Columnas Escritas

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El señor de los valores entendidos

Agustín Basave

Proceso

Vayamos al más delicado de los entendimientos en la 4T. Yo tengo para mí que AMLO no acuerda con el crimen organizado, por sí o por interpósita persona, protección gubernamental a cambio de dinero para él, ni siquiera para sus campañas.

El presidente López Obrador tiene un subterfugio para hacer las cosas malas que no quiere que se sepa que hace. Como buen mánager de beisbol, envía señales cifradas a sus jugadores, movimientos de las manos que al lego le parecen tics pero al integrante de su equipo le dan instrucciones precisas de la jugada que debe realizar. Tocarse la oreja o mesarse el pelo equivale, en su Presidencia, a disimular crípticamente órdenes inconfesables. Recurre al viejo truco de las “verdades técnicas”. No miente literalmente sino entre líneas; no viola la letra de la verdad sino su espíritu. Dice que no usa palomas mensajeras para presionar actores políticos o manipular a sus legisladores o jueces mientras tira línea desde las mañaneras. Dice que no da chayote y su jefe de piso remunera vítores con gestorías. Dice que no financia campañas con dinero público mientras sus cercanísimos lo reciben. Dice que no acordó la impunidad de Peña Nieto pese a que se hizo en su beneficio. Dice que quiere una revocación en tanto que sus operadores promueven la ratificación. Dice que no compra votos y con sus padrones se acarrean beneficiarios a las urnas. Dice que no lincha en redes sociales y sus troles viven atentos a su pulgar. Dice que no decide en Morena y observa a su polichinela hablar como el muñeco Andresito. Dice que no elige candidatos y esconde su dedo encuestador. Dice que no espía ni denuncia ni persigue porque no falta el vivo que cumpla sus deseos. Y lo más grave: dice que no pacta con los narcos e invoca aquello de que amor con amor se paga.

En política se habla de “valores entendidos”. Son las cosas que no hace falta decir en voz alta, que el interlocutor entiende bien, las que el líder quiere que sucedan pero de las cuales no se le ha de responsabilizar. Ora son simples guiños, ora gestos de iniciados. Con el puntilloso el asunto se torna esotérico: cuando un subordinado habla del “cochinito” y el jefe se sale de la junta, por ejemplo, dejando tras de sí un ectoplasma anuente a que se roben la vaca, todos saben que lo hace porque no quiere pecar ni agarrándole la pata. Faltaba más, él se tiene que cuidar y a nadie conviene involucrarlo. Por eso, porque no lo pide personalmente, no se va a encontrar un video o un audio en el que se le vea o escuche gestionar algo indebido. Quienes lo hacen por teléfono “en clave” y se exponen a la traducción de sus grabaciones son amateurs. AMLO, por cierto, es profesional. Si bien suele ser políticamente incorrecto, jamás aceptará públicamente haber delegado sibilinamente un trabajo sucio, pues sus simpatizantes se darían cuenta de que el hecho de profesar una vertiente de la honestidad, la de no usar el poder para su enriquecimiento personal, no inmuniza frente a otras tentaciones de la corrupción.

Vayamos al más delicado de los entendimientos en la 4T. Yo tengo para mí que AMLO no acuerda con el crimen organizado, por sí o por interpósita persona, protección gubernamental a cambio de dinero para él, ni siquiera para sus campañas. Pero también creo que su decisión de no confrontar a los cárteles, especialmente a uno de ellos, tiene un mensaje intrínseco. Sería algo como “yo no los ataco y ustedes reducen la violencia y, de paso, me echan la mano en cuestiones electorales e incluso de gobernabilidad”. En lo primero le han quedado a deber; en lo segundo, según muchos indicios, le han cumplido con creces. Los narcos también saben leer recados simbólicos: si quieren abrazos y no balazos no es necesario decirles quién debe ganar los comicios. Supongo que en el futuro sabremos que en este gobierno hubo civiles o militares que se vendieron, pero supongo que serán los que se fueron por la libre. La prioridad de quienes acatan la voluntad de AMLO sería asegurar tácitamente el apoyo de los criminales para la continuidad de “el movimiento” sin comprometerse a nada que no esté ya comprometido. ¿Para qué negociar si ya se decidió no atacarlos? ¿Quién necesita hablar con ellos si ya se liberó al hijo del capo, se saludó a su mamá y se le ofrecieron los buenos oficios gubernamentales a favor del sentenciado ante las autoridades de Estados Unidos? No es fortuito que AMLO se esmere en ser magnánimo con ellos y diga que los cuida, que son seres humanos. Todas esas declaraciones conformarían una mensajería que obvia el diálogo directo. Se dejan las fichas sobre la mesa para que el otro las recoja y deje las suyas, sin que los jugadores se reúnan.

¿Es ilegal establecer una política de seguridad que intenta disminuir la violencia –y por ello elude los choques violentos con la gran delincuencia– y recibir el fruto electoral del agradecimiento de los delincuentes? Lo es en la medida en que quedan impunes delitos electorales, amenazas y secuestros de candidatos. ¿Es inmoral? Por supuesto que sí, profundamente inmoral, porque el quid pro quo apunta a una cohabitación. Todo parece indicar, en efecto, que se camina hacia un cogobierno voluntario con el crimen organizado. Ojo: con un gobernante autoritario como AMLO, soslayar es avalar. ¿No se le permite controlar regiones enteras del país, acaso logrando ciertos ahorros presupuestales, a cambio de apuntalar a la 4T y debilitar a la oposición? ¿No se trata en los hechos de la creación de un nuevo nivel u orden de gobierno, una suerte de “narcocondados” que se subordinan sólo al vértice del poder formal y operan con su aval y en la lógica territorial? Son preguntas. No pasa nada, se responderá desde el dugout; no se pierde autoridad. A fin de cuentas todos, malosos incluidos, rendirán pleitesía al señor de los valores entendidos.

Juegos de poder

¿Cómo diferenciar a Sheinbaum, Ebrard y López Hernández?

Leo Zuckermann

Excelsior

Este fin de semana, acudió la plana mayor de Morena a Toluca al primer acto formal de la sucesión presidencial de 2024. Lo hicieron en la capital mexiquense por una razón electoral: los comicios de gobernador del Estado de México en 2023 serán, junto con los de Coahuila, la última aduana antes de la competencia de 2024.

Al templete se presentaron los tres principales aspirantes a representar a Morena en la boleta presidencial: Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México; Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, y Adán Augusto López, titular de Gobernación. Muy al estilo de la época dorada del PRI, los tres enfatizaron el tema de la unidad partidista.

Se entiende. Ahorita todo es miel sobre hojuelas en la superficie. Se juran amor eterno en caso de perder la candidatura. Obviamente, no se arranca una precampaña interna en un partido con un tono agresivo. Mucho menos cuando todos saben que, al final del día, López Obrador elegirá al candidato.

Porque, no nos hagamos bolas, a pesar de que levanten una o dos encuestas, aquí habrá un dedazo al más puro estilo priista. Por más que los morenistas digan que ellos son diferentes, la realidad es que la decisión de quién será el candidato presidencial de Morena saldrá de la boca de López Obrador. Mario Delgado, dirigente del partido, llevará las encuestas a Palacio Nacional y el Presidente lo instruirá de quién será el agraciado. Lo saben los tres aspirantes, lo sabe el partido, lo sabemos todos los mexicanos. El que piense diferente que se tome una cucharada de remedio contra la ingenuidad.

Si ésta fuera una competencia real, donde se medirían las intenciones de voto en unas encuestas, necesariamente los precandidatos tratarían de diferenciarse los unos de los otros.

Le hablarían al electorado nacional: “Yo, Claudia, soy diferente de Marcelo y Adán Augusto, porque pienso que tenemos que hacer tal cosa en materia de política económica”. “Para mí, Marcelo, la prioridad será resolver la violencia que no hemos podido resolver desde el sexenio de Calderón”. “A mí, Adán Augusto, me parece que llegó el momento de tener una nueva política de salud pública”.

Nada de eso. Los tres le estarán hablando todo el tiempo a una sola persona: López Obrador. La tercia se concentrará en, por un lado, adular lo más posible a su jefe como el político non plus ultra de la Cuarta Transformación y, por el otro, enfatizar la necesidad de unidad partidista. De ahí no van a salir. Nadie hará un ejercicio crítico de las cosas malas que ha hecho este gobierno. Todo serán reverencias al Tlatoani y promesas de continuidad absoluta. Y es que ellos, al igual que nosotros, saben que aquí la audiencia es de uno solo: el que va a escoger el que aparecerá en la boleta presidencial bajo el emblema de Morena.

Si lo de las encuestas fuera un ejercicio verídico para elegir al candidato, lo que estaríamos viendo sería muy distinto. Candidatos tratando de elevar su reconocimiento de nombre y diferenciándose uno de los otros.

Nadie, en su sano juicio, rompería o criticaría al presidente López Obrador con los niveles de popularidad que tiene. Pero sí trataría de imprimir su sello propio a la Cuarta Transformación.

Porque, no hay duda, si al final queda Claudia, no será lo mismo a que quede Marcelo o Adán Augusto. Los tres son diferentes. No son meros clones de AMLO. Tendrían que demostrar su relativa superioridad. “Yo soy mejor porque…”. Es más, hasta estarían dispuestos a debatir sus diferencias en materia de economía, seguridad, educación, salud, relaciones internacionales.

¿Lo veremos? ¿Habrá divergencias? ¿Nos enteraremos por qué conviene uno de los otros dos?

Francamente, no lo creo.

En lugar de eso, veremos una lucha por ver quién se presenta como el más lopezobradorista de los tres. Al punto que nos preguntaremos si cuando hablan del “Señor” se refieren al Presidente o al mismísimo Dios.

Los tres prometerán continuidad absoluta y demostrarán la mayor de las lealtades al Presidente. Una lástima, porque a mí, como votante, me hubiera encantado una disputa real donde pudiéramos ver por qué Claudia es mejor que Adán Augusto o viceversa, o por qué Marcelo es superior a estos dos.

Sí, claro, los tres presumiblemente quieren la continuidad de la Cuarta Transformación, pero, ¿qué significa la prolongación de este proyecto? ¿Sólo más de lo mismo, pero sin López Obrador al mando? ¿Acaso los tres serían iguales de llegar a Palacio Nacional? ¿En qué se diferencian los unos de los otros?

Razones

2024, entre el destape y la desidia

Jorge Fernández Menéndez

Excelsior

Con el mitin del domingo, Morena abrió oficialmente no sólo la campaña electoral para el 2023 en el Estado de México y Coahuila, sino también la elección presidencial de 2024. Adelantó meses el proceso y puso al frente de la agenda nacional la campaña electoral, que ocupará cada vez mayores espacios informativos, incluso en la mañanera, como hemos visto en todos estos días (sobre todo después de la jornada electoral del 5 de junio pasado).

Comienzan ya las encuestas internas para definir la candidatura de los estados de México y Coahuila, y estarán definidos los aspirantes para fines de julio, enmascarados en coordinaciones de los comités de defensa de la 4T. Comenzarán a hacer campaña, en los hechos, 11 meses antes de los comicios, con todo el apoyo gubernamental. Y lo mismo sucederá el año próximo, apenas pasados los comicios de junio de 2023, con los candidatos a la Presidencia y las gubernaturas que estarán para esa fecha en juego: ocho estados y la Ciudad de México, además de todo el Congreso federal y varios estatales. En julio del año próximo ya habrá candidatos, en la figura de los coordinadores.

Es una jugada muy arriesgada, porque en campaña, simulada o no, se puede sembrar mucho, pero también el desgaste, los errores o la posibilidad de golpes (externos o internos) puede ser grande. Pero, la decisión tiene dos méritos: por una parte, logra movilizar a los aspirantes y a toda la estructura del partido y pone a los precandidatos (ninguno de ellos excesivamente popular) ante la prueba de fuego de sus propios militantes y, por otra parte, es un distractor fantástico, ante los graves problemas económicos, sociales y de seguridad que sufre el país.

Si una campaña electoral exitosa se basa en vender esperanzas, la de 2024 se basará no en los logros de esta administración que, con suerte, terminará con cero crecimiento económico, un sistema de salud y educativo peor que el que teníamos y con un número de asesinados y desaparecidos mayor que en las administraciones de Calderón y Peña, sino vendiendo la esperanza de que con la continuidad de la 4T esos problemas desaparecerán. El discurso de que todo es responsabilidad del pasado se ratificará, aunque haya transcurrido un sexenio de un mandato sin prácticamente contrapeso alguno, lo que no veíamos desde los tiempos de Luis Echeverría (todos los demás presidentes, en mayor o menor medida, han tenido que sortear fuertes resistencias).

Hay un mérito extra que no puede desdeñarse en todo esto: el presidente López Obrador, el verdadero jefe de campaña de Morena, está aprovechando las distracciones, errores y diferencias de la oposición para adelantarse. Ningún mandatario ha intervenido tan abiertamente en los temas de la oposición como el Presidente. Todos los días habla, castiga, desconoce, critica, aconseja a los opositores; todos los días interviene, pasa audios de Alito Moreno o videos de Ricardo Anaya; coteja a unos priistas y critica a otros. Premia con cargos a los gobernadores opositores que rindieron sus estados.

Y la oposición responde a la defensiva y cometiendo graves errores. La decisión de una moratoria legislativa decidida por las dirigencias del PRI, PAN y PRD debe considerarse como una de las peores ideas de una oposición que cree que “ya hay tiro”, como dicen alegremente Alito y Marko Cortés, porque perdieron cuatro de seis gubernaturas. En lugar de debatir, confrontar, apoyar lo que haya que apoyar y desechar lo que no se considere conveniente; en lugar de dejarle –hablando en términos judiciales– la carga de la prueba al gobierno, se ponen a la defensiva y dejan en manos del Presidente y su equipo el argumento de que no se puede avanzar porque la oposición los bloquea y, por ende, necesitan el voto mayoritario en 2024. Son las dos peores dirigencias que han tenido el PRI y el PAN en décadas, de una superficialidad e ingenuidad, sobre todo ante este gobierno tan intervencionista en la vida interna de esos partidos, que es entre sospechosa y sorprendente.

Ignoran que en una campaña es más fácil oponerse que refrendar, ser oposición que oficialismo, y ni siquiera así están aprovechando seriamente la oportunidad que todavía tienen.

Estoy convencido de que no podrán construir el acuerdo del que habla, en ese caso con acierto, Dante Delgado (que, por lo menos, sabe hacia dónde quiere ir), con fecha máxima en enero próximo, sin depurar sus dirigencias. Hoy están preservando sus propios espacios de poder: no se abren a candidaturas externas, a otras opciones ni siquiera plenamente a sus corrientes internas. En el PAN, Marko Cortés y su gente pueden hacer las encuestas que quieran, pero hoy los panistas más populares, comenzando por Felipe Calderón y Margarita Zavala, formalmente están fuera del PAN, como muchos otros activos de ese partido. La reunión de hoy de Alito con los expresidentes y expresidentas del PRI tendría que acabar, por lo menos, con una convocatoria de renovación de la dirigencia, luego del triste espectáculo que dieron en Oaxaca e Hidalgo. Es menos notorio en el PAN que en el PRI, pero los gobernadores están rindiendo sus plazas y muchos de sus cuadros están enojados con sus dirigencias, hoy están más cerca de Movimiento Ciudadano, del Verde o, incluso, de Morena que de su propia dirigencia.

Ya entramos en la precampaña electoral de 2024 y en semanas tendremos candidatos para 2023, y en un año más para la elección presidencial. Buena parte de la oposición aún no se ha enterado.

Astillero

El excluido, el porfiado y el mAlito // Monreal, ¿en ruta de salida? // Muñoz Ledo, reiterativo// Moreno, con ex líderes del PRI

Julio Hernández López

La Jornada

Al día siguiente de la sesión VIP de corcholatas en Toluca, el excluido Ricardo Monreal Ávila aprovechó la expectativa mediática respecto a su ausencia dominical para hacer declaraciones que trazan de manera más sugestiva su aparentemente inevitable ruta de salida.

El zacatecano abrió fuego retórico sin mucha consideración, con lo cual provocó en la Suprema Voluntad (SupreVol) enojos políticos que difícilmente le serán perdonados, si es que en el ánimo palaciego hubiera cabida para algún tipo de benevolencias con aquel a quien se tilda de traidor.

Dijo, ni más ni menos, que con el acto de domingo en la capital del estado de México se estarían realizando actos adelantados de campaña electoral, los cuales podrían ser castigados, aunque rechazó que él personalmente fuese a solicitar alguna acción contra los infractores.

En su trayecto, que en apariencia no tiene reversa, Monreal advirtió: Si hay exclusión en el partido, pues habrá división al final, aunque se simule, y aunque se lleven miles y miles de personas a actos que previamente fueron seleccionados por los aspirantes.

Relató haber visto camiones, espectaculares, letreros, playeras, todo un operativo que nadie puede negar que sean actos anticipados de campaña y lanzó un mensaje a las máximas alturas: desde el poder se pueden construir artificialmente candidaturas; sin embargo, serán endebles y caprichosas.

Parte de la discusión del día se centró en la invitación que se habría hecho llegar o no a Monreal para el acto del domingo y en qué términos se habría realizado. Claudia Sheinbaum, la Fidelísima, aseguró brevemente que sí se había invitado al zacatecano, pero éste precisó que no se le convocó al desayuno de toda la plana mayor en Toluca y sólo se le avisó que él y los demás senadores estaban convidados a presentarse en la plaza de referencia a las 11 de la mañana.

Cierto es que se le invitó, según las versiones disponibles, pero con modos propicios para que no asistiera. En política, se ha dicho de manera reiterada, forma es fondo. El propio presidente López Obrador dijo en su conferencia mañanera que debería invitarse a todos los aspirantes, sin pronunciar Ricardo Monreal e incluso saltándose otra invocación de periodistas, ésta en cuanto a otro innombrable, Gerardo Fernández Noroña.

A las andadas declarativas regresó el porfiado Porfirio con un capítulo reiterativo de su más reciente alegato de escándalo: la narcopolítica, las narcoelecciones y el apoyo del crimen organizado a Morena y sus candidatos. Ruido siempre ha de meter una declaración de tal calibre, así que Muñoz Ledo parece dispuesto a insistir en tal formulación que, de inmediato, es reproducida con entusiasmo por los medios convencionales de comunicación.

Y, en otra pista de la Gran Carpa México, Alito, transmutado de Amlito a Malito, se alistaba para recibir este martes a ex presidentes del comité nacional del Partido Revolucionario Institucional, los cuales mediante comunicado público expresaron preocupación por los complicados momentos que vive esa organización, con algunos de esos ex dando declaraciones fuertes en cuanto a tópicos relacionados con el actual dirigente, Moreno Castañeda, que parece atrapado y sin salida, aunque el jefe empresarial de la X pretende mantener lo más posible la imagen de la unidad de la tríada decadente, PAN, PRD y PRI.

Además de las audiograbaciones tan descriptivas de su estilo personal de enriquecerse y ejercer el poder, Alito Moreno ha ido tomando decisiones que hoy le objetan personajes de élite del partido tricolor, en particular el osado anuncio de la moratoria constitucional, contra la cual se han manifestado expresamente Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari y Miguel Ángel Osorio Chong, miembros de la reducida bancada de senadores priístas.

México SA

Dos Bocas, a punto de turrón // Autosuficiencia en puerta // Alito Moreno, beisbolero

Carlos Fernández-Vega

La Jornada

En campaña se comprometió que en tres años se construiría y entraría en operación, y dicho y hecho: el próximo primero de julio el presidente López Obrador cortará el listón inaugural de la Refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco (en cuyo proceso de organización, edificación y final feliz es de destacar la decidida participación de la secretaria de Energía, Rocío Nahle), que se suma al Sistema Nacional de Refinación con un objetivo muy claro: la autosuficiencia energética.

En la mañanera de ayer, el presidente López Obrador detalló que en la rehabilitación de las seis refinerías existentes, el gobierno federal ha invertido 37 mil millones de pesos, con el consecuente incremento de la capacidad de procesamiento de gasolinas y otros carburantes. De acuerdo con las estimaciones oficiales, la incorporación de la hermana número siete, más la adquisición de Deer Park, permitirá alcanzar la autosuficiencia en esta materia y dejar atrás la importación de combustibles, la cual durante el régimen neoliberal creció como la espuma, con la consecuente sangría para las finanzas nacionales.

El propio mandatario ha estimado que sería en 2023 cuando México retome la autosuficiencia en gasolina y diésel, con el consecuente fortalecimiento de la soberanía energética nacional. Al mismo tiempo, según se ha comentado en este espacio, sería la primera vez desde 1990 (cuando Carlos Salinas de Gortari dio el banderazo inaugural de la creciente importación de combustibles) que nuestro país registre autosuficiencia en dicho renglón.

López Obrador detalló: vamos a inaugurar una primera etapa, también lo adelanto; va a iniciar un proceso de prueba en la refinería de Dos Bocas, como inició un periodo de pruebas cuando hicieron la última refinería que fue en Salina Cruz hace un poco más de 40 años; la iniciaron y llevó como seis meses, ocho meses para que empezara a producir de manera óptima, pero nosotros vamos a iniciar un proceso el día uno de julio de 2022, que va a llevar posiblemente seis meses, para que ya tengamos capacidad para procesar 340 mil barriles diarios (sólo en esa refinería).

El propósito, dijo el mandatario, es no comprar las gasolinas en el extranjero. La lección, esto para los jóvenes, es que se logre la autosuficiencia energética y la autosuficiencia alimentaria, producir en México lo que consumimos, eso nos protege. Tenemos que ser autosuficientes. Entonces, el plan es terminar la coquizadora de Tula para finales del año próximo y esta semana resolvemos ya el inicio de la construcción de otra coquizadora en Salina Cruz para procesar combustóleo y producir gasolinas, porque la gasolina tiene más precio que el combustóleo. Pero no sólo eso, se deja de contaminar con el combustóleo y se exprime más el crudo y se obtienen más gasolinas, para lograr el objetivo de la autosuficiencia, que ese es el propósito principal.

En ocasiones anterior, López Obrador explicó que cuando llegó al gobierno, de las seis refinerías sólo dos estaban funcionando y cuatro estaban paradas, es decir, estaban procesando 30 por ciento del petróleo crudo; ahora las tenemos al 70 por ciento y van a seguir aumentando en su capacidad, porque continúa el programa de modernización. Además, Deer Park opera a 85 por ciento de su capacidad”.

Es necesario remarcar, como se ha hecho en este espacio, que de acuerdo con la estadística de la Secretaría de Energía, en enero de 1990 por primera vez México importó gasolina: 16 mil barriles por día, volumen que al finalizar el sexenio salinista creció hasta 39 mil barriles (cerca de 145 por ciento de aumento). En el caso del diésel, su adquisición foránea comenzó en diciembre de 1995, con Ernesto Zedillo en Los Pinos: alrededor de 13 mil barriles por día, justo cuando la importación de gasolina había crecido a cerca de 85 mil barriles (volumen 2.2 veces mayor al legado por Carlos Salinas de Gortari).

Cuando Vicente Fox se instaló en Los Pinos, México ya importaba 107 mil barriles diarios de gasolina y 30 mil de diésel; con Borolas en la entonces residencia oficial, el volumen creció a 530 mil barriles de gasolina y 199 mil la de diésel; Peña Nieto llevó esas cifras a 615 mil y 262 mil, respectivamente.

Esas proporciones se reducen permanentemente hasta alcanzar la autosuficiencia.

Las rebanadas del pastel

Alito Moreno está como el clásico beisbolero: se va, se va, se fue a la chingada… Mientras, Iberdrola se da vuelo con sus jueces a modo, quienes, sin más, le otorgan amparos a la velocidad de la luz, siempre en contra del interés nacional.

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