor de la democracia, es él por no haberse adherido al movimiento. Faltó explicar por qué no denunció a los golpistas y por qué el acta que convocaba al golpe fue impresa en su despacho presidencial.

Además, quedan algunas otras pendencias por explicar. El plan golpista tenía previsto matar a Lula da Silva; al vicepresidente, Geraldo Alckmin, y a Alexandre de Moraes. Hay documentos que comprueban que quienes preparaban el asesinato de De Moraes hicieron seguidas rondas a su domicilio y lo siguieron varias veces. ¿Dónde estaba la seguridad del juez?

Sobran indicios de que luego del golpe, o sea, de impedir que Lula asumiese la presidencia, abría una especie de junta militar –Braga Netto y Augusto Heleno sin duda, y alguien más– que rápidamente asumiría el efectivo, transformando a Bolsonaro en una especie de muñeco inflado de aire.

¿Por qué no hay orden de prisión contra los dos, si la hubo contra otro conspirador con mucho menos peso e influencia, Mario Fernandes, también general reformado?

Juristas consultados por políticos y medios de comunicación explican que contra Fernandes había pruebas concretas presentadas por la Policía Federal y que ahora hay que esperar qué dicen la Fiscalía General y el STF sobre los otros 37 indiciados, a empezar por Bolsonaro.

Una sensación, sin embargo, se esparce por todo Brasil: a cada día que pasa, el desequilibrado ultraderechista se acerca más y más a las mazmorras.

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