Columnas Escritas
Lo que dicen los columnistas

Desde el piso de remates
Banxico: sube tasas a 7% y demuestra su autonomía
Maricarmen Cortés
Excelsior
La única voz discordante no fue ahora la del subgobernador Esquivel, sino la de Irene Espinosa.
Acorde a las expectativas del mercado, la Junta de Gobierno del Banco de México, que preside Victoria Rodríguez Ceja, aprobó, por mayoría, un incremento de 50 puntos base en las tasas de interés, que subieron a 7 por ciento.
La junta demostró, en forma contundente, su autonomía frente al presidente López Obrador, quien la semana pasada, al presentar el paquete de medidas para combatir la inflación y la carestía, exhortó al Banco de México a ya no subir las tasas.
La única voz discordante no fue ahora la del subgobernador Gerardo Esquivel, sino la de Irene Espinosa —la única, hoy, en la Junta de Gobierno que no fue propuesta por López Obrador— porque se pronunció por un incremento aún mayor en las tasas a 75 puntos base.
Lo preocupante, desde luego, es el reconocimiento por parte del Banxico de las presiones inflacionarias que, lejos de ceder, se han agudizado por factores externos, principalmente la guerra en Ucrania y las medidas de confinamiento en China.
El Banxico elevó sus pronósticos de inflación general a 6.4% este año y 3.2% en 2023, lo que implica que será hasta el primer trimestre de 2024 cuando la inflación bajará a la meta de convergencia de tres por ciento.
Llamó la atención que, en su comunicado, el Banxico aseguró que, ante un panorama más complejo para la inflación, se considerará actuar con mayor contundencia, lo que implica que seguirán los incrementos en tasas de interés, que frenarán las metas de crecimiento económico porque se encarece el costo del crédito.
AFAC Y LAS NORMALES “IDAS AL AIRE”
Ricardo Torres Muela, quien aún no ha sido ratificado como director general de Seneam, se apresuró a desmentir que se haya registrado otro incidente en el AICM, ahora con un vuelo de Aeroméxico que tuvo que abortar un aterrizaje porque al aproximarse al AICM, la pista estaba ocupada por un avión de United Airlines.
Desde luego, el hecho de que Aeroméxico informara sobre este incidente en su cuenta de Twitter generó una gran cobertura mediática, pero el Seneam lo minimizó. Reconoció que, en efecto, la pista estaba ocupada por otro avión, pero aseguró que se le instruyó al piloto de Aeroméxico “que se fuera al aire” y lo calificó de un “procedimiento usual en la aviación” en el que no hubo riesgo para las aeronaves.
La sorpresa es que apareció la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), que encabeza el general Carlos Antonio Rodríguez, quien no había dicho ni pío tras el grave incidente con dos aviones de Volaris el sábado pasado.
Al igual que Seneam, la AFAC asegura que las “idas al aire”, maniobras de aproximación fallida u aproximación frustradas, es la mejor decisión que un piloto y/o controlador pueden tomar y se puede deber a varios casos, entre ellos, que un avión que aterrizó no haya desalojado la pista en uso.
Es difícil entender que sea normal que se autorice aterrizar a un avión en una pista que está ocupada. Lo que me queda claro es que ni Seneam ni la AFAC quieren que se cuestione el rediseño del espacio aéreo ni la capacitación de los controladores, porque la prioridad es recuperar la categoría aérea no 1.
Habrá que ver si la FAA considera muy normal tantas “idas al aire” en el AICM.
La globalidad cruel
Rolando Cordera Campos
La Jornada
Después de ofrecernos una actualizada taxonomía de lo que él mismo bautizó como hiperglobalización, el colega y profesor de Harvard, Dani Rodrik, nos propone una meditada conclusión sobre un asunto que rehúye cualquier tipo de punto final. La historia, se ha comprobado, no ha llegado a su fin y entre sus pliegues y despliegues ahora nos vemos colocados ante un desafío existencial, para la especie y para el mundo; particularmente grave para los conjuntos humanos fronterizos, con su historia y la historia del mundo, que es nuestro caso.
Nuestro mundo futuro, dice Rodrik, no tiene por qué ser uno en el que la geopolítica triunfe sobre todo lo demás y los países (o bloques regionales) minimicen sus interacciones económicas entre sí. Y tiene razón el profesor que sabe el peso que tienen las acciones y omisiones humanas. Si ese escenario distópico se materializa, no será debido a fuerzas sistémicas fuera de nuestro control. Al igual que con la hiperglobalización, será porque tomamos las decisiones equivocadas. (Dani Rodrik, Una mejor globalización podría surgir de las cenizas de la hiperglobalización).
Lecciones ucranias no cursadas sobre las veleidades de la seguridad nacional y binacional, y decisiones equivocadas ante la guerra criminal desatada por la agresión rusa, han impuesto una dura y dolorosa situación, convocando a los peores fantasmas de la hiperglobalización, desbocada desde el fin de siglo. El mundo está ante espectros que se han vuelto realidades ominosas, de carne, plomo y hueso, y amenazas de neutrones y protones. Poco espacio para imaginar salidas intermedias.
Complicado se presenta el camino para conformar una auténtica realidad global marcada por esfuerzos grandes y pequeños de cooperación para el desarrollo, construcción de nuevas reglas para intercambios intensos y extensos de trabajo y mercancías, de capacidades tecnológicas y servicios financieros, para construir una paz duradera y productiva como lo ha diseñado y propuesto Naciones Unidas al aprobar sus objetivos de desarrollo sustentable como gran objetivo del mundo. Agenda dibujada al borde de la angustia planetaria que el cambio climático ofrece como escenario único para dar fin a esa híper euforia de la peor manera.
Aprovechar lo que no puede sino empezar a designarse como crisis global, siempre es tentador para algunas mentalidades del subdesarrollo, aunque las más de las veces se ha probado un mal viaje. Lo malo ahora es que parece haberse apoderado del gobierno de México, incluso de sus núcleos pensantes y con mirada estratégica. No encuentro otra manera de tratar de darle alguna racionalidad a las posturas del presidente López Obrador a su paso por Centroamérica y al terminar su periplo caribeño.
De no ser así, tendríamos que asumir la evidencia triste de que la política externa responde a ocurrencias presidenciales, sin pasar por los filtros y acondicionadores usuales. Equilibristas sin barra ni red de protección.
Poner condiciones en público a Estados Unidos en su empeño de hacer una cumbre de las Américas con derecho de admisión, puede ser visto como osado o irresponsable. Es mucho lo que desde hace más de 20 años México ha puesto en juego para tratar de construir unas plataformas de producción e intercambio que, eventualmente, permitan mejorar los niveles de vida para todos. Lo que, por cierto, todavía está por verse.
El camino hacia una nueva y mejor globalización, por justa y eficaz, no está trazado. No tenemos ninguna seguridad. Azaroso como siempre lo ha sido, el mundo de hoy se ha vuelto letal y peligroso, incierto y veleidoso. El Presidente y sus corifeos parecen no estar dispuestos a tomar nota; lo suyo es abocarse a un riesgoso nintendo con su socio, vecino y hegemon apelado Estados Unidos de América. Esto no es jugar con fuego sino a los quemados. A un perder-perder numantino y sin sentido.
Un Brasil cada vez más tenso
Eric Nepomuceno
La Jornada
Dice la ley brasileña que en las elecciones, que son realizadas en octubre, los partidos deben anunciar a sus candidatos en julio y que la campaña electoral empieza a finales de agosto.
Lo que se observa en la vida real no tiene ninguna relación con la ley. Para empezar, el ultraderechista Jair Bolsonaro empezó a actuar como candidato a la relección el mismo día en que ocupó por primera vez el sillón presidencial. Y quien sigue sus movimientos se da cuenta de que él ocupa 80 por ciento de su tiempo en actos cuyo único objetivo es la relección.
Sus viajes por el país sirven solamente para eso. Y con tal de cumplir con el objetivo, no ahorra esfuerzos: inaugura obras que no están listas, otras que fueron iniciativa de gobiernos anteriores y hasta un puente de madera con 15 metros de extensión por cinco de largo.
Previniéndose contra la posible derrota señalada en la totalidad de los sondeos y encuestas junto al electorado frente al expresidente Lula da Silva, Bolsonaro pasó a criticar de manera grosera y permanente a integrantes del Supremo Tribunal Federal que también actúan en el Tribunal Superior Electoral, instancia máxima en lo que a elecciones se refiere.
Mientras amenaza claramente con no reconocer la auscultación por urnas electrónicas, utilizadas en Brasil desde 1996 sin que jamás se haya detectado algún tipo de fraude, incentiva a los militares que lo rodean a también atacar tanto al Tribunal Superior Electoral, como a exigir que las elecciones vuelvan a utilizar votos impresos en papel.
Con eso mantiene al país en tensión permanente. No menciona bajo ninguna circunstancia, a no ser para eximirse de responsabilidad, la crítica situación económica y social, que lleva a más de la mitad de 212 millones de brasileños a no poder ingerir alimentos en la cantidad considerada mínima por médicos, especialistas y nutricionistas.
Se da por seguro que la campaña electoral este año será la más tensa de la historia, con altas posibilidades de actos de violencia por parte de los seguidores del ultraderechista presidente y fuerte confrontación entre los dos candidatos, Lula y Bolsonaro.
Mientras, y para burlar la ley electoral y evitar sus efectos, lo que hacen los partidos –sin excepción– es realizar presentación de precampaña. Exactamente lo que se anunció por parte del expresidente Lula da Silva y su precandidato a vice, el conservador Geraldo Alckmin, exgobernador de San Pablo.
Alkmin, en realidad, trae poquísimos votos para Lula. Los dos tienen electorados muy distintos. Su presencia como vice sirve, básicamente, para tratar de transmitir señales tranquilizadoras al mercado y al campo, mientras configura junto a otros partidos un frente amplio por la democracia.
Lula sigue como franco favorito para las elecciones de octubre. Los analistas destacan dos puntos específicos en los sondeos y encuestas.
El primer punto: cuando manifiestan su voto espontáneo, o sea, sin que les hayan presentado una relación de nombres, Lula tiene un promedio de 40 por ciento de intención, contra menos de 30 por ciento de Bolsonaro. En el llamado escenario estimulado, es decir, cuando nombres son presentados, Lula mantiene un promedio de 45 por ciento contra 31 por ciento de Bolsonaro.
Para la segunda vuelta, cuando solamente los dos nombres son llevados al entrevistado, 54 por ciento dice que votará por Lula, 34 por ciento por Bolsonaro y 12 por ciento que por ninguno, es decir que votarán en blanco o anularán su voto.
El otro punto destacado es el rechazo del electorado. De los encuestados, 60 por ciento aseguran que no votarían por Bolsonaro bajo ninguna circunstancia y 38 por ciento dicen lo mismo en cuanto a Lula.
Semejante escenario lleva al ultraderechista a adoptar actitudes cada vez más radicales. Bolsonaro tiene alrededor de 30 por ciento de electores fieles.
Su discurso beligerante y amenazador tiene como blanco exactamente esa parcela del electorado.
En tanto, Brasil enfrenta una inflación acentuada, que seguro funciona y funcionará como barrera para que Bolsonaro crezca entre la parcela más pobre de la población, que forma la inmensa mayoría del electorado. Desde hace un largo par de meses la inflación anual se mantiene en poco más de 12 por ciento, con énfasis en el precio de combustibles y, como consecuencia, de la alimentación.
Cuando se observan los aumentos acumulados en 12 meses, el cuadro asusta: la zanahoria aumentó 178 por ciento; el tomate, 103 por ciento, y el café, 67 por ciento. Son alimentos que desaparecieron de la mesa de las clases más bajas y también de buena parte de la clase media-media.
Entre marzo de 2020 y octubre de 2021, la carne vacuna experimentó un aumento de 134 por ciento.
Frente a semejante escenario, Bolsonaro no tiene otra salida que decir que en otros países la carne es mucho más cara que en Brasil. Suele mencionar a Canadá como ejemplo, olvidando un pequeño detalle: la renta promedio de un canadiense es más de 10 veces la de un brasileño.
Para la mayoría del electorado, Canadá es nada más que un país lejano, mientras Brasil es una realidad que duele cada vez más.
