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“Alito”, gobernar sobre las ruinas

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El escritor e historiador Enrique Krauze reflexiona sobre la bronca interna del PRI y la figura de su dirigente, de quien dice: “¿Sobre qué va a gobernar? sobre ruinas”

REDACCIÓN MÁS / IA

massinformacion.com.mx

En una conversación con EL PAÍS, Enrique Krauze, historiador y uno de los mayores estudiosos del PRI, abandonando momentáneamente su reposo vacacional, habla del partido, de su actual dirigente Alejandro «Alito» Moreno, de los viejos cuadros del partido y de todo lo que se pudo hacer y no se hizo.

Hoy, el panorama es diferente. El PRI, presionado por izquierda y derecha, cedió terreno. Perdió gubernaturas y mayorías, y finalmente la presidencia. Aunque volvió brevemente al poder, el electorado le dio la espalda nuevamente. A cinco años de su centenario, el partido parece encaminado a la desaparición. En las elecciones de junio recibió menos votos que nunca y apenas controla gobiernos estatales. Su fuerza en el Congreso será testimonial en la nueva legislatura que inicia en septiembre.

Además, el partido enfrenta una crisis interna de proporciones catastróficas, alimentada por los movimientos de su dirigente, Alejandro «Alito» Moreno, quien manipula los estatutos para perpetuarse al frente del PRI. Krauze reflexiona sobre esta cuestión y sugiere que el partido ha llegado a un límite.

EL DETERIORO DEL PRI

«La frase de Vargas Llosa refiere a la vida política de las naciones», comenta Krauze. «La vida política puede deteriorarse al extremo, sin que nos demos cuenta. Siempre hay alguien que dice que nada puede estar peor. Pero siempre puede estar peor. Con respecto al PRI, creo que ese deterioro llegó a un límite. Aunque tres millones de personas votaron por el PRI y todavía mantiene gobiernos como el de Coahuila, la estructura institucional que tuvo el PRI durante su historia está destruida. Ahora queda esta rebatiña por el poder, este deseo de su líder de entronizarse, pero ¿sobre qué? Sobre unas ruinas», reflexiona.

En «La Presidencia Imperial», obra en la que Enrique Krauze disecciona el poder del PRI a lo largo del siglo XX, se retoma una frase de un personaje de Vargas Llosa, que vuelve a un «miserable sitio de las montañas del Perú», con el corazón desbordando fatalismo: «No hay límites para el deterioro», dice el personaje. Krauze usa esta frase para describir la actitud del PRI de mediados de la década de 1990, cuando el partido se resistía a soltar el poder y abrir definitivamente México a la democracia.

REFLEXIONES SOBRE EL PRI

Se cumplen ahora 35 años de su primera derrota electoral, aquella de Baja California, en 1989. En ese contexto, el PRI pierde y critican a Colosio. Usted escribe que «un PRI integrado por ciudadanos, con elecciones internas, no es el PRI». Visto el antecedente, ¿cómo debe entenderse el conflicto de ahora?

«Primero, vayamos a la historia. El PRI no era un partido como el soviético, el chino o el cubano, pero su hegemonía se hacía sentir en todos los aspectos de la vida política del país. Había una libertad muy limitada, no había división de poderes ni una genuina representación de partidos en las cámaras, ni un órgano electoral independiente. Todo eso hacía que la vida política mexicana estuviera secuestrada por el partido. Aunque una reforma interna podía ser positiva, abriéndolo a los ciudadanos, no era suficiente. Había que abrir todas las compuertas de ese sistema. Y eso fue lo que ocurrió en los años 90, del 94 al 2000. El PRI se tuvo que asumir como un partido más y perdió. No ya la del 89, una derrota controlada, tolerada, no, había que soltar las amarras de su hegemonía. Y ocurrió a partir de la crisis del 94».

Contextualmente queda claro. Pero ¿viejas pugnas internas sobre cómo democratizar el partido explican el conflicto actual?

«Sí, no se puede entender la situación actual del PRI sin su historia. De 1929 a 1968, el PRI fue un partido hegemónico, con una competencia simbólica del PAN, pero fue eficaz porque fue inclusivo, dio movilidad social, crecimiento y estabilidad al país. Del 68 al 94, veo un deterioro creciente como partido hegemónico, cediendo espacios con reformas tenues, hasta que no le quedó otra posibilidad más que reformarse como parte de la reforma política general del país. En 2000, el PRI pierde las elecciones. Ese era el primer momento para una refundación.

El año 2000 debía haber significado la cuarta reforma del PRI. Primero fue el PNR, luego el PRM, después el PRI… Tenía que buscar otras siglas, refundarse y abrirse a la ciudadanía. Podía haberse vuelto un partido moderno. Pero no lo hizo.

Luego corre con mucha suerte el PRI, porque en 2012 el electorado le dio otra oportunidad. Pero el Gobierno de Peña Nieto tiró para siempre la oportunidad histórica de hacer un buen gobierno y de convertir al PRI en un partido moderno».

¿No es salvable el PRI?

«Yo creo que no. Es tal el desprestigio… Incluso con los hechos actuales de su dirigencia han manchado la parte de la memoria histórica que podían haber recuperado. Después de todo, el PRI fue el partido de Calles, de Cárdenas, el gran partido histórico de México, de Reyes Heroles, de intelectuales muy destacados. Durante 40 años no solo fue hegemónico, sino que era un consenso de construcción, institucional y cultural.

El espectáculo que está dando ahora mismo el PRI es lamentable, en el marco del ascenso de una nueva hegemonía que no puede sino ser perjudicial para la sana vida democrática de México. Como historiador, he reconocido el aporte histórico de los presidentes y del sistema político mexicano durante los primeros tres y casi cuatro decenios, con todos los problemas de acumulación de poder. Luego critiqué los siguientes 30 años. Ahora veo que el PRI no aprendió la lección de la historia, la lección de la humildad. La soberbia le ganó al último gobierno del PRI y hemos llegado al 2024 en una situación de crisis terminal.

No veo oportunidad para que encuentre fortaleza interna y sabiduría, además de liderazgos, para poder reformarse y salir de terapia intensiva».

¿Cómo empezaría la biografía de Alito?

«No tengo la menor idea de él… No me ha interesado su tipo de liderazgo, no me gustan sus formas. Esta generación y el grupo que le apoya no están a la altura de las generaciones pasadas. El PRI supo tener una cierta autocrítica. El PRI de Reyes Heroles se autolimitó. Pero no creo que con estos desplantes y actitudes, este agandallamiento de poder, el PRI gane más que desprestigio. Alito gobernará un partido fantasma».

Viejos cuadros del partido, Labastida, Dulce María Sauri, Beltrones, Osorio Chong… ¿Le parecen legítimas sus críticas?

«Yo hubiera querido toda esa expresión, esas críticas, mucho antes. Desde luego a principios de siglo, cuando el PRI perdió. Pero también cuando el electorado le dio un tiempo extra en 2012. En 2013, 2014, ¿por qué no ocurrió? Ahora ya es tarde».

¿Es acertado pensar en su situación como la que sufrió el PRD antes de perder el registro?

«Son situaciones distintas. El PRD fue un partido cuya fundación fue meritoria e histórica. La primera vez que alrededor de una figura, Cuauhtémoc Cárdenas, la izquierda mexicana encontró representación unificada. Fue de una importancia capital. ¿Qué ocurrió? No institucionalizó de manera suficiente su estructura y descansó demasiado en la figura de Cárdenas y después en la de López Obrador.

México siempre ha oscilado entre las instituciones y el caudillo. El PRI fue un intento de institucionalizar en la presidencia a los caudillos, un intento que funcionó por mucho tiempo. Entonces, no había caudillos, había presidentes muy poderosos, pero por seis años. Esto ha llegado hasta nuestros días».

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