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Baluarte Político

Las principales líderes de la 4T respaldan a Layda Sansores
Raúl García Araujo
El periodismo, en su esencia más pura, está llamado a ser un contrapeso del poder. Una herramienta que vigile, que cuestione, que investigue, que informe. Pero no una tribuna para ejercer violencia, ni un disfraz para agredir.
Esta premisa ha cobrado especial relevancia en los últimos días, luego del respaldo que recibió la gobernadora de Campeche, Layda Sansores San Román, por parte de las principales lideresas del movimiento de la Cuarta Transformación (4T), incluida la presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo.
En una defensa inusualmente frontal desde la conferencia mañanera, Sheinbaum puso sobre la mesa una discusión necesaria: “¿Eso se permite? ¿Eso es parte de la libertad de expresión?”, preguntó, al referirse a las duras críticas que ha enfrentado Sansores, muchas de ellas no relacionadas con su ejercicio de gobierno, sino con su condición de mujer, su físico y su edad.
“No busca meter a nadie a la cárcel —aclaró la presidenta—, busca visibilizar que hay un asunto de misoginia y de odio vinculado con ser mujer”. Un señalamiento que, más allá del caso específico, interpela a los medios de comunicación y al periodismo en general sobre la línea entre el ejercicio de la libertad y la perpetuación de la violencia.
La mandataria campechana denunció, desde hace tiempo, que el diario Tribuna y su ex director, Jorge Luis González Valdez, orquestaron una campaña de descrédito en su contra, con publicaciones que no cuestionan sus políticas, sino que la exhiben, la caricaturizan y la atacan desde una lógica que, de acuerdo con sus defensoras, está impregnada de sexismo.
La secretaria de las Mujeres, Citlalli Hernández Mora, usó el término preciso: violencia estética. Una forma de agresión que se ha normalizado y que afecta a miles de mujeres, particularmente a las que ocupan espacios públicos.
“Toda mi solidaridad con Layda Sansores y todas las mujeres que, aun no dedicándose a la política, han sufrido violencia estética”, escribió en su cuenta oficial. Su llamado fue claro: los medios deben dejar de reproducir discursos que perpetúan estereotipos y generan odio hacia quienes se apartan de los estándares impuestos de belleza, edad o apariencia.
El respaldo no fue aislado. Luisa María Alcalde Luján, presidenta nacional de Morena, también salió a cerrar filas. Durante su conferencia quincenal, denunció lo que calificó como un nuevo “nado sincronizado” de la oposición, específicamente del PRI y su dirigente nacional, Alejandro “Alito” Moreno, a quien responsabilizó directamente de estar detrás de los ataques mediáticos contra la gobernadora.
“El caso de Campeche no es censura. Lo que Layda está señalando es que estos ataques no son críticas legítimas a su función como gobernadora, sino violencia política de género. Atacar por el físico, por la edad, por la manera de ser, no es libertad de expresión, es otra cosa”, enfatizó Alcalde.
El fondo del asunto es, entonces, mucho más que un pleito entre políticos o una disputa mediática. Es una conversación urgente sobre la ética del ejercicio periodístico. Porque el periodista —como el funcionario público— tiene una responsabilidad ante la sociedad: informar con veracidad, con rigor, pero también con respeto.
La crítica es válida, necesaria y hasta saludable. Pero cuando la crítica se transforma en escarnio, cuando el cuestionamiento deviene en burla, en ataque personal, en violencia simbólica, entonces deja de ser periodismo y se convierte en agresión.
En un contexto nacional donde las mujeres siguen enfrentando múltiples formas de violencia —desde la digital hasta la institucional—, este caso adquiere un carácter simbólico. No se trata únicamente de defender a una figura política, sino de poner un alto a una práctica que ha lastimado a generaciones enteras de mujeres en todos los ámbitos de la vida pública.
La presidenta Sheinbaum lanzó una invitación directa a las funcionarias feministas a analizar el caso de Sansores. Y es que hoy más que nunca, urge abrir el debate: ¿Dónde termina la libertad de expresión y dónde comienza la violencia? ¿Qué rol están jugando los medios y periodistas en la reproducción de discursos de odio, sobre todo hacia las mujeres en el poder?
Lo cierto es que la respuesta no puede estar basada en simpatías políticas. Ni los medios pueden usar su papel como escudo para encubrir violencia, ni los actores políticos deben utilizar el discurso de género para acallar el legítimo disenso. Pero entre esos extremos hay una verdad ineludible: la crítica sin respeto no es crítica, es violencia. Y el periodismo sin ética no es periodismo, es propaganda o linchamiento.
La defensa de Layda Sansores por parte de las principales voces de la 4T abre una puerta que urge cruzar como sociedad. Porque si queremos una democracia más justa, más plural y más equitativa, debemos empezar por garantizar que las mujeres —todas— puedan participar en ella sin ser agredidas por cómo lucen, por cómo hablan o por cómo se visten.
La libertad de expresión es un derecho fundamental. Pero como todo derecho, conlleva una obligación: ejercerlo con responsabilidad.
Desde La Muralla: Salud con rostro humano: el nuevo emblema de la 4T
El pasado domingo, desde Ciudad del Carmen, Campeche, la presidenta Claudia Sheinbaum volvió a dejar en claro que la Cuarta Transformación no es solo una narrativa política, sino una forma distinta de gobernar, centrada en el cuidado de quienes históricamente han sido olvidados.
Acompañada por la gobernadora Layda Sansores, Sheinbaum presentó el programa Salud Casa por Casa, una iniciativa que, más allá de los discursos, representa un cambio profundo en la relación entre el Estado y su gente. Con un tono emotivo y convencida del impacto de esta política pública, la presidenta aseguró que el programa y su personal harán historia no solo en México, sino a nivel internacional.
Y no es una exageración: se trata de un modelo que combina atención médica, prevención, acompañamiento humano y cercanía territorial.
Layda Sansores, añadió un componente afectivo a la jornada. Salud Casa por Casa, dijo, nació del corazón de la presidenta y, por lo tanto, será apreciado por el pueblo. “Ustedes van a dar el abrazo, la calidez, es mucho más”, expresó, refiriéndose al personal de salud.
Y tiene razón. La Cuarta Transformación ha comprendido que una política pública no basta con ser eficiente: debe también ser humana.
Ese fue el mensaje desde Campeche: que gobernar también es abrazar. Y que la salud, en manos del pueblo, puede ser la semilla de un futuro más justo.
Desde El Fuerte: Campeche y su revolución silenciosa en salud
Este fin de semana, una caravana blanca, integrada por médicos, enfermeras y vacunas, tomaron caminos de terracería para llevar salud a donde pocas veces llega en el estado.
Se trata de las brigadas móviles impulsadas por el Gobierno de Campeche, a través de la Secretaría de Salud estatal, que recorren comunidades apartadas de Carmen, Hecelchakán, Champotón, Candelaria y Escárcega. Una apuesta firme por una salud cercana, gratuita, preventiva y, sobre todo, humana.
Estas brigadas no se limitan a dar consultas o aplicar vacunas. Ofrecen también atención a mujeres embarazadas, a menores de edad y adultos mayores; orientación sobre lactancia y planificación familiar; curaciones, detección de adicciones y talleres comunitarios. Además, promueven la creación de comités locales de salud, fortaleciendo así el tejido social en cada comunidad.
La Secretaría de Salud de Campeche está haciendo algo más que atender enfermos: está construyendo confianza. Está tejiendo puentes entre el gobierno y los pueblos. Está recordando que el Estado también puede —y debe— tener rostro humano.
Esta revolución silenciosa en salud merece ser contada, replicada y reconocida. Porque cuando una brigada médica cruza un río o sube una sierra para llevar atención, no solo está curando cuerpos, está sanando una deuda histórica.
