Columnas Escritas
Lo que dicen los columnistas

Claudia Sheinbaum ante la fórmula populista
Si Claudia Sheinbaum decide dejar atrás el modelo populista de AMLO, encontrará en el camino fuertes resistencias. Pero cuenta con todo el poder y los instrumentos necesarios para vencerlas.
Antonio Salgado Borge * | Proceso
“Responsabilidad” es el término predilecto de quienes integran el círculo próximo a Claudia Sheinbaum. Cada vez que existe la oportunidad de expresarse en público, el compromiso de una transición y un gobierno responsables es reiterado por quienes representan a nuestra próxima presidenta.
La necesidad de transmitir este mensaje viene del enorme poder que tendrá el próximo gobierno. En algún punto el presidente se resignó a que, para materializar el proyecto denominado “Cuarta Transformación”, era necesario conseguir los permisos de construcción y preparar el terreno para el próximo gobierno.
El llamado “Plan C” fue concebido y promovido para estos efectos. También lo fueron el continuo golpeteo a organizaciones de la sociedad civil que han sido cruciales para la transparencia, los derechos humanos o la rendición de cuentas. A ello hay que sumar el desmembramiento o colonización de institutos concebidos originalmente para jugar el papel de contrapesos –por ejemplo, el INAI o la CNDH–.
Casi 60% de los votantes decidieron darle a Claudia Sheinbaum las licencias necesarias para terminar de demoler las estructuras existentes y reemplazarlas por lo que considere conveniente. Y es que, aunque Morena se quedara corto en su deseo de obtener mayoría calificada en ambas cámaras, los pocos legisladores adicionales que requiere, en combinación con la “flexibilidad” de algunos de nuestros representantes, dejan ver que esa mayoría terminará por materializarse eventualmente.
En este contexto, una decisión fundamental que tendrá que tomar pronto la presidenta electa es si incluirá a la democracia liberal o al populismo en el corazón de lo que resulte ser su proyecto.
Aunque a los defensores incondicionales de la 4T no les guste reconocerlo, el gobierno de AMLO utilizó varios puntos clave del manual de populista contemporáneo para conseguir sus metas.
El presidente y Morena abrazaron la idea de que las instituciones que tendrían que ser contrapesos están secuestradas por las élites económicas. Cuando se les cuestiona qué pasará con las funciones que dieron origen a las instituciones en cuestión, la respuesta es que son innecesarias para combatir la opresión si se dota de la fuerza necesaria a un líder que represente genuinamente al pueblo y a un movimiento con los principios correctos.
Los elementos anteriores, sumados al uso de humor, de tropos o al rechazo a los datos y a la ciencia no dejan lugar a dudas: uno puede disputar si se justifica o no la adopción de una fórmula populista por parte de Morena y del presidente. Lo que no se puede negar es que durante su sexenio AMLO recurrió a sus principales ingredientes. Y que, electoralmente y en términos de mejoras salariales o de derechos laborales, esta fórmula fue todo un éxito.
De ello no se sigue que el gobierno de Claudia Sheinbaum adoptará automáticamente estos elementos. Una posibilidad real es que la nueva presidenta, más cerebral, preparada y organizada que su predecesor, y sin su carisma, busque dejar atrás la apuesta populista.
Muchos pensamos que hay evidencias de que el progresismo, la redistribución y la eliminación de fuentes de opresión no son sostenibles a largo plazo fuera de un marco de genuinos pesos y contrapesos. Este marco es incompatible con el populismo que caracteriza al actual gobierno. Y es probable que de ello la doctora Sheinbaum tenga pleno conocimiento.
El problema es que, aun si este fuera el caso, la presión para preservar la fórmula populista es esperable de tres fuentes. La primera es, desde luego, la figura de AMLO. Por mucho que pretenda lo contrario, el presidente saliente conservará un peso enorme dentro de su movimiento. Y, con base en su historial, es poco probable que acepte un giro hacia un enfoque más liberal por parte del nuevo gobierno.
La segunda vendrá de los clérigos de su movimiento. Hay una veta marcadamente iliberal en los liderazgos intelectuales, muchos de ellos también activistas, que articulan la visión ideológica de Morena. Así, es común leer o escuchar que la idea de pesos y contrapesos está viciada por su origen –un pésimo argumento– o que cualquier aspecto liberal es una especie de imposición que viene desde el capital o del extranjero. Si decidiera remar en sentido contrario, la presidenta entrante se encontrará con presión desde este frente.
La tercera es que las causas que dieron pie al surgimiento y fortalecimiento del populismo se mantienen vigentes. Tal como explicó recientemente David French en The New York Times, ejemplo de ello son la desigualdad, el resentimiento y la falta de capacidad de atender satisfactoriamente las necesidades reales de millones de seres humanos de gobiernos liberales. Si Claudia Sheinbaum diera un paso fuera del molde populista, alguien más ocuparía el espacio dejado. Y esto incluye a personajes instalados en la derecha.
La existencia de estas tres fuerzas es importante pues, como hemos visto arriba, los actores principales que, en principio, tienen la capacidad de obligar a Claudia Sheinbaum a dar un giro liberal a su gobierno están debilitados. Y otros más, que podrían intentarlo por propia conveniencia política están para efectos prácticos, están desprestigiados e inexistentes –como los partidos de oposición y las organizaciones que les empujaron durante este sexenio–.
Nuestra próxima presidenta buscará construir las estructuras sobre las que se articulará la vida política en México durante las próximas décadas. En este artículo he argumentado que, si Claudia Sheinbaum decide dejar atrás el modelo populista de AMLO, encontrará en el camino fuertes resistencias. Pero también defendí que cuenta con todo el poder y los instrumentos necesarios para vencerlas. Sea cual sea la decisión que termine tomando, su compromiso con la “responsabilidad” terminará, eventualmente, quedando en evidencia.
* Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham, Reino Unido.
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Juegos de poder
¿Qué es Morena y cómo lo controlará Claudia?
Dentro de Morena se hará toda la política mexicana.
Leo Zuckermann | Excelsior
Después de las elecciones del 2 de junio, la oposición quedó en ruinas. Tomará muchos años para que aparezca en México una nueva fuerza opositora con potencia. Creo que nadie previó la magnitud de una derrota que cierra el ciclo de la transición a la democracia y abre otro de una nueva hegemonía política.
Dentro de Morena se hará toda la política mexicana. Fuera de ella, nada.
Tal y como sucedía en los “gloriosos” años del autoritarismo priista. No es que hubiera un partido único, sino que los opositores eran testimoniales. Los que de verdad querían hacer política tenían una sola vía por donde transitar: la del Revolucionario Institucional.
Pero decir que el PRI era un partido monolítico es una mentira. En él cabían todas las fuerzas que tenían algún tipo de peso e influían en la toma de decisiones gubernamentales. El presidente, como jefe supremo del tricolor, debía equilibrar las convicciones e intereses de los numerosos grupos y liderazgos que existían dentro del partido. Lo hacía gracias a una serie de reglas escritas y no escritas que todos tenían claras y respetaban en general.
Mi intención, sin embargo, no es volver a analizar un régimen político del que existen bibliotecas enteras que se pueden consultar.
Lo que me interesa es el tema de Morena y de la nueva Presidenta.
Si es verdad que tendremos un partido hegemónico que concentrará y repartirá el poder, la pregunta es qué diablos hay ahí adentro. Se trata de un cuestionamiento tan simple como complejo: ¿qué es Morena?
Creo que nadie lo ha descrito a cabalidad. Que yo sepa (y puedo equivocarme), no hay todavía un estudio académico que detalle el mapa morenista: los múltiples grupos y liderazgos que conforman este magma político.
Sospecho que ahí adentro hay de todos los sabores y colores. Lo que sabemos es que su cemento ha sido el indiscutible liderazgo de Andrés Manuel López Obrador y el poder que ha venido acumulando este partido porque, como el dinero, el poder llama al poder.
Hay grupos y gente de la vieja izquierda comunista, priistas de la antigua ideología del nacionalismo revolucionario, panistas conversos, sindicatos de trabajadores de distintas actividades económicas, empresarios oportunistas, poderes fácticos legales y hasta de dudosa procedencia, en fin, un tutti frutti de un movimiento que ni siquiera ha hecho su transición formal a partido con reglas bien definidas. Nadie se ha dado a la tarea, creo, de mapear a Morena.
En los próximos meses emprenderé una serie de entrevistas off the record con actores y conocedores del tema para entenderlo. Como politólogo y analista político, este asunto me parece fundamental e interesantísimo.
Y es el punto de partida para entender cómo podrá gobernar Claudia Sheinbaum a Morena.
Con López Obrador no era un problema, porque él era el pegamento del movimiento/partido. Todos los grupos y liderazgos se disciplinaban frente al líder histórico, quien gozaba de una indiscutible autoridad moral. Nadie desafiaba sus decisiones.
La gran pregunta sigue siendo si AMLO, efectivamente, se retirará de la política o seguirá siendo la fuerza que aglutine a Morena. Si es así, pues Claudia será una Presidenta que tendrá que recurrir a él frecuentemente para apaciguar los conflictos internos.
De lo contrario, si AMLO efectivamente se retira o lo retira la nueva Presidenta, como hizo Lázaro Cárdenas con Plutarco Elías Calles, la pregunta es qué instrumentos utilizará Sheinbaum para gobernar la mezcla de intereses y convicciones que integran a Morena. Porque, siendo la fuerza hegemónica, la oposición necesariamente se desarrollará ahí adentro.
Los contendientes por la candidatura presidencial de este año, las famosas “corcholatas”, se disciplinaron y aceptaron el dedazo encubierto de AMLO a favor de Sheinbaum. Con toda razón, no quisieron pelearse con el Presidente y su enorme poder. Tenían mucho que perder y nada que ganar. Si se va AMLO, ¿Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y Adán Augusto López aceptarán recibir órdenes de la nueva Presidenta?
Como jefa de Gobierno de la capital, Claudia siempre se comportó como subordinada del presidente López Obrador. ¿Será el caso con Clara Brugada?
¿Los demás gobernadores morenistas se cuadrarán frente a las órdenes de Palacio Nacional? ¿Podrá Sheinbaum ordenar a los diputados y senadores que no le cambien ni una coma a sus iniciativas legislativas tal y como hizo AMLO?
¿Qué zanahorias y palos utilizará Claudia para mover a los morenistas?
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Nudo gordiano
Sheinbaum y AMLO: encuentro, transición y señales
Yuriria Sierra | Excelsior
El encuentro de ayer entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, marca el inicio formal de los trabajos de transición y sienta las bases para la agenda legislativa que arrancará en septiembre. Pero, más allá de los aspectos técnicos y logísticos, este encuentro envía señales importantes sobre el estilo de liderazgo que Sheinbaum busca imprimir desde ahora.
Un punto destacado de la reunión fue la postura de Sheinbaum respecto a la polémica reforma al Poder Judicial. En un gesto de apertura y diálogo, la virtual Presidenta electa insistió en que esta iniciativa no se aprobará en fast track, sino que será ampliamente debatida antes de someterse al pleno. Este mensaje contrasta con la percepción de algunos sectores que temían que Sheinbaum simplemente continuaría con el estilo de gobernar de López Obrador, caracterizado por la rapidez en la toma de decisiones y la confrontación con otros poderes.
Al apostar por el debate y la deliberación en un tema tan sensible como la reforma judicial, Sheinbaum da una señal de que su gobierno buscará construir consensos y escuchar a todas las voces. Esta actitud resulta esperanzadora en un contexto de polarización y desconfianza hacia las instituciones. Si bien es cierto que Sheinbaum llegará a la Presidencia con un amplio respaldo popular y una mayoría legislativa, su disposición al diálogo sugiere que no gobernará de manera unilateral, sino que buscará tender puentes, como se hace en toda democracia.
Otro aspecto relevante del encuentro es la definición de la agenda legislativa que arrancará en septiembre. Si bien los detalles aún no han sido revelados, es de esperarse que Sheinbaum busque impulsar reformas en temas clave como el combate a la corrupción, la reducción de la desigualdad, la paridad de género y la reactivación económica pospandemia. Sin embargo, el hecho de que la reforma judicial no vaya a ser aprobada en fast track (de manera expedita) sugiere que la nueva Presidenta está dispuesta a tomar el tiempo necesario para construir acuerdos y asegurar que las iniciativas cuenten con un amplio respaldo. Y para cuidar las señales que su naciente gobierno envíe a los mercados.
Este enfoque más dialogante y menos confrontativo podría ser una oportunidad para sanar algunas de las heridas y divisiones que han marcado la vida pública en los últimos años. Si Sheinbaum logra establecer una dinámica de colaboración y respeto entre los distintos actores políticos y sociales, su gobierno podría marcar un cambio de paradigma en la forma de hacer política en México.
Por supuesto, aún es muy pronto para sacar conclusiones definitivas. El encuentro de hoy es sólo el inicio de un largo proceso de transición que estará lleno de desafíos y obstáculos. Sheinbaum deberá demostrar, con hechos, su compromiso con el diálogo y la construcción de acuerdos, al tiempo que enfrenta problemas urgentes como la inseguridad, la pobreza y la desigualdad.
Sin embargo, las señales que ha enviado hasta ahora son positivas. Al insistir en un debate amplio sobre la reforma judicial y al iniciar los trabajos de transición con un encuentro cordial y productivo con el presidente saliente, Sheinbaum muestra que está dispuesta a ejercer un liderazgo incluyente y abierto a la crítica.
México merece una democracia sólida, basada en el diálogo, la tolerancia y la búsqueda del bien común. El encuentro de hoy entre López Obrador y Sheinbaum es un primer paso en esa dirección. Ojalá que este espíritu de apertura y colaboración se mantenga a lo largo de todo el proceso de transición y se traduzca en un gobierno capaz de enfrentar los desafíos del país con responsabilidad, empatía y visión de futuro.
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Astillero
Acordar el septiembre amlegislativo // Debate amplio sobre reforma judicial // AMLO, flexibilidad; Claudia, cautela // Semana entrante, gabinete de Sheinbaum
Julio Hernández López | La Jornada
Acordaron abrir una válvula de escape ante la tensión financiera y cambiaria por la reforma judicial. Las fechas quedaron en una ajustable imprecisión: sí, la idea es septiembre, en el delicado último mes del actual Presidente de la República, que coincidirá con una nueva legislatura federal con muy probable mayoría calificada de Morena y sus aliados en San Lázaro y, en el Senado, muy alcanzable con los números propios del guinda y sus asociados, más unos cuantos votos negociables con algunos integrantes de la oposición que estén en modo de colaboración.
Es decir, un septiembre con el máximo poder acumulado en un Presidente saliente, que desea cerrar su gestión con las reformas del plan C aprobadas, y una presidenta electa que está comprometida con ellas, pero tiene cálculos propios en cuanto a forma, modo y tiempo en función de que las consecuencias del septiembre electoral, buenas o malas, le alcanzarán a partir del 1º de octubre.
En términos gráficos todo transcurrió conforme a lo previsible. Recepción en la puerta de Palacio Nacional, efusividad presidencial, gestualidad fraterna, alzar de brazos femeninos triunfadores en corolario de aquel 30 de septiembre de 2021 en Tláhuac, luego de la inauguración de una sucursal del Banco del Bienestar, cuando durante cinco segundos López Obrador puso su mano en alto para señalar con un dedo electoral a la adjunta jefa de Gobierno, en lo que se interpretó como la indicación de que es Claudia (David Santiago: https://goo.su/HYPVKz).
En la generalidad política, según lo relatado por Sheinbaum en una conferencia de prensa que, al menos como transcurrió ayer, pareció distante de la continuidad desbordada de las mañaneras andresinas (pocas preguntas aceptadas, respuestas cortas, amabilidad sin anecdotario), el saliente y la entrante llegaron a acuerdos que hablarían de la flexibilidad del anfitrión y la cautela de la visitante: sí, adelante con las reformas constitucionales que fueron votadas abundantemente por la población, pero con instrumentos de cálculo político de la científica.
Con el amago de la paridad cambiaria peso-dólar y de la Bolsa Mexicana de Valores, entre otros indicadores al acecho, Sheinbaum hizo sentir que se buscará que la reforma judicial, la más polémica de esas propuestas, sea aprobada en septiembre, junto a otras cuatro iniciativas prioritarias. Pero al mismo tiempo consiguió que se pueda dar una serie de consultas y deliberaciones de gran amplitud, obviamente con la posibilidad de cambiar más que comas a la iniciativa obradorista.
Pero, la idea es que las reformas se aprueben en septiembre; estas que estamos planteando serán las primeras, o por lo menos en los primeros meses. Incluso, en la nota firmada por Alma Muñoz, Emir Olivares y Alonso Urrutia en La Jornada (https://goo.su/CkJUW), se señala: Y ante la pregunta sobre cuándo le gustaría que estuvieran aprobadas, la próxima mandataria comentó que confía que sea en septiembre o incluso antes de que termine el primer periodo de sesiones de la siguiente legislatura. Sí, septiembre, o en los primeros meses o antes que termine el primer periodo de sesiones (que culminará a finales de diciembre).
Otros puntos interesantes de la conferencia de la virtual presidenta electa: la semana entrante dará a conocer su gabinete, buscará ajustar agendas para acompañar al presidente López Obrador en algunas giras, impulsará reformas para beneficiar con programas sociales a mujeres de 60 a 64 años y se buscará que no haya más relección continua en senadurías, diputaciones y presidencias municipales.
Astillas
Triste final del Partido de la Revolución Democrática, aunque falta la decisión final del Tribunal Electoral federal e, incluso, la eventual recomposición de fuerzas que le devuelva el registro como partido nacional. Fue un partido esperanzador para la izquierda electoral y otras fuerzas escindidas (sobre todo, del PRI)…
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México, SA
Claudito: ¿quién pompó? // Obligado a transparentar // Derecha: danza de millones
Carlos Fernández-Vega | La Jonada
Una regresó al Senado porque le urgía fuero; otro velozmente agarró el avión con rumbo desconocido, a sabiendas de que tiene que responder a la justicia por su participación en el cártel inmobiliario; los dirigentes tricolor y blanquiazul se abrazan a su futuro escaño para evitar complicaciones legales; el primer círculo de la candidata gelatinosa guarda sepulcral silencio y se esconde, y el jefe de todos ellos, el pagador, el que daba las instrucciones, simplemente se refugió en el despacho de papá. En eso quedó la otrora vociferante fauna opositora.
Del tempranero cuan injustificado canto de la victoria a escasos minutos de cerrarse las urnas, los vocingleros se toparon con una realidad que los arrasó y, por si hubiera dudas, los exhibió como lo que son. Ninguno de ellos da la cara y dejan que terceros balbuceen para intentar explicar qué pasó, siempre achacando a otros su derrota.
De cualquier suerte, tarde que temprano deberán aclarar, sobre todo el que daba las instrucciones, dónde quedaron –más allá de los recursos públicos que se asignan a los partidos participantes en la contienda electoral– de dónde provinieron los voluminosos dineros privados que, se supone, inyectaron a las campañas de sus candidatos. De hecho, corren versiones de que obtuvieron mucho más por abajo del agua que por ley electoral.
Una muestra de ello es el grupo de empresarios que aportó una buena cantidad de dinero a la campaña de Xóchitl Gálvez y que ahora se dicen engañados porque la otrora candidata nos tomó el pelo con encuestas falsas que la daban por ganadora, y es tal su enojo que públicamente anuncian que irán tras la hidalguense para que les regrese los dineros aportados.
Aun así, el primero que debe dar explicaciones sobre el monto privado que recibió y su procedencia es Claudio X. González Guajardo, el director y cara visible de la orquesta de la derecha. Se trata de recursos multimillonarios que aparentemente se destinaron a financiar campañas de odio, encuestas a modo, pagos a los sicarios mediáticos, etcétera, etcétera.
De eso habló ayer el presidente López Obrador, quien subrayó: ¿Cómo no va a requerirse una revisión esto? Porque esto es mucho dinero. Lo mismo lo de las menciones en las redes sociales. ¿Cuánto costó esa campaña para tener más menciones que el Súper Bowl? Tengo el récord a nivel mundial. ¿Quién pagó? ¿Por qué el anonimato? ¿Dónde está la transparencia? ¿No hablan de que son demócratas? Y una regla de oro es la transparencia.
El Instituto Nacional Electoral se encarga de supervisar el gasto público en las campañas electorales y las aportaciones particulares prevista en la ley, pero ¿quién lo hace si se trata de recursos privados que se inyectan bajo la mesa? Por ello, dice el mandatario, estoy esperando el informe del dinero que manejaron en el bloque conservador, que dé a conocer todo lo que significó la coordinación del bloque conservador, cuánto recibieron de dinero, quiénes fueron los que aportaron, cómo se usó ese dinero, cuánto fue el dinero de mexicanos, conservadores o traficantes de influencia que recibieron, cuánto recibieron del extranjero. Estoy hablando de Claudio X. González, que debe dar un informe, entregar un informe. Recibieron dinero del extranjero, y si ellos financiaron esta campaña en contra mía. ¿Qué le correspondió a él? Sería muy bueno que actuaran de manera transparente e informaran. Quién pompó, pues. Quiénes, cuánto y de dónde.
También recordó que “le dan dinero a esta asociación civil de Claudio X. González, que se dedica durante toda la campaña –y desde antes– a atacarnos. ¿Para qué le dan dinero para atacar a un gobierno legal, legítimamente constituido? ¿Cuál es el propósito? ¿Ayudar al desarrollo de los pueblos o tener injerencia, una política injerencista, tendenciosa?”
Y en medio del desastre opositor, ya se giran invitaciones para asistir al sepelio del Partido de la Revolución Democrática, en su momento un partido, que terminó en putrefacto cascarón regentado por los abyectos Chuchos. Entonces, por lo menos Claudito debe enviar una corona de flores.
Las rebanadas del pastel
Ayer, el presidente López Obrador y Claudia Sheinbaum, virtual presidenta electa, resolvieron llevar adelante las reformas constitucionales para otorgar becas en educación básica; apoyo a mujeres entre 60 y 64 años; a la ley del ISSSTE para permitir el aumento de las pensiones y al Poder Judicial. Ella informó que será por medio de un acuerdo amplio que incluya a los actores de los diferentes sectores involucrados en dichas reformas. Entonces, de que van, van.
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Gabriel Vargas Lozano * | La Jornada
Desde que la presidenta del INE apareció en cadena nacional para dar a conocer los resultados del conteo rápido de las elecciones del 2 de junio, donde informó que Claudia Sheinbaum había logrado de 58.5 a 60.8 por ciento de la votación mientras Xóchitl Gálvez había alcanzado tan sólo de 26.63 a 28.1 por ciento y Jorge Álvarez Máynez de 9.9 a 10 por ciento y que esta proporción se había mantenido entre los diputados y senadores, los comentaristas de la derecha se quedaron paralizados para luego acuñar la frase: ¡ha sido una paliza! Más tarde, Gálvez no tuvo más remedio que aceptar también la derrota.
Lo que ha ocurrido en estas elecciones a cuyos resultados habría que agregar los siete triunfos de Morena en la mayoría de las gubernaturas, requiere de un profundo análisis, que no es sencillo debido a que existen múltiples factores; sin embargo, trataremos de esbozar una hipótesis: durante los meses anteriores, la derecha había llevado a cabo, a través de todos los medios de comunicación y gastando mucho dinero, toda una estrategia basada en la explotación de todos los problemas con que se había enfrentado el gobierno de López Obrador: la lista diaria de todos los asesinatos dolosos perpetrados durante esta administración; el lamentable escenario de las madres buscadoras de sus parientes desaparecidos; el fracaso del Insabi; los muertos durante la pandemia que tomó al país sin los suficientes medios para enfrentarla; la corrupción; el fracaso en la política de abrazos, no balazos; la presunta relación del Presidente con el narcotráfico; la reforma del sistema educativo y muchos más.
La estrategia llegó al grado de que había una especie de competencia entre los voceros para ver cuál injuriaba más al Presidente y su candidata. Con la magnificación de lo anterior, la derecha consideró que la gente se convencería de que Gálvez era la mejor opción para derrotar a Sheinbaum como representante de la continuidad del lopezobradorismo. La estrategia incluyó el uso de la marea rosa que había sido convocada originalmente para salvar a las instituciones autónomas y por la paz, que logró reunir a miles en la Plaza de la Constitución y en varias ciudades del país. La derecha pensó que, con las movilizaciones, la denuncia y los discursos de su candidata sería suficiente para vencer morenismo; sin embargo, el 2 de junio llegaron a la conclusión de que habían fracasado. La pregunta se impone: ¿qué falló?
Una primera respuesta ya la habían previsto los opinadores al otorgar una cantidad de votos a cambio de los programas sociales del gobierno; sin embargo, el número real no alcanzaba para los 33 millones 226 mil 602 votos que logró Sheinbaum. Una segunda fue por la influencia neutralizadora que ejerció AMLO a través de sus declaraciones en las mañaneras en que rebatió las acusaciones que le hicieron; una tercera fue que la mayoría no creyó en todas las acusaciones al no ofrecer pruebas y refrendó el apoyo a la política de la 4T; la cuarta fue que la candidata pudo lograr la adhesión de sus principales contendientes; la quinta que conformó una propuesta de gobierno mediante cientos de reuniones con sectores de la sociedad, y sexta: la comparación no sólo del nivel académico entre ambas candidatas sino también el contraste entre la forma en que se condujeron en el debate público: Gálvez construyendo la narrativa de que había sido una persona de origen humilde que mediante su propio esfuerzo había llegado a convertirse en millonaria cuando son públicos los puestos gubernamentales que ha ocupado.
A su vez, Sheinbaum no respondió a las calumnias de su opositora; dio a conocer su carácter de científica, académica y defensora de causas sociales y consideró que su papel sería construir el segundo piso de la 4T.
Fue sorprendente que la mayoría de la gente no cayó en el garlito de la derecha y votó de acuerdo con sus convicciones. Los mecanismos típicos de la enajenación empleados por el sistema económico no funcionaron. Esta situación merece un análisis que tendría que incluir la consideración generacional, ya que quienes hemos vivido no sólo los desastres de la política priísta y panista, así como el neoliberalismo durante 36 años es suficiente para no querer un gobierno sostenido por los tres partidos que representan plenamente este pasado: PRI, PAN y PRD. Por tanto, personas como quien esto escribe no votaríamos para nada por quienes representaran esa opción. La historia no debe repetirse; sin embargo, es notable que los jóvenes que no han vivido estas experiencias votaron en su mayoría por Claudia, es decir, consideraron que era ella quien debía conducir al país. Finalmente, no se puede obviar la presente ola feminista que ha implicado el acceso de la mujer al poder político que AMLO ha efectuado mediante sus nombramientos como secretarias de Estado o candidatas a puestos gubernamentales.
El triunfo de Sheinbaum y Morena tiene gran significación para el país y para una corriente de izquierda en América Latina y, por tanto, representa, a mi juicio, la esperanza de que haya un avance en la solución de los grandes problemas que nos afectan.
* Profesor-investigador de filosofía de la UAM-I.
