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¿Presidenta Harris?

Kamala Harris ha tenido una poderosa irrupción en escena. Sin embargo, todavía tiene mucho camino por delante. Recordemos debido al funcionamiento del Colegio Electoral, en Estados Unidos no es necesario ni suficiente ganar el voto popular para ser presidente.

Antonio Salgado Borge * | Proceso

Kamala Harris será la candidata del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Su inminente postulación ha generado un fenómeno sin precedente: de la noche a la mañana los demócratas se han convencido de que pueden ganar, e incluso arrasar, a Trump y los republicanos. Atrás quedó la sensación de una inevitable derrota anunciada.

La pregunta obligada es si el sentimiento que ha invadido al partido demócrata está justificado. Y es que, a menos de 100 días de las elecciones, las encuestas disponibles todavía muestran a Trump como puntero en la carrera por la presidencia.

Para responder a esta pregunta, empecemos notando que la emoción de los demócratas tiene una base inmediata.

El ascenso de Harris ha representado una evidente inyección anímica para su partido. Los demócratas estaban instalados en un fatalismo derivado de un largo y lento declive de las posibilidades de Joe Biden. No hace falta gran sagacidad para concluir que, de mantenerse como candidato el actual presidente, su partido no iba a llegar a ningún lado.

Kamala Harris ofrece una nueva oportunidad. Prueba de ello es la irrupción espectacular en el terreno de las redes sociales. Mucho se ha hablado de la viralización de memes basados en videos antiguos de la demócrata bailando o riendo de sus propias bromas. Estas imágenes, que en el pasado habían sido utilizadas por sus rivales para presentarla como poco seria, han sido resignificados positivamente por las personas más jóvenes. 

A ello hay que sumar las encuestas difundidas, que muestran una mejora relevante de las posibilidades del Partido Demócrata desde que Kamala Harris se apuntó para reemplazar a Joe Biden como candidato. Para ser claro, no hay encuesta alguna que indique que, de ser hoy las elecciones, los demócratas mantendrían la presidencia. Sin embargo, es evidente que el despegue de Trump se ha detenido y que Harris es quien tiene ahora la tendencia ascendente.

Aunque es muy pronto para determinar si este fenómeno se mantendrá o será decisivo, su existencia ha hecho sonar las señales de alarma en el círculo trumpista. 

Hace apenas un par de semanas, el Partido Republicano celebró una convención en medio de un ámbito marcado por el exceso de confianza y el triunfalismo. Y no era para menos. Las encuestas le favorecían, la mayoría del electorado estaba preocupado por la edad de Biden, y las actuaciones del presidente se encargaron de mostrar que estas preocupaciones estaban sobradamente fundadas. Trump estaba preparado para enfrentar a un rival octogenario, débil y poco combativo. 

Ahora ese expresidente se muestra irritable, agresivo y exasperado ante la necesidad de adaptar su estrategia para enfrentar a una mujer más joven, combativa y con carisma.

Kamala Harris ha tenido una poderosa irrupción en escena. Sin embargo, todavía tiene mucho camino por delante. Recordemos debido al funcionamiento del Colegio Electoral, en Estados Unidos no es necesario ni suficiente ganar el voto popular para ser presidente. Lo que se requiere es ganar un número de estados suficientes para alcanzar 270 votos en ese organismo.

En realidad, son siete los estados en juego. Por una parte, están los estados del llamado “rust belt”:  Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Por el otro, los del “sun belt”: Arizona, Carolina del Norte, Georgia y Nevada. Aunque existen distintas combinaciones que podrían llevar al Partido Demócrata a la presidencia, con Biden como candidato la apuesta era por ganar el primer grupo de estados. 

En una lectura positiva, la eventual candidatura de Harris, apoyada marcadamente por personas negras y latinas, podría abrir la puerta a triunfos en estados del segundo grupo que parecían imposibles para Biden.

Sin embargo, dado que el número de votos electorales que corresponden al “rust belt” es mayor, los Demócratas muy probablemente necesitarán ganar en al menos uno de esos estados. Biden, un hombre blanco, moderado y nacido en Pensilvania, parecía ideal para apelar a los electores de esa región; esa fue la apuesta principal detrás de su candidatura en 2020. Pero está por verse si Harris, una mujer biracial que hizo su carrera en California podrá lograrlo.

Me parece que el optimismo demócrata tiene un fundamento que no ha sido lo suficientemente reconocido: la capacidad autodestructiva de sus rivales.

Y es que, ante el surgimiento de Kamala Harris, Donald Trump y el partido que ha secuestrado tenían sobre la mesa dos opciones principales. La primera era moderarse. Esta estrategia conservadora implicaba reconocer la atracción que su rival tiene entre las personas jóvenes, latinas o negras, pero intentar perder los menos votos posibles cortejando a estos sectores del electorado. Pero, sobre todo, evitar que estos grupos se galvanicen y salgan masivamente a votar en favor de Harris.

La segunda opción era pisar el acelerador y radicalizarse. Esta estrategia implicaba intentar arrollar a su nueva rival, tal como lo hicieron exitosamente con Biden. 

Desde luego, la selección de esta estrategia radical implica encontrar nuevas líneas de ataque: claramente la edad, la senilidad y la debilidad atribuidas al actual presidente no son aplicables a Harris. Y es fácil ver que para un grupo de personas sexistas y racistas, lo más natural es atacar con base en asuntos raciales, sexuales o de género. 

Trump y el Partido Republicano ya han insinuado su disposición a revolcarse en esa pila de estiércol. Y es que, todo parece indicar, no se contendrán de utilizar ataques racistas y sexistas contra Harris. Ejemplo de lo primero es la insistencia en presentarla como un “EDI hire”; esto es, como alguien que ha sido reclutada para cubrir con las apariencias de diversidad e inclusión, y no por sus méritos profesionales. 

Ejemplo de lo segundo es la afirmación de que la demócrata ha ascendido profesionalmente con base en favores sexuales. Esto pese a que Harris tiene una carrera brillante y llena de méritos que contrasta con las trayectorias de su rival.

Tampoco ayuda a los republicanos el haber elegido a JD Vance como candidato a la vicepresidencia. Aunque este republicano era un feroz opositor a Trump, desde hace al menos un par de años se reinventó como una versión más joven, y más conservadora, de ese expresidente. 

Por ejemplo, Vance afirmó que Harris era una de las muchas demócratas solteronas sin hijos y con gatos que querían hacer a todo su país miserable. También dijo que las personas que no tienen hijos no deberían tener derecho a decidir el futuro de su país.

Es pronto para saber a ciencia cierta si los elementos aquí analizados se mantendrán en los próximos meses.

Kamala Harris ofrece a los demócratas una nueva oportunidad, su campaña ha arrancado con el pie derecho y ha logrado que millones de personas se sientan esperanzadas. Una mujer joven, no blanca, independiente, profesionalmente exitosa, alegre y experta en justicia podría ser su próxima presidenta.

Trump y los republicanos claramente no estaban preparados para librar una batalla en condiciones semejantes. Sorprendidos, lo único que han podido hacer es refugiarse en sus instintos racistas y sexistas que tanto complacen a su base. Y dados los conocidos complejos de Trump, un cambio de estrategia es improbable.

En este contexto es fácil ver por qué los demócratas están emocionados, y entender que su optimismo está, al menos por ahora, sobradamente justificado.

* Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham.

El drama de Chiapas y la abandonada frontera sur

Mario Luis Fuentes | Excelsior

Chiapas es un estado imprescindible para el desarrollo nacional mexicano. Alberga nada menos que alrededor del 30% de las reservas de agua dulce disponibles en México, así como varios de los ecosistemas de mayor riqueza y complejidad para el país. Culturalmente es uno de los estados igualmente con mayor diversidad y riquezas arqueológicas, y en su territorio se resguardan varias de las lenguas indígenas que forman parte del patrimonio cultural intangible mexicano.

Ancestralmente, Chiapas ha sido al mismo tiempo un territorio plagado de injusticias y de dinámicas de exclusión y segregación social inenarrables. El abandono en que se encuentran miles de sus localidades más pequeñas y el rezago social que persiste en las zonas y localidades urbanas sigue siendo de los más profundos que persisten en nuestra realidad.

En medio de esa complejidad, se suma ahora el factor de la violencia armada del crimen organizado, frente a la cual han sucumbido incluso las estructuras de organización comunitaria que construyeron durante décadas y que se articularon en algún momento en torno al EZLN y a otras organizaciones, tanto guerrilleras como de acción comunitaria.

Ahora lo que priva es el caos y el terror en diversas localidades donde lo único que queda es el exilio. Las imágenes y testimonios de las familias que tienen que huir a territorio guatemalteco ante la amenaza permanente de los delincuentes es signo de una realidad dolorosa, pero también que significa una nueva línea de quiebre para el Estado mexicano, pues de ningún lado de nuestras fronteras puede garantizar la seguridad ni de quienes atraviesan el territorio nacional viniendo de otros países ni de nuestros propios connacionales.

Una de las cuestiones semánticas que son relevantes en este escenario es la insistencia en la fuerza y presencia del crimen organizado en la región; pero eso sólo ha podido ocurrir ante la cesión del territorio y los espacios más relevantes de parte del Estado mexicano. Hay, por decir lo menos, una permisividad inédita de las fuerzas del orden para que los criminales actúen y controlen todo aquello que les permite el desarrollo de sus actividades, entre las que se encuentra, sin duda alguna, el control de todos los tráficos ilícitos que se dan a través de toda la frontera sur, la cual tiene más de 1,300 kilómetros de extensión.

Es sabido que hay tramos y puntos de cruce fronterizo en los cuales la única presencia del Estado son algunas casetas de vigilancia, a medio derruir, abandonadas y en las cuales se sintetiza la diluida y menguada presencia estatal mexicana en esa región del país, generando una de las fronteras más “porosas” que hay en las regiones de mayor potencia económica del mundo, si se considera que somos los principales socios comerciales de la principal potencia económica planetaria.

De esta forma, a las ancestrales condiciones de apremio y abandono que se han vivido en Chiapas se suman ahora las peores amenazas, pues provienen de grupos abiertamente delincuenciales que no tienen otra motivación que socavar el orden legal y obtener la mayor cantidad de beneficios y ganancias ilícitas a costa incluso de la vida y la posibilidad de habitar en comunidades enteras.

El despojo, la extorsión, el secuestro, la desaparición forzada, la trata de personas, el tráfico ilícito de personas migrantes, son sólo algunas de las formas en cómo el crimen se despliega y desarrolla en esa región del país; y todo en medio del abandono de las autoridades de todos los niveles e, incluso, la captura de algunas de ellas en el ámbito de lo municipal, sobre todo en aquellas demarcaciones de mayor aislamiento territorial y de mayor interés de control de los grupos criminales en función de sus intereses y redes de negocios.

A diferencia de lo que ocurre en otras regiones del país, los resultados de una crisis como ésta en Chiapas pueden ser auténticamente explosivos. Por ello no debe haber más dilación en el actuar del Estado y, sin duda, debe ser uno de los puntos prioritarios de atención del nuevo gobierno.

Nadando entre tiburones

La confianza se perdió

Víctor Beltri | Excelsior

El juego cambió en un instante. Las preguntas se acumulaban desde la tarde anterior, cuando la noticia se había difundido en las redes sociales y los medios de comunicación: al día siguiente, en la conferencia mañanera, la expresión en el rostro del Presidente de la República —y de su secretaria de Seguridad— no dejaba lugar a duda. Sabían lo que sabían: en realidad, no sabían nada.

Y siguen, todavía, sin saberlo. La detención del Mayo Zambada no sólo es el fracaso más visible de una política de seguridad que nunca funcionó, sino que constituye un parteaguas tanto para la relación bilateral como para la política interna de nuestro país. La confianza en el gobierno se rompió, y el Presidente que comenzó su mandato asegurando que “nada ocurría en este país sin su conocimiento” el viernes pasado prefirió colocarse en un segundo plano y dejar que fuera su secretaria de Seguridad quien admitiera que la operación se había desarrollado completamente a sus espaldas, y aún no contaban con información suficiente.

El Presidente no dijo nada, porque no tenía nada que decir: es muy pronto todavía para saber lo que pasó, pero es muy claro en este momento quién ha quedado exhibido en esta gran farsa. La confianza se perdió hace tiempo, y el gobierno norteamericano prefirió operar a espaldas de sus homólogos mexicanos aun a sabiendas de los riesgos que implicaba y las consecuencias que tendría que enfrentar. La reacción del gobierno mexicano subirá de tono conforme se conozcan los detalles de la captura: la confianza está rota, sin embargo, y la operación sin aviso previo servirá también para marcar las reglas del juego a una administración que ahora se sabe en riesgo, aún antes de iniciar funciones.

El juego cambió en un instante. En unos cuantos días, en no más de una semana. El “amigo” Trump ya no lo es tanto, aunque López Obrador lo defienda desde sus conferencias mañaneras; el “socio y amigo” mexicano dejó de ser considerado así hace tiempo, desde el momento en que se planeó una operación secreta de primer nivel a sus espaldas. La confianza se perdió, y el gobierno norteamericano le perdió el respeto al Presidente en funciones; la confianza se perdió, y los aliados principales del candidato republicano han puesto en pausa el interés por invertir en México. La confianza se perdió para nuestro país, y el responsable tiene nombre y apellido.

La confianza internacional se perdió, y será difícil recuperarla; los equilibrios internos se han roto, y será imposible restablecerlos de forma que puedan apuntalar un proyecto que se creía invencible todavía hace unos días, tras los resultados electorales. La Cuarta Transformación es un gigante con pies de barro cuya fortaleza se desmorona antes de que termine su primer gobierno, y que se verá obligado a reinventarse desde el primer día de la administración de quien habrá de encabezar el próximo mandato. La detención de Zambada se utilizará en EU —sin duda alguna— con fines electorales, pero ésa no será su única consecuencia: los estadunidenses ahora cuentan con una verdadera enciclopedia del crimen organizado en nuestro país, y la información que se habrá de revelar fluirá conforme convenga a sus propios intereses.

El juego cambió en un instante. En unos cuantos días, en no más de una semana. Hoy, los gringos saben que pueden entrar a nuestro territorio sin realizar un solo disparo, y buscar justicia a pesar de nuestro gobierno; hoy nosotros lo sabemos también, aunque el Presidente —y su administración— sigan guardando un silencio culposo. Hoy, los gringos conocen mejor que nosotros lo peor de nuestro sistema político, y las entrañas de sus pactos más inconfesables; el juego cambió en un instante, sin embargo, y en muy poco tiempo habremos de saberlo nosotros también. La confianza, simplemente, se perdió. Y se seguirá perdiendo.

Astillero

A conveniencia de ambas naciones // Versión de traición de El Chapito // Sheinbaum ofrece no olvidar // 43: más promesas, menos esperanzas

Julio Hernández López | La Jornada

La versión de El Chapito traidor, que chamaqueó al curtido Mayo y permitió el volitivo arribo por vía aérea de dos preciadas piezas a Estados Unidos, conviene a los dos países involucrados: al vecino porque elude responsabilidad en las maniobras verbales y físicas realizadas en territorio extranjero, al atribuir todo a rencillas, infidelidades y vilezas entre particulares que terminaron aterrizando en Texas, y a México porque también elude responsabilidades, al asentar que no tuvo participación alguna en lo acontecido en su suelo y que no tiene mayor conocimiento preciso que el que el propio vecino le está suministrando.

En ese insólito campo de cultivo se multiplican las versiones y las especulaciones: desde las que hablan de un secuestro violento que contra el capo envejecido habría cometido el minicapo juvenil, acompañado de personas armadas y con uniformes militares (incluso, con presencia de presuntos agentes estadunidenses, según algunos relatos), hasta las que suponen acuerdos secretos para dar tributo electoral a Biden-Harris, o las que creen adivinar intenciones flamígeras del imperio vecino contra políticos, narcotraficantes y gobernantes mexicanos (unos, vaticinan acciones contra Calderón; otros, contra López Obrador).

Nada en firme hay hasta ahora, más que el traslado de activos del gran negocio nacional a las cuentas gringas, de múltiples intenciones posibles y la expectativa respecto a confrontaciones entre bandos criminales (si realmente hubiera traiciones).

Por otra parte, centrada la atención en los dos viajeros aéreos extrañamente llegados a Estados Unidos, menor observación se ha puesto al también misterioso caso de Héctor Melesio Cuén Ojeda, el polémico político sinaloense ejecutado en Culiacán horas después del arribo a un aeropuerto texano de Ismael Zambada y Joaquín Guzmán López.

La versión oficial de la fiscalía sinaloense habla de un intento de robo de la camioneta en que se trasladaba Cuén Ojeda, acompañado del hijo del presidente actual del partido local que Héctor Melesio fundó y controlaba, el Sinaloense. Según lo difundido por la citada fiscalía como declaración del acompañante, en una estación de gasolina un par de asaltantes pidieron las llaves del vehículo y, ante la negativa de Cuén y en medio de un forcejeo, éste recibió disparos en las piernas y, desangrado, murió en un hospital poco después.

De acuerdo con tales primeras versiones oficiales, el personaje, que era el más enconado adversario político del actual gobernador morenista, Rubén Rocha Moya, había pasado horas en una finca rural al norte de Culiacán en espera de unos abogados, que nunca llegaron, con los que iba a tratar ciertos asuntos. Los periodistas Ian Grillo y Juan Alberto Cedillo, por su parte, publicaron ayer los detalles que les habría dicho un informante, guardado en el anonimato. Entre ellos, que a El Mayo Zambada, ya con el propósito de secuestrarlo y llevarlo a Estados Unidos, lo habían citado a una reunión en la que estarían El Chapito Joaquín y el mencionado Cuén Ojeda.

En el ámbito de la Universidad Autónoma de Sinaloa, donde había sido rector, el asesinado era considerado un cacique, según definición del propio Rocha Moya, quien aún así lo incorporó como aliado en su campaña para la gubernatura del estado y luego lo premió con la Secretaría de Salud, que luego, ya en franco choque político, le retiró. Cuén Ojeda fue presidente municipal de Culiacán y, a nombre del PRI, iba a llegar a San Lázaro, donde, según sus cercanos, iba a ser una potente voz de denuncia del mal gobierno de Rocha Moya.

Y, mientras se han reunido el Presidente saliente y la presidenta entrante con familiares, abogados y defensores de derechos humanos del caso Ayotzinapa, sin mayor avance que se hubiera difundido, entrampado todo entre las promesas (renovadas) y las esperanzas (desfallecientes).

México, SA

Otro capítulo del narcoculebrón // Gringos no sabían, pero sí sabían // ¿Operaron sus agentes en México?

Carlos Fernández-Vega | La Jornada

Sigue el fétido narcoculebrón: ¿captura, entrega, rendición negociada u obligada, secuestro de uno a cambio de privilegios para otro, traiciones…? Dicen los gringos que no sabían, pero sí tenían el detalle; aseguran que la DEA no participó, pero sí metió la garra; el Departamento de Justicia informa al gobierno mexicano del operativo, pero con más dudas que precisiones; López Obrador lo califica de insuficiente y exige detalles, aunque los del otro lado fingen demencia y no lo aportan; Ovidio sigue preso, pero con cambio de medida cautelar, aunque quién sabe si negoció ser testigo protegido, etcétera, etcétera.

Seis días después del operativo de referencia, lo único cierto, con todas las dudas, es que Ismael El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, hijo de El Chapo, fueron apresados (se supone) en territorio estadunidense, todo en medio de una telenovela informativa que no termina de cuajar, y no por falta de elementos, sino porque una de las partes, la gringa, juega al tío Lolo sobre cómo y dónde se armó.

En la mañanera de ayer, el presidente López Obrador subrayó: Necesitamos saber todo, porque los abogados dicen que un hijo de Guzmán Loera fue el que lo detuvo. Eso dicen los abogados de Zambada; queremos saber si fue él con quién. Porque también dice que con uniforme militar. ¿Un uniforme militar de México, de Estados Unidos? ¿En qué sitio fue? ¿En dónde? Nosotros tenemos la información, esa sí confirmada, de que no intervino el Ejército Mexicano ni la Secretaría de Marina, confirmado; ni la Guardia Nacional.

Pareciera que un hada madrina de la justicia divina organizó todo el operativo, tanto en territorio mexicano como estadunidense, y con su varita armó el vuelo con un solo pasajero, lo convirtió en dos, transformó la aeronave original en otra, borró al piloto del mapa, sigilosamente la hizo cruzar la frontera sin ningún tipo de alerta o advertencia de la torre de control del aeropuerto en el que finalmente aterrizó y ¡sorpresa!: bajaron Zambada y el Chapito, y por pura casualidad ahí estaba presente un nutrido grupo de agentes gringos que no estaba enterado de nada, pero que de inmediato supo de qué se trataba y depositó a esa pareja tras las rejas. Magia de primer mundo.

El mandatario mexicano dijo que podría recurrir a lo que queda de Joe Biden en caso de que el Departamento de Justicia no entregue información completa, aunque confió en que finalmente se la proporcionará. Me imagino que están consultando, pero también esperaban que nosotros definiéramos esta situación y creo que está quedando de manifiesto que queremos toda la información. Además, dijo, no puedo descartar que las agencias estadunidenses metieron la mano en territorio mexicano, pero tenemos que esperar a que nos informen cómo fue esta situación. Lo mejor es la información, para que no se caiga en conjeturas, en especulaciones. Bueno, pero ¿en serio cree que lo van a reconocer?

En vía de mientras, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, informó que el gobierno mexicano solicitó al Departamento estadunidense de Justicia un informe oficial de las conductas en territorio nacional, así como planes de vuelo y circunstancias de tiempo, modo y lugar de cada hecho, y de esa información que nada aclara destacó lo siguiente:

Estados Unidos sabía que Guzmán López consideraba rendirse y fue informado de que lo haría el pasado jueves al ingresar a su territorio en un vuelo privado; no tuvimos un aviso previo ni confirmación; una vez que el avión estaba en el aire, fue notificado (¿por quién?) de que Zambada podría estar en la aeronave; el vuelo en sí no fue planeado por agencia gubernamental estadunidense alguna; una vez alertadas, después de que el avión despegó, las autoridades estadunidenses llegaron a la aeronave una vez que aterrizó; tenía dos pasajeros que detuvieron al bajar del avión”. El gobierno mexicano “fue notificado al confirmarse de quiénes se trataba.

Entonces, como se constata, el guion gringo es de ínfima calidad.

Las rebanadas del pastel

No es lo mismo que lo mesmo: nueve gobiernos ultraderechistas de América Latina libremente condenaron al unísono el genocidio en Palestina, los 40 mil asesinados (niños, la mitad de ellos) por Benjamín Netanyahu con financiamiento y armas estadunidenses… Perdón, perdón, no fue así. Va de nuevo: nueve gobiernos ultraderechistas de América Latina, bajo la batuta de Estados Unidos, condenaron a coro el proceso electoral venezolano y exigen cuentas a Nicolás Maduro, quien a su vez denuncia intento de golpe de Estado.

Yo sí reconozco los resultados del CNE en Venezuela

Marcos Roitman Rosenmann | La Jornada

Quien sepa el funcionamiento dl Consejo Nacional Electoral (CNE) en Venezuela, el sistema de votación, recuento de votos y comprobación de actas, no puede albergar dudas sobre los resultados emitidos. Desde la Constitución de 1998, tiene el rango de quinto poder del Estado, junto al Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Moral. Su actuación es fiscalizada por los partidos políticos que participan de la vida política del país. Más allá de exabruptos, es una de las instituciones que gozan de mayor prestigio internacional, tanto por su tecnología como los mecanismos para tabular los datos.

El CNE es salvaguarda de los derechos democráticos de los ciudadanos venezolanos cuando se trata de ejercer su derecho a voto. Tan fiable como el francés, español o italiano. Cualquier sospecha conlleva sospechar de Francia, Italia, España, Alemania, Holanda o Gran Bretaña. Han sido muchas las elecciones celebradas en la República Bolivariana de Venezuela, donde el CNE ha sido garante de los resultados. Sean región

les, parlamentarias, presidenciales o plebiscitarias, siempre han actuado con rigor. En ocasiones han ganado los partidos opositores, en otras la coalición de gobierno. Pero siempre han respetado escrupulosamente la voluntad expresada en las urnas. No es de extrañar que uno de los juristas más respetados y reconocidos internacionalmente, por su trabajo en la defensa de los derechos humanos, premio Nobel alternativo Joan Garcés Ramón, haya escrito este 29 de julio, en X: En Caracas he presenciado el proceso electoral invitado por el Consejo Nacional Electoral.

En los centros de votación y las calles la tranquilidad era manifiesta. El sistema de votación y escrutinio es uno de los más seguros del mundo. En esta dirección se ha manifestado, en diversas ocasiones, el Centro James Carter. Los acuerdos de Barbados firmados en octubre de 2023 entre el gobierno y la oposición, reconocían al CNE como la autoridad electoral, comprometiéndose a no cuestionar sus resultados. Pero como es costumbre, una parte de la oposición, la Plataforma Unitaria Democrática, no han cumplido lo pactado, traiciona su palabra y al pueblo venezolano.

Desconocer la labor del Consejo Nacional Electoral ha sido su estrategia recurrente. No hay elecciones a partir del triunfo de Hugo Chávez Frías en 1998, donde la oposición no acuse al CNE de fraude, cuestionando los resultados. Una lógica que tiene más repercusión a nivel internacional que en la propia Venezuela. Se trata de crear una imagen distorsionada, bajo el argumento falso de ser un país sometido a una cruel tiranía. Pero la real es bien otra.

Cabría preguntarse qué tiranía es aquella donde los candidatos opositores se mueven libremente por el país, controlan la televisión por cable, hacen uso indiscriminado de las redes sociales y en sus arengas piden la intervención extranjera, alientan un golpe de Estado, llaman a las fuerzas armadas a romper el orden constitucional y se vanaglorian de tener amigos poderosos que les financian y apoyan en sus demandas. Eso es libertad de expresión y prensa, algo que Chile, por ejemplo, no posee.

Las declaraciones de María Corina Machado, dando ganador a su candidato Edmundo González, son calco de las emitidas tras las elecciones presidenciales de 2013, en las cuales se enfrentaron al candidato de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles y Nicolás Maduro, entre otros. Sin embargo, Capriles, a pesar de haber estampado por escrito que aceptaría los resultados, emponzoñó el proceso, declarándose ganador. En este contexto pidió el recuento de todos los votos emitidos, demandó trasparencia, impugnó y solicitó una nueva convocatoria.

El CNE, lo sabía la oposición, no tenía facultad para realizar dicha petición, pero se cambiaron las leyes. El recuento se llevó a cabo contabilizándose todos los votos emitidos. Seguramente, ocurrirá lo mismo en esta ocasión. Esa ha sido la norma. Pero, cuál fue el resultado de tal petición. El 11 de junio, el CNE emitió sus conclusiones, Nicolás Maduro Moro, había ganado, no encontrándose prueba de manipulación, subrayando que el índice de desviación, había sido irrelevante, situándose en un irrisorio 0.02 por ciento.

Sin embargo, Capriles insistió, abriendo una campaña de odio cuyo objetivo era tomar las calles, declararse en rebeldía, convocar a la desobediencia civil; en el horizonte desconocer la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro y aumentar el nivel de violencia, para hacer insostenible el gobierno. Eufemísticamente dicho plan se denominó La salida. Aunque fracasó, se llevó por delante a cientos de venezolanos simpatizantes del gobierno. Ahí cobraron relevancia los cortes de carreta, las barricadas, los asaltos a locales gubernamentales, centros de salud, la quema de autobuses, transportes públicos, etcétera. Pasaron a la historia como las guarimbas, entre sus responsables María Corina Machado.

Estamos en 2024, pero al igual que ayer, el secretario de Estado estadunidense, Antony Blinken, plantea dudas necesarias sobre el proceso y pide que se respeten los resultados (sic), no faltó tiempo para que progresista Gabriel Boric se hiciera eco, declamando que los resultados no eran creíbles. Por su parte, la Unión Europea, gobiernos, partidos de derecha, socialdemocracia, medios de comunicación, redes, niegan legitimidad al CNE y cuestionan el triunfo de Maduro. Eso sí, la única manera de hacer fraude, curiosamente está en manos de la oposición, piratear en sistema mediante hacker. Los mecanismos de la inteligencia artificial y el big data han sido el arma utilizada para revertir las elecciones. No lo consiguieron, pero lo han intentado. Todos a una. No se trata de pedir el recuento de votos, lo que se busca es anular los resultados expresados en las urnas, y les guste o no, éstos dan ganador al Gran Polo Patriótico y su candidato, Nicolás Maduro. Si la oposición quiere gobernar en la República Bolivariana de Venezuela, deberá primero empaparse de valores democráticos, de los cuales, lamentablemente carece.

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