Columnas Escritas
La de color!

Carajo, la que sigue es la nuestra!
Ambrosio Gutiérrez Pérez
En el altar de la casa familiar, entre flores, veladoras, tamales y maneas, Vane colocó las fotos de nuestros muertos. Esperábamos a la tía Charo Alí que heredó el oficio de rezadora de su mamá, la tía Carmita Morales Villorín, para el rosario en memoria y descanso de sus almas. Platicábamos con el tío Felipe, médico de profesión, y mis hermanos Julio y Carlos, haciendo recuento –hasta donde la memoria nos alcanzaba– de las familias, del origen, de los apellidos que en varios casos no corresponden exactamente a la sangre que nos corre por las venas.
Inevitable tirar la mirada al altar y repasar las fotos… desde la del bisabuelo materno José González Martínez, al que le heredamos lo mulix y Rebe casi completa la fisonomía (no el apellido, pues mi abuelita y sus hermanas llevaron toda la vida, a mucho orgullo, el Morales Villorín de la bisabuela Ambrosia) hasta Abel, la tía Rocío y la prima Gabi, que junto con mi mamá fueron víctimas del Covid.
Inevitable también que se arrugue el corazón y los ojos se llenen de lágrimas al ver que están ahí, presentes pero inmóviles, algunos sonrientes, otro serios, con la mirada eterna que capturó la cámara… faltan en la vida diaria la maestra Aurelia y don Julio, mis padres; mamá Lupe y papá Nesho, los abuelos; las tías Carmita y Dorita la poetisa inmortalizada con su «Novia del río», y más tías y más tíos, primos como Rey David, amigos que también ocuparon un lugar en nuestros afectos.
Por la mañana, en el panteón, con cierta sorpresa confirmamos que las bóvedas que mandó construir papá Julio están llenas y los osarios también. Hay que mandar hacer otros, dijo Vane, y no es por si acaso pues es el único lugar seguro al que llegaremos tarde o temprano.
Mientras respondíamos al rosario de la tía Charo, de pronto la revelación o, como suele decirse, nos cayó el veinte… en orden cronológico ahí, en el altar, estaban los bisabuelos, los abuelos, los papás y los tíos, generación tras generación… carajo, la que sigue es la nuestra!
La de nosotros, mi hermano Julio, el tío Felipe, la tía Charo Alí, la tía Conchita, el tío Román, son las generaciones mayores de la familia!
Imposible no sentir el vacío en el estómago y reproducir en la mente, para el futuro, el escenario que vivíamos en ese instante… nuestros hijos y nietos viendo nuestras fotos en el altar y, quizás, rezando algún rosario por el descanso de nuestras almas.
