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Sin AMLO no hay Morena

Así que mientras dure AMLO seguirá funcionando Morena, sometiendo a los grupos, corrientes y tribus que la conforman. Hasta ahora se han detectado ocho corrientes dentro del movimiento.

José Gil Olmos | Proceso

Mientras dure Andrés Manuel López Obrador, Morena vivirá. La frase podría entenderse en un sentido lapidario o como una sentencia, pero es una realidad y esa realidad se transformará en cogobierno junto con Claudia Sheinbaum en la Presidencia.

AMLO es la amalgama que une al partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena). AMLO es el eje gravitacional del partido, del gobierno actual y entrante. AMLO es la palabra máxima para los morenistas diputados, senadores, gobernadores y presidentes municipales. AMLO es el dogma y nadie en el partido se atreverá a desacatar su palabra, que es una orden.

Ni su hijo Andrés López Beltrán, Andy, su heredero político en la Secretaría de Organización de su partido, podrá llenar el lugar que tiene su padre. Es tan fuerte y esencial su presencia que a través de Andy AMLO seguirá cogobernando el país junto con Claudia Sheinbaum, pues dicho movimiento, que sigue sin llegar a ser un partido, es la columna, el escudo y la trinchera del gobierno.

La paradoja de esto es que Morena, sin ser un partido consolidado —pues depende de un solo hombre—, ha sido una verdadera sorpresa en la historia política nacional reciente al alcanzar el poder en sólo 13 años, algo que no logró el PAN ni ningún otro partido opositor al PRI.

Bajo la égida de AMLO, Morena vive su mejor momento: tiene la Presidencia de la República, la mayoría en el Congreso de la Unión, gobierna 24 estados, controla 20 congresos locales y otros siete en alianza, tiene 514 municipios de un total de 2 mil 470 y en cuanto a población gobierna el 90% a nivel nacional.

Además, con la reciente aprobación de la reforma judicial enviada por AMLO, tendrán el control del Poder Judicial. Ese poder absoluto es un riesgo a partir de lo que hemos vivido como país en el pasado. “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”, escribió en el siglo pasado lord Acton.

Formalmente Morena se compone por 300 consejeras y consejeros nacionales, de los cuales 200 son electos en el Congreso Nacional Ordinario y 100 lo componen los 32 presidentes, secretarios generales y secretarios de organización de los Comités Estatales, así como el presidente, secretario general y secretario de Organización. Salvo la presidencia y la secretaria de gobierno, a cargo de Luisa María Alcalde y Andy, todo seguirá igual al celebrarse el domingo 22 de septiembre su congreso nacional.

No obstante de que tiene esa composición, todo el peso del movimiento recae en una sola figura, en la de su fundador AMLO, quien a pesar de que ha dicho que se retira de la actividad política, difícilmente se le puede creer que dejará en otras manos lo que construyó desde 2013, cuando fundó Morena haciendo un juego de palabras con la Virgen de Guadalupe, la Virgen Morena.

En este sexenio que ya agoniza, desde el Poder Ejecutivo y ahora en Morena, el presidencialismo se ha fortalecido, es decir, no ha habido un cambio de régimen como tanto se pregonó, sino que el régimen de sistema presidencialista ha alcanzado la cúspide como en los tiempos del PRI hegemónico.

Bajo este presidencialismo fortalecido y centrado en la figura de AMLO, ni una hoja del follaje político se mueve. Insisto, la famosa transformación del régimen fue solamente una frase de campaña porque en los hechos el presidencialismo, es decir, el motor de la política nacional centrado en una sola persona, se robusteció con AMLO.

Pero este presidencialismo omnímodo encarnado en AMLO se extendió hasta el poder legislativo y el judicial donde, a partir de las últimas reformas a la Constitución, la orden de AMLO, no de Claudia Sheinbaum, será acatada como dogma: no se mueve ni una sola coma a sus ideas petrificadas en iniciativas.

En Morena no existe una figura del tamaño de AMLO. De hecho, ningún partido, organización política o ciudadana lo tiene. El poder de AMLO en Morena es absoluto y su correa de transmisión será su hijo Andrés, Andy, como le llaman los seguidores de López Obrador.

Esto significa que Morena no se ha desarrollado institucionalmente. Todos los simpatizantes y militantes del movimiento acatan las órdenes de su líder AMLO, quien ha hecho a su imagen y semejanza al partido.

López Obrador. De salida. Foto: Montserrat López.

Así que mientras dure AMLO seguirá funcionando Morena, sometiendo a los grupos, corrientes y tribus que la conforman. Hasta ahora se han detectado ocho corrientes dentro del movimiento: la de los llamados “puros”, que vienen acompañando a AMLO desde antes de la formación del partido; los experredistas de Alternativa Democrática, liderados por Héctor Bautista; Izquierda Democrática de René Bejarano; la del grupo Texcoco de Higinio Martínez; los “marcelos” de Marcelo Ebrard; los “monrealistas” de Ricardo Monreal; los “berthos” encabezados por Bertha Luján; y los “talibanes” de Yeidckol Polevnsky. Pero se podrían agregar algunas tribus con los seguidores de Noroña, de Brugada, Layda, etc.

Cada uno de estos grupos o tribus tiene su parcela política y de influencia, todos buscan un pedazo de pastel que reparte AMLO. Pero una vez que AMLO ya no esté, desparecerá la amalgama que une al movimiento y esos grupúsculos con sus liderazgos darán la batalla por apoderarse de Morena. Será una especie de autofagia.

Por cierto… “Haiga sido como haiga sido” (Calderón dixit), los nuevos héroes de Morena son la familia Yunes, ese clan y cacicazgo de Veracruz que lleva a cuestas una cauda de denuncias de corrupción, negocios inmobiliarios en Boca del Río, pederastia, fraude procesal y daño patrimonial. Arropados por Morena, dieron su voto a favor de la reforma judicial. Esto es lo que festejan en Morena, la traición como máxima de la política mexicana. Paradoja de la historia: Tanto odio a Calderón que terminan asemejándose.

Nadando entre tiburones

Antes, como antes; ahora, como ahora

Víctor Beltri | Excelsior

Viva México.

México se ha convertido en un país a la deriva. El capitán perdió la brújula desde hace tiempo, y decidió someter los mapas a votación, justo antes de abandonar el barco: la tripulación decidió confiar en el instinto de quien les habló al oído y repartió dinero, y, así, lo que en algún momento fue un poderoso buque hoy no es más que una barcaza al garete.

Al garete, literalmente. El titular del Ejecutivo demolió los contrapesos que le representaban un estorbo, convencido de que navegar sin anclas le permitiría llegar más pronto a su destino: el presidente se equivocó, aunque ahora festeje, y en su error —con la culpable participación de quienes advirtieron el peligro, pero siguieron apoyando el desatino— nos terminará arrastrando a todos. El sexenio termina con una transformación profunda, como lo anunció desde el inicio de su mandato: el daño ya está hecho, y las repercusiones de este episodio obscuro de la Historia serán sufridas por generaciones enteras.

Fracasó la oposición, fracasaron los medios. Fracasó la ciudadanía, así como fracasó el sistema que construimos sin considerar dique alguno para contener a un gobernante desquiciado. Fracasamos todos en realidad, incluyendo a quienes hoy festejan creyendo que se alzaron con alguna clase de triunfo: el Presidente vive sus mayores momentos de desmesura, en las postrimerías de un gobierno que bien merecía un final distinto. El mandatario logró todo lo que quería, sin darse cuenta que quería demasiado.

México es hoy un país dividido, en el que el fanatismo de ambos bandos nos impide atisbar el peligro que enfrentamos: la capitana recibirá el timón de una embarcación que ha perdido el rumbo, en aguas revueltas, y se enfila sin control alguno hacia la tormenta perfecta. Andrés Manuel pudo haber dejado un país mejor, con una actitud distinta: el Presidente lo tenía todo para convertirse en el prócer que siempre quiso ser, pero no supo entender lo que podría haber logrado de haber sabido encauzar su carisma hacia las causas correctas. López Obrador apostó al encono durante todo su mandato, y dobló la apuesta con la sobrerrepresentación y la reforma al Poder Judicial: al sexenio le restan dos semanas todavía, y el mandatario tratará de exprimir el poder hasta el último minuto. La hubris del autócrata.

Hasta el último minuto. México está al garete, mientras que en la frontera norte se asoma la tempestad: el proceso electoral norteamericano se calienta por instantes, y nuestro país estará en el ojo del huracán muy pronto. La crisis de salud causada por el fentanilo es una de las principales preocupaciones para la ciudadanía estadunidense, y ambos candidatos han tratado de aprovecharse del tema: la detención y encausamiento de los líderes del Cártel de Sinaloa se convertirá en la narrativa principal durante la etapa final de las campañas.

Es mucho lo que se juega el próximo 5 de noviembre, y la fiscal no sólo lo sabe sino que parece tener armado su caso: la lucha será encarnizada, y sus efectos colaterales salpicarán hasta nuestro territorio. Las piezas de dominó caerán, una a una, empujando a la siguiente: la primera se desplomará el próximo 30 de septiembre, cuando Joaquín Guzmán López rinda su declaración ante las autoridades norteamericanas a unas horas de que termine la administración en funciones. De ahí, lo que venga para quien nunca quiso ser amigo y abrió las puertas del patio trasero a la peor escoria del planeta: antes como antes, y ahora como ahora, será —sin duda alguna— la política estadunidense hacia nuestro país a partir de octubre.

México se ha convertido en un país a la deriva: en el bote, sin embargo, vamos todos. El Presidente tratará de dividirnos aún más, sin importar que el barco se hunda: la tempestad se aproxima, sin embargo, y tendremos que encontrar acuerdos sociales distintos para hacer frente a una realidad que todavía es inconcebible. Antes, como antes; ahora, como ahora.

Razones

Garza Sada: un crimen de Estado

La muerte del presidente de la Cervecería Cuauhtémoc y líder empresarial del llamado grupo Monterrey, ocurrió el 17 de septiembre de 1973 tras un frustrado intento de secuestro por una célula guerrillera.

Jorge Fernández Menéndez | Excelsior

Mañana se cumplen 51 años del asesinato del empresario Eugenio Garza Sada, muerto en un intento de secuestro en Monterrey. Hay dos tipos de impunidades: las que simplemente dejan los crímenes sin castigo alguno, y lan que aparentan hacer justicia castigando a algunos responsables, pero jamás tocan a quienes los instigaron y permitieron.

Hemos tenido muchos crímenes de este tipo en nuestro país. Queda claro que Mario Aburto mató a Luis Donaldo Colosio, pero nunca hemos sabido a ciencia cierta quién o qué lo llevó a cometer ese crimen. Sabemos que Daniel Aguilar Treviño mató a José Francisco Ruiz Massieu y sabemos quién lo contrató, pero nunca hemos conocido los móviles y los verdaderos responsables de esa muerte.

Uno de esos casos en que la responsabilidad política ha quedado impune es el asesinato de hace 51 años de don Eugenio Garza Sada. Sin embargo, sí sabemos quiénes fueron los responsables de esa muerte. Lo contamos aquí y lo publicamos en el libro Nadie supo nada, la verdadera historia del asesinato de Eugenio Garza Sada (Grijalbo, 2006), del que sacamos una edición muy ampliada y actualizada en 2020.

Años antes, revisando la documentación de la Dirección Federal de Seguridad que había sido trasladada al Archivo General de la Nación, en el antiguo Palacio de Lecumberri, a mediados del gobierno de Fox, había encontrado los documentos que permitían confirmar que la muerte del presidente de la Cervecería Cuauhtémoc y líder empresarial del llamado grupo Monterrey, ocurrido el 17 de septiembre de 1973 tras un frustrado intento de secuestro por una célula guerrillera, había sido una acción consentida, conocida previamente y realizada con el visto bueno del gobierno en turno, que encabezaba Luis Echeverría.

En el documento de la DFS desclasificado y marcado con el expediente 11-219-972, en el legajo dos, hojas 46 y 47, se puede leer un detallado informe enviado por el representante de la DFS en Nuevo León, Ricardo Condelle Gómez, titulado “Planes de secuestro de los industriales Eugenio Garza Sada y Alejandro Garza Lagüera”. El documento está fechado el 22 de febrero de 1972, un año y medio antes de los hechos.

Allí dice que Manuel Saldaña Quiñonez (alias Leonel) “que fue reclutado, sostiene el documento, como profesional de la guerrilla por Héctor Escamilla Lira (alias Víctor) en septiembre de 1971”, era informante de la DFS. En el documento se describe con pelos y señales lo que ocurría en la “casa número 18, apartamento 5 de Casas Grandes, colonia Narvarte”, donde vivían y se reunían los dirigentes de la organización que con el paso del tiempo se transformó en la Liga Comunista 23 de septiembre.

En el documento se relata el contenido de las reuniones y se dice que “aproximadamente el 4 de diciembre (de 1971) efectuaron una junta donde (…) propusieron efectuar el secuestro de una persona que pagara inmediatamente un rescate de varios millones de pesos para comprar más armas y una radiodifusora para la transmisión clandestina de mensajes revolucionarios…”.

Se designó a Héctor Escamilla Lira como responsable de la operación. También a un grupo de entre 10 y 12 personas para efectuar el operativo. Todos están identificados en ése y en documentos posteriores. En uno de ellos, de febrero del 72, se dice que “el 8 de diciembre del 71, Leonel regresó a Monterrey y supo por boca de Víctor (Escamilla Lira) que los señores Eugenio Garza Sada y Alejandro Garza Lagüera, serían las personas que el grupo trataría de secuestrar”.

Escamilla Lira fue detenido mucho más tarde en Culiacán. En su declaración ratificó y amplió el informe confidencial que había recibido la DFS. Dice que se volvió a encontrar con Leonel antes del secuestro y que éste había admitido que había sido detenido y “se había visto obligado denunciar al exponente (o sea a Escamilla) como uno de los participantes” en el comando y que “obtuvo su libertad mediante el compromiso de continuar proporcionando información a la policía”. Escamilla era vigilado, dicen los documentos, por la DFS, pero no fue detenido para que continuara con su plan. En Monterrey, según su testimonio, Escamilla se alojó en la casa de Jesús Piedra Ibarra, el hijo de Rosario Ibarra de Piedra, quien posteriormente sería desaparecido. Escamilla confesó que él tenía la responsabilidad de vigilar los movimientos de Garza Sada y de organizar el secuestro. Que él mismo decidió el lugar y la fecha del operativo, pero que unos días antes del mismo fue enviado a Tampico porque la célula en la que participaba consideraba “que ya había sido descubierto por la policía”.

Aunque la célula encargada del secuestro siguió viviendo en sus mismas casas y no se modificó ni la fecha ni la hora ni el lugar del operativo, no fueron detenidos. Siguieron adelante con su plan. Garza Sada y su chofer fueron asesinados cuando se enfrentaron a los secuestradores.

La historia es mucho más amplia, pero confirma que en el intento de secuestro y asesinato había habido participación y tolerancia del gobierno de Luis Echeverría, incluso que conocía previamente al detalle lo que ocurriría. No hizo nada. Han pasado 51 años, el caso sigue impune. Y es un ejemplo de cómo, vía la mezquindad y la violencia, se puede descomponer un régimen y una sociedad, un germen que sigue estando presente entre nosotros.

De naturaleza política

Ante la falta de gobierno, Culiacán arde…

Enrique Aranda | Excelsior

Celebremos la independencia…¡ahora en riesgo!

Evidencia, una más, del fracaso de su irrisoria propuesta de abrazos,  no balazos del saliente régimen del trato con las bandas del crimen organizado y, de lo que constituye hoy el entorno de la auténtica guerra que prevalece en Culiacán, Sinaloa, donde el (des)gobierno, encabezado por el impresentable Rubén Rocha Moya, sigue dando muestras de incapacidad e indolencia, cuando no de complicidad con aquellas, mientras elementos de las Fuerzas Armadas, cientos de la inútil Guardia Nacional incluidos, cumplen el triste papel de simples observadores de lo que ahí sucede…

Luego de una semana entera “bajo fuego” y la confirmación de medio centenar de muertos de los otrora aliados herederos de los ahora presos (en Estados Unidos, se entiende) Joaquín El Chapo Guzmán Loera, Los Chapitos y de Ismael Mayo Zambada García, Los Mayitos, la ciudadanía continúa esperando que autoridades de alguno de los tres niveles de gobierno, de extracción morenista todas ellas, hagan algo por detener la conflagración que, un día sí y otro igualmente, en los siete últimos días siembra el terror y baña de sangre la ciudad.

Que hagan algo por resolver el asunto o, como dirían no pocos, que levanten la voz al menos, pero no para negar o minimizar lo que sucede ni para sugerirles que se cuiden y no salgan de su casa como lo hizo el inútil y corrupto gobernador o, tristemente, como lo hizo el mismísimo inquilino de Palacio, Andrés Manuel López Obrador, que, luego de culpar a los medios, otra vez, de exagerar los hechos —“considero que la violencia no es ahora un asunto mayor”, dijo apenas el viernes— con el propósito de dañar la imagen de su saliente administración debió aceptar la dramática realidad que se vive en Sinaloa y, entonces sí, envió un mensaje a los sicarios y sus líderes.

Un mensaje, vale decir que, de no haber sido pronunciado en las condiciones que referimos parecería una mala broma, incluso movería a risa: a los grupos criminales enfrentados en Culiacán, expuso el tabasqueño en el marco de su tradicional mañanera del pasado viernes, les invito “a actuar con un mínimo de responsabilidad (porque también) es su familia, son sus paisanos, en su municipio, es su estado y es su país” y luego, cuestionado sobre si su llamado sería atendido, externó su convicción, pues “el Presidente de México (siempre) es escuchado, (y) más si tiene autoridad moral”.

Ayer, el sonido de los disparos producto de los enfrentamientos entre sicarios de uno y otro de los bandos continuaba escuchándose, al igual que seguía la localización de cadáveres con evidentes muestras de violencia…

 ASTERISCOS

* En Michoacán, mientras tanto, productores de limón decidieron abandonar sus campos y cosechas en protesta por la creciente violencia y extorsión continua de las que son víctimas, mientras, también ahí, las autoridades estatales, encabezadas por el moreno Alfredo Ramírez Bedolla, prefieren cerrar los ojos y les recomiendan optar por contratar, ellos, servicios privados de seguridad. Uf…

* Apenas después de concluir los festejos patrios, la comisión responsable de coordinar la cada vez más urgente elección de una nueva dirigencia en Acción Nacional, que encabeza Ana Teresa Aranda, deberán reunirse para concluir el conteo de firmas de apoyo a los aspirantes hasta ahora registrados Jorge Romero Herrera y Adriana Dávila, y dar el banderazo de salida a las campañas de uno y otro, pues no se prevén más aspirantes…

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